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Seducido por ella, desvirgué a la amiga de mi hija

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Soy un cerdo, un maldito degenerado, un ser despreciable. Un cobarde que si tuviera coraje, se descerrajaría un tiro en la boca para así olvidarse de lo que había hecho. Debía de estar en la cárcel, encerrado de por vida por gilipollas e incluso castrado. Me arrepiento de haberme dejado llevar por mi jodida bragueta pero lo peor es que ahora no soy más que una puta marioneta en manos de María, la mejor amiga de mi hija. Mi vergüenza no tiene límites, conozco a esa niña desde los seis años y no comprendo como pude caer tan bajo de acostarme con ella. Me da igual que sea mayor de edad. Me resulta indiferente que ella haya sido la causante de mi tropiezo y yo su puto pelele. Soy culpable de haberme dejado convencer por esa cría y olvidando que para mí era casi una sobrina, la desvirgué, disfruté y lo sigo haciendo con ella. Sé que mi hija sabe que su padre es ese novio maduro del que tanto le habla María con sus amigos y que incluso lo acepta pero aun así sigue siendo algo inmoral.

No solo son los veintitantos años que la llevo ni siquiera el hecho de que sus padres sean mis amigos, lo que realmente me descompone es que esa bebé lleva conviviendo conmigo desde la más tierna infancia. Debido a las dificultades económicas de su familia, los veranos enteros se los ha pasado en mi casa. A todos los efectos, la traté como a una hija; si se ponía enferma, he sido yo quien la ha llevado al médico; si sufría por un muchacho, era yo quien la consolaba. Era su referente, si tenía algún problema, me pedía opinión y ahora que mi verdadera hija se ha ido a estudiar al extranjero y que vivo solo, miente a sus viejos para meterse en mi cama sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.

Os preguntareis como sucedió, qué motivó que esa niña dejara de verme como el padre de su amiga y decidiera seducirme. Siendo sincero, ¡No lo sé!. Jamás le di un motivo, nunca la miré como mujer. Quizás fuera eso, cansada de tanto niño babeando por ella, le parecí atractivo al no verme alterado por su belleza. Ahora, sé y me consta que María es divina. Dotada de una inteligencia innata, si sumamos sus pequeños pechos, un culito respingón y una cara de ensueño, es el ideal que todo el mundo quiere para su hijo. Pero desgraciadamente y no sé qué hacer, fijó en mí su objetivo y soy su cautivo. Adicto a su juventud, hace conmigo lo que le viene en gana. Actualmente y por mucho que me duela, no podría vivir sin sus ojos negros ni sin esa melena que coquetamente se peina cada vez que estoy con ella. Si la llevo a un restaurant, todo el mundo supone que es mi retoño en vez de la ardiente amante en que se ha convertido y por eso tengo que hacer esfuerzos cuando se va al baño, meneando su trasero a propósito para provocarme, no quedármela viendo con lascivia.

La deseo con fiereza, me enloquece llegar a casa y desnudarla con avidez, mientras ella se ríe por mis prisas. Sé que es inmoral pero disfruto poniéndola a cuatro patas y follándola hasta que con su tierna voz me pide descansar. La niñita modosa de su infancia es ahora un volcán de veinte años que me exige sexo y más sexo sin perder la compostura. Nunca me levanta la voz, jamás me grita pero cuando se le mete entre ceja y ceja algo, manipula, ordena y exige hasta que consigue su empeño. Parece dulce, delicada e incapaz de romper ninguna regla pero yo sé bajo ese disfraz se esconde una hembra dominante, caprichosa, celosa y carente de escrúpulos.

Aunque me he ido por los cerros de Úbeda y no os he explicado cómo empezó mi claudicación, eso se debe a que quería explicaros antes que tipo de bruja es y así obtener vuestra comprensión.

María me lanza una red que no supe ver.

Separado desde hace muchos años, Isabel, mi hija, era mi única compañía y por eso, cuando decidió irse a estudiar la carrera a Londres, sentí su perdida. Su curso empezaba en septiembre pero me pidió anticipar su marcha a julio para que, al iniciar las clases, tuviera fresco el inglés. Todavía recuerdo y me reconcome haber sido tan idiota de caer en la red que esas dos chavalas cuando María, en el andén y mientras despedíamos a mi niña en el aeropuerto, me preguntó si como otros años podía acompañarme a Santander. Extrañado que quisiera venir a la casa de la playa, traté de evitarlo diciendo que sin mi hija se iba a aburrir. La muchacha frunció el ceño al oírme y pidiendo auxilio a su amiga, entre las dos me convencieron de que la llevara ya que se lo pasaría bien gracias a la amplia pandilla que habían formado durante tantos años.

Reconozco que di mi brazo a torcer, cuando mi cría me susurró:

-Papá, sus padres no pueden pagarle una vacaciones. ¡Hazlo por mí!-

Sin saber su verdadero propósito, claudiqué y prometiendo hablar con sus padres, acepté que viniera. Debí de percatarme al ver en su cara una férrea decisión pero inmerso en el dolor por la ida de Isabel, creí que se debía a que podría veranear. Ya en el coche y con mi hija montada en un avión, me preguntó si íbamos a ir solos o por el contrario si iba a llevarme a una “amiguita”.

-¡Por supuesto que solos!- respondí escandalizado al oír su insinuación de que le ocultaba una mujer a su amiga -¡No tengo una novia escondida!-

Recibió mis palabras con interés y haciéndome pasar un mal rato, insistió:

-Raúl, no me creo que no tengas alguien con la que pasar un buen rato-

Avergonzado sin motivo, le contesté que desde que mi ex me había abandonado, solo había tenido un par de escarceos pero que al no tener ayuda, había tenido que ocupar todo mi tiempo en educar a Isabel. Contra todo pronóstico, esa dulce criatura sonrió y cogiendo mi mano entre las suyas, me dijo con ternura que ahora que mi hija había dejado el nido, debía de buscarme alguien con quien compartir el resto de mi vida. Ahora comprendo que se refería a ella, pero en ese momento agradecí su comprensión y cambiando de tema, le pregunté si tenía un novio esperándola en Santander.

-Todavía no es mi novio pero caerá – me contestó soltando una carcajada.

Su descaro me hizo gracia y devolviéndole una caricia en la mejilla, solté:

-Pobre tipo, va jodido si cree que va a poderse librar de tus garras-

Con una sonrisa de oreja a oreja, me miró y dijo:

-¡Eso espero!-

Esa misma noche, recibí la llamada de Antonio, su padre, agradeciéndome que le diera posada. Incómodo por que se enterara de que estaba al tanto de su mala situación, le dije que era un placer tener compañía y repitiendo las palabras de María le aclaré que su hija tenía muchos amigos en esa ciudad y por lo tanto, que no se preocupara que no iba a resultar un estorbo.

El viaje en tren.

Tal y como había hecho los últimos diez años, debido al miedo que sentía al volar, al llegar mis vacaciones, metí mi coche en el tren y alquilé un compartimento donde dormir durante el trayecto. Aunque había otros más rápidos, me había acostumbrado a coger el expreso en Chamartín por la tarde nada más salir de la oficina y pasarme la noche de viaje. Al llegar a la estación, esa cría, mi compañera de ese verano, me estaba esperando sola y con una enorme maleta en mitad del andén.

-¿Y tus viejos?- pregunté al no verlos ya que siempre acompañaban a su hija a decirle adiós.

-Raúl, ¡Qué tengo veinte años!- protestó haciéndose la madura.

Aunque sabía su edad, yo seguía viéndola como una niña y más aún ataviada como venía. Vestida con un ceñido traje de cuadros azules, parecía que acababa de cumplir los quince o dieciséis años. Muerto de risa, le dije lo que opinaba y ella, de mal humor, se levantó un poco las faldas y modelándome, me respondió:

-¿Son estas acaso las piernas de una niña?-

Cortado por tamaña exhibición, refunfuñé que no y desviando mi mirada, cogí su maleta y me subí al tren. Todavía mientras buscaba el vagón dormitorio, no fui consciente que detrás de mí, esa muchacha me estaba mirando el trasero con deseo mientras decidía cuándo y cómo me iba a atacar. Un revisor nos llevó hasta primera y señalando el compartimento número tres, nos informó que era el nuestro.

-Espero que su hija y usted descansen bien- respondió solícitamente a mi generosa propina.

De muy malos modos, María se dio la vuelta y se encaró a él diciendo:

-¡No es mi padre! ¿Algún problema?-

El empleado abochornado por su falta de tacto, huyó pasillo arriba mientras yo miraba incrédulo a la muchacha sin saber porque se había puesto así:

-María, ¡Piensa que es lógico que se haya confundido!- dije interviniendo a favor del tipo.

Meneando su melena, me miró y poniendo cara de no haber roto un plato, se carcajeó mientras me decía:

-Ahora estará convencido que soy tu amante-

-¿Y eso te hace gracia?- pregunté sin saber todavía sus intenciones.

-Mucha- respondió entornando los ojos- ¡Quiero que vean que sigues en activo!-

-¿No te entiendo?-

Disfrutando de mi sonrojo, me cogió de la mano, mientras me decía:

-Si quieres que las mujeres te miren, qué mejor que tener una novia joven-

Os prometo que ni ese más que claro coqueteo consiguió abrirme los ojos y con la familiaridad que dan los años, le solté un suave azote mientras le pedía que dejara de ser tan niña. Desgraciadamente mi mano se encontró con un culo duro y recio que no era el de una adolescente sino el de una mujer y completamente colorado, le pedí perdón por mi atrevimiento. Al descubrir el rubor que cubría mis mejillas, decidió dar otro paso y poniéndolo en pompa, exclamó:

-Para eso son, pero se piden-

Muerto de vergüenza, me hundí en mi asiento y sin levantar mis ojos del libro, comencé a leer tratando de olvidar el recuerdo de su trasero en mi palma. Mientras tanto, María se acomodó en el suyo y producto de aburrimiento, se quedó dormida. Llevábamos cerca de dos horas de viaje, cuando al terminarme un capítulo dejé mi lectura y levantando mi cabeza, la miré. Me quedé horrorizado al comprobar que sin darse cuenta de que se le había subido el vestido, esa muchacha dormía a pierna suelta mientras me mostraba involuntariamente su tesoro.

“Joder” exclamé mentalmente al percatarme que no llevaba bragas y que donde debía de haber una mata, esa cría lucía un monte desprovisto de cualquier pelo. Tratando de evitar recrearme con esa visión, me puse a mirar por la ventana pero irremediablemente una y otra vez, me giré a observar la belleza de su coño mientras me reconcomía por dentro la culpa.

Era impresionante, los labios de su pubis me llamaban a adorarlo y por eso, acomodándome en el asiento, volví a coger el libro entre mis manos y disimulando me puse a observarlo. Tras mirarlo con detenimiento, el color rosado y lo cerrado de su sexo me informaron que, si esa niña no era virgen, poca experiencia tenía y más excitado de lo que me gusta reconocer, saqué mi móvil y con alevosía, le saqué un par de fotos. Ahora me consta de que se dio cuenta y que lo hizo a propósito pero entonces supuse que fue el calor lo que la hizo tumbarse en dos asientos y provocó que sin querer dos de los botones de su vestido se abrieran dejando al aire sus pechos.

“Dios, ¡Qué belleza!- balbuceé al observar los abultados pezones que ese primor tenía decorando sus senos.

Como un loco, seguí fotografiando su cuerpo mientras mi víctima, ajena a lo que sentía el padre de su amiga, dormía profundamente. Cada vez más alterado y con un terrible dolor en mis huevos, decidí levantarme e ir al baño. Una vez encerrado allí, saqué mi móvil y recuperando las fotos me masturbé, soñando que ese cuerpo era mío. Desgraciadamente al eyacular, el recuerdo de mi perversión me golpeó en la cara y desesperado por mi ausencia de moral, me prometí que esa iba a ser la única vez que liberara mis bajos instintos usando a esa indefensa criatura. Disimulando nuevamente, tiré de la cadena y salí al compartimento. Al volver, María se había despertado y sin reparar en que estaba medio desnuda, me preguntó dónde había ido.

Cortado y humillado, le contesté que al baño tras lo cual mirando hacía el suelo, le pedí que se tapara. En contra de la lógica, se rio al darse cuenta de su postura y mientras se abrochaba, me tranquilizó diciendo:

-No te he enseñado nada que no hayas visto o ¿no te acuerdas del retrato que tienes en tu despacho de nosotras?-

Tardé en comprender que se refería a una foto de ella y mi hija en la que jugaban desnudas en la playa pero “CON SIETE AÑOS”. Al defenderme diciéndola que esa foto tenía mucho tiempo y que en ella, eran unas bebés, María me contestó en son de guasa:

-Si quieres en este viaje, ¡la actualizamos!-

Su broma me terminó de abochornar porque aunque ella no lo supiera, en mi móvil ya tenía más de dos docenas de actualizaciones y tratando de desviar la conversación, miré mi reloj y dije:

-Son las nueve. ¿Te apetece cenar?-

Poniendo cara de agradecimiento, aceptó pero me pidió que la esperara en el restaurant porque quería cambiarse. Al preguntarle porque no iba así, me respondió:

-¿No me has dicho que vestida con este traje parezco todavía más joven?- y dotando de picardía a su voz, prosiguió: -¡No quiero que piensen que te gustan las menores de edad!-

Reconozco que debió enfadarme su descaro pero no fue así y pensando que al menos el revisor sabía que no era mi hija, creí prudente su decisión y despidiéndome de ella, salí del compartimento. Ya en el pasillo, me volvieron a asaltar las dudas y pensando que tendría que convivir con ese bombón durante treinta días, decidí que tendría que mantener una prudente distancia para no hacer ninguna tontería. Al llegar al vagón restaurant, me senté en una mesa y pedí una cerveza. El camarero no tardó en llegar con ella y tras ponerla en la mesa, me preguntó si iba a cenar solo:

-No, estoy esperando. Somos dos-

Acababa de decirlo cuando María hizo su aparición. Casi se me cae al vaso al contemplarla, vestida con un sugerente vestido blanco y elevada sobre unos tacones de doce centímetros, la muchacha estaba impresionante. Sus movimientos, mientras se acercaba a mí, eran los de una pantera al acecho. Bebiendo un sorbo, traté de calmarme porque por primera vez temí que su víctima fuera yo. Al llegar a mi lado, me levanté, momento que ella aprovechó para darme un beso en la mejilla mientras preguntaba:

-¿Sigo pareciéndote una cría?

No pude ni contestarle al estar recreándome la mirada con el cuerpo que escondía esa especie de calcetín llamado vestido. De lycra y totalmente pegado, resaltaba la sensualidad de sus curvas, dotando a esa muchacha de un más que evidente atractivo. María, que se había percatado de mi sorpresa, sonrió satisfecha mientras ordenaba una botella de vino. Os juro que hasta ese detalle me escandalizó porque aunque era mayor de edad y legalmente estaba permitido, no me lo esperaba pues mi hija rara vez bebía alcohol. Asumiendo que era un viejo carca y al escuchar que el tinto que había elegido era una mierda, rectifiqué al camarero y pedí uno mejor.

-Gracias, me daba corte ese porque es muy caro- dulcemente me soltó mientras adoptaba una postura sumisa que nada tenía que ver con su carácter.

Dando por sentado que era un papel y que esa niña-mujer estaba actuando, me quedé observándola mientras volvía el empleado. “Realmente es preciosa” pensé fijándome en el sutil erotismo que manaba de sus poros. Con lentos movimientos e inofensivas miradas, María conseguía que cualquier hombre se volcara en servirla y con disgusto comprendí que yo mismo estaba cayendo bajo su embrujo. Al llegar el vino, cogió su copa y alzándola, me soltó:

-¡Brindemos por nosotros y nuestro verano!-

Ese inocuo brindis escondía un sentido que no supe captar y brindé con ella. Al hacerlo, mi copa estalló poniéndome perdida la camisa. Mi acompañante se rio al ver mi cara y cogiendo su servilleta, se puso a limpiarme mientras sus manos palpaban más de lo necesario. Confuso por el manoseo al que me estaba sometiendo, pensé que era mi mente calenturienta la que me hacía ver lo que no existía, sin observar que se mordía los labios mientras recorría mi pecho. Tratando de evitar que esas “ingenuas” caricias terminaran excitándome y ella se diera cuenta, le quité sus manos diciendo:

-No te preocupes por la mancha-

Ella protestó un poco pero, como el camarero me había traído otra copa, no insistió pero entonces descubrí un brillo en sus ojos que minutos antes no estaba. Confieso que aunque intenté creer que se debía al vino, al haber dado un solo sorbo, comprendí que había algo más pero, temiendo que de enterarme no me gustara, me callé y aprovechando que traían nuestra cena, me puse a comer. El resto de la velada transcurrió con tranquilidad, resultando incluso divertida porque nos pasamos recordando diversas anécdotas que nos habían ocurrido durante tantos años. Ya en el postre, le pregunté por su padre.

-Jodido- contestó –No se ha repuesto desde que le despidieron. Se ha dejado vencer, en vez de levantar la cabeza y luchar-

-No es fácil hacerlo. La crisis es durísima y más aún para los mayores de cuarenta- respondí defendiendo a su progenitor.

La muchacha asintió al escucharme pero tras pensárselo durante unos segundos insistió en su ataque diciendo:

-Podría hacer algo más, fíjate en ti. Sin una pareja que te apoye, no solo has salido adelante sino que eres un hombre optimista al que todo le sonríe. Para mí siempre has sido mi ejemplo, desde niña he admirado tu fuerza. Te parecerá ridículo pero no tengo novio porque cada vez que conozco a un chico lo comparo contigo y comprendo que no te llega ni a la horma de los zapatos-

-¡No digas tonterías!- exclamé incomodo por sus piropos –Reconozco que desde el punto de vista económico me ha ido bien pero ¡Fíjate!: Tu padre tiene una esposa que le quiere y en cambio yo duermo solo sin que nadie se preocupe por mí-

-No es cierto que nadie se preocupe por ti. Nos tienes a Isabel…- creyendo que era el momento de revelar sus planes y cogiendo mi mano entre las suyas, me soltó:- … y a mí. Te queremos muchísimo y por eso hablamos entre nosotras y hemos decidido que necesitas una mujer-

Su afirmación me indignó. ¿Quién coño se creían esas dos crías para planear a mis espaldas sobre mi vida privada? Cabreado, pregunté:

-Ya que sois tan listas, ¿Habéis elegido una candidata perfecta?-

-Si- respondió mirándome con dulzura.

-¡Esto es el colmo!- repelé fuera de mí pero, calmándome a duras penas, le pregunté: -¿Y cuándo tenéis pensado presentármela?-

-Ya la conoces- contestó mirando la mesa- ¡La tienes enfrente!-

El impacto de su confesión en mi mente fue tremendo. Analizando el último mes, recordé la preocupación de mi hija por dejarme solo, su insistencia en que me llevara a su amiga de vacaciones e incluso el modo tan sutil con el que me había reiterado que María había crecido y que ya era una mujer. Tras quedarme mudo durante un minuto, la miré diciendo:

-¡Estáis completamente locas!. ¡Mañana te saco un billete y vuelves a Madrid!-

Con una tranquilidad y una determinación que me dejó helado, respondió:

-No pienso irme. Vas a tener que soportarme durante todo el mes si no quieres que Isabel deje la universidad y vuelva a España- en ese momento sacó un sobre de su bolso y mientras se levantaba y me dejaba solo, exigió que lo leyera.

Alucinado la vi marcharse rumbo a nuestro compartimento. Esperé que hubiese desaparecido para leerlo. Al abrirlo descubrí que era una breve carta manuscrita de mi niña:

Papá:

Siento la encerrona pero después de darle muchas vueltas he comprendido que María tiene razón. Necesitas una mujer y que mejor que alguien que sé que te adora y se desvive por ti. Ella te ama y por eso te pido que le des una oportunidad. Comprendo que estés enfadado pero te aviso que como hija no puedo dejarte solo y si te niegas, lo tendría que aceptar pero entonces me obligarías a dejar mis estudios y a volver a tu lado.

Tu hija que te quiere

Isabel

Estrujé ese papel al terminar y hecho una furia pedí al camarero que me trajera un whisky. Lo irracional y ridículo del planteamiento no aminoraba el hecho de que ese par de arpías me estaban chantajeando y por eso mientras apuraba mi copa y pedía otra, decidí que cedería y dejaría que María se quedara todo el mes porque así comprendería que era absurda su pretensión de ser mi pareja. Cuanto más lo pensaba, más claro tenía que era grotesco suponer que podría enamorarme de ella. Obviando nuestras edades, había demasiados factores para hacerlo irrealizable: la sociedad, nuestros amigos, sus padres y en primer lugar ella misma. Aun sabiendo que me mantenía en forma, con el paso del tiempo, sería un anciano mientras María seguiría siendo una mujer joven. Con suficiente alcohol en mi cuerpo, pagué la cuenta y me dirigí a su encuentro con el convencimiento de no caer en su trampa y hacerla ver durante ese mes que su supuesto enamoramiento era algo pasajero.

María me esperaba, vestida con un sugerente camisón casi transparente, sentada en el asiento. Al verla tuve que hacer un esfuerzo para retirar mi mirada del precioso cuerpo que se adivinaba tras esa tela y con tono serio, dije:

-Te quedas pero no creas que voy a participar en vuestra locura-

La muchacha al oírme dio un salto y abrazándose a mí, me agradeció que la dejara quedarse. Sentí que me trasportaba a otra dimensión al notar la presión de sus pezones erectos sobre mi pecho y más excitado de lo que me gustaría reconocer, la retiré suavemente mientras su fragancia juvenil quedaba impregnada en mis papilas.

-Ahora vete dormir, ¡Mañana hablamos!- exigí al ver que se quedaba de pie en mitad del compartimento.

-Mi amor, te juro que no te arrepentirás- contestó sensualmente mientras se subía a su litera y me dejaba disfrutar de su culo apenas tapado por un escueto tanga.

Me enfadó el modo en que se dirigió a mí pero como era una guerra a medio plazo, comprendí que si hacía caso a cada pequeña escaramuza que me plantease, iba a caer derrotado. Por eso, tampoco respondí a su provocación cuando medio desnuda y mordiéndose eróticamente los labios me dio las buenas noches.

“¿A qué juega esta niña?” me pregunté mientras me metía en el baño a cambiarme, “¿No se da cuenta que puedo ser su padre?”

Os tengo que decir que por mucho que me cueste reconocerlo, la labor de zapa que había emprendido iba dando resultados, de forma que al volver a mi litera e intentar dormir, me costó mucho hacerlo. Continuamente volvían a mi mente imágenes de María desnuda ofreciéndome su cuerpo, escenas donde ella me pedía que la hiciera mujer mientras sus manos me acariciaban. Para colmo de males, oír su respiración a un solo metro de mí y saber que si subía esa distancia, me recibiría con los brazos abiertos tampoco ayudó a calmarme. Debían ser mas de las tres, cuando al final el cansancio consiguió someterme y me quedé dormido.

Aun así, toda la noche me la pasé en un duerme vela con continuos sueños donde le separaba las piernas y hundía mi cara en ese primor de coño del que había disfrutado mirando. Me imaginé sacando la lengua y lamiéndole los labios mientras ella gritaba mi nombre pero desgraciadamente cada vez que cogía mi pene e iba a penetrarla, mi sueño se convertía en pesadilla al saber que era una aberración dicha fantasía. Todos mis prejuicios me golpeaban de improviso, en algunas ocasiones era su madre o su padre los que nos descubrían en la cama pero el que me resultó más perverso fue cuando soñé que era mi hija la que abría la puerta y en lugar de enfadarse, sonreía y me dejaba solo para que culminara lo que había empezado.

“¡No puede estar de acuerdo!” maldije al despertarme de improviso con el recuerdo de su sonrisa, torturando mi cerebro y acomodando la almohada, decidí que al día siguiente la llamaría y aclararía las cosas.

Nuevamente el sopor me invadió y me hundí en un profundo dormitar del que solo salí cuando noté que María bajaba de su litera y se acomodaba a mi lado. Aterrorizado sentí que ponía su cabeza en mi pecho y me abrazaba. Esperando su siguiente paso, respiré tranquilo al percatarme que se había quedado dormida. Increíblemente la sensación de volver después de tantos años a tener una mujer entre mis brazos me encantó y por eso evité moverme para que no notara que me había enterado. El calor de su cuerpo contra el mío era algo tan maravilloso que provocó una grieta en mi decisión de permanecer soltero y cerrando los ojos, comprendí que ambas tenían razón:

¡Necesitaba una mujer!.

Aproveché ese momento para analizar las distintas mujeres que conocía y tratar de encontrar alguna con la que pudiera sentirme a gusto y pasar con ella el resto de mi vida. Desgraciadamente no hallé esa candidata idílica entre mis conocidas por lo que tuve que conformarme con decirme a mí mismo que debía de buscarla fuera. Justo en el instante que había resuelto explorar el mercado, María se movió y viendo que iba a caerse, la retuve posando mi mano en su culo.

“¡No puede ser!” exclamé mentalmente al sentir la suavidad de su piel sobre mis yemas y retirando mi palma de su trasero, me quedé impresionado de la tremenda erección que su contacto me había producido.

Ajena a mi embarazo, la mejor amiga de mi hija seguía frita mientras mi pene me pedía que volviera a acariciarla. Totalmente horrorizado de que se despertara y viera el bulto evidente bajo mi pijama, me quedé inmóvil. Las horas siguientes se convirtieron en una tortura porque a mi vergüenza se unió un tremendo dolor de huevos, producto de tanto tiempo sobre excitado. Afortunadamente cuando a las ocho se despertó ya mi polla había vuelto a su tamaño normal. Al notar que se movía me hice el dormido porque así no tendría que explicar el porqué no la había echado cuando me enteré de su incursión hasta mi cama.

María se creyó que seguía dormido y deslizándose sin hacer ruido, se bajó de la litera. Una vez en mitad del compartimento, me dio la espalda y se puso a desnudar. Desde mi almohada vi cómo se deshacía de su camisón y se quedaba en pelotas, dejándome disfrutar de su trasero desnudo mientras buscaba que ponerse. Os confieso que intenté evitar seguir mirando pero fui incapaz y entre abriendo mis ojos, me puse a observar con deseo su pandero. Duro y con una forma de corazón que me dejó alelado, sus dos nalgas eran impresionantes pero la gota que colmó el vaso de mi excitación fue que al agacharse, me dejara vislumbrar un cerrado y rosado ojete que entonces me pareció un sueño inalcanzable. Una vez se había terminado de vestir, abrió sigilosamente la puerta y salió del compartimento.

Sé que fue inmoral pero nada más irse, cogí mi pene entre mis manos y rememorando la visión que involuntariamente me había obsequiado, me masturbé sin importarme que fuera ella. Cerrando los ojos, la vi arrodillada a mis pies y abriendo sus labios, introdujo mi falo en su boca mientras me decía lo mucho que me quería. Aun sabiendo que no era real, sentí sus besos sobre mi glande y la suave presión de su garganta al mamarme de forma que mi pene no tardó en estallar dejando una húmeda mancha sobre la sábana como recordatorio de mi depravación. Asustado de haber dejado una prueba tan evidente, fui al baño y cogiendo una toalla me puse a secarla, con la suerte que acababa de terminar cuando escuché que volvía.

Esperando que al entrar no notara nada extraño, me metí en la cama y nuevamente me hice el dormido. Con los ojos cerrados, oí el ruido de la puerta y a María entrando. Lo que no me esperaba es que después de dejar algo sobre la mesa, se acercara hasta mí y depositando un beso en mis labios, me diera los buenos días.

-¡Qué coño haces!- exclamé escandalizado de esa dulce caricia cuando minutos antes me había dejado llevar por la lujuria con su autora como protagonista.

-Lo que le prometí a Isabel: ¡Cuidarte! – respondió con ternura – Pero si me preguntas de dónde vengo, he ido a por tu desayuno-

Su respuesta me desarmó y más cuando se sentó a mirarme mientras me tomaba el café. La expresión de su cara era dulce pero provista de un erotismo que no me pasó inadvertido e incómodo por muchos motivos, le pregunté qué estaba haciendo:

-Darme cuenta que soy feliz al no tener que esconderme más. Te quiero y deseo ser solo tuya- dijo con determinación.

Pálido por tamaña confesión me costó tragar el sorbo de café que tenía en la boca y comprendiendo que de nada servía retrasar nuestra charla, me senté a su lado y le dije:

-María, yo también te quiero pero mi amor por ti es diferente. No creo que puedas ser feliz con un hombre de mi edad-

Contrariamente a lo que había pensado, mi respuesta le satisfizo y abrazándose a mí, me susurró al oído:

-¡Por ahora!, me conformo con que me quieras- y viendo que el tren había entrado en la estación, se levantó a recoger nuestras cosas mientras yo permanecía confuso en el asiento.

Absolutamente perplejo por su reacción, me quedé paralizado al darme cuenta que esa cría no iba a cejar en su empeño, de forma que tuvo que ser ella, la que viendo que todo el mundo se bajaba, me azuzara a darme prisa.

Nuestro primer día.

Debido a que teníamos que esperar a que nos liberaran mi coche, decidí meter nuestro equipaje en las consignas y así estar más libres para dar una vuelta por la estación. Ahora sé que fue una mala idea porque al no tener que llevar nada cargando, la muchacha me cogió de la mano y con ella bien agarrada, se puso a deambular por las tiendas. Siempre había odiado hacerlo pero no me expliquéis porqué me pareció agradable en su compañía hasta que se paró enfrente de una tienda de lencería. Tras unos minutos mirando el escaparate, me llevó a su interior y poniendo un coqueto picardías en mis manos, me preguntó:

-¿Te gustaría que lo llevara puesto en nuestra primera noche?-

Ni me digné a responderla. Dejando caer la prenda al suelo, hui de su lado mientras escuchaba la carcajada de ella retumbando en mis oídos. Enfadado busqué el abrigo de un bar y sentándome en una de sus mesas, pedí una tila que ayudara a calmarme. Aprovechando que estaba solo, cogí mi móvil e intenté llamar a mi hija. Tras varios intentos frustrados, le escribí un SMS, diciéndola que necesitaba hablar con ella. No debía de llevar medio minuto enviado cuando recibí su contestación:

“YA HE HABLADO CON MARÍA. TE REITERO QUE LE DES UNA OPORTUNIDAD. ELLA PUEDE HACERTE FELIZ”

La confirmación de que estaba al tanto y que su carta no era una falsificación, me dejó abrumado y temblando como un niño, deseé encontrarme a miles de kilómetros de las dos. Sabiendo que Isabel era la persona que mejor me conocía y que su insistencia se debía deber a que sabía que me encontraba solo, no fue óbice para que hirviéndome la sangre maldijera los planes que habían elaborado a mis espaldas. Para terminarla de joder, mi supuesta novia llegó con una bolsa de la tienda donde la había dejado bajo el brazo y al verme, se abrazó a mí diciendo:

-Eres malo. Me has dejado sola decidiendo pero te prometo que te va a enloquecer el que al final he comprado-

-Por mí, ¡Cómo si es un burka!. ¡No pienso acostarme contigo!- contesté a voz en grito sin darme cuenta que teníamos público.

Colorada porque toda la gente nos miraba, respondió con firmeza en mi oído:

-¡Eso lo veremos! Eres mío aunque todavía no lo aceptes- tras lo cual se hundió en un mutismo del que no salió hasta llegar a mi casa.

Que se mantuviera en silencio mientras recogíamos el coche y durante el trayecto hasta el chalet, me dio tiempo de pensar. Mi hija tenía parcialmente la razón: Estaba tremendamente solo y no me había dado cuenta porque ella rellenaba ese vacío afectivo. En lo que estaba errada era que María fuera la mejor de las opciones. Mi verdadero problema era que si no quería que Isabel echara su vida por la borda y dejara sus estudios debía de soportar durante un mes ese acoso para que, vencido el plazo, fuera libre de hallar una candidata acorde con mi edad.

Al llegar a mi casa, su amiga seguía enfurruñada y por eso, sin hacerle el mínimo caso, aparqué y saqué nuestro equipaje. Una vez dentro, llevé la maleta de María a su habitación y volví al hall, a por la mía. Fue entonces cuando la vi tirada al borde de las escaleras. Asustado por si se había hecho daño, le pregunté qué había ocurrido.

-Me he torcido el tobillo-

Creyendo su afirmación, la cogí en brazos y la llevé hasta el salón. La cría al sentir que la izaba, apoyó su cara en mi pecho y con una sonrisa en los labios, dejó que la depositara suavemente sobre un sillón. Acababa de dejarla, cuando escuché que me decía:

-Siempre había soñado que me metieras en brazos en “nuestra” casa-

Consciente de haber sido objeto de su burla, me encaré con ella, diciendo:

-María, me parece increíble que hayas simulado un accidente para conseguir tu fantasía. ¡Deja de comportarte como una zorra manipuladora! ¡No pienso ser tu juguete por mucho que te empeñes!-

La chavala, que había soportado mi bronca sin inmutarse, esperó a que terminara de desahogarme para con un tono tierno y afectuoso decirme:

-Amor mío, me puedes llamar terca y manipuladora pero nunca zorra. Desde que soy mujer, y aunque he tenido deseos y no me han faltado oportunidades, he sabido que debía reservarme para ti. Quiero que tú seas mi primer y último amante-

Desarmado por el tono y el profundo significado de su respuesta, no supe que responder y dejándola sola, salí de la casa en busca de una tranquilidad y una paz que dentro con ella me resultaba imposible. Me parecía inconcebible que esa monada, que me estaba acosando, nunca hubiera estado con un muchacho y que para más inri, me lo hubiese confesado con esa naturalidad. Consciente que tenía que cambiar de actitud porque no aceptaba mi rechazo, busqué otras soluciones. Por mi mente pasaron muchas, desde cogerla de los pelos y llevarla al aeropuerto, a violarla salvajemente y así se diera cuenta que yo no era ese “Don Juan” con el que soñaba. Conociéndome supe que no podría asumir el riesgo de la primera y que mi hija volviera pero menos podría llevar a cabo la segunda por ser una burrada. Por eso cuando ya llevaba más de una hora paseando sin rumbo, decidí que lo que sí podría hacer era comportarme como un cerdo y que fuera ella la que saliera huyendo con las orejas gachas. Con mi ánimo repuesto y contento al tener al menos un plan, retorné a mi chalet.

Nada más entrar me encontré a María cocinando y poniendo en práctica la estrategia que había diseñado, metí mi mano bajo su falda y le toqué el culo. Reconozco que ambos nos quedamos sorprendidos, ella por ser objeto de una caricia no pedida aunque sí deseada y yo al encontrarme que bajo esa tela no llevaba ropa interior. Como había cruzado una línea sin retorno, seguí manoseando su trasero mientras le preguntaba con el tono más lascivo que pude dotar a mi voz:

-¿Es que nunca llevas bragas o solo lo haces para ponerme bruto?-

-¡Lo segundo!- contestó sin darse la vuelta y frotando sus nalgas contra mi entrepierna – y por lo que siento, ¡Lo he conseguido!-

Lo malo es que esa arpía tenía toda la razón, al sentir primero la suavidad de su trasero sobre mi mano y luego la dureza de sus cachetes contra mi pene, este se irguió bajo mi pantalón, descubriendo de antemano mi excitación. Cómo si me hubiese apaleado, salí humillado de la cocina mientras su risa confirmaba mi derrota.

“¡Será puta” pensé excitado y hundido, con el recuerdo de su voz retumbando en mi oídos y mi deseo acumulándose en las venas. De no ser porque era una cría hubiese vuelto a donde estaba y la hubiese tomado contra el fregadero pero como me sabía incapaz de hacerlo, tuve que buscar la calma poniéndome un bañador y tirándome a la piscina.

El agua helada aminoró mi calentura y ya más calmado, me tumbé a tomar el sol. Llevaba unos pocos minutos sobre la tumbona cuando la vi salir completamente desnuda. Alucinado por su falta de pudor, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar. Eran tal y como me había imaginado al verlos en el tren, pequeños pero duros y con unos pezones rosados que invitaban a ser mordidos. Decidido a no dejarme vencer, me la quedé mirando y le dije:

-Estás demasiado delgada para mi gusto-

Mentira, ¡Era perfecta!. Su cuerpo era el de una modelo. Su cara era de por si guapa pero si a eso le sumábamos su breve cintura, su culo en forma de corazón y ese estomago plano, la muchacha era de una belleza sin igual. Contrariando mis expectativas no le molestó mi crítica y acercándose a mí, contestó con despreocupación:

-Eso se puede arreglar. Si te gustan gordas, me cebaré- y sacando de su bolso una botella de bronceador, se puso a esparcirlo por mi cuerpo, mientras me decía: -Ves como tenemos razón: Te vas a quemar, ¡Qué harías si no estuviera yo aquí para cuidarte!-

Debía haberle contestado otra impertinencia pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta al ver su sexo a escasos centímetros de mi cara. Sé que hubiera podido alargar mi mano y forzarla a poner su vulva en mi boca pero tratando de mantener un resto de cordura, cerré los ojos deseando que terminara de untarme de crema y así cesara esa tortura. María envalentonada por mi supuesta indiferencia, recorrió con sus manos mi pecho, mi estómago y mis piernas y no contenta con ello, al comprobar que bajo mi bañador mi pene no era inmune a sus caricias, me pidió permiso para subirse encima de mí y así poderme esparcir con mayor facilidad el bronceador:

-¡Haz lo que quieras!- contesté con una apatía que no sentía.

No tardé en comprender mi error porque poniéndose a horcajadas en la tumbona, incrustó mi pene en su sexo y haciendo como si la follaba, se empezó a masturbar. No fui capaz de detenerla, sabiendo que la tela de mi bañador impedía que culminara su acto, me quedé quieto mientras ella se frotaba con sensualidad el clítoris contra mi polla. No satisfecha con ello, se tumbó sobre mi pecho, haciéndome sentir la dureza de sus pezones contra mi piel mientras llegaban a mis oídos sus primeros gemidos. Contagiado por su lujuria, recibí sus besos y mordiscos sin moverme mientras deseaba dejar esa pose y follármela ahí mismo. Os confieso que casi estuve a punto de ceder cuando pegando un grito, se corrió sobre mí pero, en ese momento, esa manipuladora me bajó de golpe la excitación diciendo:

-Gracias, mi amor, por haberme dejado demostrarte que no soy una niña. Esta noche seré tuya, ¡Lo quieras o no!-

Tras lo cual, me dejó solo con mi extensión apuntando al cielo y mi cerebro en plena lucha. Mientras mi cuerpo me pedía que me levantase y corriera a su lado, mi mente lloraba por lo cerca que había estado mi claudicación. Cómo si poseyese telepatía y fuera conocedora de la guerra en la que estaba inmerso, María incrementó mi desasosiego con un SMS que decía.

-LA COMIDA ESTA LISTA PERO SI PREFIERES TE PUEDO DAR CONEJO- y por si no estuviera claro a qué se refería, unió al mensaje un video donde ella se masturbaba.

Hecho un energúmeno, entré en la casa y me encontré a la muchacha perfectamente vestida, sentada a la mesa. Como un torrente, mis palabras se agolparon en mi garganta y de corrido le dije que me parecía una vergüenza que me mandara un archivo de esas características. María soportó la reprimenda con tranquilidad y viendo que había acabado, me dijo sin elevar el tono de su voz:

-Siéntate que se va a quedar fría- y sin darle importancia a lo sucedido, me soltó: -Te prometo no mandarte otro y si quieres, bórralo pero entonces también borra las fotos que me hiciste en el tren-

Sin poderme reponer a la sorpresa, me senté y me puse a comer mientras la muchacha sonreía sabiendo que si no me había vencido poco faltaba.

“¡Dios! ¡Qué vergüenza!”, pensé sin poder levantar la mirada del plato al saber que ella conocía lo depravado que podía llegar a ser y qué no le importaba.

Como un autómata fui degustando los platos sin llegarlos a saborear porque estaba tan hundido que lo único que pasaba por mi mente era terminar y así poder evitar la presencia de esa cría. María no metió sus dedos en mi herida y mientras yo me consumía en remordimientos, ella se mantuvo en silencio. Solo al terminar el postre y traerme el café, separó mi silla de la mesa y se sentó en mis rodillas, tras lo cual, apoyando su cabeza en mi pecho, me dijo:

-Amor mío, no sufras. Ese pequeño secreto quedará entre nosotros. Fue mi culpa, debía de haberme puesto bragas pero deseaba tanto que supieras que soy una mujer, que no me las puse. Sé que he hecho mal y que ahora te sientes sucio, pero no te preocupes, a mí me encanta que me tengas en el móvil-

El modo tan sutil con el que me confirmó que había sido manipulado, no disminuyó mi embarazo y sintiéndome un ser despreciable, le pedí perdón casi llorando. La morenita sonrió al escucharme y posando sus labios sobre los míos, me soltó:

-Reconozco que estoy enfadada contigo pero no por eso. Soy una estupenda cocinera y ¡No me has dicho nada de lo bien que has comido!-

Lo absurdo y pueril de su respuesta terminó de derrotarme y cogiéndola entre mis brazos, busqué su boca con la mía. María respondió a mi pasión con más pasión y pasando su pierna sobre las mías, se sentó de frente. Mis manos no tardaron en recorrer su cuerpo y su culo mientras ella no dejaba de frotar su sexo contra mi pene. Poseído por un desenfreno atroz, desgarré su vestido dejando al desnudo su dorso y por vez primera, hundí mi rostro como tanto había deseado entre sus pechos. La cría gimió al sentir mi lengua recorriendo sus pezones y cogiendo uno entre sus dedos, me pidió que lo mordiera:

-¡Siempre he deseado saber que se siente!- gritó al notar el suave mordisco y quitándomelo de la boca, puso el otro para que repitiera la operación.

Obedeciendo a la que ya era mi dueña, metí la aureola en mi boca y mientras mamaba de ese precioso pecho, pellizqué el otro con fuerza. Lo novedoso de las sensaciones que su cuerpo estaba experimentando le hizo aullar de placer mientras su trasero se rozaba contra mi verga sin parar. Al oír que se corría, me volví loco y depositándola sobre la mesa, me bajé el pantalón y me dispuse a penetrarla pero entonces ella, cerrando sus piernas, soltó una carcajada y bajándose, huyó del comedor mientras me decía:

-Mi amor, necesito que mi primera vez sea romántica y ahora es imposible porque estás muy caliente. Te prometo que esta noche: ¡Te dejaré seco!-

Esa noche y su primera vez.

Como perro sin dueño, me pasé toda la tarde. Deambulando por la casa y una vez había desechado mis antiguas renuencias a hacerla mía, ahora no podía aguantar la espera. Mi mente anhelaba sentir su piel y besar sus labios mientras mis hormonas me exigían sumergirme entre sus piernas. María había desaparecido sin despedirse, de modo, que con el paso de las horas, el temor a haber sido objeto de una burla y que todo fuera una pantomima fue creciendo y por eso cuando a las nueve, seguía sin dar señales de vida, supuse que no vendría porque de seguro estaba alternando con alguien más joven mientras se descojonaban de mí.

“¡Cómo pude ser tan incauto!” maldije poniéndome un whisky, “¡Cómo me dejé liar de esa forma!”, me repetí mientras daba cuenta de la botella.

Estaba al borde de la desesperación cuando la oí llegar en mi coche. Ni siquiera me había dado cuenta que se lo había llevado y sin poderlo evitar, fui a abrir la puerta. La muchacha llegaba cargada con bolsas de comida y con un peinado nuevo que le hacía parecer mayor. Al ver los esfuerzos que hacía, la intenté ayudar con las bolsas pero ella se negó y encima, con un meloso reproche, me reclamó:

-¿No crees que tu mujercita se merece un beso al llegar a casa?-

No me lo tuvo que decir dos veces y levantándola en vilo, forcé su boca con mi lengua. La necesidad imperiosa que sentíamos hizo el resto, dejándonos llevar por la pasión, nos besamos mientras nuestros cuerpos empezaban a moverse completamente pegados. Muerta de risa, María pasó su mano por mi entrepierna y poniendo cara de puta, me preguntó:

-Dentro de diez años, ¿Seguirás recibiéndome así?-

-¡Por supuesto!- declaré cogiendo uno de sus pechos en mi boca- y si no puedo, siempre me quedará el viagra-

Al sentir mi lengua juguetear con su aureola, presionó mi cabeza con sus manos mientras me susurraba:

-¡Me tienes bruta!-

Su completa entrega me dio alas y creyendo que había llegado la hora de hacerla mía, me arrodillé a sus pies y separándole las piernas, hundí mi cara en su sexo. Su aroma y su sabor recorrieron mis papilas mientras ella no paraba de reír histérica al experimentar la caricia de mi boca en el interior de sus muslos.

-¡Para!- me pidió al sentir que mis dedos separaban sus labios y mi lengua lamía su botón.

Pero ya era tarde, incapaz de retenerme, cogí entre mis dientes su clítoris y sin darle tregua alguna, me puse a mordisquearlo buscando sacar el néctar que ese coño escondía.

-¡Qué gusto!- gimió como una loca al sentir que su sueño se cumplía antes de tiempo y apoyándose contra la mesa, me rogó que continuara.

Sin darle tiempo a arrepentirse separé sus rodillas y quedé embelesado al disfrutar de la belleza de su coño. Desnudo, sin un pelo que estorbara mi visión, era un manjar demasiado apetitoso para comerlo con rapidez y por eso cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta la cama. Suavemente la deposité entre las sabanas y sin dejarla de mirar, me desnudé deseando que ella al ver mi cuerpo de hombre maduro no se arrepintiera de lo que íbamos a hacer.

Afortunadamente, María al comprobar mi erección, se quitó la camiseta negra que no me había dado tiempo a retirar y con cara de deseo me llamó a su lado. Ni que decir tiene que corrí a sus brazos. Nada más tumbarme a su lado, me cubrió de besos mientras su cuerpo temblaba cada vez que mis manos la acariciaban:

-Hazme tuya- me rogó al sentir mi aliento junto a uno de sus pezones.

Excitado brutalmente, tuve que retener mis ansias de penetrarla cuando vi que su aureola se endurecía con solo mirarla. Debí de actuar más lentamente pero cayendo en la tentación, metí esa belleza en mi boca y bebí de esos pechos juveniles mientras su dueña no paraba de pedirme que la hiciera mujer. Sus ruegos se convirtieron en órdenes al cambiar de objetivo y concentrarme en el tesoro que escondía su entrepierna. Con las piernas abiertas y sus manos pellizcando sus pechos, María chilló al notar la tortura de mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo.

“Dios, ¡Qué belleza!” exclamé mentalmente al ver esa tela casi transparente que confirmaba su virginidad, temblando en la mitad de su vulva.

Temiendo hacerla daño, tanteé con una yema su resistencia cuando de improviso la dulce y tierna amante se transmutó en una hembra ansiosa que dominada por la lujuria, cogió mi pene entre sus manos e intentó forzarme a desvirgarla. Negándome a cumplir sus deseos, seguí devorando su coño con tranquilidad disfrutando de cada lametazo como si fuera el último. Mi parsimonia asoló sus defensas y cayendo hacia atrás, se retorció dando gritos mientras del interior de su sexo brotaba un ardiente geiser que empapó las sábanas. La cantidad de flujo que emergió entre sus piernas fue tan brutal que aunque intenté absorberlo, no di abasto a recogerlo y usando mi lengua, prolongué su éxtasis, uniendo su primer orgasmo con el siguiente.

Azotando su cuerpo contra el colchón una y otra vez, María se corrió tan brutalmente que agotada por el esfuerzo cayó en un estado de somnolencia del que tardó en salir. Mientras lo hacía, me la quedé mirando absorto en su belleza. Su juventud quedaba realzada por la sonrisa que lucía su rostro, producto del placer que había sentido y por eso un poco cohibido, esperé que se recuperara.

Al despertar, María me miró con dulzura y poniendo un puchero, me reclamó que todavía no la hubiera hecho mía diciendo:

-Necesito que me tomes como tu mujer. Quiero sentir tu hombría dentro de mí y así sepas que eres mío-

Os confieso que estaba asustado y por eso, tuvo que ser la propia muchacha la que poniéndose sobre mí, llevara la punta de mi glande hasta su sexo. La suavidad con la que se colocó para que la desvirgara y su cara de deseo mientras lo hacía, acabó con mis dudas de un plumazo. Sabiendo que esa postura iba a hacer más doloroso el trance, la cambié de posición y tumbándola sobre su espalda, le separé las rodillas.

-¿Seguro que es lo que quieres?- pregunté posando la cabeza de mi miembro en su sexo.

-¡Sí!, Raúl, !Hazlo ya!- imploró mientras sus caderas intentaban que mi pene se introdujera en su interior.

Convencido de que no podía dejar pasar la oportunidad, presioné contra ese último obstáculo y de un solo golpe, lo rompí mientras la cría pegaba un grito al sentir su intimidad desflorada. En ese momento, me quedé quieto esperando a que su dolor se amortiguara pero María me rogó chillando que terminara de introducir mi falo en su interior. Centímetro a centímetro lo vi desaparecer mientras la mejor amiga de mi hija me miraba con una expresión de satisfacción en su cara. Al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, la cría se mordió los labios con una mezcla de sufrimiento y deseo sin saber que era lo que venía a continuación. Su falta de experiencia me hizo ir con cuidado y dotando a mi cuerpo de un lento vaivén, fui sacando y metiendo mi pene de ese estrecho conducto mientras ella empezaba a gemir de placer. El sonido que brotaba de su garganta me confirmó que estaba gozando y por eso fui incrementando poco a poco la velocidad de mis maniobras.

-¡Me encanta!- chilló alborozada al sentir como mi extensión rellenaba su interior

Su entrega se tornó en total al asir sus pechos con mis manos. La sensación de ser penetrada mientras mis dedos se apoderaban de sus senos y los usaban como agarre para incrementar la velocidad de mis movimientos fue excesivo para la cría y berreando de placer, gritó a los cuatro vientos su orgasmo.

-¡Me corro!- la oí chillar mientras su sexo se encharcaba.

Contagiado de su lujuria, llevé mi ritmo al infinito y mientras por mis piernas se deslizaba su flujo, seguí martilleando su interior con la música de sus gemidos resonando en las cuatro paredes de mi dormitorio. Comprendí que no iba a durar mucho más si seguía a tal ritmo y por eso ralenticé mi asalto. María al notar que había bajado la intensidad, protestó y con voz dura, me exigió que siguiera más rápido.

-Cariño- dije a modo de disculpa- si sigo así, me voy a correr-

-Es lo que quiero- gritó dotando a sus caderas de un movimiento atroz –Quiero sentir que me inundas con tu semen-

Su determinación me obligó a satisfacerla y elevando el compás de mis penetraciones, usé mi miembro como un martillo con el que golpe a golpe derribé las bases que la retenían en la realidad hasta que como poseída por un ser diabólico, vi como su cuerpo se retorcía de placer mientras me rogaba que me corriera. Ese enésimo orgasmo fue el banderazo de salida del mío propio y pegando un aullido, mi miembro explotó en su interior, regando con mi semen las paredes de su vagina. María al notar los blancos proyectiles chocando contra su interior se unió a mí y pegando un postrer chillido, cayó rendida sobre las sábanas.

Agotado por tamaño esfuerzo, me tumbé a su lado y acaricié su pelo, mientras mi mente se compadecía de mí al saberme su esclavo. Mi niña-mujer, la bruja que me había seducido en menos de dos días y que había convertido un cariño casi filial en una necesidad imperiosa debió de comprender que pasaba por mi cerebro, nadas más abrir los ojos porque poniendo una tierna mirada, me soltó:

-No esperes que me conforme con esto. Ya que sabes que eres mío, no pienso dejarte escapar. Ni se te ocurra mirar a otra mujer, tus ojos al igual que el resto de tu cuerpo son de mi absoluta propiedad. Si algún día te pillo con una zorra, la mato a ella primero y luego a ti-

Supe que era verdad porque mientras se imaginaba mi traición, su cara se fue endureciendo hasta adoptar una expresión tan siniestra que me hizo dudar que ese chavala no fuera una perturbada. Os juro que todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al verla fuera de sí y tengo que reconocer que estuve a punto de huir pero en ese momento, la dulzura que me había seducido volvió a su rostro y cogiendo mi asustado pene entre sus manos, me susurró al oído:

-Esta tarde, he comprado comida suficiente para que no tengamos que salir de la casa hasta que en mi vientre crezca tu hijo, mi hijo, el hermano de Isabel-

Aterrorizado, comprendí que no le bastaba con esclavizarme, en su siniestro cerebro había planeado que no sería completamente suyo mientras no me diera un retoño con el que sometiera también a su querida amiga

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Os aconsejo revisar mi blog:

http://pornografoaficionado.blogspot.com.es/

En él, encontrareis este y otros relatos ilustrados con fotos de las modelos que han inspirado mis relatos. En este caso se trata de la actriz checa, Little Caprice.


Esperanza, mi historia I

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En primer lugar quiero decirles, que para no liarles con la historia de esta etapa de mi vida, pasando de una saga a otra, he decidido a partir de ahora continuar mi historia con el título “Esperanza, mi historia”, de esta forma puedo ir narrando cronológicamente mi historia y no saltar de un escenario a otro, cuando se dan hechos que se desarrollan a la vez mientras estoy contando la historia de Javier , puedo recibir llamadas de Juan o estar con algún cliente que crea que es interesante la historia, o estar por la noche con mi marido , o con Marisa o Inés. Por eso de esta forma todo puede ponerse en la misma historia narrando los hechos a medida que se produzcan.

Haciendo un poco recordatorio de donde deje la historia (en esta ocasión era “Mi historia con Juan II), recordarán que tras pasar una tarde-noche con Juan y dos amigos de este volvimos a mi casa Inés y yo y nos estaba esperando Marisa (que había pasado la noche con mi marido). Estando en casa recibí una llamada de Javier en la que me decía que su madre se había enterado de lo nuestro. Después Marisa, Inés y yo nos fuimos a recoger los resultados de la prueba de embarazo de Inés y esta dio positiva, confirmándonos el embarazo de Inés, como consecuencia de las folladas que Juan le había estado echando desde que nos le encontramos a la vuelta de mis vacaciones de casa de Javier con Carlos en el restaurante donde paramos a comer. Este hecho hacía que se nos quitara la preocupación de si Andrés al haber follado con ella sin ponerse preservativo, en la casa derruida donde estuvimos con Juan y sus dos amigos (Antonio y Andres) en San Sebastián de los Reyes, la hubiera quedado preñada. Y ahora que ya les he puesto en el camino para coger el hilo de la historia continuamos con ella.

Una vez recogido los resultados de la prueba y tras enterarnos de la buena nueva del embarazo de Inés, llame sin dilación a Juan para comunicarle que había preñado a Inés y que si todo se desarrollaba como debería ser, por fin tendría el hijo que tanto deseaba. Entonces le pregunte si había terminado de descargar y al decirme que sí quedé con él en recogerle en la explanada del matadero de mi pueblo, por la parte que da para los chales que hay al lado, dentro de una hora.

Tras esto lleve a Inés y a Marisa a la casa de putas para que trabajaran y yo le dije a Marisa que hoy me lo tomaba libre para estar más tiempo con Juan y celebrar con él la preñez de Inés.

Antes de marchar de casa de Marisa, la dije a Inés que a partir de ahora podría follar con quien quisiera sin preservativo, y que si era con algún cliente aprovechara esto para cobrarle un plus más. Tras dejar a Inés en la sala de espera con otras dos compañeras esperando a los clientes, Marisa y yo nos fuimos al reservado que tiene Marisa para ella y me contó con todo tipo de detalles la noche pasada con mi marido. La verdad es que me sentí un poco celosa por las dos partes, de que Marisa hubiera follado y disfrutado con mi marido y que él lo hubiera hecho con ella, por un momento me sentí doblemente cornuda, mi marido y mi amante se habían acostado juntos disfrutando de sus cuerpos y gozando a tope uno del otro (aunque lo sabía pues lo habíamos acordado, sentí una sensación rara, mezcla de celo y a la vez de alegría de que dos de las personas que más amaba en la vida hubieran sido feliz poniéndome a mí los cuernos. Justifique este sentimiento diciéndome para mí. Esperanza, tú estabas haciendo a la misma hora lo mismo con Juan y sus amigos y tú sí que lo hacías sin que tu marido lo supiera, tú sí que le has puesto los cuernos. Esto me relajó y me bajo el cabreo). Diciendo a Marisa que me alegraba muchísimo que hubieran disfrutado ambos tanto y que se lo hubieran pasado también, la di un beso en su boca, que se convirtió en un verdadero morreo y ella cogiendo mis pechos me los acaricio y sobo hasta que logró ponerme muy caliente y hacerme olvidar mi enfado. Después de soltarnos de nuestro beso ella llevo su boca a mis pezones y yo baje mi mano a su vulva, la cual comencé a masturbar hasta que conseguí provocarla un orgasmo e hice que se corriera en mi mano como si fuera una fuente.

Tras esto cogí el coche y me dirigí hacía mi pueblo para recoger a Juan, que me esperaba. Al llegar pude verle ya fuera del camión, pase delante de él y aparqué un poco más adelante a la vuelta de la esquina de la puerta principal del matadero, para evitar que alguien que me conociera viera que Juan se montaba en mi coche. Juan dándose cuenta, a los pocos segundos estaba donde yo había aparcado, se subió al coche y dándome un beso me dijo:

“Que alegría Esperanza, que alegría, por fin voy a tener ese hijo que llevo tanto tiempo deseando, te quiero , te quiero mi amor, si no hubiera sido por ti no lo hubiera conseguido….”

Yo entonces le dije:

“Tranquilízate, Juan, no te comas la gallina antes de cocerla. Debemos esperar a que el embarazo se desarrolle todo bien y no se presente ninguna complicación, ya vistes lo que me paso a mí cuando me preñaste. Pero no te preocupes Inés va a estar muy vigilada y controlada todo su embarazo y al no ser que Dios quiera que esa criatura no nazca, tú hijo nacerá. Lo que tienes que ir haciendo es ya convencer a tú mujer para que lo adoptes, pues Inés no puede tenerlo con ella, dado que tiene que seguir trabajando, caso contrario tendríamos que darlo en adopción a otras personas”

Entonces Juan apesadumbrado me dice:

“No te preocupe hoy mismo cuando llegue a casa comenzaré a convencerla, se que de cara me dirá que no, pero luego a medida que yo la vaya preparando seguro que cambia de parecer, caso contrario ya veré lo que hago, pero con mi hijo me quedo yo, de eso estoy seguro.”

Entonces arranco el coche y le digo:

“¿Qué quieres que hagamos? Habrá que celebrarlo, te parece que vayamos a un buen sitio a comer y luego, nos vayamos a casa de Inés y allí demos rienda suelta a nuestros sentimientos y nos amemos. Deseo muchísimo estar entre tus brazos, aunque sé que esta noche en mi casa delante de mi marido me poseerás como nunca, esa situación me da un morbo especial y me pone muy caliente, pues será la primera vez que ponga los cuernos a mi marido delante de él y con su consentimiento”

Entonces él me dice:

“Esperanza, lo siento mucho, pero no me voy a poder quedar esta tarde ni noche contigo, pues tengo que recoger una carga esta tarde antes de las 5 en una finca de El Escorial, para llevarlo a Coria en Cáceres y ya llame a mi mujer y la dije que mañana llegaría a casa antes de mediodía, lo siento muchísimo de verdad, de haber sabido tus planes hubiera rechazado el trabajo. Si quieres podemos….”

No le deje acabar la frase, y le dije:

“Juan, ¿de verdad no puedes arreglarlo?”

El me contesta:

“No, Esperanza esta vez no puedo, lo siento”

Entonces le dije:

“No te preocupes, haremos una cosa, pasaremos por un supermercado y compraremos algo para hacer para comer y nos iremos a casa de Inés hasta las 3,30 de la tarde, que yo creo que es una buena hora para que llegues con tiempo a la finca donde tienes que cargar, pues necesito estar contigo, me tienes loca y te deseo a todas horas, quiero que desde que lleguemos a casa de Inés hasta que marches no pares de amarme y de follarme, pues después sabe Dios cuando volverás. Y de lo de mi marido no te preocupes, ya lo haremos otra vez, con eso le siguen creciendo las ganas y el día que lo hagamos disfrutará más.”

Me acerque a él mi boca y le di un beso. El entonces llevo su mano izquierda a mi muslo y metiéndolo su mano bajo mi falda llego con ella hasta mis bragas, tocándome mi coñito por encima de ellas y comenzó a frotármele y esto hizo que comenzara a subírseme la fiebre. Entonces cambiando de parecer, di la vuelta en el primer cambio de sentido que vi y volviendo hacía mi pueblo, me encaminé con él hacía un lugar que yo sabía que a esas horas era tranquilo y poco transitado, nos metimos por un camino y en un ancho del mismo me aparte hacía un lado y aparque el coche. Entonces le dije:

“Juan, al meterme mano, me has puesto a tope y no puedo esperar más, así que he decidido no perder tiempo yendo a casa de Inés , a comprar y preparar comida. Quiero que me folles aquí mismo y que nos amemos aquí hasta la hora que tengas que marchar, a mi no me importa no comer si estoy contigo, si nos estamos amando, ya tendremos tiempo después de ello. Cógeme, mi amor ámame, quiero ser toda tuya no aguanto más……por favor te necesito dentro de mi”

Entonces él se avalancha hacía mi y comienza a comerme mi boca en un beso que me queda sin respiración mientras que con sus manos va acariciándome mis pechos por encima de mis ropas. Para pasado unos instantes comience a desabrocharme mi blusa y torpemente bajármela hasta conseguir sacármela. Tiene ahora mis pechos a su entera disposición, con sus manos los saca de las copas de mi sujetador y llevando uno a su boca comienza a succionarlo, a morderme en mi pezón, a chupar de ellos como loco. Con la otra mano me coge el otro y mientras me chupa uno el otro me le comienza a sobar con movimientos de cómo si quisiera ordeñarme. Estas caricias me están haciendo subir un montón mi calentura, noto que empiezo a echar líquidos por mi coño, noto mis bragas como se mojan, no pudiendo más, le aparto de mi cómo puedo bajo la ventanilla de mi lado y saliéndome del coche acabo de quitarme la blusa que él me dejó a medio quitar, y bajándome las bragas también me las quito. Me recuesto sobre la ventanilla del coche, cojo mis pechos y los coloco sobre la ventanilla de tal forma que queden hacía dentro del cubículo del coche, me abro de piernas y metiendo también mi cabeza dentro del coche le digo:

“Salte del coche y bájate los pantalones y follame de una puñetera vez, te necesito dentro, no puedo más, por favor date prisa…”.

El saliéndose del coche fue detrás de mí, yo entonces me volví y acerque mi mano para coger su verga, pero él dándomela un golpe con la palma de su mano me dijo:

“No la cojas mi amor, no hace falta que me la toques, para calentarme y que se ponga tiesa, ya estoy a tope desde hace tiempo y con el sobeteo que te he traído por el camino aún más. Date la vuelta e inclínate sobre la ventanilla me tiendo su cabeza dentro”

Hice lo que me dijo, y él cogiendo mi falda me la bajo, sin abrir la cremallera hasta mis tobillos, me indicó que alzara los pies para sacármela. Al quitarme estas quedé completamente desnuda a excepción de mis zaparos, medias y el sujetador que aún tenía sujetando mis tetas aunque estas las tenía fuera de su cazoletas. Aún se me marcaba la goma de mis bragas (aunque hacía unos minutos que ya me las había quitado) al ver esta señal en mi cuerpo le excito muchísimo, de tal forma que sin avisar ni nada me desabrocho el sujetador callendo este al suelo y ayudándose de sus pies me hizo abrir mis piernas y cogiéndose su miembro lo dirigió a mi rajita, la cual acarició con el unas cuantas de veces y cuando la caricia de su pene más gusto me daba sin previo aviso empujo y me la metió casi entera. Del empujón que dio aplastó mis melones contra la chapa del coche que al estar al sol estaba caliente y sentí como el calor de la chapa casi me quema mis pechos. Luego me agarró por la cintura y empezó un mete y saca, al principio lento, entrando solamente la mitad de su pene (es decir unos quince o dieciséis centímetros) luego fue acelerando poco a poco sus acometidas y metiendo cada vez más su polla en mi vagina hasta que la tubo toda dentro, tocándome sus huevos mis glúteos. El grosor de su miembro hacía que me sintiera totalmente llena, el roce con mis paredes era fabuloso , me proporcionaba un placer difícil de describir. Después sin dejar de moverse cogió cada una de mis tetas y me las puso encima de donde empieza la ventanilla de la puerta y dando otro empujón fuerte hizo que entrarán en el interior del coche haciendo el cabestrillo de la ventana como un sujetador improvisado. Luego cogió su mano derecha y llevándola a mi clítoris comenzó, a la vez que seguía con su follada, a masturbarme y con la otra mano me agarro de nuevo mi cintura. Volvió con más brío y rapidez a seguir con el ritmo de la follada. A mí , de esta forma que me follaba y me trataba y el hecho de estar haciéndolo allí en medio de un camino por el que podía pasar cualquier persona y descubrirnos, me estaba haciendo sentir un placer y un morbo especial – quizás por el miedo a ser descubierto y el lugar donde lo estábamos haciendo- que comencé a derramar jugos como si me meara del gusto que me proporcionaba, me llegaba un orgasmo tras otro me estaba corriendo como un posesa y mis jugos parecían que salían como si aquello fuera una fuente, no pudiendo aguantar más me empecé a mover como una loca, mis tetas con esos movimientos daban una y otra vez cada una de ellas contra el volante y la puerta del coche entonces comencé a dar gritos , le decía:

“Si, si, si mi amor asiiiii, quiero que sigas asiiiiii, oooohhh que gustooooo, no pareeeeess siguueeee eesss , ahhhhh, me partes en doosss , como me gustaaaaaa, cuanto lo deseabaaaa, siiiii no pareeeesss aaaahhhhhh, ahhhhhh aaassiiiiiiii,….meeeee corroooo…ooohhh……aaahhhhahhhhhhhhh, no pueeedoooooooo, no puedoooooooo, aaaaaaaahhh me corrooooooooo, quieroooooooque tu también te corraaaaassss dentro de miiiiiiiiiiii, por favoooooor correteeeeeeeeee. Aaaaaahhhhhhhh………”

Yo quedé recostada sobre la ventanilla del coche como estaba, había sido una cadena de orgasmos tras orgasmos hasta llegar al orgasmo final que fue brutal. El en mientras seguía fallándome con fuerza y con dureza estuvo por lo menos uno o dos minutos más dándome caña y sin dejar de tocarme el clítoris, que de tanto placer ya me dolía. De pronto me dio un golpe fuerte y tensándose al máximo derramó toda su leche en mi interior, yo sentí su calidez como me inundaba, mientras él acababa sacándosela sobre mi espalda gritando y diciendo:

“Asiiiii, asiiiii te gustaaaa, era esto lo que queriasssss mi putitaaaaaa, por eso tenias tantas prisaaaaaas oooooohhhhh, como me gustaaaaaaa hacerteloooooo, te quieroooooooo, eres mi guarrraaaaa, mi putaaaa muévete tu tambieeeennnn, pórtate como una verdadera zorraaaa y putaaaaa como a miiii me gustaaasssss, asiiiiiiii, aahhhhhhh….que placeeerrrr, sigueeeee moviendoteeeeee, que me corroooooo ooohhhhooooo aaaaahhhhhh………tomaaaaaaa mi lecheeeeee…..tomalaaaa todaaaaaaa aaaahhhhhh…………”

El tras su orgasmo y correrse se quedó un rato derrotado echado sobre mi impidiéndome moverme y haciendo por su peso que se me clavara el borde de la ventanilla sobre mis tetas. Cuando se repuso se levantó y yo saque mi cuerpo desnudo del interior del coche, teniendo todos mis melones marcados por, como he dicho antes, el borde de la ventanilla. Notaba como me recorría por todo mi culo y piernas (los restos de su corrida que me había echado sobre mi espalda, entonces él cogiendo la falda me limpio los restos de esperma. Después cogiendo mis pechos entre sus manos comenzó a acariciarlos para tratar de quitar las marcas que la ventanilla había dejado en ellos, después acercándome la falda a mi boca me dijo, chupa mi corrida no es bueno que una leche de esta categoría se pierda. Y yo acercando mi boca y lengua lo chupe y me lo trague con un gusto exquisito. Viendo esto él cogió mis bragas y pasándolas por mi chocha que no dejaba de echar la mezcla de mis jugos con su corredura, me limpio y llevándose las bragas a su boca hizo lo mismo que yo había hecho con su esperma recogido en la falda, y me dijo:

“Esto es gloria, que delicia de jugos, que gusto me da poder beber tus jugos mezclados con mi corrida….ahhhhhh….te quierooooo Esperanza….”

Luego entramos como estábamos en el coche, recogiendo antes las ropas de los dos y colocándolas en el asiento de atrás. Luego echando para atrás los respaldos de los asientos hasta juntarlos con los asientos de atrás,( tratamos de formar una especie de cama), nos abrazamos y besamos amándonos como dos enamorados. Cuando nos quisimos dar cuenta vimos como un hombre de aspecto sucio, parecía un mendigo, nos estaba mirando por las ventanillas. Juan se levantó y cuando fue a salir el mendigo salió corriendo, entonces Juan le dijo:

“Buen hombre, buen hombre, no corra, no tema nada, venga por favor, venga un momento, que quiero hablar con usted, venga que no voy hacerle nada, por favor venga solo quiero hablar con usted.”

El hombre entonces se paró y volviéndose con un poco de miedo dijo:

“Que quiere, yo no he hecho nada, solo al ver el coche aparcado y parecer que estaba solo me he acercado y es entonces que les he visto a ustedes…”

Juan despacio se acerco a él y le dijo:

“No tema, no tenga miedo, no voy hacerle nada. Qué opina de mi mujer ¿le ha gustado, le gusta? ¿ha visto sus tetas, son grandes y bonitas, eh?”

El ya un poco más tranquilo le dice :

“Si señor, su señora está muy buena y tiene unos pechos que son para volver locos a cualquiera, que suerte tiene usted, y quien los pescara, si yo pudiera….”

Entonces Juan echándole la mano por el hombre le acerca al coche donde estaba yo y abriendo de par en par la puerta de atrás y de delante por mi lado le dice:

“Pues amigo, tiene suerte, puede hacer lo que quiera con ella, si quiere joderla la joda y si quiere tocar sus tetas tóqueselas, ella no le pondrá pega, porque es lo que yo quiero”

El hombre me mira algo extrañado y como preguntándome si es verdad. Yo miro sorprendida a Juan y este me dice:

“Querida quiero que folles con él, quiero ver como un mendigo asqueroso te posee y hace de ti lo que quiera o pueda, no olvides que me dijiste que si yo quería verte o entregarte a otro hombre lo podía hacer (aunque sé que no te gusta)”

Entonces el hombre comenzó a quitarse a toda prisa los pocos harapos que tenía, quedándose al final con unos calzoncillos (que en su día serían blancos) muy sucios y acercando sus manos sucias y guarras comenzó a tocar todo mi cuerpo, siendo las primeras partes de mi cuerpo que sobaba mis pechos, al principio apretaba, hasta que le llame la atención y comenzó a tocarme con más suavidad, luego bajo hasta mi pelambrera, que al verla tan poblada no pudo por menos que sorprenderse, y cogiendo con una de sus manos tiro de mis pelos del coño haciéndome gritar de dolor. Cuando fui a protesta, cogió y me dio una bofetada que me quedo muda entonces bajándose el calzoncillo, se saco su polla y sin dejarme reaccionar me la metió de un solo golpe en mi boca y me hizo que se la mamara. Estaba sucia, tenía un sabor agrio a pis y esperma revenido, debía hacer tiempo que no se lavaba, pues a aparte del sabor de su miembro desprendía un olor fuerte a sudor, entonces llevando una de sus manos a mi coño empezó a masturbarme mi clítoris y con la otra continuo sobando mis pechos, dándome tironcitos de mis pezones. El se movia como si me estuviera follando por la boca, me lo entraba hasta mi garganta y luego me lo sacaba una y otra vez hasta que notó que le iba a venir y entonces se salió de mi boca.

El trato que me estaba dando, el olor, la suciedad que tenía por todo su cuerpo, todo esto, no sé qué pasaba que me producía un morbo y a la vez un placer que hacía tiempo no sentía, creo que la última vez que sentí algo parecido fue cuando me follaron en la casa de Adham, los moros asquerosos compañeros de él.

No dándome tiempo a nada me abrió con violencia las piernas en echándose encima de mi me la metió de un golpe, su polla no era ni mucho menos como la de Juan, era bastante más pequeña tendría 14 o 15 centímetros por tres de grosor, pero el bestia sabía moverse como nadie pues pronto comencé a sentir un gran placer en mi sexo , entonces olvidándome de su aspecto sucio le agarre con mis piernas por su espalda , acerque mi boca a la suya y como poseída por no sé qué fuerza comencé a besarle como una loca y amover mi culo y pelvis a su ritmo para facilitarle su follada y procurar darle a él el mayor placer posible y a la vez yo disfrutar también de ello.

Yo no aguantando más comencé a correrme como una loca gritándole:

“Sigue, sigue, guarro asqueroso, follame, follame nio es eso lo que deseabas, pues follame a tope soy tuya mi amante me ha entregado ati, no pareeees no pareeees que placeeer me estas dandooooo sigueeee, Juannnn graciassss opor haberle dejado que me jodaaaaa….. te gustaaaa ser cornudoooooo ehhhh siiiiii….ooooohhhhhh que gustooooooo….meeee coroooooo……aaahhhh…..”

El no tardo tampoco mucho en correrse y derramándose todo dentro de mi decía:

“Oooohhhhhh, oooohhhhh, siiiii que putaaaaa que eeesssss , que putaaaaaa, tomaaaa, tomaaaa zorraaaaaa asquerosaaaaa toma mi lecheeeeee tomaaaa, no te daba asco de mi, pues ahora parece que no es asiiiiiii, siiii tomaaaa tomaaaa mi lecheeee, toma todaaa…..me corrooooooooo. Me corooooooooo….siiiiii aaaahhhhhhhh….oooohhhhhh……..”

Y derramándose dentro de mi se tumbo agotado sobre mi cuerpo, no pasado ni un minuto yo le empujo para que se quite y Juan viendo mi cara y me reacción le coge del brazo y sacándole del coche le dice:

“Venga amigo, fuera ya has disfrutado, ¿Qué te ha parecido, bien no? ¿te ha gustado follar con mi mujer?

El con voz entrecortada por el agotamiento le contesta:

“Siiii, ha sido cojonudo, que mujer, me encanta me gustaría seguir follandomela…oooohhhhh”

Juan le dice:

“Eso no va a poder ser, vístete y márchate, corre….no queremos volver a verte…”

Mire el reloj y ya era cerca de las 3,30, era hora de marcharse, entonces le dije a Juan:

“Juan, aunque al principio cuando me ofreciste al mendigo me molesto y no me gusto y me dio asco, quiero darte las gracias porque después me ha hecho disfrutar como hacía tiempo no lo hacía, se que ha sido por el morbo de hacerlo con una persona repugnante, pero esa mezcla de asco y placer me ha hecho sentir un gusto y una felicidad difícil de explicar. Mi amor vamos a vestirnos, ya son cerca de las 3,30 y tú te tienes que marchar”

Cogimos nuestras ropas, me limpie un poco con la falda y las bragas las corridas del mendigo y las mías, nos vestimos los dos y puse el coche en marcha hacía donde Juan tenía el camión. Por el camino me dijo que no podría venir por lo menos has dentro de 15 o 20 días, que le esperará que estaba deseando que estos días pasaran rápido para volver a estar conmigo. En estos días trataría de ir convenciendo a su mujer para los del niño, a la vuelta me contaría.

Cuando Juan marchó yo fui a mi casa, donde me duche y me preparé algo para comer. Cuando acabe de comer y estaba recogiendo un poco la cocina sonó el teléfono, era Javier, descolgué y me dijo:

“Hola mi Esperanza, soy Javier. Como estas, te encuentras bien. Te llamo para decirte que iré el lunes que viene, pues el curso le empezamos el jueves. Esa semana también vendrá mi madre, quieres conocerte, pero ella vendrá el viernes en su coche (la traerá Matías). Estoy deseando de verte, ¿ y tú me echas de menos?”

Yo no le dejo continuar y le digo:

“Javier, sí estoy bien y estoy deseando de estar contigo por dos razones. La primera porque quiero y deseo estar de nuevo entre tus brazos y la segunda para que me expliques de una vez ¿qué es lo que ha pasado con tú madre?, ¿cómo se ha enterado de lo nuestros y todo lo demás?, ¿porqué quiere conocerme?, como ves tienes mucho que explicarme y contarme, así que comienza o dime algo más sobre lo de tu madre me tienes en ascuas ….”

Javier entonces comienza a decirme:

“Solo te voy a adelantar, que estés tranquila que ya lo tengo todo arreglado. Mira estando un día en mi cuarto eche de menos los DVD en los que tenía grabado varios de nuestros encuentros, cuando lo estaba buscando entró mi madre y me preguntó ¿Qué que buscaba?, yo le conteste que unas cosas mías. Entonces ella sacando de detrás de su espalda una de sus manos con un DVD en la mano me volvió a preguntar ¿es esto lo que buscas? Yo poniéndome nervioso no la conteste, entonces ella me dijo aún tengo alguno más, puedes decirme que significa esto ¿quién es esa mujer?¿como te has atrevido hacer eso en mi casa? Y así una serie de preguntas a las cuales ninguna contesté…. De que vio que no la contestaba, tiró los DVD encima de la cama y me dijo: piensa las respuesta , cuando las tengas ya hablaremos y dando un portazo a la puerta se marchó.”

Yo le interrumpo y le digo:

“Y tú Javier que la dijiste, pensaste algo. Pues me dices que lo has solucionado, dime cómo?

Contesta:

“Yo cogí los DVD que había dejado sobre la cama y los recogí, ya no los escondí pues ella ya sabía dónde estaban, había dado con ellos haciendo limpieza en mi habitación con la doncella que ha sustituido a Inés. Entonces encendí el ordenador para ver si había alguna grabación de tú estancia que no había quitado y pasado a DVD, para que si me andaban en el ordenador no la vieran, y premio, cuál no sería mi sorpresa que tras descargar todas las grabaciones de tú estancia, veo que hay otras (y estas son porque se me había olvidado quitar las cámaras del cuarto de mis padres, de las cuadras y de la casa de Matías, pues cuando te fuiste quite la de tu cuarto y el mío, el salón y me olvide del resto). Comenzando a verlas llego a una en la que mi madre está viendo nuestras películas y cuando salgo yo desnudo se recrea dando adelante y atrás una escena en la que se me ve de lleno mi pene en un primer plano, ella deja pasar la grabación ya sin pararla hasta el final. Luego coge el DVD en el que estáis Matías y tú y tras ver la polla de Matías hace lo mismo que cuando vio la mía, pero en esta ocasión la vuelve unas cuantas veces adelante y atrás y luego continua viendo la grabación. Cuando esta acaba vuelve a ponerla y se levanta su falda y metiendo su mano en su sexo se masturba hasta que consigue tener un orgasmo. En las siguientes grabaciones se empieza a insinuar a lo largo de varios días a Matías…..Pero esto es mejor que veas las grabaciones cuando yo vaya el lunes. Tras ver yo las grabaciones me dirigí a su habitación entré y estaba sola, entonces la dije: Mamá quiero que tú y yo veamos más películas de esas que me has llevado a mi cuarto hace un momento, una vez que las veamos te diré y contaré lo que quieras ¿o quizás no haga falta que te diga nada?. Ella muy envalentonada , me dijo bueno venga, pero vayamos atu cuarto, no vaya a ser que aquí entre tú padre y nos coja viendo ese tipo de grabaciones…..”

Yo le vuelvo a cortar y le digo:

“Oh que fuerte los de tú madre, tú crees que se calentaría al verte desnudo, que te desearía y con lo de Matías y mio, fijate masturbarse….”

Ahora fue él el que no me dejo acabar:

“Referente a mí, no lo sé, pero a Matías seguro que si se calentó. Pero déjame continuar. Entramos en mi cuarto puse el ordenador en marcha y comenzamos a ver los diferentes DVD, cuando llevaba dos y se veía ella significándose y tonteando con Matías me dijo que por favor parara que no continuara…Yo la dije, pero mamá todavía faltan más y son las más interesantes y excitantes, vamos a seguir, cuando acabemos te quiero explicar las que me has entregado tú. Entonces ella, me dice: Hijo, por favor, que vergüenza, no sé qué es lo que me ha pasado al ver tus grabaciones y las de Matías con esa mujer, me he puesto muy caliente y no sé qué fuerza interior me ha llevado a hacer lo que tú has visto y tienes grabado en esos DVD, pero por favor no se lo digas a tú padre, el no se puede enterar, pues entonces se acabaría nuestro matrimonio. Quizás él tenga bastante culpa de ello pues lleva tiempo que me tiene muy abandonada en el terreno sexual, pero por favor no le digas nada. Yo entonces aprovechando la situación, la dije, no te preocupes mamá, si tu no haces nada con lo mío y me dejas continuar con mi relación con esta señora que se llama Esperanza, yo no diré a papá nada de lo tuyo y es más creo que si te gusta y disfrutas con lo que has hecho (y por lo que he visto en las grabaciones así ha sido), yo puedo ser tú cómplice y proporcionarte nuevas experiencias, en las cuales vas a disfrutar como nunca. Ella asintió y desde ese día hemos sido cómplice en una serie de aventuras suyas y por eso quiere conocerte y que la ayudemos a seguir su aprendizaje. Pero esto es mejor que te lo cuente más detenidamente cuando este contigo y para ello es imprescindible que veas las grabaciones, te diré que aún no he quitado las cámaras que se quedaron puestas”

Yo le contesto:

“Que suerte tuviste de encontrar esas grabaciones, con ello no solo te libraste del raspa polvo y castigo de tú madre sino que a su vez se volvió en contra de ella y ahora la tienes en tus manos.

Estoy deseando que llegue el lunes, estos 4 días que faltan seme van hacer larguísimos, te deseo tanto. Te adelanto que hasta que empieces el curso vas a estar muy ocupado, pues tenemos que gravar las escenas (primeros planos ) de la película que tenemos a media , recuerda que no la hemos podido montar porque faltan esos planos, dado que los planos de lejos y generales los gravamos con un actor que buscamos con un físico lo más parecido al tuyo. Además te diré que Inés esta embaraza y quiero gravar también escenas con ella para continuar luego durante todo su embarazo.

A qué hora tengo que ir a recogerte al AVE, por favor coge el primero que salga, quiero cuanto antes estar contigo”

Me dice:

“No contaba con lo de gravar las películas, pero si tu quieres lo haré, ya te lo prometí en tu estancia en mi casa en la que tú me dejaste hacer contigo lo que quisiera y unas de las condiciones que pusiste fue esta.

Cogeré como tú quieres el primer AVE, de modo que me recojas a las 8,30 en Atocha, para no ir tan cargado el grueso del equipaje se lo dejaré a mi madre (que como va con su coche) se lo traiga el viernes.

Por favor cuídate mucho, estoy deseando de verte, te quiero mi amor.”

Dicho esto colgó.

A las 7,30 de la tarde volvió mi marido, nada más entrar me dio un beso y me preguntó como lo había pasado con Inés. Yo le conteste que habíamos salido a dar una vuelta después de cenar y que habíamos ligado un poquito con unos camioneros ya un poco maduros.

El riendo, me dijo:

“Solo ligasteis o los llevasteis al huerto, no me dirás que me has puesto los cuernos, sabes que no me importa que me los pongas, pero los primeros que me pongas quiero estar presente.”

Yo callándome sobre ese tema le dije:

“Y tú con Marisa, espero que lo pasaras bien, pues ella me ha contado y esta contentísima de la noche y experiencia pasada y es más dispuesta a repetir cuando tú quieras y claro yo lo consienta….ja,ja,ja…”

El entonces se le ilumino la cara y me fue contando con todo tipo de detalles lo que había pasado esa noche entre Marisa y él. La verdad es que se notaba la experiencia de ella, como le hizo gozar y disfrutar, según él por todos sus agujeros y oquedades de su cuerpo. Al igual que Marisa estaba dispuesto a repetir en cuanto se le presentara la ocasión.

Los días hasta la llegada de Javier transcurrieron como de costumbre, con mi marido hice el amor el sábado y los demás días no deje de ir a prostituirme, como cada día a casa de Marisa.

El lunes tras levantarme y marcharse mi marido a las 7,00 de la mañana, me duche y me preparé para recibir a Javier. Para la ocasión elegí un conjunto de ropa interior, como los que a él le gustan pequeños (las bragas debido a mi barriga de embarazada a penas se me veían) y transparentes, el sujetador apenas podían sujetar mis pechos quedando marcados mis pezones y viéndoseme a través de la transparencia del sujetador estos y mis aureolas. Me puse unas medias de cristal negras y encima un vestido que me marcaba muy mucho mis pezones (pues parecía que estuvieran fuera de ellos, de lo que se marcaban) y un poco mi barriguita, me quedaba un poquito corto como a una cuarta de donde acababan mis bragas, esto sé que le gustaba a Javier, pues estaba seguro que le encantaba que todo el personal me mirara y me deseara.

A las 8,30, estaba yo ya hacía un cuarto de hora esperando en la estación, cuando le vi aparecer. Corriendo los dos uno hacia el otro nos abrazamos fuertemente y nos dimos un beso en nuestras bocas que hizo que se me produjera en mi coñito un cosquilleo comenzando q subirme una calentura que ya conocía de otras veces y que era peligrosa, pues hacía que me entregara totalmente.

Le pregunte que tal el viaje y le dije, que si no le importaba dejaríamos el poco equipaje que traía en su casa y nos iríamos a casa de Marisa para comenzar con la grabación, que el estudio y los técnicos ya estaban preparados y nos esperaban.

Tras salir de la estación y montarnos en el coche con dirección a su casa Javier no dejo de meterme mano por mis piernas , hasta llegar a mis bragas, donde metiendo como pudo su mano comenzó a masturbarme, yo estaba muy salida y tenía miedo a que pudiéramos tener un accidente, así que le dije:

“Javier, por favor, quédate quieto, me estas calentando y ahora mismo no se ni por donde voy, por favor saca esa mano de mis bragas , como sigas vamos a tener un accidente, vas a tener tiempo en todo el día de tocarle todo lo que quieras, follarme y poseerme por donde tú quieras, pero por favor ahora no puede ser.”

Llegamos a su casa bajamos el poco equipaje que llevaba y nos dirigimos a casa de Marisa. Cuando entramos Marisa le saludo muy cariñosamente, preguntándole por cómo había pasado las vacaciones de verano, etc. Luego pasamos a una habitación para cambiarnos de ropa y después nos dirigimos al estudio. Entonces Marisa, nos dijo:

“Javier, Esperanza aprovechando que Inés aún no ha llegado, vamos a gravar primero los primeros planos que faltan de la película anterior y después nos ponemos a gravar la nueva en la que ya toma parte Inés, os parece?”

Ambos respondimos a la vez:

“De acuerdo”

Entonces entramos primero en la terraza y para que pareciera más real, primero Javier comenzó a meterme mano de nuevo y a masturbarme cuando estaba, yo muy caliente y él tenía también su polla dura, comenzó a follarme con todas sus ganas. Los cámaras cogieron primeros planos de su polla entrando en mi coño, de cómo entraba y salía a medida que me follaba, de la expresión de placer de mi cara y la suya. Tras la terraza fuimos al dormitorio e hicimos lo mismo, pero aquí ya se encargó el cámara de coger los primeros planos que quiso, pues nosotros estábamos tan calientes que nos pusimos a follar como locos hasta que conseguimos corrernos a gritos pelados, para nosotros no contaban las cámaras nos estábamos amando de verdad y disfrutando muchísimo, el tiempo que habíamos pasado sin poder estar juntos hacía que las ganas del uno por el otro se incrementarán y que no pudiéramos parar en nuestra follada hasta corrernos y caer Javier sobre mí agotados ambos por la intensidad del momento del polvo que acabábamos de echar.

Entonces Marisa paró el rodaje y nos dijo:

“Se veía que hacía un tiempo que no estabais juntos, este último polvo ha sido algo espectacular. Con lo que hemos gravado antes y lo que hemos grabado de este polvo (que lo hemos cogido entero) podremos coger todos los primeros planos que queramos, también utilizaremos la escena completa para la siguiente película en la cual ya reflejamos el momento actual de tú embarazo. Ahora mientras llega Inés (que está realizando un servicio con un cliente) vosotros descansad, mientras yo os iré contando el guión de la película que vamos a grabar, a Inés ya se lo he contado anteriormente.”

Entonces Javier y yo nos tumbamos, abrazados y tapados por unas batas, en la cama y Marisa comenzó a contarnos:

“La historia es la siguiente: Esperanza al llegar a este punto de embarazo, llama a su hermana Inés para que venga a estar con ellos, dado que es soltera, y se quede ayudarla y cuidarla hasta el momento de que ella dé a luz. Cuando llega Inés el hijo de Esperanza, Javier, no tiene la libertad para follar con su madre como hasta ahora, y entonces se empieza a fijar en su tía, en sus pechos, en sus piernas en su cuerpo. Inés sin darse cuenta cuando el marido de Esperanza marcha a trabajar anda más ligera de ropa por casa, esto hace que javier en varias ocasiones la vea partes de su cuerpo que habitualmente lleva tapadas y eso hace que se caliente, unas veces (sobre todo a la hora de que Inés va a la compra), se calma follando con su madre. Pero Javier comienza a perder interés por su madre y comienza a obsesionarse con su tía, esta le coge varias veces que la mira con deseo, y esto hace que en ella también comience a interesarse sin darse cuenta por su sobrino. Un día en que Esperanza ha ido con su marido a resolver unos asuntos tía y sobrino se quedan solos. Javier entonces se decide a lanzarse y va en busca de donde está su tía, Inés se encuentra como acostumbra cuando no está el marido de su hermana a ir ligera de ropa. Cuando Javier llega donde esta Inés la encuentra de puntilla y recostada sobre la cama tratando de limpiar un cuadro de la cabecera de la cama, mostrando todos sus muslos y el comienzo de sus bragas, en el suelo del cuarto de su madre. Se acerca a ella y sin decirla nada comienza a recorrer con sus manos los muslos de Inés hasta llegar a sus bragas, aquí comienza a tocarla su sexo , ella trata de deshacerse de él , pero no lo hace con mucho interés , solamente para justificarse al final cede y Javier consigue bajarla las bragas , la da la vuelta y de un tirón la abre las ropas que lleva dejándola toda desnuda por delante, pues no lleva sujetador , comienza a sobarla por todo su cuerpo la tira en la cama y la posee.

La película continuará encontrándose tía y sobrino en varias ocasiones, unas veces buscándola uno y otras veces buscándole ella él. Pasado el tiempo a Inés no la viene la regla, se lo comunica a su sobrino, ambos van hacer a ella la prueba de embarazo y da positiva, Javier ha dejado preñada a su tía Inés.

Ellos no dicen nada a nadie en la casa y siguen con sus folladas y en una de esta son cogidos por Esperanza, que tras echarlos la bronca se une a la juerga y se entera de la preñez de su hermana.

Bueno este es el argumento, como veis tenemos para realizar una película por lo menos de hora y media a dos horas. Grabaremos las escenas de sexo tanto con Inés como con Esperanza hoy y varias escenas de encuentros miradas, etc, las que no tienen sexo que podamos con Javier. El resto de las escenas volveremos a contratar al actor que contratamos cuando Javier estaba de vacaciones y grabaremos planos de espalda o de lejos, donde parezca que es él y las escenas del actor marido de Esperanza otro día que no esté Javier. De esta forma Javier solamente tendrás que grabar hoy las escenas sin importancia y en las que aparezcas que sean planos lejanos o como he dicho de espalda lo haremos con tú doble. Gravaremos en esta ocasión , dado que Javier solo va a venir hoy con tres cámaras desde diferentes posiciones cada una, así podremos coger el mismo momento como si fueran días diferentes dado que estarán cogidos desde sitios distintos y seguro que nadie se dará cuanta que es la misma follada”

Al llegar Inés comenzamos a rodar las escenas en las que no había sexo para de esa forma dar más tiempo a Javier a recuperarse, para ello nos tuvimos que cambiar varias veces, para que así luego poder montar con diferentes ropas los diferentes momentos y días de la historia.

A Javier le encantó poder de nuevo follar con Inés, y creo que a ella lo mismo, pues al verse y saber a lo que iban se les puso una sonrisa en sus caras que delataba las ganas que tenían uno del otro, a mi no me importó, pues yo también tendría mi parte de hecho yo grabé sola con Javier dos escenas y luego otra los tres juntos cuando los cojo infraganti a ellos dos haciendo el amor. Voy a contar una de las escenas que gravan Javier e Inés. En ella Inés aparece con una camisola larga hasta un poco más arriba de medio muslos con 5 ó 6 botones desabrochados y debajo sin sujetador y con unas bragas blancas transparentes que dejan ver como su pelambrera se la sale por los lados y a través de la tela transparente se vislumbra toda su raja. Ella está haciendo la comida y Javier llega a la cocina y cogiéndola por detrás la empieza a meter manos, la coge sus pechos y se los saca de la camisa y cogiéndolos se los va chupando jugueteando con sus pezones y aureolas para después ir pasando su lengua por toso su cuerpo hacía abajo, cuando llega a la parte que tiene los botones aún abrochados da un tirón de los dos lados de las solapas de la camisola y la abre rajando esta, sigue bajando hasta llegar a sus bragas y comienza a pasar su lengua por encima de las bragas sobre su rajita parándose un rato en su clítoris y jugando con él. Luego la coge de la mano y los dos se dirigen al dormitorio de ella, allí al entrar la tumba sobre la cama y el se desnuda del todo, luego colocándose en la posición del 69 la quita a ella las bragas cogiendo con su mano su polla se la pone en su boca y la dice:

“Tía, cométela, es tuya, chúpala, chúpala, puta quiero que me la chupes y me la pongas a tope….para poder follarte a tope….”

Y de un empujón se la mete hasta su garganta, comenzando despacio los movimientos de un mete y saca como si se la follara por la boca. Luego él acerca su boca al coño de Inés y ayudado por sus manos lo abre lo que puede y comienza a comérselo, pasando su lengua todo lo largo de su rajita, parándose cuando llega a su clítoris que chupa y succiona, haciendo vibrar de placer a Inés, esta comienza a sentir un gran placer y se ve cómo se va calentando, pues la polla de Javier la aprieta y succiona cada vez con más ganas y energía. Pero Javier notándolo intensifica sus lamidas de coño y aumenta el ritmo de follada en la boca de Inés. Cuando esta está a punto de correrse, Javier se levanta de ella y la dice :

“ mi amor te gusta, quieres ser mi putita, quieres ser la putita de tu sobrino igual que ya lo es tu hermana, dimelo, dimelo, quieres, quieres que siga….”

Ella muy caliente le coge su polla con la mano y trata de que él se la meta y le dice:

“Si, si quiero ser tu puta, tu putita tu zorra, quiero que me folle, quiero ser toda tuya …..”

Javier entonces la quita su mano de su polla y cogiéndola él empieza a pasársela una y otra vez todo lo largo de su coñito, jugando con su punta en su clítoris, luego al bajar hace amago de metérsela, pero cuando tiene el capullo medio metido en ella lo retira y continua hacía abajo con la caricia de su polla sobre su conejito. Inés está muy caliente, (y es de verdad, no está fingiendo en la película su calentura), y ya no pudiendo más le dice :

“Javier, por favor fóllame, de una vez lo necesito, necesito tu pollón dentro de mi caliente almeja, no aguanto más por favor jódeme de una vez, por favor lo necesito, no me hagas seguir asíiiii, por favor fóllame YAAAAAA”

El entonces, haciéndose de rogar la dice:

“Pídemelo como lo que eres, mi puta mi querida y asquerosa puta, dime qué quieres, pedazo de puta, dímelo, dímelo, que es lo que quieres, que quieres que te haga, dimelooooo”

Ella le contesta:

“Folla a tu puta, fóllame mi amoooor, folla a esta asquerosa y madura putaaa, hazme un hijo tuyo, quiero que me preñes y me hagas una barriga, como la que has hecho a tu madre (mi hermana), inúndame de una puñetera vez con tu esperma, jódeme de una puñetera vez cabrón, no me tengas más asíiiiii, lo necesito, hijo de puta métemela de una vez, no aguanto máaaaaaaas”

Entonces él aparta su cara del cuerpo de Inés y poniéndose erguido sobre sus rodillas entre mis piernas, coge con su mano su esplendido y gordo pene, y continua aún restregando una y otra vez sobre su ya encharcado coño y en una de sus pasadas de un solo golpe se la mete hasta su útero, y comienza un mete y saca fuerte y brusco sin contemplaciones, la agarra con fuerza llevando sus manos a su culo y tirándose sobre su cuerpo la aprieta con fuerza, notando ella sus pechos sobre los suyos. En todo este tiempo no deja de insultarla y besarla, esta como loco, esta salvaje, a ella la hace vibrar de placer, nunca le había visto follarme a mí con tantas ganas como se lo estaba haciendo a Inés, se le nota feliz. La está follando con un mete y saca impresionante, parece como si tuviera prisa por correrse, pero a ella la hace encadenar una serie de orgasmos , uno tras otro que no sé cuantas veces se ha corriendo ya desde que la ha penetrado, tienen toda la sabana mojada en su culo se pega a ella consecuencia de sus corridas y cuando a Inés la viene un nuevo orgasmo, veo como Javier se tensa y comienza a correrse dentro de ella diciendo:

“Así, así putita, muévete como lo cerda que eres, que vicio tienes pedazo de puta contra más viejas sois más viciosas os volvéis. Era esto lo que querías ¿no? ¿Era esto?, quieres que te preñe, quieres que te haga una barriga, tomaaaaa, me estas haciendooooo que me corraaaaaaa putaaaaaaa ahhhhhahhhhhh, oooooohhooooo, que buena ereeeesssss, que bieennnnnn folllaaaaaas soooooo putaaaaaaaa, me corroooooooo, oooooooooo, tomaaaaaaa mi lefaaaaaa, no querías lecheeeeeee, pues tomaaaaaaaa, me CORROOOOOOOO, OOOHHHOOOOOO, AAAHHAAAAAAAAAA………TE QUIEROOOOO MI AMOORRRRRR……..”

Javier no pudiendo más y desecho de placer se deja caer sobre Inés, la cual no deja de suspirar diciendo:

“Siii, siiii, mi amoooorrr, siiiiiii lenameeee mi coñooooo con tu nectaaaar , si preñameeeee, siiiii quiero que me preñeeesssss…… aaaaaahhhh lo notoooooooo siiiiiiii…ahhhhhhhh que placeeeeerrrrr…….MI AMOOOORRRR….. PREÑAMEEEEEEEE…………..”

Ella una vez que se ha corrido le comienza acariciar su cabeza y espalda y comienza a darle besos por todo su rostro. Yo me doy cuenta que el polvo que se acaban de echar ha sido de verdad con todas sus ganas deseándose uno al otro, y pienso que era lógico después del tiempo y años que a Javier le ha gustado esta mujer y después de haberlo probado los dos cuando Javier me intercambió a mí por ella a su marido Matías, que cuando se les ha presentado la oportunidad de nuevo de amarse lo aprovecharan.

Tras esta escena se descanso alrededor de una hora que aprovechamos para comer y para que Javier cargara pilas se aprovecho para rodar escenas en las que no hubiera sexo, tanto Javier con Inés como conmigo.

Luego se siguieron grabando otra serie de escenas con sexo tan fuertes o más como la descrita (dos conmigo y otras dos más con Inés) para acabar la película con una de un trió de los tres ( la célebre escena en la que yo les sorprendo a ellos dos y me uno a la juerga).

Tras acabar de grabar cogimos el coche Inés Javier y yo y los fui a llevar a su casa, no quise que Javier conociera donde estaba la casa de Inés no fuera a ser que una vez que lo dejara en su casa se fuera a pasar la noche con ella. Entonces cogí y aunque estaba más lejos la casa de Javier que la de Inés lleve primero a este a su casa, quedando con él a la mañana siguiente a las nueve de la mañana para que me contara la historia de su madre y ver los DVD más detenidamente. Luego volviendo hacía atrás lleve a Inés a su casa, se la veía feliz, el encuentro con Javier la había gustado y aparte de disfrutar la había hecho feliz, me alegré de que mi amiga estuviera contenta aunque fuera como consecuencia de haber compartido a mi amante con ella. Bueno todo fuera por el trabajo y el séptimo arte, ja,ja,ja,……

Aquí dejo la historia, en la próxima entrega les contaré lo que pasó con la madre de Javier y mi encuentro con ella.

El recadero joven y la madurita

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Voy a contar otra aventura especial que me ha ocurrido recientemente. Soy una mujer de 42 años, mido 166, peso 62 kgs, tengo curvas, morena, pechos pequeños y no estoy ni delgada ni gordita. Él se llama Carlos tiene 19 años, delgado, mide 172, moreno, pesará aproximadamente 60 kgs, no es muy guapo pero tampoco feo. Tiene cara de empollón como se decía en mi época y no ha tenido muchas experiencias sexuales hasta ahora.

Carlos es el chico que trabaja en la tienda de ultramarinos de mi barrio. La típica tienda que tiene de todo. El chico se ocupa de llevar el pan a los clientes de la zona y otras cosas si se piden. A mí los fines de semana como no trabajo me sube el pan a eso de las 11 y media de la mañana.

Como soy muy exhibicionista en muchas ocasiones le he abierto en camisón, en toalla, etc…

Me encanta como se corta cuando le recibo así pero también como mira. Ya nos conocemos de tiempo. Me le he imaginado muchas veces masturbándose recordando cómo me ha visto. Yo de vez en cuando le llamo guapo, qué jovencito eres, qué mono, etc…

El caso es que un día pensé en ponerle más nervioso y cuando llegó le pregunté si sabía de ordenadores porque tenía un problema.

_ Buenas vengo a traerle el pan. Me dijo.

_ Buenos días Carlos. Oye tu que eres joven. ¿Sabes de ordenadores?. Le pregunté.

_ Un poquito.

Por cierto, ese día le recibí en toalla, una toalla que me tapaba desde los pechos hasta medio muslo. Estaba nerviosísimo.

_ Es que quiero copiar un cd y no sé. (Mentira… jaja)

_ Yo le ayudo. Cuando quiera vengo.

_ ¿Podría ser ahora?

_ Claro.

Le invité a pasar. Estaba nervioso.

Se sentó frente al ordenador y lo arrancamos.

Me senté en una silla al lado de él. Cruce las piernas y la toalla enseñaba todo mi muslo. Incluso se podía ver un poco de mi coño.

Miraba disimuladamente pero estaba tembloroso.

_ Un chico así necesito yo para mi casa. Imagina solita sin un hombre. Bueno… no podría tener yo a alguien tan joven. Ya soy una carroza.

_ No se crea. Me dijo tembloroso.

_ Uyyy, no me digas. ¿Tú estarías conmigo?

_ Bueno, ejem, yo no he dicho eso.

_ Ves palabrería. Ya no estoy como antes. No soy una jovencita. Si lo entiendo.

_ Está muy bien.

_ Siii, de verdad, estoy buena, dirías?

_ Si, dijo cortado.

_ Qué ilusión. Dime Carlos a ti te gustaría estar con una mujer como yo?

_ Bueno yooo. Verá, es que….

_ No verdad, dilo no te preocupes es una cosa entre nosotros.

_ Pues no voy a mentirla. Para mí sería un sueño.

_ Nooo, de verdad, un sueño. Suena tan bonito. De verdad para ti sería un sueño estar con una mujer como yo. Ya cuarentona. Qué ilusión.

_ Si me dijo.

_ Pues a mí me haría ilusión estar con un chico tan joven. Le dije mientras le acaricié el brazo.

Se puso nerviosísimo y no dijo nada.

_ Carlos te voy a hacer una pregunta, le dije. ¿Te gustaría verme desnuda y aprovecharte de mí?

Hubo un silencio.

_ No, verdad. Tranquilo. No te peocupes le comenté.

_ No señora, me gustaría mucho pero no se ofenda es que… entienda…

_ Ofenderme, noooo. Es una cosa entre nosotros y no puede salir de aquí. Sólo hoy. Mira.

Me levanté y dejé caer la toalla. Me vio desnuda. Cortado pero miraba. Estaba de pie, completamente desnuda. No paraba de mirarme los pechos y mi coñito peludito además he de reconocer que ese día no lo tenía muy recortadito. Es lo que pasa cuando surgen las cosas de improviso.

_ Ufff señora…

_ ¿Te gusta Carlos?

_ Ufff si… es que…

_ Trae le dije mientras le cogía la mano y se la puse en mi pecho.

Se quedó quieto, no movía la mano. Estaba paralizado.

_ Venga Carlos, ¿qué quieres que lo haga yo por ti?

Carlos se incorporó y comenzó a acariciarme los pechos. No tenía experiencia y se notaba. Me tocaba ahora con las dos manos. Le cogí una y la bajé hasta mi culo.

_ Tócame, aprovecha.

Podía distinguir el bulto de su paquete en los vaqueros. O eso me imaginaba yo.

_ ¿Te gusta?

_ Muchísimo.

_ ¿Has estado con una mujer tan madura alguna vez?

_ No. Si casi no tengo experiencia.

Yo eso me lo imaginaba porque tenía una cara de empollón. Con sus gafas de metal y su forma de vestir. Vamos que no iba rompiendo corazones.

_ Espera, vamos a ponernos en igualdad de condiciones.

Le levanté de la silla. Le puse de pie. Le desabroché la camisa despacio. Le abrí la camisa y se la quité.

Bajé la mano por su estómago hasta sus pantalones. Desabroché el cinturón, luego el botón del vaquero. Estaba quieto. Respiraba fuerte y rápido. Con mis dedos, enganché la cremallera y la bajé muy despacio. Aparté el pantalón y se lo bajé hasta los pies. Le quité las zapatillas de deporte. Los calcetines. Por fin pude quitarle los pantalones. Llevaba ahora solamente puesto un calzoncillo prieto que mostraba un bulto.

_ Carlos qué animado estás.

_ Si, alcanzó a decirme.

_ Le bajé el calzón y se lo quité. Salió disparada su polla. De un tamaño medio pero graciosa. No tenía hecha la circuncisión pero tenía medio descapullada la polla.

Cuando le retiré el calzón. Subí mi mano por su pierna hasta sus huevos. Estaban duros. Alcancé su verga con mi mano y le bajé la piel descapullando el glande.

Tenía la cara desencajada y respiraba muy rápido.

_ Mira, le dije, de la excitación está soltando una gotita de líquido preseminal. Me acerqué y pase la lengua llevándome la gota para mi boca.

Luego pase mi lengua por sus testículos y subí a lo largo de su verga hasta alcanzar de nuevo el glande. Sólo con la lengua.

Me levanté y acerqué mi boca a la suya. Nos besamos. Primero con los labios y luego con la lengua. Mientras puse su mano en mi coño para que tocara. Mientras le besaba.

De pronto, se retiró y me dijo:

_ Un segundoooooo.

Mientras se tapaba la polla con la mano y la sujetaba comenzó a eyacular tímidamente esperma. Se empapó su mano e incluso su muslo.

_ Lo siento me dijo.

_ No lo sientas. Si es un cumplido. Te pongo tanto que te has corrido rapidísimo.

_ Si, me dijo. Tiene algo para limpiarme.

_ Si le dije.

Me puse de cuclillas y le cogí su mano mojada. Pasé mi lengua en su palma y entre sus dedos atrapando el esperma en mi boca. Podía notar como le excitaba eso. Después pasé mi lengua por su muslo atrapando cada residuo de esperma.

Una vez limpio, me incorporé.

_ Ven Carlos.

Le cogí de la mano y le llevé hasta mi dormitorio. Quité la colcha y me tumbé boca arriba. Abrí mis piernas y él lo entendió.

Se puso sobre mi coño y comenzó a lamerme el coño. No sabía demasiado porque no atacaba los puntos más importantes. Me lamia los labios vaginales pero no el clítoris. Le dirigí. Le sujeté con mis manos y le dirigí. Le dije que atrapara el clítoris con sus labios, que succionara, que pasara la lengua por allí. Que me la metiera en el coño y que atrapara con toda su boca mi coño.

Comencé a empaparme mucho y notaba como tenía mojada su cara con mi excitación. AL fijarme pude ver que ya estaba de nuevo empalmado.

Le puse en postura de 69 y le comí su polla. Estaba dura. Atrapaba en mi boca su glande, le rodeaba con mi lengua el capullo y me tragaba su polla. Le lamía los huevos y él mientras e comía el coño y las piernas porque atacaba mucho a mis piernas. Se atrevió a meterme un dedo dentro.

_ Carlos, le dije. Ahora quiero que me la metas antes de que te corras. Estaba excitadísima y a punto.

_ No tengo profilácticos señora, me dijo.

_ No te preocupes le dije.

Le tumbé en la cama bocarriba. Me senté encima y me puse su polla a las puertas de mi vagina. La introduje despacio, muy despacio mientras veía la cara de placer que ponía.

Me la metí hasta el fondo. Comencé a moverme en círculos con la polla bien dentro. Mis jugos resbalaban por sus testículos, lo podía notar.

Cada movimiento mío en círculos o hacia dentro le hacía gemir y yo también gemía. Le besé de nuevo en la boca.

Me besaba frenéticamente mientras le cabalgaba.

_ Señora me parece que ya… aaaah

Comenzó a correrse dentro de mí. Noté como me inundaba el coño de esperma.

Gimió como loco con su verga bien dentro. Como me quedaba poco le dije que no la sacara.

Continué como poseída con su polla dentro. Me venía el orgasmo y comencé a agitarme mientras le besaba. Grité de placer y me dejé caer sobre él.

Al sacarla salió un chorro de esperma blanco del coño y tenía todas sus partes impregnadas de esperma de cuando le cabalgaba.

Le invité a ducharse y así lo hizo. Al salir estaba tan cortado que tenía prisa por irse.

_ Carlos esto ha sido un lapsus y queda entre nosotros.

_ No se preocupe.

_ Dame un beso. Le di un beso en los labios de despedida. Miré por la mirilla y salió.

Mentira esto no ha sido un lapsus y no ha sido la única vez. Lo hemos repetido y pienso que seguiremos repitiendo aunque, eso sí, de vez en cuando.

Ya contaré otros momentos con Carlos.

Espero os haya gustado, a mi desde luego si.

La Señora Eulalia

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Eulalia era una chica tan hermosa, como inocente. Pero en la noche en la cual su padrastro, repleto de vino hasta las cejas, entró en su cuarto y al hacer su madre oídos sordos a sus lamentos, la candidez,terminó abandonando su cuerpo, al tiempo que un mar de sangre brotaba de su entrepierna.

Los meses siguientes, cada vez que el hombre de la casa volvía borracho, un temor profundo y fundado afloraba en el pecho de la pequeña Eulalia.

Con el tiempo aprendió a soportarlo. Y cuando le veía entrar en su habitación, se bajaba las bragas, abría las piernas y esperaba que el mal rato pasara pronto, cosa que sucedía normalmente. El alcohol y los años son malos compañeros para la potencia sexual.

Si durante el tiempo que duro aquel suplicio, Eulalia aprendió a odiar a su padrastro, los sentimientos hacia su madre no diferían mucho.

Dicen que la última gota hace rebozar el vaso. Miles de gotas de la sangre de su violador, al precipitarse este por la ventana de su cuarto, salpicaron el acerado.

A falta de CSI, la policía dictaminó que había resbalado y, ebrio como estaba, salió disparado cual muñeco roto.

Nadie sospechó de la inocente jovencita. Nadie pensó que ella, harta de ser violentada una noche sí y otra también, decidió tomarse la justicia por su mano… Nadie excepto su madre, la cual, aunque no la denunció por temor a las consecuencias de su silencio, hizo su estancia entre aquellas cuatro paredes, casi tan insufrible, como lo fueron los abusos nocturnos.

Eulalia cumplió dieciocho años y se marchó de casa. Al principio intentó ganarse la vida como buenamente pudo, pero con el buen cuerpo que le había dado Dios y esa belleza que emanaba de su rostro, terminó ejerciendo el oficio, donde la falta de experiencia, te hace ser un menú más cotizado.

Durante los dos años que trabajó en aquel burdel de carretera, descubrió lo que era ser deseada. Sus curvas volvían locos de deseo a los hombres y su conejo era un festín que todos querían llevarse a la boca.

Por muy degradante y mal olientes que fueran los parroquianos, todos mejoraban ante el recuerdo del borracho de su padrastro.

Comenzó a tener clientes habituales, que solo querían fornicar con la hermosa Eulalia. Entre ellos, destacaba un viejito de unos sesenta años, el cual se encaprichó de ella. Hasta tal punto, que cuando enviudó y saltándose toda las barreras de la cordura, le pidió ser su esposa.

Que el puñetero don Carlos se había encoñado con ella era algo evidente, pero el milagro “Pretty woman” solo ocurre en el cine. Aunque ella no tenía nada que envidiar a Julia Roberts, cualquier parecido de don Carlos con Richard Gere, era pura coincidencia.

Así que dado que el vejete no tenía descendencia, que son, las que suelen dar más por culo por aquello de la herencia, la sensual Eulalia sopesó los pros y los contras y decidió casarse con el acaudalado carcamal.

De todas maneras, iba a pasar de aguantar a miles de babosos, a aguantar a uno solo… Y con el beneficio, de que el abuelito le caía bastante bien.

Su llegada al pueblo de don Carlos, fue la expectación y el cotilleo de moda en el aburrido lugar.

A pesar de las sonrisas que le dispensaban las vecinas al saludarla, Eulalia pudo sentir su desprecio no exteriorizado.

Los hombres eran distintos, en sus ojos podía ver la lujuria. Más de uno la desnudó con la mirada e imaginó cómo sería tener aquellos voluptuosos senos entre sus dedos.

El día de la boda ella estaba tan hermosa que hasta Don Anselmo, el cura del pueblo, no pudo reprimir el deseo y al elucubrar toda la belleza que se escondía bajo el blanco traje, sintió cómo la bestia de su entrepierna despertaba.

La noche de boda, el cansancio, el alcohol y los años, se cebaron en el pajarito de su cónyuge, el cual decidió no levantarse. Pero pese a todo, don Carlos, en un gesto de generosidad, proporcionó a su esposa una noche de lo más placentera. Por todos es conocido un dicho popular: “Mientras el hombre tenga lengua, sigue siendo hombre”

Decir que a partir de aquella noche, la percepción de la vida y del sexo, que hasta aquel momento había tenido Eulalia, cambió; sería minimizar las cosas.

Nunca recordaba haber sido tan feliz, tenía una hermosa casa, joyas, vestidos y sobre todo, un hombre que la idolatraba y la hacía dichosa. Un hombre al que respetaba por encima de todas las cosas y que poco a poco, estaba aprendiendo a querer.

Era tanta la dicha que albergaba, que los dimes y diretes de las mujeres del pueblo, dejaron de molestarla.

Pero lo peor de la felicidad es que acaba. Tras cinco años de matrimonio, la salud de su marido se resintió y Eulalia pasó de ser su ferviente amante, a su enfermera.

En los diez largos años que duró su enfermedad, la otrora prostituta se convirtió en la cabeza pensante de los distintos negocios de su marido. Lo mismo tomaba decisiones en la empresa de tejidos, que sobre los diversos cultivos y así como sobre el ganado.

A partir de aquel momento, ya no era la mujer de don Carlos, ya todos la conocían como la Señora Eulalia.

Estaba claro que la mujer era una sobreviviente, aprendió a llevar la inmensa fortuna, pues así lo quería Don Carlos, pues su capital mal gestionado sería la ruina de la gente del pueblo que, trabajando para él, lograban su sustento.

En aquellos años, si eterno eran los días en los que veía cómo su marido se apagaba poco a poco como una vela, más eternas eran las noches añorando el placer que él le daba. Mas nunca, por más que la lujuria campara por su cuerpo, le fue infiel. Hasta el día de su muerte.

Si el día que salió del prostíbulo le hubieran dicho que sentiría tanto la muerte de don Carlos, no se lo hubiera creído. Quedó destrozada, pero por respeto a su marido, sacó fuerzas de donde no las tenía y dirigió sus negocios todo lo mejor que pudo, como a él le hubiera gustado.

Pero a sus espaldas solo acumulaba treinta y cincos años. Y como toda mujer, tenía sus necesidades: sus pechos pedían ser acariciados, su culo era una bestia pidiendo guerra y, sobre todo, su chocho necesitaba ser profanado por una húmeda lengua.

Cansada de masturbarse, un día decidió que ya era hora de que le regaran el huerto, y para ello quién mejor que el jardinero. El hombre demostró tener más ganas que ella de una sesión de sexo.

Aunque disfrutó de los placeres de la carne con el embrutecido jardinero, la discreción no era una de las cualidades de su improvisado amante.

A los pocos días, todo el mundo en el pueblo era conocedor de su desliz. Y todo el mundo, incluía a la traicionada esposa.

En aquel momento, la Señora Eulalia descubrió el poder de la riqueza en toda su magnitud: pese a que todos murmuraban, como siempre, a sus espaldas, nadie le hacía un mal gesto, aunque, como en el caso de la mujer del jardinero, la rabia se la reconcomiera por dentro.

Si bien las miradas reprobatorias no cesaron, a la acaudalada dama no le molestaron, parecía gustarle ser el centro de atención de todos. De las mujeres, por la envidia y rabia que les suscitaba, y de los hombres, por el deseo que despertaba en ellos.

Nunca le habían gustado las mujeres de aquel pueblo. Le recordaban a su madre, débiles y meras marionetas en manos de sus hombres, los cuales tejían su destino, fibra a fibra, como si aceptaran, complacientemente, su condición de ciudadanas de segunda.

Un inesperado sentimiento comenzó a nacer en ella. Todo el odio y resentimientohacia su madre lo volcó en las comadres y cotillas del pueblo.

Una a una, fue investigando a las mujeres de sus trabajadores, tanto más la criticaban, más interés fue poniendo en sus esposos. Daba igual que fueran feos, gordos, de penes pequeños… Ella, con el único propósito de hacer daño a sus mujeres, los hacía pasar copiosamente por su entrepierna, hecho al que, dicho sea de paso, ninguno ponía ningún reparo.

Como si de un reto personal se tratara, copuló con todos los varones del pueblo; la escusa siempre era la misma, hacer una chapuza en la mansión que su marido le había dejado en herencia.

Su fama y maestría alcanzó tal renombre en la comarca, que jóvenes de otras localidades venían a solicitar un empleo. La entrevista personal a los que lo sometía la señora Eulalia, pocos la superaban, pues en escasas ocasiones, la ardiente adinerada quedaba satisfecha.

Era tal su empeño, en probar todos y cada uno de los hombres del pueblo, que hasta yació con el párroco. Aunque esto último no era muy difícil, pues este el voto de castidad, se lo pasaba por el arco del triunfo y más de una de las habitantes del pueblo, para poder purgar su alma, conoció de penitencias, que no eran dictadas por las sagradas escrituras.

Pero tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, y si uno acaricia al demonio, lo más normal es que sus pecados salgan a relucir.

Y no había manifestación más clara, que la prominente barriga de Rosarito, la hija del carnicero. La pobre, soltera y sin novio conocido, al ritmo de dolorosos golpes, confesó el modo y forma, en que había perdido la honra.

Se armó la de Dios es Cristo. No solo el cura había profanado el cuerpo de la virtuosa joven, sino que cuando se enteró de su estado, tuvo la osadía de proponer que se deshiciera de la criatura, utilizando para ello métodos poco ortodoxos.

Muchas tuvieron que ser las manos que frenaran la furia del carnicero. Muchas fueron las voces que se alzaron contra el hipócrita sacerdote.

Al poco, la archidiócesis retiró a don Anselmo de la parroquia, enviando automáticamente a su sucesor: El padre Gonzalo.

En contraste con el cincuentón y demacrado padre Anselmo, el nuevo párroco era una delicia para los ojos. Como mucho llegaría a la treintena, de negros cabellos y piel oscura, atractivo hasta decir basta y un porte, que hasta debajo de la sotana, se percibía su virilidad.

El recelo de los vecinos hacia el nuevo cura, después de lo sucedido, era de lo más evidente. Pero los contundentes argumentos que dio el Obispo al alcalde, apaciguaron a los intranquilos parroquianos: “Conozco muy bien al padre Gonzalo y pongo la mano en el fuego por él, pues lo último que hará, será romper el voto de celibato con una parroquiana y mucho menos, dejarla embarazada”.

El comentario del Obispo se expandió como la pólvora. Tanto, que llegó a oídos de la sensual hacendada. Fue escuchar el comentario de boca de una de sus sirvientas, y la Señora Eulalia no pudo reprimir las ansias de conquistar aquel inaccesible territorio.

Tras urdir un plan, ordenó a su sirvienta que le preparara la ropa de luto. A la criada le pareció extraño que retomara este tras cinco años, pero temiendo cualquier mala contestación por parte de la atractiva dama; guardo silencio.

Mientras la señora aguardaba el traje negro y el velo, se fue desvistiendo. A pesar de que eran cuarenta años los que habían pasado por el cuerpo que estaba ante el espejo, su atractivo era evidente. Sus grandes pechos no habían perdido firmeza, su cintura era pequeña como la de una adolescente (de esas que no lesda por atiborrarse de comida basura y pasar todo el día ante la tele), sus caderas y su trasero seguían despertando todo tipo de deseos. Pero quizás lo que más llamaba la atención de la sensual madura, era su rostro. Este no había perdido la belleza de antaño. En él, se pintaba el paso de los años, dándole un aire de sabiduría y saber hacer, del que la juventud carece.

Si esto último se trasladaba al terreno del sexo, no era extraño, que la señora Eulalia, fuera levantando banderas de todo tamaño y edades, por donde fuera que pasara.

Ataviada con el plañidero uniforme, dio orden a su chófer de que la llevara a la iglesia. Una vez allí, se dirigió al confesionario, donde aguardo su turno.

-Ave María purísima- la voz del eclesiástico era ronca y viril

-Padre, confiéseme porque he pecado.

-Desahógate hija, el señor sabrá escucharte.

La señora Eulalia, tirando de su incontable manojo de recuerdos sexuales, relató al cura con pelos y señales uno de sus encuentros con el fontanero, quien dado lo bien que usaba su tubería, la había dejado más que satisfecha en alguna que otra ocasión.

Fue tanta la pasión que la cuarentona puso a sus palabras, que el joven cura comenzó a sudar, a la vez que sentía cómo una tienda de campaña se levantaba en su entrepierna.

Tras encomendarle la penitencia de rezos pertinentes y pedirle que fuera con Dios, el padre Gonzalo se marchó a sus dependencias, donde movido por el deseo que la viuda había despertado en él, tuvo que masturbarse.

La astuta mujer, consciente del deseo mundano que había provocado en el hombre de Dios, sonrió para sus adentros y se dijo: “Pues esto no ha hecho más que empezar, querido párroco”

El pobre cura, tras caer en los pecados de la carne, comenzó a azotarse la espalda con una fusta. Pero no era muy amigo del castigo corporal, y al poco, terminó rezando una serie de rosarios interminables, con los que dio por zanjada su cuenta con el altísimo.

En los días que siguieron, la señora Eulalia volvió a repetir su perorata de pecados inconfesables. En cada una de ellas, como si fuera una especie de competición, la atractiva viuda iba subiendo la temperatura de sus historias, y si en las primeras confesiones no explicitaba el acto sexual, a la vez que el número de estas iba en aumento, desgranaba los pormenores de sus pecados, de la manera más minuciosa.

Cuanto más caliente era lo que relataba la viuda, más dura se ponía la picha del cura.

Y al final, el gozo de ella por hacer hervir la sangre del párroco, sólo era comparable a la fuerza con la que el párroco exprimía su miembro viril. Eso sí, cada vez la liturgia de sus rezos era más larga.

El padre Gonzalo comenzó a sentirse mal cuando veía a la madura hacendada, aguardando su turno frente al confesionario.

Pero el pobre hombre de Dios, por mucho empeño que ponía, no podía reprimir que su estado de ánimo se tornara en lujuria, cada vez que escuchaba los pormenores de las historias de la viuda.

Siempre la rutina era la misma, o escogía horas en las que no había nadie en la iglesia o esperaba a ser la última persona en confesarse. Su único objetivo no era otro, que quedarse a solas con el religioso e intentar que este sucumbiera a los placeres carnales.

Pero, un día y otro, el atractivo cura ignoraba los encantos de la Señora Eulalia, la cual cada día terminaba más caliente, y desfogaba sus deseos con su chófer en el garaje.

Llegaba la Romería al pueblo, la virgen hacía su camino desde la iglesia hasta la ermita en las tierras de la Señora Eulalia. Los hombres preparaban los carros y los bueyes para tal ocasión, mientras las mujeres engalanaban la ermita para la llegada de la madre de Dios. Todos y cada uno de los habitantes del pueblo, tenían puesto sus cinco sentidos en el religioso evento. Todos menos la rica hacendada, que aprovechando la indefensión del clérigo, le iba a hacer una última y definitiva visita.

En sus primeras confesiones, la Señora Eulalia era bastante comedida; contaba sus pecados a don Gonzalo sin entrar en lascivos detalles.

A medida que fue avanzando en el relatar de sus correrías y viendo que sus pecados no hacían mella en el cura, fue aumentando la explicitad de sus palabras. Si en un principio, evitaba decir palabras soeces y demás, a la vez que fue internando al clérigo en sus vivencias de alcoba, fue subiendo el tono de su lenguaje, el cual rozaba muy de cerca lo chabacano.

Aquel día dejó que el Boccacio que llevaba dentro, fuera sustituido por una verdulera mal hablada. Si con su “elaborada” confesión no conseguía descubrir lo que había bajo la oscura sotana, nada lo haría. Se ató los machos bien fuerte y puso toda la carne en el asador.

-Ave María Purísima.

-Sin pecado concebida.

-El señor esté en tu corazón para que puedas arrepentirte humildemente de tus pecados.

-Padre, perdóneme porque he pecado.

-¿Otra vez, has vuelto a caer en los pecados de la carne hija mía?- la voz del padre Gonzalo sonaba como un poco enfadada y sus palabras estaban cargadas de una clara reprimenda.

Estas, a la poco creyente de la Señora Eulalia, le resbalaron como agua de lluvia. Y haciendo uso de todas sus dotes para la actuación, continuó con el plan previamente establecido.

-Sí, pero es que es superior a mis fuerzas, no puedo evitarlo. Es ver un hombre y me siento, como si estuviera poseída por Lucifer- al decir esto, la mujer puso voz sensual y pasó provocativamente las manos por su vientre.

-Pero, esto no puede seguir así. Los hombres con los que yace, están unidos en sagrado matrimonio.

-Esta vez, estaban solteros… Bueno, el tercero de ellos era viudo.

-¿Tres?- Los ojos del cura parecían que se quisieran salir de sus cuencas. Un frío sudor le empezó a recorrer la espina dorsal, temeroso de que al cumplir con su deber, no pudiera evitar el pecado capital de la lujuria.

-Sí, Manuel el carpintero y sus dos hijos, Fabián y Manolín. Toda la culpa la tiene lo cochambrosa que está la casa que me dejó mi marido, que Dios lo tenga en su gloria. Cuando no es una cosa, es otra la que se avería.

«Las tablas de la biblioteca se estaban apulgarando y hacía falta arreglarlas urgentemente. Como tenemos la romería de nuestra Señora del Quinto Suspiro encima, para que la reparación no le cogiera durante la fiesta, Manuel se trajo a sus dos hijos. Mira que evite acercarme a donde faenaban, pero no pude. El demonio de mi interior era superior a mis fuerzas. Fue verlos allí trabajar y comencé a recordar los momentos que había pasado con cada uno por separado. Sí, padre, he fornicado con los tres… ¡No soy yo, es el demonio de mi interior!»

A pesar de que la interpretación de la viuda era bastante buena, no podían ocultar la pasión en sus ojos. Por alguna extraña razón, aquel lujurioso brillo en la mirada de la madura acaudalada no tenía repercusión en el atractivo párroco.

-Mis pasos me llevaron por las dependencias en las que estaban trabajando. Era curioso, pero nunca había caído en la cuenta lo enorme que era aquel sitio. Las estanterías podrían tener unos dos metros de alto y no llegaban al techo. En el centro de la sala, habían como unas seis mesas de despacho; por lo que se veía, mi marido, en los principios de la fábrica, celebraba las reuniones de empresa allí.

«Mirar a los viriles machos sudar a borbotones, hizo que un fuego comenzara a crecer en mi vientre. Ver a los tres fornidos hombres realizando sus tareas, envuelto en sus uniformes de trabajo, con la masculinidad saliendo a borbotones por cada uno de sus poros, despertó mis más bajos instintos…Su sola visión, logró excitarme en demasía. Y sin pensármelo, fui a mi habitación a ponerme algo más ligero: un vestido rojo que guardo de mi época en el burdel, llamé al mayordomo y le ordené que nadie del servicio entrara en la biblioteca. Tras esto, me miré en el espejo; la tela se marcaba en mi cuerpo como una segunda piel, levantando mi pecho y mostrando mi trasero en todo su esplendor- la mujer, en su afán de provocación, acariciaba sus pechos de manera evidente.

El vestido me quedaba perfecto, solo tenía una pequeña pega: se me marcaban las bragas. Así que decidí quitármelas.

Una vez llegué a la biblioteca, el padre y sus dos hijos detuvieron sus quehaceres y pusieron sus cinco sentidos en mí.

Yo, por mi parte, lancé una visual a cada uno de ellos. He de reconocer que Manuel y sus hijos son unos hombres toscos y sin modales, pero eso que para cualquier dama pudiera ser un defecto, en mí, despierta las mayores de las pasiones. Solo el elucubrar lo que podía llegar a hacer, hizo que mi chochete se humedeciera.

Mientras hablábamos de los pormenores de la tarea encomendada, no pude evitar observarlos detenidamente. Manuel, a pesar de sus cuarenta y pocos años, se conserva bastante bien; el trabajo físico le hace más bien que mal. Su pecho y sus brazos, sin ser los de un adicto a las pesas, les dan un aire de macho castigador. ¡No sabe padre, cómo me pone los vellos que rebosan por el pico de su mono de trabajo!

Fabián, el hijo mayor, es un vivo retrato de su padre pero con veinte años menos. No es que sea muy guapo, pero tiene un aire canalla que da que pensar lo entretenido que puede ser en la cama. Y por las veces que he pecado con él, padre, puedo dar fe, de que una no se aburre con el muchacho.

Manolín, el menor de los dos, a sus dieciocho años parece bastante más crío. A pesar del trabajo físico, su delgadez es tal, que los pocos músculos que luce, se localizan en sus brazos. Es tan diferente a su hermano, que nadie diría que es hijo del carpintero. Pero yo que lo he visto desnudo y con su tranca mirando al techo, puedo decir que es digno heredero de su padre. ¡Pobre Manolín, la vez que estuve con él, se corrió nada más tocarlo! Y es que creo, que fui la primera mujer que practicaba el sexo con él. »

La Señora Eulalia, a la vez que avanzaba en su relato, se sentía más cómoda y desplegaba todas sus técnicas de seducción.

Por el contrario, el padre Gonzalo cada vez estaba más molesto con las ya habituales confesiones de la viuda. Un nerviosismo comenzó a recorrer todo su cuerpo, y sus manos se pusieron a sudar de forma desmedida.

-Con la excusa de que tenía que consultar unos libros,-prosiguió la ardiente dama- me senté en una de las mesas de la biblioteca. Concretamente en la que estaba más a la vista de los tres hombres.

«Tras unos minutos de fingir que leía algo y cuando vi que Manolín se agachaba por unos maderos, abrí mis piernas dejando ver perfectamente mi rasurado coño.

Los ojos del muchacho parecían que se iban a salir de sus cuencas. Seguí mirándolo de reojo, mientras hacía ver que leía el libro. De manera disimulada y casual, llevé una mano a mi raja y comencé a acariciar los labios de mi sexo.

El muchacho se quedó como petrificado. Fue tal su ensimismamiento, que fue percibido al instante tanto por su hermano, como por su progenitor.

Al ver con el descaro que me acariciaba la vagina, Fabián y Manuel se miraron con complicidad y apartaron al unísono los maderos con los cuales estaban trabajando.

La siguiente imagen que recuerdo de los dos hombres, es la de estos avanzando hacia mí, tocándose su tranca por encima del mono de trabajo.

Al poco, ambos flanqueaban mi cuerpo con los suyos. Sin reparos de ningún tipo, mis manos fueron hacia las prominencias de su entrepierna.

Por el rabillo del ojo, observé a Manolín, el pobre estaba tan excitado como sorprendido. A diferencia de su hermano, seguro que no había compartido con su padre la confidencia de nuestro polvo, y en caso de que ignorara si sus dos familiares habían yacido conmigo, la evidencia se lo estaba descubriendo.

Hice un gesto a Manuel para que invitara al chaval a unirse a nosotros. Este no se hizo esperar y mis manos, al poco, dividían sus caricias entre las tres erectas pollas, que reclamaban de manera ferviente, salir de una vez de su envoltorio.

No me hice de rogar más y saqué al aire la polla de Manuel. ¡Me encanta el cipote de este hombre! No es que sea bestialmente enorme, es su erección y dureza lo que la distingue de otras. Aunque lo más llamativo es su capullo color canela y esa vena hinchada y morada como un obispo, que recorre todo su tronco. La agarré fuerte y acaricié delicadamente su vigor.

Acto seguido, hice lo mismo con Fabián. El aparato de este muchacho no tiene nada que envidiar al padre. Si me apura usted, diría que es más largo que el de Manuel. Al tocarlo, pude sentir cómo su capullo desprendía líquido pre seminal; ¡el poder de la juventud! Estuve tentada de lamerlo y saborear el exquisito manjar, pero no quise parecer impaciente y me contuve.

El último en sacar su pájaro al aire fue Manolín. La actitud sumisa y tímida de este chico hacía que mis pezones se pusieran duros y mi coño se humedeciera por completo. Lo observé mientras le bajaba la cremallera de su uniforme de trabajo, estaba rojo como un tomate; por su actitud pudiera parecer que estaba disgustado por la situación, pero su recto pene, decía todo lo contrario. Lo acaricié levemente y sin más preámbulos me lo metí en la boca; de su garganta escaparon unos bufidos de placer.

Mientras sumergía la polla del joven en mi boca, su padre y su hermano se desprendían de sus ropas. Ante mis ojos, se mostraron dos hombres fornidos y peludos. Manuel tenía un poco de barriguita, pero el canalla de Fabián era puro musculo.

Dejé de chupar el miembro del menor de los hijos y dirigí mis pasos de forma insinuante hacia los despelotados machos. Como si de un striptease se tratase, me quite el ajustado vestido, mostrando mi desnudez, a la vez que contoneaba mis pechos y mi cintura. »

La ardiente viuda detuvo por unos segundos su relato; observó al clérigo, este sudaba como un cerdo y por la tienda de campaña que se evidenciaba bajo su sotana, estaba empalmado como un mulo. Se mordió levemente los labios y prosiguió con su historia:

-Me agaché impúdicamente ante ellos. Y sin dudarlo, me metí el nabo del padre en la boca. Al principio le regalé unas suaves y leves mamadas, para terminar metiéndome el enorme carajo, hasta que mi garganta hizo de tope. Al mismo tiempo que propinaba la esplendorosa mamada a Manuel, pajeaba a su hijo Fabián.

«Al poco, sentí cómo unas sudorosas manos acariciaban mis pechos: Era Manolín, quien tras quedarse en pelotas, había echado arrestos y se había unido al grupo.

Padre, sé que no debería decir esto, porque era como un títere en manos de Belcebú, pero he de reconocer que nunca me había sentido más cerca de Dios que en aquel momento. Estaba en la Gloria. »

-¡No blasfemes hija!- la amonestó el padre Gonzalo.

-No era mi intención, pues ya le digo, cuando me encuentro en ese estado, estoy como poseída por el demonio. ¡Fíjese, hasta que tal punto llegué a no ser dueña de mis actos! – se justificó con una inocente voz, la pérfida mujer, para proseguir con su historia como si tal cosa -Al mismo tiempo que chupaba el pirulí de Manuel, acerqué el de su hijo Fabián a mis labios y comencé a dar una fervorosa mamada a ambos.

«Manolín, por su parte, se había adueñado con una mano de mis tetas y la otra la había bajado hasta mi coño, donde empezó un salvaje mete y saca con sus dedos.

Estaba fuera de mí, si el sabor de un nabo me parecía exquisito, el del otro más. Hubo un momento en que la polla del padre y del hijo compartieron al unísono los placeres de mi boca. ¡De qué manera se estaba trabajando el niñato con sus dedos mi coño!

Como no quería que se corrieran todavía, aparté suavemente la mano de Manolín y me levanté. “Ahora, Manuel, creo que tú deberías devolverme el favor”- le dije mientras me tendía sobre una de las mesas de la biblioteca y le mostraba mi jugoso coño abierto de par en par.

Al poco, su lengua se hundía en los pliegues de mi vagina. Suavemente replegó el capuchón, hasta que el clítoris estuvo parcialmente expuesto. Jugueteó con su lengua sobre él, para a continuación repetir sus movimientos de manera rápida y generosamente, variando la intensidad y movimiento de cada uno de ellos, y haciendo pausas, entre cada embestida de la lengua.

Mi cuerpo, tras unos minutos intensos de estimulación oral, alcanzó el primero de los muchos orgasmos de aquella tarde.

No me había recuperado del placer, que de forma sublime me habían proporcionado. Cuando fui consciente de la presencia de los dos jóvenes a mi lado, se habían colocado estratégicamente uno a cada flanco de mi persona.

Sin meditarlo, me introduje la polla de Fabián en la boca, a la vez que le pedí a su padre, que prosiguiera con el prodigioso trabajito que me estaba practicando. “Dese la vuelta señora”- me dijo con esa voz gruesa que se gasta. Aunque no soy muy dada a obedecer hombre alguno, su petición bien lo merecía.

Me coloqué en pompas ante el cuarentón, el cual seguía agachado tras de mí. Al poco sentí cómo su rasposa lengua acariciaba mi sexo, mientras yo me deleitaba con el sabor de los penes de sus hijos.

Todo el placer que el padre me proporcionaba con su lengua, repercutía en las enormes pollas de los chavales. Con el mismo primor que su progenitor pasaba la lengua por mi mojada raja, yo chupaba sus erectos cinceles de carne.

Hubo un momento, en el que Manuel, comenzó a repartir su lengua entre mi chocho y mi ano. Creí que tocaba el cielo… ¡Perdóneme padre, pero es lo que tienen los placeres mundanos! »

El párroco no dijo nada, se limitó a mirarla con un gesto serio. Un sentimiento contradictorio anidaba en el pecho del joven cura; por un lado, quería que la adinerada señora terminara de una dichosa vez con su confesión, por otro, la pasión se había apoderado de su entrepierna y ansiaba conocer cómo concluiría el momento sexual con la familia de carpinteros.

-Alcancé por segunda vez el orgasmo, la maestría de Manuel con su lengua era comparable a la de mi difunto esposo. ¡Dios lo tenga en su gloria!- al decir esto último, la señora Eulalia levanto la mirada hacia el cielo y se persignó con solemnidad – Mientras llegaba al éxtasis, mi pasión para con los nabos de sus hijos se acrecentó de tal manera, que los jóvenes se corrieron casi al unísono sobre mi rostro.

«Todavía retumbaban en el ambiente los quejidos placenteros de los dos hermanos, cuando sentí que su progenitor empujaba su salchichón sobre mi coño. Una vez comprobé que se había puesto un preservativo, dejé que introdujera su gran trozo de carne en mi vagina.

Yo creo que los hombres, tienen diversos modos de practicar el sexo, acorde las distintas etapas de su vida. La pasión y ganas que emanan en la juventud, contrasta con la maestría y el buen hacer de la madurez. No se le pone la picha tan dura, pero… ¡Dios mío, que bien hacen las cosas!

El carpintero, a sus cuarenta años, es todo un maestro en su oficio… y en la cama, no se queda corto.

Sentir cómo entraba y salía aquel trabuco de mí, me estaba proporcionando un placer como hacía tiempo no sentía.

Lancé una rápida mirada a sus retoños. Estos a pesar de haber eyaculado seguían con el cipote tieso como un palo. Mientras soportaba los placenteros envites, alargué mis manos hacia ellos, en pos de acariciar sus miembros. Los dos hermanos se miraron con una sonrisa pícara y, tras esto, se acercaron raudos a mí.

En la postura en la que estaba, de pie ante la mesa con la espalda levemente encorvada hacia atrás, no podía acceder al manjar de sus miembros. Los muchachos, conscientes de ello, se subieron sobre la mesa, colocando sus ya más que erectas pollas, una a cada lado de mi rostro.

Cuando más entregada estaba a la salvaje penetración que me estaba efectuando el rudo carpintero, él me sacó su instrumento de golpe. Lo que hizo a continuación me intranquilizó un poco, pues se puso a acariciar con la punta mi orificio anal, lo impregnó de mis jugos vaginales y como el que no quiere la cosa, comenzó a dilatar poco a poco mi ano con su glande. Una vez consideró que aquello estaba preparado para albergar su carajo en todo su esplendor, lo empujó concienzudamente a su interior.

Una sensación igual de placentera que dolorosa invadió todo mi ser, mi culo ya había sido atravesado por otras pollas, pero la de Manuel era más gorda de lo habitual y me molestó un poco.

Pasado el momento inicial, mi esfínter se acomodó al tranco del carpintero y la satisfacción campó a sus anchas por todo mi cuerpo. »

La viuda puso tal pasión al describir las vicisitudes del sexo anal, que Don Gonzalo, quien ya se encontraba bastante alterado de por sí, sintió cómo su polla babeaba bajo la sotana. Y es que el párroco, muy a su pesar, tenía una erección, de padre y muy señor mío.

-Lo peor del sexo anal, es el poco aguante que tienen los hombres con él. No había ni comenzado a disfrutar de sus salvajes arremetidas y sentí cómo el hombre se movía de manera convulsiva, a la vez que profería un estruendoso: « ¡Me corro!»

«Mi disgusto, al ver cómo sacaba su verga de mi interior, fue más que evidente. El tosco carpintero, mirándome con ojos de cordero degollado, me dijo: “No se preocupe doña, ahora uno de mis hijos me sustituye”.

Hice que Manolín, tras ponerse un profiláctico, se tendiera de espaldas sobre la mesa. Como discerní, que meterme su miembro viril por mi orto, iba a ser tarea harto difícil para el inexperto chaval, clavé su verga en mi coño. A pesar de lo placentero del momento, Manolín no le llegaba a su padre, ni a la suela de los zapatos.

Creo que Manuel se percató de ello, pues cuchicheó algo a su hijo Fabián, el cual ni corto ni perezoso se dispuso a hacer lo que le sugirió su progenitor.

Súbitamente su polla invadió mi orto, aún dilatado por la follada que me había metido su padre. Al poco, los miembros de los muchachos entraban y salían de mi cuerpo de una forma que rozaba la perfecta sincronización.

Mi cuerpo llegó de nuevo a un placentero orgasmo. Mientras los muchachos, cual dioses helénicos, cabalgaban sobre mi cuerpo…»

-¡Basta ya! –la voz del cura sonó como un estruendo- No creo que existan ningún acto de contrición, que pueda compensar tus faltas de hoy, hija mía.

-¿Entonces, no puede salvar mi alma de mis pecados?- la voz de la Señora Eulalia sonó apagada y dubitativa, como si realmente creyera lo que estaba diciendo.

-Para ello, hija, debería existir por su parte, un deseo de redención y de arrepentimiento del pecado. Y eso, Eulalia, no lo veo en ti.

La viuda se quedó sin palabras ante la aseveración del eclesiástico. Este, tras imponerle la correspondiente penitencia, dejó a la señora arrodillada ante el confesionario, sumida en una interminable plegaria de oraciones.

Fue ver entrar al párroco en sus dependencias, la astuta viuda dejó sus rezos y se fue tras sus pasos.

Cuando el joven cura vio a la señora Eulalia entrar en sus habitáculos privados como San Pedro por su casa, la perplejidad invadió su rostro.

-¿Qué desea, hija? ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

La mujer, consciente de que era ahora o nunca, miró al cura indecorosamente y sacando sus voluptuosos pechos hacia delante, dijo con una voz que rozaba lo sensual y soez a la vez:

-¡Fólleme, padre!

La expresión del hombre de Dios, al oír aquello, era una amalgama de terror, sorpresa y estupor. Retrocedió ante ella, como si del mismo Satanás se tratase.

-¿¡Qué dice señora !? – Sus palabras estaban impregnadas de una evidente ira- ¿Es que acaso no respeta usted mis hábitos?

La brusquedad de las palabras de don Gonzalo, apagaron de cuajo la pasión que bullía en la Señora Eulalia.

Como pocas veces en su vida, la prepotente viuda se quedó sin saber que decir ni qué hacer. El sonrojo visitó su cara para quedarse, avergonzada y rechazada, abandonó la habitación con el mismo ímpetu que entró.

A pesar de su bochorno, la adinerada mujer estaba indignada a más no poder. Todas sus triquiñuelas, todas sus técnicas manipuladoras… No le habían servido de nada. Pues no había conseguido su propósito: tener sexo con el joven párroco.

Bueno, si a hablar de sexo le llamamos “sexo oral”, puede que sí. Pero eso a la buena dama, acostumbrada a salirse con la suya, no le pareció suficiente.

Al mismo tiempo en que una frustrante ira paseaba por su cerebro y diseñaba un plan para hacer pagar la ofensa del joven eclesiástico, en su mente elucubraba cómo sería su encuentro esa tarde con Manuel, el carpintero… La reforma en la biblioteca estaba terminada y antes de pagarla debería darle el visto bueno.

Sólo pensar en volver a ser clavada por aquel salvaje semental, hizo que mojara sus bragas. Estaba claro que Manuel, a diferencia del mojigato de don Gonzalo, sí gustaba de darle a su coño el uso que se merecía…

Con la mente puesta en la buena polla de su ocasional amante, abandonó la Iglesia.

Tras ella, dejaba un pensativo siervo de Dios, al que la culpa lo aplastaba como al joven titán Atlas, el peso del mundo.

Verse agredido por la mandamás del pueblo lo había tranquilizado. Su mal no lo llevaba escrito en la frente, como decía su padre.

Su buen padre, quien desde que supo de su vergüenza, no hizo otra cosa que tratarlo como un apestado. Por él, consagró su vida al altísimo, por él, y para callar cuchicheos a sus espaldas.

Para tranquilizar su alma pecadora, se puso a rezar el rosario no había llegado ni a los primeros diez Avemarías, cuando su pensamiento comenzó a ser invadido por las historias de la viuda.

Sin querer, su polla se le puso dura cual sirio, su erección era tal que rozaba lo doloroso. Acarició su miembro tímidamente y aunque sabía que lo que hacía era pecaminoso, el solo pensar en las diversas posturas en las que la viuda había practicado el sexo con el carpintero y sus dos hijos, le tentaba a sacar su instrumento del pecado al aire.

Tras una conflictiva lucha consigo mismo, se sacó su babeante polla y la aporreó como si fuera una zambomba. Mientras se procuraba el solitario placer, sus pensamientos no estaban en las curvas de la sensual Eulalia, su imaginación se centraba en los cuerpos desnudos del carpintero y sus vástagos. Imaginando cómo sería tener el nabo de uno en su boca y el cipote de otro en su culo, alcanzó el orgasmo y derramó la prueba de su pecado, sobre la alfombra de la habitación.

No había rechazado a la señora Eulalia por hacer honor a su celibato: la había rechazado porque no sentía ninguna atracción hacia ella. De hecho, nunca había visto la belleza femenina de manera diferente a la que había visto un cuadro, era algo digno de admirar, pero no despertaba su pasión.

Tras sus primeros escarceos juveniles, su padre decidió que la única manera de limpiar su buen nombre, era haciendo la carrera del sacerdocio.

Lo que ignoraba su padre es que más pronto que tarde, la fe no supliría sus carencias corporales y en vez de salvar el buen nombre de su familia, había conseguido hacer de su hijo un desgraciado. Con sotana, pero un desgraciado al fin y al cabo.

Limpió las pruebas de su pecado y prosiguió con su rezo. Aunque sabía que lo que había hecho estaba mal, también era conocedor de que no se había salido de las directrices que le marcaron sus superiores: “No debes caer en los pecados de la carne como lo hizo tu antecesor, y mucho menos, dejar en cinta a una feligresa. El honor de nuestra iglesia está en tus manos”

Lo que ignoraba Gonzalo, es si el Obispo, cuando habló con el alcalde y dio fe de la ejemplaridad del nuevo párroco diciendo aquello de: “Lo último que hará será romper el voto de celibato con una parroquiana, y mucho menos, dejarla embarazada”, era conocedor o no, de su “pecadillo”.

In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amén.

Silvia, la mama de Isaias

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Eran las 6 de la tarde hacia calor y estaba aburrido en casa, a mis 14 años lo que menos quería es estar en la casa , salía a dar una vuelta agarre mi bici y me acorde de mi amigo Isaías, el vivía a una cuantas cuadras de mi casa y siempre estaba solo.

Yo soy un chico de estatura media, delgado , moreno claro nariz fina labios ligeramente carnosos , cabello ondulado y llevaba una bermuda blanca con una camisa roja y sandalias cafe

Llegue a su casa y toque la puerta…

Abrió su mama escondida detrás de la puerta

–Que paso Buscas a Isaías??

-Si, esta?

–No fíjate que salió con su papa y no se a qué hora regresen…

Sus papas estaban divorciados y de ves en cuando venia su papa por el…

-mmm… está bien, le dice que vine?

–si claro Gerardito

Se retracto al ver mi cara de que no me gustaba que me llamaran asi…

–perdón Geraaardo.. (dijo alargando mi nombre como burlándose)

-gracias ¡ hasta luego.

Me di la media vuelta y me fui…

Agarre mi bici y justo cuando me iba a montar oí que me llamaba…

Gerarditooooo!

La señora era muy guapa a sus cuarenta y tantos que tenia estaba muy bien, ella era blanca de 1.60 y con pelo semi-ondulado castaño y muy bien cuidado tenia unas tetas mas o menos grandes pasada como por 3 kilos lo que la hacia ver demasiado rica sus piernas muy torneadas por el ejercicio que hacia y ella siempre se había preocupado por la amistad de su hijo conmigo y cada ves que estábamos en la casa nos atendía de la mejor manera.

Así que sonreí, sabia que lo hacia por molestarme…

Regrese hasta la puerta y pregunte

-Que paso?

–esq. fíjate que te quería pedir una favor sote, será que puedas..?

-si claro dígame, (conteste haciéndome el educado)

–Es que fíjate que no tengo crédito en el celular y quería saber si tú podías ir a ponerle tiempo aire

-Si , cuanto quiere que le ponga?

–100 esta bien.

Se dirigió hacia una mesa pegada a la pared , para verla yo tenia que hacerme tantito ala derecha ya que desde que abrio mantenia la puerta semi cerrada…

Llevaba una toalla blanca que le llegaba hasta los muslos , mi corazón se acelero bastante…al parecer se iba a bañar

voltio sin esperármelo y me cacho con el cuerpo inclinado para verla

me regrese lo más rápido posible a mi posición detrás de la puerta , no sin antes maldecir el hecho de que me viera…

Regreso y me dijo

–toma, mi numero y el dinero

-si , voy rápido

–no, tomate tu tiempo no me urge, me voy a meter a bañar asi que te dejo la puerta sin seguro para que entres y me dejas el cambio en la mesita ok?

-si , ok

–Gracias Gerarditoo

Esta vez no hice gesto alguno, solo acepte mi inmadurez y seguí mi camino …

Agarre mi bici me subí (lógico) y me fui lo más rápido que pude no tarde ni 5 min cuando ya estaba de regreso en la puerta de la hermosa señora…

Abrí, fui a la mesa y deje el cambio… oí la regadera en la parte de arriba, mi cuerpo empezó a recorrerlo un raro estado de miedo, adrenalina , lujuria, excitación , todo en un solo instante…

Recordé que la mama de Isaías siempre lo regañaba por dejar el baño mojado por no cerrar bien la cortina del baño, mi idea fue abrir la puerta y ver atreves de la cortina de baño que era semitransparente a la mama de Isaías…

Empecé a dirigirme hacia la puerta del baño , y conforme mas avanzaba mas sentía la sangre correr por todo mi cuerpo, que haces? Me llego el pensamiento el cual ignore completamente… para mi era la mejor idea de mi vida

me sentía james bond en una misión especial…me pegue ala puerta agarre la cerradura y empecé a abrirla muy lentamente …

Click…sonó esa maldita puerta al menor intento de abrirla, me quede pasmado…y rápidamente se dejo de oir la regadera, trágame tierra pensaba…. Baje lo mas rápido posible sin hacer ruido hasta llegar ala sala y me senté en un sillón y trate de actuar lo mas normal posible…

–hace cuanto llegaste? (fue su primer pregunta directa hacia mi, mientras me miraba fijamente a los ojos) al parecer salió lo mas rápido posible también

Al voltear vi que estaba toda mojada, envuelta en la toalla, no se había secado con tal de cacharme pensé…

-eh…este como hace …ahorita no tiene mucho…(conteste)

–subiste de casualidad????(fue su segunda pregunta directa sin pestañear)

-no para nada… como cree le decía mientras mi frente sudaba todo lo que podía,

–mmm es que oí un ruido allá arriba y pensé… que , tal ves tu… no nada olvidalo…

-bueno …(estaba en total shock, no sabia que decir , que hacer)

–Por cierto que haces aquí sentado?

-yo ..eh… me dio cosa dejar la casa abierta así que me quede para asegurarme que no se fuera a meter alguien …

–míralo (decía en tono burlón) que lindo, que caballeroso, niños como tu faltan en esta zona, porque luego hay cada niño, que nada mas anda viendo a ver que ve! Pero bueno ya baje ya le puedo poner seguro ala puerta…

- es verdad,–dije mientras bajaba la mirada

– que pasa? Porque esa cara (me dijo al ver mi cara calizbaja)

(Se me ocurrió decirle que en mi casa había problemas)

-no , nada en especial (le decía mientras me levantaba del asiento)

–aaaah no ahora no te vas hasta que me digas porque esa cara( me decía mientras me tapaba el paso a la puerta)

-es que en mi casa estaban peleando así que me Salí, pero creo que tendré que regresar …

Se quedo pensativa por un momento

–bueno, me hiciste un favor , porque no te quedas un momento , apenas voy a comer…

-en serio?

–si o ya comiste?

-no , aun no .

–ahí esta favor con favor se paga

-Voy a terminarme de bañar y regreso, vale?

– si señora aquí la espero,

–mmm otra ves que me digas señora y te mando a tu casa (me sonrio)

(Dudando de si estaba bien le dije por su nombre) –si ,Silvia…

me contuve de no voltear a ver como subía por las escaleras, no quería que se molestara o incomodara, todavía que me daba lugar en su casa…

tardo como 5 min en bajar, yo seguía sentadito en mi lugar donde me dejo, cuando volteé a verla venia acomodándose el cabello de un lado, con una blusa banca, pegadita, donde el escote era bastante pronunciado con letras al frente que decían “guess” y un shorscito de esa tela que es como de pants y unas sandalias, me quede como idiota al verla bajar se veía riquísima, cosa que no pude disimular y mi cuerpo reacciono al instante, cuando voltie a verla a la cara traía una sonrisa disimulada

–que rico estuvo el baño

No salieron palabras de mi boca ni ruido alguno…

Se dirijio al ala mesita a agarrar su celular, estaba de espaldas a mi y vi que se le marcaban unos cacheteros, en eso voltie a ver si se notaba mi erección , y si se notaba bastante con la bermuda de playa que traía, mi playera no alcanzaba a taparla así que me recargue sobre mis piernas para tapar un poco la erección …

–No me digas que una señora te pone así???

No podrían salirme las cosas bien por un momento me recriminaba al darme cuenta que Silvia se había dado cuenta de todo “MALDICIONN”! pensé

-he…perdón (solo alcancé a decir)

–no te preocupes, te entiendo es la edad y perdón por ser tan directa la verdad te ah de pasar a cada rato no?

-si, asi es

Bueno otro momento incomodo para mi.

–comemos?

-claro!

–que te parece si hacemos sándwichs?

-si, me gustan…

Se fue al refri, saco las cosas, las puso en la mesa, trajo cubiertos, vasos, saco dos jugos y todo lo puso en la mesa, yo estaba embobado viéndola se veía riquísima y yo ya la sentía más coqueta conmigo, su manera de moverse era mas sensual, mas provocativa al menos eso me parecía ami.

–deja de verme asi que me vas a chivear

-perdón, es que a veces no puedo evitarlo…

–si quieres me cambio para que estés más tranquilo

-no, no, no, ya tratare de no verla ( reimos)

Hicimos los sándwich, comimos y terminamos

Sentados todavía en la mesa, ella empezó la platica

–Oye Gerardo y tienes novia?

-no, no tengo

–pero si has tenido?

-si

–muchas?

-si muchas

–como cuantas

-como 10

–diez???????? Si estás bien chiquito en qué momento tuviste tantas?

-jajaja bueno es que eh tenido novia desde los 10 años y desde que tuve la primera ya no eh dejado de tener novia hasta ahorita que ando soltero

–ah bueno, me imagino que las primeras eran de manita sudada y así, no?

-pues no, bueno cuando tenía 10 años solo eran de besos de piquito en los labios y cartitas, ya de 12 subió más la intensidad eran besos más…como le explico

–besos franceses jajaja

-ándale, y ahora son más que besos

– mira que bien, tan seriecito que te veías, oye y cuéntame, que es mas que besos?

-pues más que besos( le conteste mas chiveado que nada)

– ósea de todo, no? Es algo normal dime anda…

- bueno no, de todo no, solo besos y fajes…

–y lo hacias muy seguido?

-no , un par de veces y usted tuvo muchos novios?

–no yo empece a tener novios a los 20 años y de ahí conoci a el papa de Isaías me enamore y me case y ahí acabaron mis aventuras de romances hasta ahora que estoy soltera pero hasta ahorita no eh encontrado a alguien que me mueva el tapete, aunque la verdad yo creo que ya estoy pasada para eso.

-y con sus novios hubo de todo

–no pues solo tuve 3 y mi marido con dos dure muy poco , pero bueno vente para aca para la sala para platicar mejor

–si claro

Camino hacia un sofá de 3 asientos se sentó, y yo me sente a una distancia normal

–pues si en que estábamos

-en que si hubo de todo con sus novios..

–a pues si , con el primero puro beso , con el segundo hubo mas pasión aveces nos quedábamos en la escuela hasta tarde y se quedaba solo el salón y atrás de la puerta aprovechábamos a darnos caricias pero todo sobre la ropa nunca llegamos a mas ya el tercero era 5 años mas grande que yo y con ese llegue mas lejos ( se quedo callada como queriendo dejar ese tema y pasar a otro , creo que ahora la chiveada era ella)

- y que es mas lejos

–hay Gerardito que cosas quieres saber jajajjaja

-oye eso no se vale, yo te respondí todo lo que me preguntaste ahora te toca a ti jajajaj

–“chin” quien me manda a andar de preguntona jajaja

-ahora dígame que es mas lejos…

–mas lejos, quise decir que este chavo vivía con su familia pero siempre estaba solo, asi que yo iba a verlo y al estar solos y ya un poco excitados por el momento ya las caricias eran por debajo de la ropa, el me tocaba yo lo tocaba , lo besaba …

-Le besaba su…

–gerardoooo esas ya son preguntas mayoress!

Que tiene es algo nomal no…?

–hay pues ni tan normal eh, y si le besaba su ya sabes que…

Mi cuerpo empezó a reaccionar pero esta ves no iba a voltear a ver si se veía, asi que no hice nada, aunque la preocupación me hacia controlarme.

-le gustaba?

–yaaa, jajaja eso ya no te lo respondere

En ese momento la preocupación desapareció, y mi pene creció lo mas que pudo estaba súper excitado por tener a Silvia ahí platicándome sus experiencias sexuales…

-y cuando paso de todo

–pues ya paso con mi cuarto y ultimo novio pero eso no me apetece contártelo, no porque no quiera, si no por la persona jajajaj

- jajaja ok la entiendo

Señalando mi erección dijo:

–parece que alguien se quiere meter ala platica

- ajajaj no el no habla

–(rio a carcajadas) y porque esta asi?

-por la platica creo

–y hace rato porque estaba si?

-por verla, es que se vistió muy sexy…

–vaya reacción, la que te provoque, hasta me siento culpable…

-si usted es la culpable

–bueno no sé como tomarlo … si como alago o como..

-si como alago jajaja

–y bien a él lo han tratado bien?

-lo han tocado muchas veces , pero besado ni una vez.

-usted es muy buena en eso?

–si bastante…pero , creo que ya te tienes que ir, ya hemos platicado bastante…te parece?

Se levanto de su asiento y fue a recoger los platos de la mesa

–y que tal eres guardando secretos

-bastante bueno…

Sonrio de oreja aoreja

–gracias!!

Me levante y diriji hacia la puerta me di cuenta que llevaba una erección muy pronunciada, parecía carpa de circo sin duda iria directito al baño de mi casa, a tranquilizarme…

–adonde vas??? (grito)

-a mi casa

–asi??? ( Preguntaba mientras señalaba mi erección)

Me alce de hombros y puse cara de que hago?

–sientate un momento para que te calmes vale?

-ok (me volvi a sentar)

Termino sus quehaceres muy rápido se lavo las manos y regreso conmigo…

–y bien como va todo

A mi no se me había bajado la erección, me la había pasado imaginándome a Silvia de mil formas pero sobre todo dándome una mamada eso hacia que se me levantara al mil, yo ya estaba en una situación donde la erección se veía normal, entonces no había nada de que avergonzarse y al no haber problema se me paraba mas…

-pues sigue igual

–a ver párate

Me pare y seguía igual

–eres igual que todos los hombres, si no terminas no se te baja no?

Al parecer tenia una vaga información sobre los hombres, y eso me ponía a mi en una mejor situación… así que dejaría que ella resolviera el problema, al fin que era ella quien no quería que saliera así

-si así es (le dije poniendo cara de que no sabia ya que hacer)

–y si subes al baño y … ya sabes… terminas..

-enserio? No le molesta?

–pues es una excepción vale?

Sonreía como si hubiera sido la mejor idea de su vida

Subí entre al baño me lo saque y empecé a masturbarme , sentía tan rico darle consuelo ya que había estado parado durante mucho tiempo sin poder tocarlo ni hacerla nada… pero pensaba que tal vez podía llegar a mas con Silvia, ella se mostraba muy preocupada con la situación, yo sabía que hay lugares donde se necesita prueba de semen , les dan revistas para motivarse, tal vez si le decía que necesitaba motivación, ella me daría algo de motivación solo espero que no tenga revistas…me quede otro rato ahí pensado en como decírselo y de repente…un sonido me volvió ala realidad

Toc-toc-toc

–todo bien?

-mmm, si (alcancé a decir)

–no te oyes muy convencido pasa algo

Me acomode la carpa de manera que se viera mas y Sali…

-es que no puedo ( le decía con cara de preocupación)

–por que no puedes?

-es que me falta … motivación (¡lo dije!)

–y que quieres ?

-tendra alguna revista o algo asi? ( La verdad no tenia el suficiente valor para decirle que me diera una tanga o un bra, que es lo que se me había pasado por la mente)

– noooo, yo de donde saco una revista

Empezó a a voltear a su alrededor asi como buscando algo que me motivara “que será bueno” decía.

-Ropa interior-comente

–ropa interior?hay gerardooo, que cosas,no como creess!

-pues yo creo eso me motivaria…

–hay no, no , no se que hacer…es real?

-ni yo se si esto es real…

–digo que si con eso ya te calmaras que si es seguro?

-espero. conteste

Se dirijio a su cuarto , la segui abrió un cajón y dijo

–no te vallas a venir en ella?eh!

- Y si me enseña la que trae puesta

–queeee? Estas loco!

-andele estoy seguro que con eso me vendría enseguida

–pero no como crees, esta bien que sea mi culpa que estes asi, pero …no, no ,no es para tanto

Se quedo pensando… al parecer su mente le daba vueltas y mas vueltas

-andele de verdad que nadie se enterara nunca, solo un momento

–ya decía yo que no debía de andar platicando de esas cosas contigo, mira como estas ahora y yo tengo que pagar las consecuencias.

-andele, no sea asi, le aseguro que ni siquiera durare mas de 2 minutos…

–la idea no le convencia mucho pero habia algo que le hacia pensar mucho y se me quedaba viendo la ereccion…

haremos un trato .te doy dos minutos, si en ese tiempo no terminas, lo siento… vale?

-vale!

No se si había entendido bien, pero creo que me dio permiso de masturbarme enfrente de ella

(se sento en su cama, respiro hondo , tomo los tirantes de su blusa y dijo:

–listo?

-lo puedo hacer yo?

Se quedo quieta creo que no se lo esperaba…

–ok no le veo el problema ,Solo la blusa ok?

Tome sus hombros y baje los dos tirantes el bra y su blusa…de ahí tome solo su blusa y la baje para dejar destapadas esos dos grandes senos maravillosos cubiertos por un bra de encaje color rosa fuerte

Me empecé a desabrochar la bermuda para sacármela

–que haces?

-dijiste que tenía dos minutos para terminar

–pero, pero… hay Gerardo…esto no está bien…y creo que ya llegamos demasiado lejos…

Yo me quede con cara de no sé qué y solo me quede callado…

–me prometes por lo que más quieras que no se lo vas a contar a nadie?

-si se lo prometo, se lo juro , le doy mi palabra que no le voy a decir a nadie.

Tenía la cabeza baja con sus manos sobre la cara y con la blusa abajo…y asi como estaba dijo:

–bueno termina…

Me baje la bermuda me quede en bóxer, me lo quite también lo deje caer, me quite la camisa, y quede totalmente desnudo puse mi mano izquierda en su hombro y con la otra empecé a masturbarme , levanto la cabeza como mirando al techo, respiro hondo y abrió los ojos,

–porq te desnudaste???

-no lo se!

Empezó a recorrerme con su mirada hasta llegar a mi pene que lo tenia en tre mi mano apretándolo lo mas que podía de lo excitado, estaba rojo lleno de venas y ya punto de venirme cosa que no quería porque, no sabia si iba a ver otra ocasión y lejos de eso, sabia que ahí terminaría todo…

-puedo tocarlas?

–si, pero no pares…

Segui masturbándome, con mi mano izquierda tocaba su pecho derecho, estaban duros , y me pase de un pecho al otro y ella segui viendo como me masturbaba, subió sus manos y me agarro de las caderas, yo solte mi pene y agarre con las dos manos sus pechos

Ella agarro mi pene y empezó a masturbarme lentamente,lo hacia realmente bien , me lo manoseaba , lo subia lo bajaba, lo apretaba, sabia como se hacia una paja,

dijo un ok, me solto se dio la vuelta y se subió a su cama…se quito la blusa y el braa, yo no me lo creia

–ven… si va a pasar que pase bien

Me acoste a su lado tenia esas dos tetas hermosas, el pezón café claro quería mamarselas, pero ella me jalo hacia su boca empezamos a besarnos mis manos fueron directo a sus senos, se monto arriba de mi tomo mis manos las estiro cada una hacia las esquinas de la cama y me dijo:

–si me tocas , se acaba todo me paro y me voy, hablo en serio, asi que tu sabes si quieres que termine ahorita o hasta el final, solo dejate vale? Ya tendras tiempo de tocarme todo lo que quieras si no te has venido aun

-sí… (conteste consternado , intrigado y emocionado a la vez)

Me dio un beso largo en la boca, recorría mis labios beso a beso, me daba pequeñas mordidas y me besaba me lamia la boca, era tan extraño sentir tantas sensaciones en mi boca, me encantaba que me metiera la lengua, nunca imagine que la mama de mi amigo besara mejor que mis novias. bajo y empezó a besarme el cuello , me ponía la piel erizada , igual me besaba me mordía y lamia todo mi cuello, su senos pegados a mi cuerpo piel con piel , a veces sentía como si se acariciara sus pezones con mi cuerpo empezó a bajar por mi cuerpo, iba besándome cada parte de mi pecho, mientras pegaba sus senos contra mi, llego a mis pezones , les pasaba la lengua los mordía despacito y apretaba su lengua contra ellos, siguio bajando y mi pene ya chocaba con sus senos ella lo tomo con su mano lo hizo hacia arriba pegándolo a mi cuerpo en dirección al ombligo, se pego a mi y quedo en medio de sus senos … conforme iba bajando

-Me vengo, me vengo…!

se hizo un lado y yo me jale hacia la orilla para terminar en el piso,, “bien gerardo, tienes toda una señora para venirte en ella y terminas en el piso!!! (pensé) cuando acabe de venirme, me sente en la orilla de la cama, para mi todo habia acabado, y otra oportunidad asi no volvere a tener nunca pensaba

di un leve golpe con el puño cerrado sobre la cama a lo que silvia respondio

–que pasa?

-no , nada…solo pienso que se me acaba de ir la oportinidad de mi vida

y cual era la oportunidad de tu vida?

pues estar con usted…

pero ya estuviste no? creo que se logro el objetivo…

si ya estuve,pero terminar el acto, hacerla mia…

mmm ya ves ,,, hubieras aguantado un poquito mas…

creame que me aguante todo lo que pude

–eso se merece otra oportunidad!

-voltie con cara de asombro a ver si me decia la verdad

–la verdad te portaste muy bienn y debo e agradecer que no te hayas venido en mi,,,

-entoncees¡?

–calmado las reglas siguen siendo las mismass ,asi que ponte aqui donde estabas

pero me acabo de venir, debo de reposar un momento

tu ven y dejamelo ami

me puse enmedio de la cama, tomo su pocision tomo mi pene totalmente flacido y se lo metio todo ala boca- em peso como a limpiar los restos de semen que tenia todavia

–mmmhh tenia rato que no saboreaba esto

yo entre en un estado de relajacion, en mi vida me la habian mamado cuando no estaba erecto ni pense que se sintiera tan rico

lo tenia totalmente dentro de su boca solo sentia su lengua recorrer todo mi pene y en eso se me empezo a poner dura, empezo a crecer

–mmmhhh pense que tardarias masss! pero que bueno que no, porq mamartela asi, me ha puesto muy cachondaa

eempezo a darme una mamada que nunca imagine que existieraa con su mano la dirijia a varias parte de su boca

-mmmhhhh silviaa

se la metio toda de nuevo y empezo a morder la base de mi pene

mmmmhhhh asi !si asi comasela todaa

–te gusta lo que te hago???

-si me encantaa

–te gusta tener ala mama de tu amigo aqui mamandotelaa

-siiii me gusta muchooo!!

–te gustaria que te la volviera a mamar? otro diaa?

-si porfavor se lo suplico!!!

agarro su mano se toco , y dijo:

–ssss estoy muy humedaa!!

–seguro que te quieres cojer ala mama de tu amigo???

me decia mientras se paraba y se ponia la punta de mi pene en la entrada

–ya puedes tocarmeee!

me fui sobre sus senos me levante y empecé a mamárselos mientras sentía como lentamente se la iba metiendo toda

–así comételas , puedes hacerles lo que quieras!!

-mmmmhhh , bien asiii. un poquito mas fuertee

–mmmmmmmhhhhh si asi, mas fuertee, mas, mas no dejes de mover tu lengua asi mi vida asiiiii mmmhhh ahhh ahhha ahhhhh

empezo a moverse freneticamente sobre mi, empeze a sentir muy rico

–hay que rico, mmmhhhh aaaaahhh gerardo ahhhhh!

empezaba a sentir demasiado, creo q me vendria de nuevo, asi que se lo adverti

–no te puedes venir dentro de mi, ahhhaahhhhahhh gerardo, no te vengas dentro de mi, dentro no

-ya no aguanto me vengo,

pero ella no se quito, seguia moviendose y dejo de hacer ruidos y me vine

–ahhhhh….ahhhh…porq lo hiciste….mmmhhhhh

-sii, lo siento, no pude evitarlo…

–esta bien, ufff eso estuvo bueno…no crees?

-si bastante bueno, y no hay problema por venirme dentro?

–no, no hay… creo… voy a pararme y me ire a dar otro baño por tu culpa.

-si, puedo bañarme también?

–si pero, ahorita que salga vale?

-ok

No me lo podía creer, solo espero que le haya gustado y que quiera volver a estar conmigo, seria estupendo en lugar de masturbarme venir a que me masturbara ella(pensaba)

Se me tio a bañar , yo me quede en su recamara, me tape con una sabana y me quede dormido… como alos 20 minutos me despertó,

–no te vas a bañar?

-si, voy

Me meti a bañar y estaba yo tañándome bien mi pene ya que estaba totalmente empapado de jugos vaginales y en eso llego algo alterada…

–hey , llego isaias metete ami cuarto rápido y sin hacer ruido vale?

-si y que hago?

–te escondessss!

-ok

Me Sali sin secarme totalmente desnudo y me quede pegado ala puerta..

Llego isaias saludo a su mama…

COMENTEN!! ESO MOTIVA!!

si les gusto haganmelo saber, asi seguire escribiendo y continuare la segunda parte de esta historia

Iria y las pruebas de fe

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- Dime hija, ¿cuáles son tus pecados?

- Pues… ayer a la noche me sentí mal porque llegué a casa un poco más tarde de lo que prometí a mi madre y ella se enfadó.

El sacerdote suspiró al otro lado.

- ¿Nada más?

- No, he obrado correctamente desde ayer a la tarde que vine a confesarme, nada que se desvíe del camino del Señor… – contó la chica al otro lado del confesionario.

- Es que no creo que pueda considerar eso un pecado, Iria. Pero para que te quedes más tranquila te lo confesaré y te mandaré la penitencia de un Ave María.

Al cabo de un minuto, la chica recién confesada estaba de rodillas en uno de los bancos de madera de la parroquia, con las manos cruzadas sujetándose la frente mientras rezaba en silencio. Parecía muy concentrada, y la cara reflejaba también que estaba arrepentida y que quería quitarse la sensación de dolor que había hecho ante Dios cuanto antes.

El cura la miraba desde el interior del confesionario. Aquella chica, Iria, era con toda probabilidad la creyente más piadosa de la Iglesia. Mucho más que las abuelas más tradicionales. Iria, a sus 20 años, iba a diario a la iglesia a asistir a la misa y se confesaba siempre que los confesionarios estaban disponibles, con lo cual la chica se confesaba casi todos los días. No daba tiempo a que los pecados se acumulasen, como él bien sabía porque la confesaba, pero es que además la rectitud del alma de Iria hacía que se alejase del pecado de una forma firme, no la solía ver pecar y casi todas las confesiones eran tan absurdas como la de aquél día.

Iria había terminado la oración, se echó para atrás y se sentó en el banco, allí, en silencio, mientras charlaba con Dios. A esas horas sólo ella y el sacerdote estaban en la parroquia. Iria solía quedarse unos minutos así, sumida en sus pensamientos.

El sacerdote sabía que, en aquél barrio desestructurado, Iria era casi un milagro. Llevaba siendo encargado de la parroquia varias décadas, y había visto como la zona había ido a peor por culpa de las drogas, del sexo generalizado y de otras conductas que alejaron a los jóvenes y no tan jóvenes de la religión. De manera que la Iglesia se había quedado al margen de la realidad, allí iban sólo en las misas oficiales algunas familias y muchas personas de la tercera edad. Y por supuesto, Iria. Pero nadie más.

Era curioso ver entre gente tan mayor o entre niños tan pequeños que asistían a la misa a la única chica joven que allí estaba sentada en el banco hablando con Dios. Iria cumplía incluso con tareas litúrgicas, daba catequesis y leía en los sermones. Iria se sentía muy integrada en la fe, como no paraba de contarle al sacerdote, y era el alma, casi el signo de la parroquia.

De esa forma, las visitas diarias de Iria a la parroquia, sus confesiones, sus preguntas al sacerdote y sus favores ofrecidos habían ocasionado que el cura conociese a Iria tan bien como lo hacían sus padres. Sus padres no eran tan devotos como ella aunque acudían los domingos, y sabían que era frecuente que su hija pasase la vida entre las paredes sagradas del Señor, cosa que sí les dejaba tranquilos, era decididamente una afición mucho mejor que seguir a la juventud del barrio en sus orgías y hábitos de drogadicción que cada vez iban a más. Pero Iria era muy diferente a los de su quinta, esas cosas no parecían ir con ella pese a que tenía amistades de ese tipo. Ella pasaba el tiempo que los otros dedicaban a la fiesta y a las relaciones sexuales desordenadas a pasar el tiempo en la Iglesia, mejorando cada día su fe.

Y allí, mientras Iria seguía sentada en el banco mirando al sagrario, el mientras el sacerdote alababa su ejemplaridad en la mente, otro tipo de pensamientos aparecieron también en la mente del cura. Otros que ya habían aparecido otras veces, y a los que un cura debía resistirse, pero como hombre no siempre podía. Al fin y al cabo, él vivía dentro de la Iglesia, un lugar casi incomunicado, y como ya se ha dicho, la ejemplar Iria era la única chica de buen ver que había cerca. Bueno, la única chica en realidad. Pero estaba de muy buen ver, y eso hasta Dios tenía que reconocerlo. Era algo enfermizo, sí, pero el cura sabía bien que Iria era la única pieza del deseo que había a su alcance, la única que se acercaba allí donde él echaba casi todas las horas de su vida, y uno no podía quedarse de piedra ante aquella mujer que aún lucía la belleza de una adolescente.

Cuando Iria entraba en la Iglesia, el padre sabía que era ella. Era su forma de andar y de moverse. Había en Iria algo espectacular que se dejaba entrever hiciese lo que hiciese. La chica vestía siempre de una forma muy recatada, no en vano pasaba su vida metida en la Iglesia, pero aun así, la belleza de su cuerpo era tan tangible como la belleza de su rostro. El padre conocía a la perfección los rasgos físicos de la creyente y se la imaginaba sin problemas incluso cuando ella no estaba delante de él.

Iria era una preciosa chica de piel bañada por el sol, con un pelo largo y oscuro que le caía por la espalda y que solía ir recogido en forma de coleta. Destacaban ya desde la distancia unos preciosos y brillantes ojos verdes de tonalidad clara combinados con unas armoniosas facciones en el resto de elementos de su rostro: una boquita fina que escondía unos dientes blancos relucientes, una nariz también pequeña y unos pómulos suaves que le daban una cara angelical y tierna, denotando la juventud y la pureza de Iria. De cuerpo esbelto y recto, la chica era también alta y andaba meneando sus caderas de una forma muy sensual y femenina. Pese a ser una figura tan estilizada, estaba dotada de unos pechos enormes que no conseguía disimular bajo su ropa por muy recatada que vistiese y por mucho que intentara apretarlos contra ella, unos pechos que deberían pesar los suyo. Aunque vistiera siempre con pantalones anchos, era evidente el culo que sobresalía y que también era de considerables dimensiones, y las piernas que lo sostenían eran largas y fornidas. Iria era una preciosa muñeca morenita de piel, aunque el sacerdote se preguntaba si ciertas partes de su cuerpo serían igual de morenas. Un ángel materializado en la Tierra.

Iria poseía también una preciosa voz dulce de terciopelo con la que era capaz de derretir a cualquiera. Y el padre sabía, por su condición de sacerdote confesor, cosas prohibidas sobre Iria. Pese a todas las confesiones, Iria jamás había mencionado el sexo entre sus pecados. Pero ni siquiera mencionó nunca pensamientos impuros. Iria había ido a una escuela donde sólo había chicas, por lo cual parecía probable que ni se hubiese enamorado nunca ni conociese a los chicos de cerca. El sacerdote incluso imaginaba que no sabía apenas nada del cuerpo de los hombres. Tampoco Iria mencionó haberse tocado alguna vez para darse placer. Todas estas cuestiones, que extrañaban al sacerdote, habían sido objeto de preguntas por parte del cura, pero Iria las negó constantemente. Sabía que Iria no mentiría al dar testimonio ante Dios, por tanto, Iria se conservaba virgen y estaba totalmente alejada del sexo y los pensamientos impuros.

Y eso, se quiera o no, excita. Que una mujer de la edad de Iria, pudiendo ser una gran zorra con ese cuerpo, que una chica así se cierre al sexo, llama la atención. Y al padre que la ve todos los días también le llama la atención. Iria, inconscientemente, daba un mensaje hacia la sociedad trazando una línea para protegerse del sexo, y eso era muy excitante. Daban ganas locas de poseer aquél cuerpo virginal y casto de Iria y sacrificarlo, pensaba el sacerdote, daban ganas de desvirgarla y derramar su sangre virgen como ofrenda ante Dios…. Sí, unos pensamientos así inundaban la mente de aquél sacerdote, que no podía soportar tampoco la presión de mantener juramento de celibato durante el resto de su vida. Tenía sus propios deseos sexuales, inherentes a cualquier hombre.

Y tenía a Iria delante de él cada día. Probablemente, la tenía más cerca de él de lo que cualquier otro hombre la tendría jamás. Y a veces por ello pensaba que debía aprovechar la oportunidad, que Iria tarde o temprano se desviaría del camino sagrado y perdería su virginidad tan bien guardada, y que él podría lamentar no haberla aprovechado entonces cuando era tan creyente y estaba tan cerca de él. Y esos pensamientos, acumulados en su mente, golpeaban con fuerza la aburrida mente del sacerdote y le hacían revivir su deseo, su juventud incluso. Causaban que su miembro, cansado del desuso, reviviera y se irguiese con fuerza por debajo de su sotana imaginándose el cuerpo desnudo de Iria, sus gritos de dolor al sentirse penetrada por primera vez y sus gritos de placer al disfrutar de un hombre.

Y que ese hombre pudiese ser él…

El sacerdote no pudo aguantar más y decidió que cuando llegase a la cama tocaría otra paja. Pero ese día, decidió tomar acciones y dejar de tratar a Iria como un deseo y tratarla como una realidad… Y mañana daría los primeros pasos para hacerlo.

Al día siguiente, cómo no, Iria volvió a entrar en el confesionario y el sacerdote estaba allí, por lo que la confesión volvió a repetirse.

- Padre, estoy algo preocupada… – y visiblemente lo estaba – Anoche estaba muy cansada y me dormí de repente, sin quererlo, me olvidé de rezar la parte del rosario.

El sacerdote volvió a suspirar ante la “grave” preocupación de Iria, que no tenía por qué ser tanta. Hasta él, que vivía para rezar, olvidaba hacerlo frecuentemente. De manera que volvió a imponer una penitencia simulada para que Iria se sintiese tranquila. Pero antes de que saliese a cumplirla, le dijo a la chica:

- Una cosa, Iria, quiero que reces esa penitencia y vuelvas aquí, quiero comentarte algo – en la mente del sacerdote había ya un plan en marcha para iniciar a Iria…

Iria se sintió feliz al ver que la confesión de ese día incluía una parte que no esperaba.

- Sí, padre, como ordene, no tardaré.

Iria salió de la cabina y se dirigió a la zona de los bancos, donde quedó arrodillada rezando de nuevo, con su cara de preocupación y sus manos fuertemente entrelazadas. Desde luego, a la chica no le faltaba fe.

Tras unos tres minutos, Iria se santiguó y se levantó, con una cara visiblemente más tranquila tras haberse librado del terrible pecado de no haber rezado la noche anterior. Se dirigió de nuevo a la cabina donde le esperaba el sacerdote.

- Hola de nuevo, esta vez sí que no me ha dado tiempo a pecar – sonrió Iria por detrás de la placa con agujeros.

- A alguno seguro que sí le hubiese dado tiempo… – comentó el sacerdote pensando en algunas cosas poco cristianas.

- Es raro, nunca he estado aquí para algo que no sea confesarme. Cuénteme, ¿qué quería decirme? – dijo Iria, presa de la curiosidad.

- Simplemente te he dicho que vengas porque es un lugar donde no puede oírnos nadie – aseguró él. – Mira, Iria, en primer lugar quiero darte las gracias, eres una mujer muy devota de Dios como apenas quedan en este barrio. Al menos, de tu edad no quedan, habría que buscar chicas piadosas entre las niñas que hacen ahora la comunión.

Iria se sintió halagada.

- Gracias, Padre, me hace muy feliz que esa sea su opinión. La verdad que tiene razón, de mi franja de edad no hay chicas creyentes, yo he intentado que haya, he intentado convencer a amigas de que vengas a sentirse plenas con Dios, pero tienen otros intereses. A veces me siento la rara, ¿sabe? Pero cuando estoy aquí soy tan feliz…

- Eres una hija de Dios ejemplar, Iria – le felicitó el sacerdote y al momento Iria sonrió por el otro lado de la cabina – Pero quería comentarte también otra cosa.

Iria estaba impaciente por escuchar todo sobre aquella variación de la confesión de todos los días.

- Escucha Iria, deberíamos probar tu fe ante Dios- tras esas palabras del sacerdote siguió un silencio sostenido.

Iria acabó replicando, tras pensárselo un poco.

- Pero Padre, si creo que está bien probada. Bueno, dígame cualquier cosa que pueda hacer para mejorarla…

- No, hija, quiero decir, tu fe es sólida ahora, y eso es fácil de probar. Pero habría que ver si sería igual en otras condiciones más peligrosas.

Iria se quedó sorprendida ante esas palabras.

- ¿Más peligrosas? – preguntó atónita.

- Sí, claro – contestó el padre – me refiero a si tu fe se mantendría igual de recta cuando estuvieses expuesta al pecado.

- ¿Al pecado? – Iria se mostró intranquila y corrió a disculparse – Bueno, yo sé que peco casi todos los días, no sé si es mucho o poco, pero mantengo mi fe, mis creencias, mi temor a Dios, yo estoy aquí para servirle y me mantengo recta, padre. Dígame que lo consigo

- Claro, no lo pongo en duda, pero hablamos de pecados blandos hasta ahora. Dios se pregunta si una chica como tú resistiría con él a pecados que distorsionan mucho más la naturaleza humana…

- El Señor… ¿el Señor pregunta eso sobre mí? – Iria casi se queda muda del susto – Dígale por favor que haré lo que sea para probarlo, que mi fe es firme y él es mi camino diario… Pero, ¿de qué pecados está hablando?

El sacerdote vio que la preocupación de Iria ante sus palabras tenía efecto e introdujo más el tema.

- Iria, el pecado carnal es la vara de medir la devoción hacia Dios.

- ¿El pecado carnal? Se… se refiere usted a los actos impuros…

- Así es, a los pecados del sexo. El Señor se pregunta si tú nunca sucumbiste ante el sexo, al menos en nuestras confesiones el sexo no figuró como pecado nunca, ni en acto ni en pensamiento. El Señor se extraña.

Iria corrió a justificarse.

- Padre, no juraré porque es pecar, pero prometo que nunca he tenido actos de ese tipo, que me conservo virgen como cuando nací y que nunca he pensado en hombres, no tengo tales deseos, sólo respondo ante Dios. Nunca los confesé porque nunca los tuve.

Ahora que el tema estaba bien planteado, el sacerdote podía manejar a la sumisa Iria como quisiera, ella obedecía a la voluntad de Dios a través de sus palabras, dijera lo que dijera a esa piadosa mujer.

- No dudo de ti, y sé que dices verdad. Es admirable en esta sociedad corrupta encontrar un alma como la tuya de pura, y Dios está satisfecho. Pero al no haberte expuesto nunca a este tipo de faltas, querida Iria, Dios no conoce la verdadera fuerza de tu resistencia.

Iria parecía comprender lo que el padre quería decirle.

- ¿Está usted diciendo que debo someterme al precipicio de los actos impuros para probar mi fe? ¿Cómo Jesús cuando se expuso a la tentación del Demonio en el desierto?

- Exacto, ese es el ejemplo. La duda es si con el pecado delante de ti, darías marcha atrás o dejarías la senda del Señor para sucumbir a la tentación. Sólo si tu cuerpo y tu mente se resisten ante tales tentaciones serás digna. Pero aún no lo has demostrado, Iria, no te has encontrado con el deseo carnal. El Señor duda porque tu cuerpo es digno de deseo y eso puede hacerte caer en la tentación.

Iria se quedó asustada ante tal revelación.

- ¿Mi cuerpo? ¿Mi cuerpo tiene la culpa?

- Efectivamente – siguió razonando a su manera el cura, maravillado por lo bien que conducía a Iria – Dios diseñó tu cuerpo, como iba a ser en el futuro, y debido a su gran inteligencia, te puso en un brete. El brete de que tu cuerpo te pondrá en una situación de pecado carnal donde tendrás que demostrar que tu convicción religiosa es verdadera y no se queda en la apariencia, esa es la prueba que Dios está esperando de ti. Tu cuerpo es una trampa para tu fe, tu cuerpo tenderá a disfrutar del sexo allá donde esté, pero si superas la trampa de tu cuerpo, si aguantas el deseo sexual y lo rechazas, tu fe con Dios será por siempre insuperable.

El sacerdote calló y durante unos segundos Iria tampoco contestó. Su mente estaba pensando, como chica avispada había entendido lo que querían decirle, pero no había entendido tanto las conclusiones finales del razonamiento que el padre no había mencionado. Sin embargo, el padre estaba bastante satisfecho por su exposición y por el resultado visible del silencio de Iria, que parecía haber comprendido.

- Sí, ya me había dado cuenta, mi cuerpo es llamativo – comentó Iria con voz de preocupación rasgando el silencio. – Bueno, no para mí, claro, pero algunos hombres impuros me miran de una forma nada cristiana, padre, tiene usted razón. Por tanto, ¿usted cree que mi cuerpo me acabará poniendo contra mi voluntad? ¿Usted cree que es mera cuestión de tiempo que esto me ocurra?

– Es bien probable. Querida Iria, deberías estar atenta, tu cuerpo te pondrá a prueba…

Antes de que Iria dijese nada más, el sacerdote dijo:

- Iria, seguiremos esta charla en la sacristía, ¿te importa?

- No, está bien…- la pequeña Iria jamás había sido invitada allí.

El sacerdote salió del confesionario e instó a Iria a seguirla. Iria dirigió la mirada al sagrario y se metió en el cuarto casi secreto.

Era un pequeño almacén de objetos litúrgicos, aunque también había una cocina y una mesa. Allí pasaría el padre las horas entre misas, pensaba Iria. Al fondo había una puerta entreabierta donde se veía la pata de una cama, también era parte del dormitorio del sacerdote.

-¿Quieres café, Iria? – el sacerdote sacó del armario una cafetera, café y leche.

- Ahhh… yo no quiero molestar…

- No molestas, guapa. Te pondré una taza con mucho azúcar – a la vez que decía esto el padre extrajo del mismo armario un bote cilíndrico sin etiqueta, cuyo contenido conocía bien él… Recordaba a aquél farmacéutico que se las procuró mientras él pedía algo para una ocasión aquí.

El café se estaba calentando y la cafetera bullía. Sacó también dos tazas, una más rústica y otra blanca con retazos rosas que claramente se destinaría a Iria.

Iria tomó asiento, sin dejar de observar todo alrededor de ella, era desconocido para la joven. El padre, al ver la mirada de Iria dirigirse a la habitación del fondo sintió una llamada poderosa de su imaginación, con el cuerpo desnudo de Iria tumbado en su cama, dispuesta a acomodarse su miembro… “Mmmm… no queda mucho” pensaba él, mientras miraba lascivamente a una inocente Iria que no se daba cuenta de lo ocurrido. Todo estaba planeado.

Al silbar la cafetera, el sacerdote la apartó del fuego.

-Muchas gracias Padre.

- Iria, no me llames así aquí… – decía él mientras enigmáticamente ocultaba la taza blanca y rosa de Iria detrás de su cuerpo. – No estamos en dependencia sagrada, llámame David.

- Ah… ¿señor David? Se me hace raro…

- Simplemente David, incluso.

Mientras Iria esperaba la taza del café, el sacerdote deslizó una de las pastillas del farmacéutico en la cerámica de la tacita rosa. “Al principio, con una es suficiente, las próximas veces podrás darle más, cuando su cuerpo pida cada vez más…” recordaba las palabras del profesional perfectamente. Echó encima la leche y después el café.

También echó algo de azúcar al café sin preguntar a Iria cuánto dulce quería, y con una cucharilla apretó la pastilla enigmática hasta disgregarla y disolverla en la bebida, mientras agitaba con la cucharilla para remover el azúcar y el medicamento que anónimamente suministró a Iria.

La taza blanca y rosa miraba a Iria ya en la mesa. Ella cogió el asa y dio un sorbo.

- Mmmm, está muy dulce señor David. Pero el café es muy rico.

- Me alegra que te guste, Iria – dijo el sacerdote, hirviendo de alegría por dentro al ver cómo el cuerpo de Iria tragaba su droga dócilmente.

- Iria… respecto a lo que hemos hablado, no tengo mucho más que decirte. Sólo que tu cuerpo puede aprovechar cualquier momento para hacerte caer en la trampa del sexo.

- ¿Es la prueba de la que hablaba antes?

- Sí, intuyo que puede estar cerca. Tu fe y tu determinación siguen bien vigentes, pero la prueba puede estar al caer, creo que el Señor se preocupa por ti más que nunca ahora, y debe ser por eso…

Iria se encogió con miedo y dio otro sorbo a la taza. Ante su preocupación, David añadió:

-Pero no tengas miedo, no hay nada que tu fuerte fe en Dios no pueda superar. Es sencillamente superarla para seguir siendo quien eres. Ahora, Iria, debes ser valiente, la prueba que nace de tu cuerpo no es algo que puedas evitar.

-¿No se puede evitar? – dijo Iria con un hilo de voz, que apagó con más café. Ya casi no quedaba en la taza nada…

- No eternamente, es mejor oponerse a ella y derrotarla, como sé que vas a hacer. Confío en ti y en tu valor.

Iria pegó el sorbo final a la taza y miró fijamente a David, dejando la taza vacía en la mesa.

El cuerpo de Iria empezó a asimilar el fármaco mientras hablaban. “El efecto es casi instantáneo, con unos pocos minutos de retraso…” le dijo quien se las vendió, por lo que David aprovechó para dejar las cosas claras.

- ¿Cómo te sientes?

- Emm, pues no sé, como siempre. Aunque con calor, algo de calor, no sé si es por este cuartito… – la sangre de Iria comenzaba a acelerarse y a acumularse en zonas donde su dueña no le daba la oportunidad de hacerlo, normal que la joven estuviese extrañada.

-¿Puedes describir mejor ese calor?

- Mmmm, no sé, es como un hormigueo, tampoco es calor, es como si tiemblo un poquito…

David se levantó de la silla y agarró a Iria por los hombros, mirándola fijamente.

-Corre, vete a casa. Túmbate en la cama y no dejes que nadie te moleste hasta que esa vibración se vaya.

-¿No será esto la prueba? – dijo Iria abriendo los ojos mucho, pero la mirada del sacerdote le confirmó sus temores.

- Puede ser un vago inicio. Haz lo que te he dicho y, sobre todo, sigue las indicaciones de tu cuerpo.

- ¿De mi cuerpo? ¿Y cómo sé lo que me quiere decir? – dijo una Iria cada vez más acalorada.

- Vamos, ve, lo sabrás…

David sacó a Iria del sagrario.

La joven, confusa, con el corazón latiendo a pasos agigantados y la sangre moviéndose sin parar por su cuerpo, salió casi corriendo hacia su casa…

Al llegar, no había nadie esperándola, estaba sola.

Subió a su cuarto y cerró la puerta. Se tiró sobre la cama y esperó, en silencio.

¿Qué ocurría? El corazón le latía muy rápido y hacía mucho calor, parecía un ataque de ansiedad. Incómoda, Iria decidió desprenderse de su ropa, como solía hacer cuando tenía fiebre. Se quitó las prendas: el pantalón y la camiseta quedaron en el suelo mientras una Iria en ropa interior miraba al techo, en un intento de calmarse y analizarse…

Su sangre fluía con rapidez, su cuerpo estaba en una tensión tan grande que a su mente le costaba analizar…

En ese momento, Iria se dio cuenta de que el sujetador le hacía daño. No era exactamente la prenda que cubría sus grandes pechos, como ella vería luego. Tras aflojar la presión abriendo el broche, Iria vio que la razón era que sus pezones estaban muy duros.

No era la primera vez que los notaba así, a veces también pasaba por el frío, pero esta vez estaban muy duros, como si nunca más volviesen a su estado original. Iria los apretó pero no pudo cambiar su forma. Al presionarlos, Iria sentía otra sensación que entraba en conflicto con su cuerpo… Era de alguna forma placentero hacerlo, el resto de sus sensaciones se orientaban hacia ahí. Iria tocó sus pechos de forma generosa, como si los estuviese enjabonando en la ducha.

Pero la verdadera fuente de calor era otra, cuando Iria experimentaba con sus senos se dio cuenta de que sus braguitas se sentían muy incómodas. Una simple mirada le reveló que estaban mojadas, como si se hubiese orinado encima sin quererlo.

Y al momento de retirar las braguitas, Iria notó lo que llevaba un rato sintiendo: que su entrepierna almacenaba una gran cantidad de responsabilidad sobre el estado que recorría su cuerpo. Estaba extraordinariamente sensible, lo notó al ver cómo de ella caían unos líquidos que se daban placer de solo resbalarse por su rendija femenina. Y también estaba caliente, ardiendo, pues no solo los fluidos sino también la pelvis estaba a gran temperatura.

Con sus dedos analizó los fluidos que estaban adheridos a la tela de la ropa interior. Iria vio claramente que no era pis, que tenía un tacto espeso y olía muy diferente. Sacó las braguitas por sus piernas y las dejó a un lado.

Aún seguía casi en estado de marearse por el calor y las sensaciones, pero deslizó un dedo por la rajita. Sólo con rozar la superficie, se mojó de secreciones similares a las de la prenda que habían salido inequívocamente de su interior.

Iria sabía que esto estaba relacionado con el sexo, con la prueba. “Sigue las indicaciones de tu cuerpo” que decía el padre hace unos minutos. ¿Indicaciones? Meterse en la nevera, entonces, ¿para bajar la calentura? Pero mientras pensaba estupideces, Iria sintió un estallido de sensaciones que le cegó la mente.

Había estado provocado por su dedo, que había recorrido el sexo de la joven de abajo arriba, siguiendo el flujo, hasta alcanzar una parte carnosa que coronaba la entrada, una especie de botón fibroso cuyo tamaño crecía. El rozar esa parte hacía que Iria se sintiese de una forma espectacular, como si las sensaciones desordenadas se alineasen en una sola dirección. Es más, el apartar las manos de su entrepierna le hacía caer en una momentánea frustración, como si se interrumpiese algo importante.

Temerosa pero decidida a poner fin al calor, Iria se tumbó tranquilamente en la cama, boca arriba. Con su mano seguía explorando los pliegues de su sexo, al que nunca había prestado atención nada más que para higienizarlo. El botoncito de carne se sentía realmente bien, pero los líquidos provenían del interior de la concha. Cada movimiento era tan placentero, tan beneficioso, que resultaba una locura impedirlo… Iria sentía el calor dentro de ella y en su mano exploradora, y no quería que se apagase de momento.

Curiosa, introdujo el dedo índice por su cavidad, adentrándolo y haciéndolo desaparecer entre los labios vaginales. El roce que experimentaba contra las paredes era tan bueno que le hacía retorcerse, arquear la espalda. Si con la misma mano estimulaba un poco más arriba, el clítoris transmitía una sensación sinérgica que llevaba a que Iria moviese nerviosa las piernas y a que empezase incluso a musitar gemidos.

El tierno coñito de Iria se encontraba humedecido por la excitación del fármaco, pero ahora era Iria quien revolvía la humedad e iba preparando una nueva oleada… El frote, el roce de sus dedos habilidosos era capaz de incrementar la sensibilidad de su entrepierna mucho más de lo que jamás se hubiese concebido, aquello era completamente nuevo… y completamente bueno.

Iria ya movía nerviosa un dedo dentro de su vagina virgen, aún con cuidado, pues en una acometida notó que al fondo el gesto era algo doloroso. Como sus pechos se sintieron bien antes, decidió moverlos y aplastarlos con la mano que le quedaba libre.

La temperatura que Iria padecía era tan bestial que no podía más, era como si su cuerpo fuese a arder… Y todo se focalizaba entre sus muslos, todo crecía y se multiplicaba allí. Iria sentía estar recorriendo un termómetro cuyo fin era impredecible.

Y al alcanzar un punto, todo se desmoronó.

Iria, que ya gemía en voz alta y se tocaba los pechos con una mano mientras con la otra estimulaba su vagina y el clítoris, sentía que algo se extendía por su cuerpo, que la dejaba sin fuerzas…

Una ola la recorrió mientras la velocidad de roce era máxima… Iria cerró los ojos y se concentró en el infinito.

Y pegó un grito muy alto…

Al cabo de unos segundos, Iria estaba, pero el orgasmo se había ido. Lo único que había dejado era un rastro húmedo. La mano de Iria estaba manchada de un líquido caliente y de olor penetrante. Había tanto fluido que había mojado ligeramente la cama…

Y la respiración de Iria intentaba retomar el tono normal mientras su dueña no podía creerse lo sucedido…

Al día siguiente…

Iria se reclinaba en el confesionario, con la cara entre las manos, parecía como si estuviese a punto de llorar. Frente a él el padre David escuchaba pacientemente a su creyente de siempre, que ese día parecía muy distinta.

El pecado a confesar ya no era una simple tontería, una invención estúpida de la niña, sino que por fin ese día confesaba un auténtico pecado carnal.

- Yo… ¡lo siento mucho! Pero ayer lo hice por primera vez… y… ¡lo hice hasta el final! No podía detenerme… – musitaba Iria.

El padre escuchaba con la mayor atención que había prestado a Iria en su vida. No en vano su cuerpo estaba muy receptivo, y una erección se desarrollaba en su sotana escuchando a Iria.

- El caso es que… no podía parar, mi cuerpo me llevaba al desastre y yo no podía hacer nada… Me toqué mucho, mucho, hasta que acabé empapada, chillando del placer… Me he masturbado por primera vez y no he podido oponer ninguna resistencia. ¡Me siento muy mal!

- Ey, Iria, tranquila, estoy aquí para escuchar tus pecados y elevarlos al Señor- Él, que todo lo perdona, ¿cómo no perdonará a una santa seguidora como lo eres tú? Nunca le has fallado.

Iria pareció algo más convencida con sus palabras. Internamente, quería confesarlo para olvidarlo cuanto antes, alejarse de aquella prueba de sexo y de sus vivencias…

Pero Iria tenía algo más que explicar…

- Padre, debo confesarle, además del pecado que me duele reconocer y que acabo de exponer, que estuve reconociendo mi sexo por dentro por primera vez. No sé si esto es muy apropiado contarlo aquí…

- Haremos una excepción, cuéntame – dijo el sacerdote, relamiéndose al otro lado de la cabina, donde Iria no podía ver su cara de excitación.

- Ah, bien, gracias, nada, es un momento. Estaba reconociendo mi sexo por dentro, suave, con paredes estrechas y que me daban placer… Y, bueno, encontré una zona más profunda que no era nada placentera.

Iria no podía ver cómo el sacerdote tenía ya su polla vieja pero de buen calibre en la mano mientras le escuchaba y la estaba meneando, ya estaba bien erecta.

- ¿Cómo, Iria? Explícame eso – decía el sacerdote moviendo su falo mientras la escuchaba.

- Es una especie de pared, bueno, una telita que había al fondo, justo donde ya no quise pasar más adentro… Tenía un tacto distinto al resto del sexo. La rocé y la empujé un poco con el dedo, y de inmediato me dolió al tocarla.

El sacerdote se alarmó de repente y le preguntó:

- No habrás seguido tocándola, ¿verdad?

Iria lo negó.

- No, me dolía, ya le he dicho, no volví a tocarme tan adentro. Me pregunté si eso era mi virginidad.

- Efectivamente Iria. El dolor es un signo de tu protección frente a la prueba del sexo, ten cuidado de no traspasarla. El juego debe quedar sin que esa parte se vea involucrada.

Iria asintió, aunque era difícil de comprender.

- Iria, por favor – dijo el padre – pasa de nuevo a la sacristía, cuando acabes de rezar tu penitencia. – El sacerdote David llevaba una erección que intentó disimular mientras se adentraba en el cuarto. Iria se quedó un rato arrodillada delante de un banco mientras pedía perdón…

De nuevo, la misma habitación.

Iria, sentada en la mesa, aguardaba a que el padre le preparase un café en la cocina de la sacristía. Y de nuevo, la pastilla del farmacéutico se disolvió anónimamente en el café de la creyente, en la taza con trazos rosas. El padre vertió parte del café en otra taza para él que se llevó azúcar pero no tenía la misma pastilla.

Mientras Iria tomaba el café en la taza blanca y rosa sin sospechar nada de lo que contenía, el padre volvió sobre el tema:

- No te asustes Iria, obraste bien, hay que caer en la tentación para vencerla por dentro. En ese sentido, yo te apoyo.

- Ya, pero Dios… no puede aprobar mis actos… – dijo Iria dando el sorbo final.

- Todo volverá a la normalidad muy pronto, ya lo verás.

Silencio.

Y al cabo de un rato, Iria se quejó:

- ¡Ya siento de nuevo lo de ayeeer! ¡El calor, el sexo! – se levantó de repente, alterada.

David sonrió, ahora podría iniciar a Iria perfectamente, tenía el cuarto a disposición de ambos… Quedaban minutos para desflorarla, el sacerdote bien lo sabía y casi se corre de la excitación de solo pensarlo.

-Iria… ¿te importaría…? – dijo David abriendo la puerta de la habitación.

Pero la chica salió de la sacristía como una exhalación, por la puerta que da a la iglesia y a la calle, sin mirar atrás. Solo dijo:

- Debo ir rápido… ¡Le contaré mañana!

David no esperaba que Iria se marchase así… ¿Estaba haciendo algo mal? Quería excitarla, pero que ella se quedase con él…

Aquella tarde finalizó con dos personas haciendo exactamente lo mismo pero en distintos lugares.

Una Iria sudorosa en su habitación se tocaba nerviosamente el sexo para apaciguar el calor que de él provenía, como ocurrió la noche anterior. El segundo orgasmo de la vida de Iria llegó a raudales, dejando casi paroxística a Iria, que mordía la almohada para que en casa no la oyesen pecar. La humedad manchó la mano de Iria y se deslizó por sus muslos…

Y casi al mismo tiempo, David practicaba una violenta masturbación, harto por el hecho de que la joven de piel morena se le hubiese escapado. El semen manchó el suelo de la alcoba donde tenía pensado acostarse con la tímida jovencita…

La mañana había comenzado soleada como venía acostumbrando durante aquella época. Iria ya estaba levantada y desayunaba en la mesa, el aroma a café envolvía la habitación.

Sus padres ya se habían marchado, así que desayunaba sola. Iria dirigió un momentáneo vistazo a las tazas que sus padres habían bebido hace una hora cuando se habían levantado antes que ella.

Y se quedó paralizada.

Vio la taza de su madre. Era blanca, con una filigrana rosa…

Le recordó momentáneamente a la misma taza de la que bebía café cuando el padre se lo preparó durante los dos días anteriores. No era exactamente el mismo modelo de taza, pero ello sirvió para disparar una deducción en su mente.

Curiosamente, las dos veces que se había tocado el cuerpo, producto de una excitación inconmensurable, había acabado de beber café en aquella taza, en la sacristía.

¿Podía ser una coincidencia? ¿O no?

De cualquier forma, Iria tenía algo que averiguar durante ese día.

Se preparó para ir a la iglesia a confesar de nuevo su pecado masturbatorio, y esta vez, a esclarecer algo más sobre el tema. El pijama estaba descansando sobre la cisterna del váter, mientras la joven morena giraba el grifo de la ducha y una corriente de agua templada caía sobre su cuerpo desnudo y virgen… Las gotas de agua caían sobre los hermosos pechos de la joven, donde hacían cosquillas en su piel. El agua también se deslizaba por sus curvas de infarto hacia su entrepierna… Iria, con las manos llenas de jabón, se abalanzó a frotar las partes más íntimas de su cuerpo para limpiarlas, las mismas que desde hace un par de días habían cobrado un protagonismo inesperado en aquella chica tímida y temerosa de su cuerpo.

Mientras se daba una buena ducha, Iria era incapaz de imaginarse lo que estaba a punto de suceder ese día…

De nuevo, el padre David escuchaba a Iria excitado tras la pantalla del confesionario. La creyente volvió a describir cómo había tocado su cuerpo de nuevo, presa de la excitación del momento…

- Otra, otra vez… Padre. Volví, bueno, volví a hacer lo mismo de ayer, ¡con idéntico final! Ojalá se me perdone, de verdad me arrepiento… – confesaba Iria.

Le emocionó pensar que al mismo tiempo que Iria, aquella jovencísima virgen devota, había estimulado su cuerpo, él había hecho lo mismo con el suyo. Que quizás se habían corrido a la vez. Añoraba el momento en el que ambos pueden disfrutar no sólo al unísono, sino compartiendo un mismo espacio, piel contra piel…

Era difícil para el padre David contener la dureza de su miembro mientras la escuchaba arrepentirse.

- Tranquila, chica. No pasa nada. Estás aquí para confesarte y bien arrepentida que estás… Queda perdonado.

Iria suspiró tranquila, aunque seguía nerviosa. No sólo por el pecado, sino porque ese día debía adivinar la verdad que se escondía tras el padre David. ¿Era él quien la estaba excitando, con algún juego sucio?

De nuevo, el padre le sugirió:

- Hablémoslo en la sacristía. Reza de nuevo tu penitencia, te espero allí – y salió del confesionario.

Iria, tras rezar en el banco, dedicó dos minutos más a pensar cómo se enfrentaría al sacerdote que tan bien conocía… El amable padre David, bien conocedor de las escrituras y animador de aquella parroquia, era capaz de algo tan perverso cómo preparar un café estimulante para despertar la sexualidad de una creyente…

Esperaba no equivocarse en atribuirle algo así… pero debía descubrir la verdad.

Ahora.

Iria se levantó, sus grandes pechos botaron con el movimiento. Comenzó a andar en dirección a la sacristía, y con decisión entró dentro, donde el padre le aguardaba…

David estaba muy ilusionado, quería que aquél día tuviese lugar la iniciación de Iria al verdadero juego sexual. Masturbarse ella solita seguro que había ayudado a Iria a descubrir un nuevo mundo, pero lo mejor debería mostrárselo él. En su mente no podía deshacerse de la imagen de la preciosa Iria desnuda, con su cabello desparramado en la cama de la habitación de David, con los ojos verdes color naturaleza clavados en él mientras una erección de caballo abría los virginales labios del sexo de la joven… En la imagen, con la que tantas veces se había masturbado, Iria chillaba al sentir cómo su virginidad se resquebrajaba, cómo un sexo masculino llenaba el vacío de su intimidad….

Mientras preparaba el café, se dio cuenta de que aquél día no debía escatimar en recursos. Una pastilla excitaba a Iria, estaba comprobado, pero aquél día estaba dispuesto a añadir tres o cuatro comprimidos al café de Iria, no quería dejar ni siquiera que la muchacha tuviese dudas… Iria estaría tan drogada y atontada que sería muy fácilmente manipulable…

La puerta se abrió e Iria apareció.

- Pasa, Iria, siéntate. Estaba preparando café para ti y para mí.

Iria cerró la puerta tras de sí y se sentó en la mesa mirando fijamente al sacerdote. Así que de nuevo un café…

Iria observó al padre David mientras la cafetera hervía y preparaba su taza. De nuevo aquella taza blanca con tonos rosados… ¿Echaría algo sin que ella se diese cuenta? No quería desconfiar, pero la casualidad era tan evidente… Ya eran dos días en los que acababa caliente perdida a raíz de ese momento…

La taza apareció llena de café ante Iria. Ella la observó sin decir nada, mientras el padre se servía otra para él.

Contemplaba a Iria ante la taza preparada con cuatro pastillas afrodisíacas que harían volverse loca a la pequeña. No aguantaba más, debía ser aquél el día en el cual ella cayera entre sus brazos…

Pero…

- Padre David, no pienso beberme esto.

Iria declaró con decisión, mientras alejaba la taza de ella.

- Pero… pensaba que te apetecería… – dijo David, sorprendido e incluso empezando a sudar del nerviosismo.

- Tengo razones para creer que este café está adulterado – Iria miraba con sus penetrantes ojos al declarar su postura. – No es casualidad que en dos ocasiones en las que lo he tomado he acabado… tocándome.

Silencio.

- ¿Realmente crees que eso tiene algo que ver, Iria? Estás lanzando una acusación seria ante un ministro de Dios.

- Mmm… no puedo estar del todo segura. Pero no lo voy a beber por si acaso.

El sacerdote David vio con desazón como su plan se iba al traste. Quizás había pecado de confiado, después de todo, era fácil que la chica lo pillase… No lo había pensado bien.

Pero no estaba todo perdido, pensó él.

Aún de pie, le preguntó:

- ¿Dirías que es el café el que te hace sentir ganas de caer en la tentación de caer en el sexo?

- Bueno… o quizás estar aquí. Nunca antes entré a la sacristía – admitió Iria desconcertada.

El padre David anduvo por la habitación sin dirigirse a ella. Mientras, comentaba.

- Es algo grave la acusación que lanzas contra este espacio, el cual al estar dentro de la parroquia, no deja de ser santo. Mmmm… Iria, me temo que estamos llegando a una situación de no retorno en tus recidivas hacia el sexo, y deberíamos comentarlo cuidadosamente.

-¿Eh?

Acercándose hacia la joven sentada, el padre acabó agarrando a Iria por los hombros. La chica no hizo nada por desasirse, pues se encontraba sorprendida, y más al escuchar…

- Durante estos dos días, la sensación que has sentido salir de ti y que ha acabado lanzándote al onanismo compulsivo… podría estar sólo empezando. La prueba que salió de tu propio cuerpo y que a tu cuerpo impone no puede haber acabado aún. Por tu sangre aún fluye ese deseo por seguir en el reconocimiento del sexo que no puedes evitar…

- Eso… eso no es verdad, estoy segura, sin café no volverá a ocurrir – afirmó Iria.

- ¿Segura?

Y el padre rozó con su dedo la barbilla de la joven… Un roce lento, arrastrado pero decidido, que unió más dedos y acarició con calidez la mejilla de Iria.

Su piel se sonrosó ligeramente, y sus ojos adquirieron un resplandor tenue, distinto al de unos segundos antes. La mano descansaba ahora en el cuello de la pequeña, notando como el ritmo aumentaba lentamente.

- Yo… yo no… – dijo la joven – no entiendo muy bien esto…

Miró con sus bellos ojos verdosos a David. Sus facciones de hombre ya maduro nunca le habían resultado toscas, sino que tenían el fragor del día a día, y para ella resultaba en alguien en quien podía confiar.

E Iria no pudo evitar pensar en los momentos compartidos, tantos instantes durante tantos días… De confesión, de catecismo, de acercamiento a la verdad bíblica… Iria había pasado tantos momentos en la iglesia, cerca del sacerdote David, que se sentía muy cómoda con su presencia, todo había que decirlo…

David manipulaba con cuidado a la niña, despertando en ella los sentimientos casi románticos que ni siquiera él esperaba…

Y sin casi esperar a que ella aclarase su mente, con rapidez, le robó un beso.

El primer beso de la joven Iria…

Los labios puros de Iria recibieron los gastados labios del sacerdote en ellos, imprimiendo con fuerza el sello de un deseo. Iria, aún atónita, tuvo que ver cómo entre sus labios se colaba una lengua que quería chuparla por dentro, que quería todo lo que ella guardaba en la boca. Era una sensación asfixiante en cierto sentido, pero no mala. Era su primera vivencia, y su primer beso era una tórrida exploración con lengua que la dejó exhausta. La saliva de la boca ajena inundó la suya, y lejos de ser desagradable, le pareció comprensiblemente estimulante…

El cura se separó de su doncella, que abrió los ojos lentamente. Sus mejillas encendidas y su tartamudeo revelaban el estado de Iria. Se encontraba confusa, y sentía algo similar a lo que había sentido los días anteriores…

- Ay, ¡eso ha sido inesperado! Qué vergüenza, padre, hacer aquí algo así…

El cura explicó con paciencia.

- Iria, tu deseo sexual no corresponde sino a tus dulces sentimientos, que son perfectamente explicables. Tu cuerpo plasma con intenciones carnales lo que tu mente lleva clamando ofrecer. Eso explica tus calentamientos de ayer y anteayer…

- Pero… no me parece bien esto aquí, en un lugar supuestamente santo…

- Iria, no temas. Esto no tiene nada que ver, se trata de ti, de tu lucha contra el sexo.

- …

- No ocurrirá nada que tu cuerpo no desee. Podrás controlarlo. Y controlándolo lo vencerás.

Iria miraba insegura

- Ama. Ofrécete – le aconsejó el padre.

El cura repitió el beso a Iria le gustó muchísimo más esta vez. Ella seguía sentada, pero el padre se fue inclinando hacia arriba y ella se levantó siguiéndole… Las figuras se entrelazaban, y el cura no tardó en rodear a su joven vestal por la espalda con sus brazos. La figura de Iria se pegó más al calor del sacerdote, cosa que a Iria no le pareció mal.

El propio David se sorprendió al ver cómo Iria abría su boca con libertad para recibir el beso, cómo ella se pegaba a él y – oh, sorpresa – cómo las piernas de Iria se separaban un poco, elevando la pelvis contra la sotana del sacerdote. Iria sabía por instinto lo que nunca había probado en la vida real… Sentir aquella insinuación inconsciente de la adolescente, como si quisiera ser follada de inmediato, fue excelso para el clérigo.

Tomó a esa joven escultural por la mano, y la atrajo hacia él. Le indicó que le siguiese. Iria descubrió que iban hacia la puerta del fondo.

Ambos cruzaron el umbral y se encontraron en un cuarto minimalista a oscuras: una cama, un armario y un escritorio contra la pared. Un crucifijo dominaba el cuarto. Iria se quedó algo paralizada, sin saber cómo reaccionar.

El cura, que tanto soñó con mancharse de sangre virgen de Iria en aquella habitación, por fin vería logrado su sueño.

Suavemente, el padre cerró la puerta, y sin que Iria lo advirtiese por la tenue luz, uno a uno los botones de su sotana empezaron a desabrocharse… Las manos de él la impulsaron hasta la cama, donde casi cae de no ser por reaccionar a tiempo. Se quedó sentada en ella, mirando con sorpresa a David…

David ya no tenía la sotana encima. El cura, prácticamente calvo de no ser por algún pelo suelto a los lados de la coronilla, de nariz aguileña y piel áspera, mostraba más piel que nunca. Su torso desnudo tenía una tonalidad pálida, pero de aspecto era bastante fuerte, algo que ni Iria ni nadie habría previsto. Velludo en el torso y en las piernas, llevaba un bóxer negro…

Iria jamás había visto a un hombre tan desnudo.

Y menos aún cuando él se quitó la ropa interior…

Lo que apareció lo recordó Iria como el órgano reproductor masculino de las clases de sexualidad que recibió con pudor en clase. Pero aquella imagen de un sexo débil y flacucho no se parecía a la que exhibía el cura. Era un pene ciertamente grande y de grosor considerable, que se encontraba aparentemente tieso y soportando fuerza. En su base había mucho pelo y dos testículos grandes. Daba algo de miedo…

El cura, siendo consciente de cómo miraba Iria a su sexo, preguntó:

-¿Qué sientes al ver esto?

- Mmm, aaah, yo…

El cura estaba a su lado, en el borde de la cama, el miembro erecto miraba a Iria… El padre sujetó a Iria por la barbilla, como si fuese a darle un beso. Era una muñeca en sus manos… La mano desnuda del padre se deslizó hasta quedar en la entrepierna de Iria, y señaló su pubis.

- ¿Verdad que sientes algo aquí?

Y después, tocó con decisión entre los pechos de la joven.

- ¿Y aquí?

Para a continuación besar de nuevo a Iria, pero esta vez no en la boca, sino en el cuello… Un beso dirigido a excitar al máximo la libido ya renaciente de la joven. Aspiró, lamió y por último mordió mientras Iria gemía, pero a la vez disfrutaba.

Se separó de ella y sin dilación, cogió el borde la camiseta de Iria. No hizo caso a sus débiles quejas, el cura desnudo levantó la camiseta y la sacó por los hombros, dejando el torso de ella al descubierto.

Un precioso sujetados blanco de encaje escondía los senos de Iria. Muy grandes, ya se adivinaba esta faceta cuando ella buscaba llevarlos cubiertos tras sus camisetas sin escote.

Iria se dio cuenta de que era cuestión de minutos acabar tan desnuda como David… No sabía muy bien qué hacer.

Pero el padre si parecía saberlo.

Rodeó a la chica con sus velludos y fuertes brazos y desabrochó con habilidad el broce de su sostén, y se lo retiró…

David quedó maravillado.

Los pechos de la dulce Iria eran de un tamaño inesperado para la timidez que solía lucir. Unos senos bien centrados, que tenían pinta de ir apretados en el sostén de su dueña. Liberados, lucían unos pezones de color tostado, con una aureola grande. Aparentaban estar duros…

Esa visión desató la lujuria del hombre hacia la inexperta chica cubierta solo por sus bragas. Las manos de él se abalanzaros sobre aquellos pechos descaradamente perfectos, sin que Iria pudiera casi evitarlo. Las palmas de las manos amasaban la piel de aquellos trozos de carne tan deseables para un hombre, sintiendo Iria la presión sobre su anatomía.

David jugó primero con uno, luego con otro, luego con ambos, recorriéndolos, palpándolos y apretándolos como si quisiera exprimirlos…

- ¡Aaaah! ¡Con cuidado, con cuidado! –imploraba Iria, al sentirse tan abusada.

Pero el juego era muy adictivo para el hombre que la dominaba, que quería hacer de las tetas reprimidas de Iria algo suyo. Cuando tocó los pezones oscuros de la joven comprobó que estaban bien duros como piedras, y el padre sabía muy bien que eso significaba que Iria comenzaba a excitarse, como muy bien lo había hecho drogada los dos días anteriores al tocarse. Al presionar los botones de la joven, ella se retorció disimuladamente, pero lo suficiente para que él supiese lo que ella quería internamente.

Sin dejar de manosear sus pechos, llevó uno de ellos a su boca de hombre mayor y chupó del pezón como chuparía el futuro niño de Iria. Con fruición, lamió le pezón y estiró de él marcando un poco los dientes, mientras sobaba sin parar los generosos senos.

La expresión de Iria en la cara y la dejadez de movimientos para impedirlo dejaron todo claro. Ella disfrutaba del hombre que jugaba con sus pechos, mucho mejor de lo que ella sola podría hacer… Sus pechos empezaban a emitir como chispas de calor que también reverberaban en su entrepierna, y le hacían sentir tan bien…

Se dejó hacer, se reclinó más en el lecho, con el padre mamando encima de ella, intentando extraer leche materna de sus pechos vírgenes. A cada cambio de movimiento ella se volvía loca y pedía más y más…

Se sentía sometida a presión, pero no le importaba lo más mínimo.

Quizás para aligerar la presión, mientras el padre seguía con la cabeza entre los pechos de la chica, sus manos pasaron por las estilizadas cinturas de Iria y fueron al pantalón de ella, y con habilidad, desabrochó el cinturón. Liberada la hebilla, bajó sin dificultad la cremallera y el pantalón casi salió solo de las piernas de la joven. Claro que ella levantó su trasero, arqueándose, para permitir en medio del arrebato sexual quedarse casi desnuda delante de él.

Los muslos de la joven, brillantes y bien depilados, sorprendieron al sacerdote. Eran de un vigor sorprendentemente inesperado, claro que todo estaban siendo sorpresas positivas. Debajo de sus ropajes, Iria exhibía un cuerpo de modelo que ponía mucho empeño por cubrir en público.

No pudo evitar recorrer con las manos la extensión de las extremidades bien talladas… Hasta que llegó a la braguita blanca de Iria, de aspecto infantil, que cubría con pudor la zona más privada de su creyente.

Le excitó tanto la idea de que a Iria sólo le quedase una prenda puesta, que se lanzó a la boca de la joven como un poseso. Y ella respondió, con aceptación… El beso profundo fue de tal intensidad que paralizó a ambos amantes mientras lo realizaban.

Y fue precisamente en aquel beso tan lascivo, tan profundo, cuando el sacerdote, movido por la máxima excitación, agarró el lateral de la braguita de Iria y comenzó a bajarla. Se moría de ganas de librar a la joven de su última prenda y ver su tesoro virginal…

Iria, mientras disfrutaba del beso que la ahogaba, se fijó en la estrategia y trató de impedirlo. Pero sus brazos cayeron rendidos, pues ahora el padre masajeaba la cara interna de los muslos bien tallados de ella y el tacto era también tan placentero que la joven no quiso privarse de aquello. Y fue así, con el despiste o consentimiento de Iria, cómo las dos manos con vello del padre agarraron las cintas laterales de la braguita y la bajaron suavemente, recorriendo los muslos sinuosos de ella que no parecían oponerse. Cuando el beso terminó, Iria vio con alarma cómo el padre sostenía sus braguitas entre sus manos y se acercó para oler el aroma de la intimidad de Iria que reposaba en ellas.

Una Iria totalmente desnuda yacía ahora en la cama…

Temerosa de mostrar su parte más íntima, se llevó por impulso la mano sobre el sexo.

Notándolo el padre, lanzó lejos la ropa interior de la joven y se abalanzó sobre su presa indefensa. Clavó sus brazos a ambos lados de la nerviosa Iria, quedando ella simbólicamente atrapada. La mirada de ambos se cruzó, con ella el padre parecía pedir la retirada de la mano mientras Iria imploraba no hacerlo. David dirigió una mano a su vientre y empezó a masajear cerca del ombligo, la sensación era rica para Iria… Al mismo tiempo le pasó sus torpes dedos por la fina nariz y le hizo cosquillas en su mejilla. Ensimismada Iria por toda esa delicadeza, se vio a ella misma consentir cuando el brazo portentoso de él agarró los dedos que cubrían el sexo de Iria y le hizo apartar su mano, revelando al sacerdote el secreto más protegido de su figura.

Iria sufría gran vergüenza mientras David procedió a admirar la tierna rajita de Iria, en consonancia con el resto de su ser.

Con sus dedos, palpó la superficie del monte de Venus de la majestuosa chica. Tenía una pequeña mata de vello púbico, que imaginó que la joven no rasuraba porque ni pensaba aún en mantener relaciones sexuales, ni sabía apenas lo que era aquello. Debajo de ella se encontró el preciado sexo cerradito de Iria, signo de su pureza.

Introduciendo un dedo en aquella estrechita ranura de Iria, notó la suavidad de los prietos labios vaginales. Ciertamente, tenía un coñito delicioso…

Iria, al sentir un tacto que no era el suyo en su sexo, se puso muy roja. Sus sentidos se acrecentaban… Un dedo del sacerdote se posó en su escondido clítoris, un pliegue de carne que lentamente iba creciendo, como si quisiera ser descubierto. Iria sentía las caricias en su parte más placentera como algo propio de otro mundo…

El padre bajó más la cara hacia el dulce sexo de la joven, y con sus manos separó los potentes muslos de la joven. Se deslizaron hacia los lados, dejando más expuesta la cavidad pélvica, lo cual avergonzó más a la chica al sentirse más observada. Con ambas manos, los dedos hábiles de aquel sacerdote separaron los pliegues de la entrepierna de Iria. Con resistencia, propia de un coñito inexperto y nunca explorado por una mano masculina, los pliegues revelaron el interior rosado y lleno de belleza de la joven…

- Ay, David, yo… me está dando mucho corte esto… – Iria se había puesto una mano en la cara y observaba muerta de vergüenza entre sus finos dedos la operación que ocurría entre sus muslos. A la vez sentía un calor, impulsado por el pudor, que iba a más…

- Iria, no solo eres preciosa por fuera, sino también por dentro… – decía melancólicamente el padre, mientras sus dedos recorrían las partes más celosamente guardadas de la anatomía de la niña. Se paseaban por aquellas paredes esponjosas de aspecto sano y vigoroso, hasta que tras abrir completamente su interior vislumbró la esperada membrana virginal de Iria… – Oh, mi pequeña, esto es fabuloso… – dijo tocándola con la punta del dedo.

El sostenido placer de la jovencita quedó interrumpido por un gesto de dolor en su rostro, y un gemido lastimero llegó a los oídos del sacerdote.

- ¡Ay, ay, eso es lo que me duele que le comenté!

Iria suplicaba que se detuviese, incluso llegó a apartar la mano del sacerdote del interior de su sexo. David se dejó llevar por ella mientras en su mente ansiaba el momento de tomar el himen de la jovencita para él… Parecía dolerle una barbaridad, la penetración de Iria comenzaría seguramente con dolor y sangre…

Su sacrificio debía entonces ser acompañado con un intenso placer.

Rápidamente, sin dejar reaccionar a Iria, acercó su cabeza a la rajita que se abría ante él y con un lametón, de arriba abajo, recorrió la casta abertura. Dejando su saliva en ese cascarón vestal, culminó revolviendo la lengua en círculos en torno al clítoris de la muchacha.

- Mmmmm – fue la respuesta de Iria, quien había olvidado el dolor ya.

Y allí comenzó un ritual lento y elaborado a disposición del deleite de la jovencita, quien sintió a cada segundo cómo la temperatura de su entrepierna se elevaba sostenidamente y sin pausa. A cada movimiento de la lengua, ya fuese sobre la piel externa o colándose entre las paredes sagradas de su vagina, Iria ronroneaba a placer. Sus tejidos vaginales comenzaban a sudar un extraño líquido que parecía lubricar el sexo con una nueva fragancia…

Incluso el padre, tan excitado, mientras con sus manos amasaba las generosas nalgas y comía de la deliciosa almeja intacta de Iria, se atrevió a hundir con ligereza sus colmillos en las carnes trémulas, juntando al placer emanado una sensación exponencial que llevó a Iria casi al paroxismo.

- ¡Aaaahhh! ¡Ah, sí, de nuevo, por favor, se siente tan bieeeen!

David, enloquecido por ver a la niña disfrutar del buen sexo, al verla transformada y ya lejos de la pureza que solía lucir, aumentó el ritmo de sus lengüetazos y mordisquitos dentro de los labios internos. El padre ya sentía el flujo vaginal de la joven humedecer el espacio y sabía que la gran descarga orgásmica estaba cerca. Con su lengua recogía la gotitas de líquido de la excitada joven…

Iria ya se sentía casi descontrolada, sudaba enormemente por el calor que provenía de su vulva y que ya afectaba seriamente a su cerebro. Era una sensación que ascendía, que se revolvía no sólo en su entrepierna, también en lo alto de sus pechos… Iria con sus propias manos masajeó los pechos que casi nunca tocaba por considerarlos sucios, y retorciéndolos entre sus manos se preparó para el viaje final.

La saliva se volvía a remover por obra del maduro en torno al clítoris impaciente y latiente de libido mientras un dedo reconocía las paredes vírgenes y casi rozaba el himen… El calor de Iria ofuscaba sus pensamientos, se sorprendió pensando que ojalá el dedo hubiese desgarrado su virginidad y se sacudió ese pensamiento de la cabeza con fiereza. Pero no podía ya hacer nada, era imparable…

Apretó sus senos con fuerza, tocando sus pezones especialmente firmes, mientras sintió como el máximo grado de calor la invadía, como se fundía entera…

- ¡mmmMMM! ¡Ya, yaaaaaaa! ¡Ayyyyyyyyyyy! – se deshizo entre gemidos, mientras su cuerpo lo hacía en líquidos…

De las paredes internas vaginales empezaron a emanar repentinamente chorritos de flujos que empaparon el sexo de Iria… El padre vio cómo esos líquidos de olor intenso y color brillante se deslizaban en cascada y manchaban los labios mayores y se deslizaban hacia el ano. También recorrían radialmente las ingles y parte de los muslos del deseo… era tal la humedad de Iria que pensó que la cascada nunca acabaría de brotar. Y de mientras Iria gemía sin parar disfrutando de su orgasmo…

Se tomó la libertad de lamer un poco del néctar que sólo esa chica fabricaba, excesivamente caliente, fruto de salir recién horneado de aquella virgen…

El sacerdote se mostraba más que satisfecho del resultado conseguido en el cuerpo de la fogosa joven.

La excitada jovencita seguía respirando con profundidad, exhalando aún lentamente el placer de su orgasmo, mientras los jugos vaginales de su tierno sexo salían de aquel ángel, manchando los candentes muslos de la joven del deseo…

Viendo que la dulce Iria ya se encontraba preparada, David no dudó en emprender la iniciación total de la chica.

David reconoció el valor de su noble tarea.

Él, como jardinero de Dios en la Tierra, tenía la misión en aquél momento de cortar la bella flor de Iria, la vestal más pura que había florecido jamás.

Sin dilación, su duro miembro apuntó contra la vagina de la joven. Iria, con sus ojos bien abiertos, observó como el sexo masculino se acercaba a su intacta cavidad y al segundo siguiente sintió su tacto, el tacto del glande rozar a sus sensibles labios externos. Iria no sabía si reaccionar con decisión o con temor a aquel encuentro de órganos prohibidos…

El padre David agarró con una mano su pene para guiarlo dentro de la jovencita, suavemente lo empujaba para adentrarse entre esos labios vaginales. Iria por vez primera sintió un escozor en su sexo y, temerosa, se reclinó hacia atrás en el lecho, alejando el coñito de su invasor.

- Ay, David, yo no sé si esto irá bien, me gusta pero me duele al mismo tiempo… – se excusaba Iria, intentando cerrar sus piernas para proteger su estado virgen.

David comenzaba a impacientarse, debía desvirgar cuanto antes a Iria para evitar su reticencia.

Se echó encima de ella, palpando uno de sus pechos con suavidad mientras acercaba sus labios a su boca y la besó de forma muy romántica. Acabó mordiendo ligeramente el labio inferior de Iria, lo cual emocionó tanto a las células nerviosas de la adolescente que cerró los ojos para disfrutar más de esa sensación, al tiempo que su pezón era presionado y retorcido…

Mientras, el sabio padre tomó a Iria por la parte inferior de sus impresionantes muslos, y frotándolos con decoro los hizo suyos. A su voluntad agarró los muslos de la provocadora Iria y los separó cuidadosamente pero sin opción a resistirse por parte de ella, con lo que su sexo quedó de nuevo expuesto. Dejó caer el peso de sus velludas piernas para inmovilizar las piernitas de Iria, para que la mujercita no pudiese de nuevo cerrarlos…

La portentosa polla del sacerdote quedó de nuevo enfilando la conchita cerradita. Hábilmente, el padre dejó caer el miembro sobre el clítoris de la joven y lo empujó en movimientos muy pausados, que hicieron que Iria experimentase las ricas sensaciones que sintió antes al ser estimulada. Casi inconscientemente, la pelvis de Iria se levantaba como queriendo besar al miembro viril que le daba placer. David notó que era el momento de penetrar a la joven.

Siendo ya consciente de la estrechez del conducto virginal de su compañera de cama, procedió a separar con sus torpes dedos la entrada de la entrepierna femenina. Los carnosos labios se abrieron al máximo por culpa de la fuerza ajena ejercida y la tierna intimidad rosadita de Iria quedó expuesta. Al fondo la telita del himen se acomodaba entre tejidos vaginales aún vírgenes y de aspecto delicioso.

El glande nervioso y duro del sacerdote se introdujo entre la conchita abierta y empezó a presionar las paredes vírgenes mientras se hacía sitio dentro de Iria…

La casta jovencita notaba como su sexo era invadido por primera vez y por un órgano sexual demasiado grande. A medida que los centímetros avanzaban dentro de ella, la vagina, cerrada por costumbre, se contraía no sin dolor…

- Ay, David, esto me está escociendo… – exclamó Iria…

El miembro tenía dificultades para ensanchar el sexo de la niña a su paso, pero el sacerdote no tembló ni pausó su avance. La humedad de la chica ayudaba ligeramente a la invasión. La gruesa verga arrasaba la pureza de Iria y se acomodaba en su cálida vagina, hasta que topó con la ya conocida resistencia de la inexperta Iria.

La jovencita, al sentir que el pene que la abría por dentro llegó a la zona más sensible, no pudo evitar un gemido de sufrimiento:

- ¡Ayyyyy! Señor mío, ¡eso es doloroso!

- Sshhh, mi querida Iria… – le intentó calmar el excitadísimo padre David. – Como bien habías descrito, he llegado ya a la parte que confiere fuerza a tu voluntad. Tranquila, Iria, tu virginidad resistirá al sexo porque tu pureza siempre ha sido ejemplar…

Nerviosa, con los tejidos de la vagina separados al máximo dado el grosor de la verga y la virginidad siendo presionada, Iria miraba a David con gran sufrimiento:

- No, no te entiendo… David… Por favor, me está haciendo daño… Para – decía mientras se retorcía. Pero el hombre tenía bien agarrado el cuerpecito de la joven y no permitía que su miembro dejase de tocar su himen.

- Esta zona que te produce dolor intenta protegerte del deseo carnal, es fuerte, como lo fue la virginidad de la Virgen María, que nunca desapareció. Tú puedes ser así de resistente también, cariño, tu himen resistirá la tentación…

- Ayyyy, no sé, yo no estoy segura, sólo sé que me está doliendo, como si me fuesen a cortar… – dijo Iria con una expresión poco agradable en su cara de niña.

El roce del miembro contra la telita sagrada de Iria era cada vez más pronunciado. Con sorpresa, el padre recordó que en su juventud, en las pocas ocasiones que tuvo de acostarse con nenas vírgenes, nunca había encontrado un himen tan fuerte, tan difícil de romper como el que Iria presentaba…. Pero para ser sincero, tampoco había encontrado nada igual a Iria: ninguna chica era tan pura e inocente, ni tenía tan buena figura como esta virgen.

El cura no podía aguantar las ganas que tenía de desvirgar a esa tierna muchachita, más aún tras echar una nueva ojeada a su anatomía desnuda: unos pechos grandes y pesados, unos muslos bien jugosos a juego con unas nalgas respingonas y un conejito cerradito e intacto; un cuerpo cubierto con la exótica tonalidad de piel de Iria, una preciosa tonalidad tropical bañando en ébano su cuerpo y coronado con una carita angelical que parecía esculpida.

Y no pudo más, empujó con todas sus fuerzas contra la membrana virginal de Iria. Agarrándola de las nalgas, penetró con un embiste furioso el resistente himen de su fiel devota.

Los ojos verdosos de la dulce Iria se abrieron al máximo al sentir el brutal empuje contra su profundidad virgen. El intensísimo dolor era un eco por todo el cuerpo de Iria, la lucha contra el miembro era en vano. La joven chiquilla sentía cómo en su entrepierna la delgada membranita era resquebrajada, como sus tejidos virginales estaban cada vez más rotos…

El miembro por fin venció la resistencia del himen y empujó hasta el fondo del conducto vaginal.

El himen de Iria había sido desgarrado.

-¡¡¡NooooooooOOOOOO!!! ¡¡AAAAAAAAAHHHHH!! – se quejó Iria en un grito estruendoso.

La polla ya intentaba introducir sus últimos centímetros en la desvirgada vaina de la adolescente. Los restos del bien cuidado himen de Iria dieron paso a un sangrado lento que fue cubriendo la vagina y el miembro que la asolaba por primera vez.

- ¡aaaaaaAAAAAHHH! – gritaba Iria, con sus verdes ojos llorosos y rota por el dolor – Maldito seas, me duele… ¡¡¡me duele tantoooo!!!

Mientras la polla se había introducido totalmente, las pelvis masculina y femenina quedaban pegadas y el sexo del varón chocaba contra el fin de la desflorada vagina, haciendo más daño a la joven al herirle las puertas del fértil útero.

Su espalda se arqueó y de sus ojos cerrados con violencia salieron lágrimas. Iria era consciente de que en ese momento su coñito había quedado destrozado y sentía como la sangre caliente le brotaba.

- Tranquila, Iria, tranquila, mi niña… – decía un ilusionadísimo David, desvirgador oficial de la creyente más joven de la parroquia. – Tu cuerpo no ha resistido la prueba del sexo… Pero vamos a hacer que quede satisfecho. Mmmm, mi dulce niña, qué placer el desvirgarte, que sexo más apretadito tienes…

Iria entre sollozos se revolvía en el lecho de consumación. Entre sus piernas, el grueso mástil que la había estrenado le hacía daño, paralizando sus sentidos. El himen, aquella membranita divina que no pensó perder tan temprano, se había ido, con no poco sufrimiento, a manos de un párroco, ni más ni menos.

Y la firma de aquél acto era patente. A medida que David extrajo con dificultad su polla del pequeño coñito de Iria, arrastró una fina capa de sangre virgen que salpicó la sábana del lecho coital. Una mancha que quedaría para siempre en el lugar santo donde se desvirgó a una tierna muchacha, una sangre que el sacerdote tocaría todas las noches para recordar cómo él fue el que sacrificó la virginidad de la pequeña y tímida feligresa…

Al ver Iria como el sacerdote se separó de su cuerpo de deseo, de su pubis vio nacer el descomunal miembro que le causó dolor con algo de sangre en él y la joven emitió un sonido quejumbroso.

Sin dejar que se quejase más, David acercó su boca a la tierna boquita de Iria y la besó suavemente. Para su sorpresa, ella le aceptó casi sin rechistar… Y en el baile de labios y lenguas, David amasó los generosos senos que la Naturaleza le dio, y sintió la tersa piel de Iria excitándole siempre hacia el infinito. Los pezones no habían perdido la dureza que también conservaba un miembro que avanzó de nuevo entre los carnosos labios vaginales…

La chica sintió que el sexo ocupaba de nuevo su feminidad, y se resintió un poco. Pero hasta ella sabía, y quería sentir, que de todo ello debería salir algo bueno. Sus apretadas paredes vaginales sufrían por algo que debía merecer la pena.

El sacerdote puso ambas manos en las caderas sinuosas de Iria, como si la fuese a cabalgar.

Con gran sorpresa, la posición cómoda hizo que su miembro abandonase el sexo de la joven para volverlo a abrir. Martilleaba el cáliz aún inmaduro de la joven desvirgada con mucha habilidad…

- Ay, por favor, ¡por favor! –gemía Iria, suplicando que se detuviese.

- Iria, poco a poco, irás acostumbrándote… Ya verás – dijo el padre sin dejar de moverse dentro y fuera de la joven con expertos movimientos de cópula…

El roce del miembro viril contra las paredes vaginales aún escocidas de la joven no mejoraba el dolor interno de Iria. A cada embiste, con una fuerza que imprimía potencia en las caderas de ella, el cuerpo de Iria era empujado casi contra el cabecero de la cama para bajar de nuevo, a gusto de su amante. La repetición de movimientos dejaba a Iria casi sin aliento, no podía hacer nada contra aquella fuerza bruta que la asfixiaba contra la cama.

Pero, de repente, Iria comenzó a sentir un calor que nunca antes había experimentado… O al menos nunca antes de empezar a tocarse esa semana. De su entrepierna taladrada rítmicamente empezaban a surgir ciertas sensaciones que la invadían, sensaciones que acompañaban a cada empujón y no eran ya tan dolorosas, sino que incluso empezaban a ser placenteras.

Las paredes vaginales de Iria ya no se resentían tanto, pese a ser estrechas y prietas se iban poco a poco ensanchando con el paciente trabajo de David, es como si ya dejasen deslizar sin oposición a aquel miembro masculino que estaba cambiando la concepción del cuerpo de Iria. A cada empujón del corpulento sacerdote, el cuerpo de Iria recibía la fricción del miembro y el choque en el útero con sensaciones cada vez más lejos del dolor. El ritmo que imprimían a su pelvis empezaba a ser comprendido por el cuerpo de la inexperta niña, y se sorprendió anticipándose a las embestidas de aquel miembro, intentando que la vagina profundizase más, ayudando a la penetración a alcanzar la plenitud dentro de ella.

David notó que la recién estrenada putita ya comenzaba a comprender y a compartir el juego.

Iria, llevada por el impulso, cerró sus bellas piernas en torno a la espalda de su amante, confirmando así que no quería escaparse. Los preciosos muslos de la nena chocaban contra la piel velluda y tosca de aquel sacerdote salido que con sus potentes brazos estrujaba las caderas de la delicada chica, en los intentos de meterle el miembro más y más adentro en cada follada.

Iria tenía las piernas bien abiertas para facilitar la penetración y recibía con ilusión cada uno de los embistes de su follador. La zona pélvica de la joven se contraía y se estiraba de una forma perfectamente elástica y la vagina ya se había acostumbrado casi por completo a la huella que dejaba en ella el portentoso miembro tras cada zarandeo del sacerdote.

Y mientras todo eso ocurría, mientras la habilidosa forma de hacer el amor iba causando estragos en la mente y en el cuerpo de la joven, Iria comenzó a experimentar un placer delicioso, semejante al que había sentido al tocarse los dos días anteriores pero elevado al infinito.

- ¡Ah! ¡Ahhhh! – gemía la nena sin quererlo evitar.

Quizás fuera por el olor a hombría de David, por lo corpulento de su cuerpo, por sus movimientos… David escuchó con delicia los chillidos de la joven sometida a él y su cara de placer, que comenzaba a asemejarse a la de las mujeres adultas sexualmente libres.

- Mmm… Iria, me encanta oírte y verte con esa cara – decía David mientras Iria se mordía el labio inferior y se agarraba a las sábanas fuertemente con sus puños.

El sexo seguía bien duro para la inocente jovencita, que no tardó en excitarse más de lo debido.

Sentía la sangre correr a raudales por sus venas, su sudor mezclarse con el intenso olor corporal de él, la boca de él de nuevo chupando uno de sus pezones… Y la sensación tan exquisita que estaba a punto de desbordarse por su entrepierna, ya casi ciega de dolor y de placer y penetrada con ansia por el perverso eclesiástico.

En la cálida vagina de la adolescente, la sangre virgen se mezclaba con el líquido preseminal de aquél miembro, y una nueva humedad femenina estaba también cobrando mucho protagonismo…

Iria tembló entera, de pies a cabeza, al ser invadida por la inminencia de su orgasmo.

- ¡¡Siiiiiiiii!! –echó la cabeza hacia detrás como loca – ¡AAAAAAHH! ¡Dios, síiiii!!!

El interior de su vagina secretó un jugo lubricante en grandes cantidades mientras Iria no paraba de gemir de placer. El padre David recibió con inmenso deseo la corrida de Iria, fruto del buen trabajo sexual que estaba tallando en ella. Sintió como se escabullía entre su sexo y el de ella y llegaba a cubrir las pelvis de ambos con un fluido caliente, tanto como la temperatura de ambos.

Aún durante unos cuantos segundos Iria permaneció jadeando, cerca de la inconsciencia, mientras el miembro devoraba su intimidad, deseo de expulsar también otro preciado líquido en esa mezcla ardiente…

Ya el padre David sentía que no podía seguir taladrando eternamente a la hasta hace poco intacta Iria… Comenzaba a sentir cada vez más ese intenso calor que indicaba que llegaba al máximo.

- ¡Aaaahhhhhhhh! ¡Pequeña Iriaaaaa! Yo ya noooooo…

Iria, que sentía como las invasiones a su feminidad eran cada vez mayores, con movimientos más rápidos que la clavaban contra la cama, no tuvo reflejos ni fuerza para impedir la invasión final a su sexo…

En la cabeza del padre David, el pensamiento de que no debería dejar embarazada a Iria pasó con fuerza. Su mejor creyente, la chica más pura que había conocido, la joven más inocente… Pero al quedar opuesto el respeto hacia la imagen angelical de Iria con la imagen real en esos momentos, esa chica de piel y pelo oscuros desnuda siendo follada por primera vez con una tremenda sonrisa al sentirse estimulada; y, más aún, sentir en sus venas el deseo orgásmico inmediato, el padre no pudo respetar a su fiel creyente.

Tras tres durísimas estocadas que dejaron casi rota la pelvis de Iria, mientras la polla casi violaba el útero sagrado de la adolescente, el padre anunció su final:

- ¡Iriiiaaaaaa! ¡AAAAHHH! ¡Toma mi leche amoooor! ¡¡AAAHHHH!!

La gruesa polla, clavada hasta lo más profundo de la intimidad de la joven Iria, alcanzó su mayor grado de temperatura antes de retorcerse y convulsionarse mientras la carga se almacenaba en su glande. Y de la polla del cachondo sacerdote salieron disparados varios chorros densos de semen, que con una rapidez que sólo mueve el deseo, impactaron contra las paredes vaginales ardientes de Iria y se colaron por la cavidad que lleva al útero.

- ¡¡Aaaahhh!! ¡NOOOOO! ¡Dentro de mí nooooo! – protestó Iria al sentirse llena de leche de macho, en contra de su deseo. Recordó esas clases de educación sexual que recibía con pudor, donde se hablaba del semen del hombre que fertilizaba a las mujeres…

El útero de Iria se vio mancillado por la mezcla de esperma que entraba sin parar dentro de ella. El líquido manchó la anatomía intacta de la jovencita, una densa masa que fluía sin cesar por el inexplorado laberinto femenino y a cada centímetro humedecía el terreno fértil de Iria, acompañada de un sofocante calor que sólo puede provenir de un esperma bien expulsado. Mientras, la polla en éxtasis seguía soltando líquido, vaciándose entera en las profundidades de la cristiana, sin dejar de oírse las blasfemias producto de la excitación que sufría el sacerdote…

Finalmente, la eyaculación acabó, y el jadeante padre David dejó caer su extenuado cuerpo encima de la frágil figura de su discípula. La desvirgada jovencita de piel bronceada era víctima de una mezcla de sensaciones: la polla seguía dentro de su cavidad sexual, aunque empezaba a perder vigor; el corpulento padre aplastaba su cuerpo pero a la vez ella se sentía muy cómoda con su contacto, de su maltrecha vagina salía un reguero prohibido de sangre que había dejado paso a una cascada de placer sin límites. Y cómo olvidar que la habían llenado por dentro con una espesa crema masculina que ardía como el demonio y abrasaba su cáliz, que era la sustancia bioquímicamente responsable de la fecundación de las mujeres en edad fértil como ella; pero a la vez era para Iria todo un gozo sentir esa semilla como parte de ella, jamás se había sentido tan satisfecha en su aburrida vida…

- Aaaaaahhh – suspiró Iria, dejando exhalar el placer.

El sacerdote la oyó y procedió a besarla, los labios de esos dos cristianos se enlazaron en un mórbido beso que perduró casi un minuto.

El cuerpo del sacerdote se irguió sobre la joven desflorada, y el miembro, surcado de líquidos sexuales, salió de la ahora destrozada vagina santa de Iria. Ella notó como en su entrepierna había una danza de fluidos que interactuaban con su anatomía, y advirtió como empezaban a deslizarse suavemente hasta aparecer por el exterior de su sexo, en una especie de cascada. El semen que el sacerdote había soltado dentro de la exuberante creyente se dejó caer sobre las sábanas, justo al lado de las manchas frescas de sangre que indicaban cómo Iria había sido una chica virgen hasta hace bien poco…

- Mmm Iria… yo tenía razón, eres puro deseo…

Iria escuchó esas palabras y de repente recordó todas sus reacciones encadenadas durante el encuentro, y también las de los días anteriores… El sexo había atacado a Iria y la había vencido, pero a ella no le importaba lo más mínimo en ese momento.

- Dios… digo, padre David, o sea… David… te quiero – dijo casi sin darse cuenta.

Su cuerpo se sentía genial, había tocado el cielo en la Tierra. Es como si un cambio brusco hubiese cambiado su mente para siempre…

Mientras Iria cavilaba mirando hacia el techo, David agarró su miembro, del que se sentía orgulloso por haber roto el himen de la hermética Iria, y lo notó pringoso de su esperma. Acercó el pene aún algo duro a la cara de Iria, mientras con otra mano tocaba un pecho de la joven, deleitándose con su tamaño.

- Iria, amor, abre la boca. Límpiame, y siente el sabor que ahora discurre por dentro de ti…

A Iria ya nada le parecía extraño.

Seguía tumbada, así que levantó su cabeza. Sin dejar de mirar a su sacerdote con sus ojos verdes de mirada penetrante, la jovencita abrió la boca para acoger el sexo que se le ofrecía. Sus labios se abrieron al máximo y el glande entró dentro de su cavidad, la lengua saltó curiosa a lamer al invasor de carne…

El sabor que recubría al miembro humedecido tras la penetración llenó la boca de Iria en pocos momentos. El padre retiró el miembro para ver su reacción.

Iria mezcló el intenso sabor a semen y algunos rastros de sangre que ahora estaban en su boca con su saliva, y tragó la mezcla. Mirando a David, le dijo:

- Es extraño… es raro beber tu… bueno, aunque… – confesó una Iria con la cara enrojecida, en parte por la vergüenza, pero también por la excitación.

- ¿Es de tu gusto? – pregunta él, mientras su miembro recobra una poderosa erección…

- Sí… es algo dulce, no sé… me gusta beberlo…

Sin dejarle continuar, el maduro David agarró a la joven Iria por las sienes y atrajo su cabeza a su lanza.

Iria abrió obediente la boca para acoger el sexo… Lo notó duro como una roca, la misma sensación que sintió al tenerlo entre su piel íntima cuando le había rasgado el sexo. Los labios se cerraron sobre la polla, y la joven sintió como si aquella verga fuese excesivamente grande para su boca, si David seguía introduciéndola llegaría un momento en el que no entraría más… Por ello, cuando topó el inicio de la garganta, Iria tuvo una arcada que el sacerdote vio con disgusto.

- Tranquila, Iria, estás aquí para aprender, cariño… Poco a poco, chúpala con tus labios y tu lengua, y deléitate también con mis testículos…

Iria comenzó el proceso de aprendizaje por ella misma. Descubría con sus sentidos los misterios de aquél órgano largo y de grosos considerable, surcado de venas y que resistía con gran dureza. Con sus dedos de yemas suaves recorrió la extensión y lo abrazó con el puño, agitándolo incluso. Notaba cómo el órgano palpitaba, tenía vida, y su dueño gozaba con cada sacudida. Bajó la otra mano hacia la zona de la base, llena de pelos rizados donde encontró dos testículos grandes, que con sus dedos podía palpar, y se atrevió a agarrarlos. Su tacto era esponjoso… Iria escuchó a David decir que se cargaban de semen para liberarlos por el miembro cuando la excitación fuese suficiente.

Iria se metió el sexo del sacerdote en la boca y lo recorrió con su lengua, de arriba abajo. El calor que desprendía aquella polla iba cada vez a más. Notó una sensación extraña al acaparar tanta extensión de la polla en su boca, y cuando casi llega hasta los pelos de la base sintió de nuevo que no le entraba toda, de manera que se dedicó a recorrerla de forma exploratoria, entrando y saliendo de su boca al tiempo que ella tocaba con la lengua la piel de la herramienta que la desfloró. No dejaba de revolver los testículos durante la operación.

El sacerdote, que se había dado cuenta de la pericia de Iria pese a ser el primer pene con el que jugaba, estaba maravillado. Su excitación volvía tan vigorosa como se había ido hacía unos minutos… Tener a aquella inexperta Iria comiendo tan ricamente su sexo le hacía enloquecer, nadie hubiera dicho que era la misma chica pudorosa y estúpidamente cerrada que acudía cada día a la iglesia.

Iria ya había encontrado cómo ella disfrutaba más agasajando el miembro: mientras retorcía los testículos con una mano con la otra se servía de apoyo para hacer que el miembro entrase y saliese de su boca hasta la mitad, de una forma rítmica. Su lengua servía para recorrerlo en círculos a la vez que la saliva se agolpaba y se vertía por encima de aquella barra de carne. A cada segundo que pasaba estaba más caliente el miembro – y también la propia Iria -, y su propietario comenzaba a producir unos gemidos cada vez más audibles y penetrantes.

Incluso la polla se empezaba a convulsionar como loca. Su propietario no tardó en dar un gemido y una indicación:

- ¡¡Yaaaaa me vengo, Iriaaaa!! ¡Trágateloooo!

De nuevo, el miembro del cura explotó por culpa de Iria. Esta vez fue tan rápido que la sorpresa de la chica fue mayúscula, la explosión de esperma se produjo en la boquita de Iria de forma casi inmediata. Al momento estaba llena de semen denso que salía sin detenerse del orificio de la polla que aún seguía entre sus labios. El esperma mojó sus dientes, su lengua, con un sabor intenso y una temperatura por encima de la esperada.

Cuando el semen se resbaló por la garganta, Iria casi tose desesperada, pero el cura levantó su barbilla para impedirlo. Una vez hubo acabado de verter la semilla en la boca de su fiel, David sacó el miembro y admiró la expresión de Iria. Su cara era de sorpresa pero también de regocijo, su boca entreabierta estaba rellena a presión de semen y su lengua nadaba entre el mar de lefa.

Y cómo olvidar esos preciosos ojos verdes, que brillaban por el deseo ardiente…

En un gesto de agradecimiento sin palabras, Iria, sin dejar de mirar a la cara del desnudo padre, tragó el líquido… Lentamente, se fue deslizando por su garganta, dejando el sabor a hombre en su tracto digestivo. Cuando se lo tragó aún quedaban restos espesos en su boca, y el olor se sentía dentro de ella…

- ¡Ayyy!, es tan rico… – dijo Iria, sin dejar de gozar….

El padre cayó por cansancio, pero también por locura de alegría, sobre la cama, al lado de Iria. ¿Era posible que un ángel tan recto y puro albergara tal nivel de lujuria? Iria comenzaba seriamente a disfrutar y a amar cada parte del sexo que el sacerdote le ofrecía.

El padre rodeó con su brazo peludo el torso de Iria y lo atrajo hacia sí, en un abrazo. Iria respondió positivamente al gesto, introduciéndose por debajo hasta quedar tocando con su cuerpo desnudo el torso del sacerdote. Junto a él todo se sentía tan bien… No era solo su cuerpo, sino también su mente la que se relajaba, ambas estaban en perfecta comunión y sintonía.

El olor a sexo asfixiaba la habitación, y las respiraciones aún alteradas del maduro sacerdote y la adolescente no acababan de apagarse mientras se fundían en un cálido beso. La saliva de ambos se intercambiaba de boca gracias al movimiento de sus lenguas…

Y una vez más, el padre David, insaciable, recorrió el cuerpo de la nena con sus dedos, sin dejar de sorber la boquita tierna de Iria. Los turgentes pechos de ella descansaban cómodamente en el pecho del sacerdote, y los muslos depilados comenzaban a la altura del ombligo de él. David, ya buen conocedor y casi poseedor de Iria, escurrió su mano por la entrepierna femenina, buscando el acceso al tesoro de aquella pequeña mujer. Con la otra mano agarraba fuertemente una nalga perfecta de Iria, moldeándola y sintiendo todo su volumen y su grosor.

Iria, que ya ronroneaba, como musitando lo que quería que hiciese David, acogió con gran aceptación que sus dedos viriles se adentrasen en su todavía excitado coñito. El movimiento del cura, de hurgar en el sexo de la jovencita mientras excitaba su clítoris, arqueó la espalda de Iria y llevó a que separase las piernas, preparándose para otra oleada de placer…

En lo alto de la pared, una figura de madera muda observaba el acto. La cruz mantuvo su neutralidad sobre la imagen que transcurría en la habitación, inerte frente a aquel padre descarriado que buscaba la excitación del cuerpo de una feligresa muy joven, impávida ante la sangre de la desvirgación que seguía patente en las sábanas del juego sexual…

Estímulos maduros

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Al parecer en la vida de las personas, nada queda suelto al azar sino que una y otra acción guardan relación aun cuando ni siquiera nos demos cuenta de ello, o en el mejor de los casos, nos esforcemos por hacerlos encajar a nuestro antojo y conveniencia.

Es eso seguramente que sucedió conmigo y ahora les traigo algo que guarda relación y quizá hasta congruencia con mis anteriores relatos. Para unos parecerá una fantasía suelta, sumergida en un torrente de palabras, y para otros quizá les endulce el paladar al comprobar que –a lo mejor- también vivieron una situación igual.

La señorita Asunción nos parecía, o mejor, era una mujer intachable, piadosa, recatada y dedicada a los quehaceres de su casa. En un pueblo pequeño casi todos se conocen y existe la confianza suficiente para, a veces poner las manos sobre el fuego por muchos de los vecinos. Eso sucedía entre ella y mi familia. Última de entre sus hermanos, había quedado sola después de la muerte de sus padres. Un buen tiempo había pasado así, y cuando el abuelo Agustín quedó viudo, casi de manera unánime mis tíos habían cabildeado para que se le pidiera un enorme favor: ayudar con el cuidado del abuelo, al menos cuando sus obligaciones personales se lo permitieran. Así fue, y tras pocos meses de soledad y de poco cuidado, la casa del abuelo empezaba a tomar el orden, con la debida diligencia de la señorita Asunción. Había tal confianza con ella que prácticamente llegó a tomar el control de absolutamente todo; al principio, asistiendo cuando sus quehaceres personales se lo permitían y más tarde, olvidándose del tiempo y de sus piadosas amistades.

Cabe resaltar que las edades entre los dos resultaban tan distantes, que bien podían pasar por padre e hija. Ella bordeando los cuarenta y él, sobrepasando los ochenta. Sin embargo eso no fue ningún obstáculo para notar que pasadas las semanas, había noches que ella pernoctaba en casa del abuelo….

Para cuando esto sucedía, yo tenía unos 18 años más o menos. Al tener la casa de mis padres a poca distancia de la de los abuelos, no resultaba extraño que la frecuentara. Pues a mí me resultaba demasiado agradable la compañía, la conversación, las anécdotas y sobre todo, la manera pulcra y amable con la que él me consentía. Yo lo admiraba y eso no podía pasar por desapercibido para la señorita Asunción, que poco a poco también se constituyó en mi aliada. Claro, había mucho en mí que ella ignoraba en ese entonces.

El tiempo sin perdonarnos a nadie, pasó, creo que demasiado veloz y cuando menos acordamos, el abuelo Agustín se nos fue para siempre. Una pérdida demasiado sensible para todos, especialmente para mí…y para la señorita Asunción. Algo más de diez años habían pasado fugaces.

Ella retornó a su descuidada casita, pero quedó el sabor agradable de haberse constituido en la mano derecha de la familia en el cuidado del abuelo. Por lo tanto, la relación entre ella y mi familia siguió sólida como el primer día. Claro, todos sabíamos que lo atendió eficazmente en todo…sí, en todo!

Habían pasado casi tres años ya tras el fallecimiento del abuelo, y un buen día en el que ella se había esmerado haciendo unas golosinas que sabía que eran de mi agrado, me invitó para que las degustara. Solícita como siempre, llenó el tiempo con una agradable charla hasta que de pronto se tocó el tema de sus años al cuidado del abuelo.

Quedándose pensativa unos instantes me dijo suspirando:

-¿Sabes que tu abuelo fue el primer hombre en mi vida?

Yo fingiendo o convencido, le respondí sonriendo:

-Nooo…qué va, eso si que no me lo creo para nada!

- Seguro, y tu familia fue por eso que me solicitó el que me hiciera cargo del cuidado. Es así. Pero tu abuelo me resultó mucho más encantador en la soledad, de lo que yo lo conocí en los años que llevaba como solamente una vecina.

Para entonces, yo ya había resuelto que me ganaría la confianza de ella para hurgar en los secretos que guardaba.

No se inmutó y su charla se transformó en el relato de cómo fue poco a poco enamorándose de él.

- A pesar de la edad, tu abuelo me resultó irresistible, me dijo. Me pareció muy, pero muy dotado…tú me entiendes… Yo no había visto nunca su entrepierna…pero a los pocos días a su servicio, me volvía visca por mirarlo. Yo que pensaba que nunca me interesaría en eso…es más, me parecía hasta repugnante…pero aquello cambió radicalmente mi pensamiento.

- ¿Y…cómo empezaron las cosas? -le dije-

Con evidente emoción continuó:

- A los pocos días, le noté ese enorme bulto entre las piernas al sentarse y si bien al principio evitaba mirarlo, luego me entró la curiosidad….hasta que ya no encontraba el día de lanzarme sobre él para investigarlo. El respeto me contenía. Cuando arreglaba su ropa, especialmente sus interiores, mi pensamiento volvía sobre eso, y…fue que cierta tarde, antes de servirle la cena…cobré valor y le pregunté que porqué se le resaltaba tanto.

El me dijo que ya no le funcionaba como en joven, pero que se debía a que sus grandes pelotas estaban demasiado colgantes y que por eso mismo utilizaba ropa lo suficientemente holgada. Además, -adivinando mis intenciones- que si lo deseaba, podría yo ubicarme convenientemente para que lo examinara con mis propios ojos y manos. ¿Qué más podía pedir? Me senté junto a él, le desabotoné la bragueta y metí mi mano temerosa delicadamente entre sus ropas. Lo que palpé me dejó helada. Recuerda que hasta ese momento yo no había tocado ni mirado a ningún hombre…

La suavidad, la tersura y las proporciones que palparon mis dedos, me obligaron a abrir bien los ojos. Como pude y tratando de ser delicada los extraje hacia a fuera; primero el pene y luego la enorme bolsa con sus testículos. No creía lo que miraba. El pene era largo y de un color marrón agradable. Al cogerlo, quedaba largamente fuera de mi mano y esa “cosa” de la punta con esa forma tan extraña…Uhmmm Esos huevos tan grandes estaban como sueltos, se balanceaban dentro de una bolsa de color obscuro y empecé como una autómata a acariciarlos y a mimarlos. En la mano se sentía como si estuvieran envueltos en una fina de seda. Ni siquiera sabía qué hacer. Cuando notó mi turbación, tomándome el rostro con su mano y mirándome fijamente me dijo: espero que lo hagas como a mi me gusta.

- Yo para entonces babeaba…me había quedado mudo y solo esperaba escuchar la historia.

- Doña Asunción prosiguió su relato: A tu abuelo, le había gustado que inicien jugando con sus testículos, frotándole su flácido pene para que se le levante. Que seguramente no se le iba a parar, me dijo, porque ya desde la época de doña Carmen, su esposa…había empezado a resultarle difícil. Transcurrieron largos los minutos y como no sucedía nada, me dijo: ya lo ves, no funciona. Quizá en otro día. Se puso serio, se volvió hacia adentro todo su equipaje y empezó a abotonarse sus ropas. Así transcurrió la primera vez y el primer intento….a mí, se me había mojado la vagina y luego harto me costó para olvidarme un poco del asunto. Pero con el paso de los días, lo que deseaba era repetir aunque solo fuera eso. Había empezado a desearlo y la imagen de sus atributos varoniles moldeados en las telas de sus ropas cada vez que lo tenía sentado en frente, ya no se apartaban de mi mente y menos de mis manos. Se había despertado un deseo que jamás había conocido.

Mientras me hablaba, yo ya había comenzado a experimentar una erección más que evidente, de lo cual ella, también se había percatado pues estábamos sentados frente a frente.

- Algo te ocurre? –me dijo sonriendo-

Y ante mi vacilación, con gran aplomo continuó:

– No te sientas incómodo…dímelo. No quiero que ante mí te avergüences. Si te estoy contando mis intimidades con tu abuelo, es porque deseo que tú también me tengas confianza y de ser así, quizá pueda ayudarte en algo….¿entiendes?

- Es que lo que me acabas de contar me ha puesto el corazón acelerado, le dije…y cómo se lo habré dicho, que se levantó y rápidamente se sentó a mi lado…para acto seguido dejar descansar su mano sobre mi pequeño bulto, mientras que con el otro brazo echándomelo al cuello, me arrastró hasta que mi rostro se perdiera entre su abundante cabello.

Unos minutos estuvimos abrazados, respirándonos al oído mutuamente; minutos que para mí me parecieron eternos porque para mí era la primera vez que sentía la proximidad de una mujer –y madura por añadidura- después de tantos años de haberme consolado solo. Cuando casi creía que mis vicios me habían condenado para siempre.

Cuando recobré el habla, solamente pude decirle:

- Sí, anda. Yo también quiero un inicio igual que el de mi abuelo….pero…no sé…tú eres la que sabes….

- Tranquilo, deja la timidez a un lado y permíteme ayudarte. Tu abuelo no dirá nada.

Dicho esto, hábilmente desató mi cinturón, corrió la cremallera de mi pantalón y me lo ayudó a quitar…dejándome solo en calzoncillos. Yo, nervioso le había tocado su cuerpo por encima de sus vestidos, hasta tocarle los muslos bajo sus faldas torpemente. Cuando empecé a recobrar mi serenidad, pude mirar su mirada entre admirada y divertida. Fijamente se había quedado como estudiando a su presa. Y es que si bien mi pene pugnaba bajo las telas de mi calzoncillo, prácticamente era lo único que se abultaba.

- Aquí hay un pequeño escondido?, me dijo sonriendo… Veamos….

Le tome su pequeña mano derecha y la introduje bajo mi calzoncillo. Qué delicia, sentir por vez primera una mano femenina apretando, hurgando, amasando…lo sacó, lo miró detenidamente como si lo examinara, le dio unas cuantas subidas y bajadas y luego me aprisionó firmemente pero con delicadeza mi pequeño escroto. Yo me había apoyado hacia atrás con mis dos manos y solo recibía sus besos y caricias.

- Es…tan diferente…. -balbuceó- El color….la forma…el largo….y éste pellejo que se sube y se baja….uhmmmm. Tu abuelo no tenía así ésta cosa….y ¡qué bolitas!!!!!

Luego de algunos minutos de jugarlos, se incorporó, se quitó el suéter y se desabrochó la falda. Así mismo se quitó una blusa que llevaba, quedándose solo en ropa interior.

La primera imagen femenina ofreciéndose para mí, me doblegó por completo. Mis latidos y mi rubor inicial habían empezado a esfumarse para dar paso al hombre que llevaba dentro. No podía ser de otra manera, sabiendo de dónde provenía.

Lentamente me incorporé también, me quité la camisa y el vividí que llevaba puesto y la tomé entre mis brazos. La aprisioné como si mi vida dependiera de aquello…y por vez primera, a mis años…sentía el calor de la proximidad de una vagina de verdad. Nos besamos largamente, ya no teníamos prisa alguna…yo ningún miedo, y ella, dispuesta a prodigarme las experiencias vividas con el abuelo.

Recorriendo con sus labios mi pecho, fue bajando poco a poco acariciándome la espalda, las nalgas….con sus manos bajó mi calzoncillo dejando completamente expuesto lo que había debajo. Se arrodilló hasta dejar pegado su rostro al rosado capullo de mi pene. Lo frotó contra su cara, lo besó, lo lamió, con sus labios lo recorrió en todo lo largo, subiendo y bajando hasta aplicar la lengua a mi escroto…cogió mi pene dentro de su boca y comenzó un juego con su lengua….yo estaba al borde casi de soltar lo que llevaba…pero ella se detuvo y me ofreció su intimidad para que la acariciara.

Empecé por sobre sus calzonarias…qué delicia…sabiendo que allí debajo estaba….Noté un calor húmedo bajo sus ropas. Froté sus nalgas, sus muslos, su vientre. Acaricié sus pechos bajo el sujetador que pronto yo mismo logré desatar para que quedaran a mi vista.

De ahí me llevó a su habitación…me ofreció su cama, y de la manera más tierna me cubrió con sus sábanas.

Nunca lo había hecho, pero como un autómata me deslicé hasta sus pies y apreté mi rostro entre el vértice de sus piernas…El aroma que se desprendía, me hizo buscar la manera de quitarle sus calzonarias para llegar hasta su abertura para empezar a besarla, a lamerla y a tratar de introducir la punta de mi lengua en esa vagina pequeña, aún estrecha; poco utilizada. Más tarde me diría que esa era su primera vez de esa forma.

Fue entonces que conocí la sensación de tocar y ser tocado. Aquella vagina cálida, húmeda y desprendiendo un aroma que me derritió. Estaba completamente lista porque enseguida me pidió entre jadeos:

-Mételo, por favor mételo ya.

Y se dispuso de espaldas para que yo me subiera encima. Lo hice y ella misma tomando mi pene lo colocó entre sus labios vaginales. Solo empujé y una sensación resbalosa, caliente, se apoderó de mi pequeño instrumento. Bastaron unos pocos vaivenes de mi cadera para notar que su expresión se transformaba. Sus jadeos casi eran gritos…como si fuera a llorar. Por un segundo me asusté…pero el descontrol de la situación lo cambió todo, porque yo también había empezado a lanzarlo todo… y lo lancé dentro de ella……

Perdí la noción del tiempo. En medio de sudores, con el corazón latiendo como alocado y con una pequeña pilila aún pegando sus pellejos a los bordes de su primera vagina…recobré el sentido, fuertemente abrazados.

Cómo olvidarlo.

Mi primera y única mujer…la que sació las tardías necesidades del padre de mi padre. Durante casi diez años, lo hicimos regularmente. Desde aquella tarde calurosa de noviembre, yo la visitaba disimuladamente y como nadie nunca sospechó nada (creo), no teníamos ni miedos ni prisas.

Con el transcurso del tiempo nos contamos mutuamente todos nuestros secretos, lo cual nos ayudaba y reafirmaba. Ella me contó que se había mantenido virgen hasta cuando conoció al abuelo Agustín y de cómo, los dos de mutuo acuerdo luego de aquella primera vista, fueron ganándole a la impotencia de él, porque jugando le había asegurado que su delgado pene, cuando parado, no se volvía demasiado grueso y por lo tanto sería poco el esfuerzo de su parte para recibirlo. Cosa que efectivamente lo comprobó llegado el momento. Que lo hizo de manera tan delicada y sin violencia, al punto que cuando menos lo esperaba ya estuvo dentro de ella para su deleite…y esa fue la manera en la que lo hizo siempre.

Que claro, al principio le fue difícil controlar sus ganas por repetir una y mil veces, y que se sentía confundida al no saber qué mismo debía hacer o esperar, al ver que al largo, delgado y moreno pene le costaba mantener una erección que fuera suficiente para introducirse en ella. Pero que al enterarse -sugerencias del abuelo- y darse cuenta de que aparte de las manos, podía usar su boca y lengua para estimular “esa cosa”, lo hizo y logró resultados sorprendentes. Que lo que más le gustaba, era sentir las enormes pelotas estranguladas entre sus piernas, esto, debido a que se mantenían colgantes todo el tiempo. Que con el abuelo solo lo hacían a la misionera y que él, solía lanzar unos gemidos de susto. Tanto que muchas veces tuvo miedo de que algo malo le ocurriera. Me contó que ella se excitaba tanto, que a los pocos segundos de sentirlo al pene dentro, le venían unos espasmos repetidos que la dejaban noqueada por un buen rato, y esto, acentuado con la sensación de la gran cantidad de semen caliente que se le derramaba dentro…Además, que al abuelo le vencía el sueño al poco instante, por lo que su largo instrumento completamente desinflado se quedaba dentro de ella hasta cuando cansada de tenerlo encima, ella misma lo acomodaba a un lado. Que otras veces se le levantaba pero que al parecer no sentía muchas ganas de meterlo, así que la abrazaba por la espalda y la ponía a horcajadas sobre el pene, y ella al sentirlo adelante y frente a su vagina inconscientemente se movía y al vaivén de su entrepierna lo hacía venir para su deleite… Y así, tantos secretos, que había aprendido en esos pocos años…que en realidad, activos, no habían sido más de cinco, me dijo…puesto que poco a poco se le fue perdiendo la capacidad al abuelo y que los últimos años, los dos se conformaban apenas con caricias mutuas, mientras él le repasaba escenas eróticas en parte ciertas o quizá, medio inventadas.

-Pero yo…yo si que me quedé en medio del camino, me dijo. Ahora, tú completarás la obra ¿O no?

-Sí, lo haré…lo haremos, fue mi respuesta. Tú sabes también cosas que yo ignoro, y te pido que me las cuentes. No te guardes nada. Es esa mi condición.

Y no se guardó nada.

Es extraño. Mi visión del sexo cambió radicalmente. Al disponer de una mujer totalmente confiable para practicarlo, en retribución obtuvo mi cariño, mi comprensión y hasta casi podría decirlo: mi respeto. Seguramente no es ese el término apropiado pero tuvimos un entendimiento que quizá muchas parejas formalmente casadas lo envidiarían. Se sentía dichosa -creo- al saber que, por decirlo de alguna manera, mi virginidad se la entregué a ella.

Fue mi puerta de escape a mis prácticas masturbadoras. Completando mis fantasías y fijaciones, me reafirmó en mi rol de hombre. A ella se lo conté todo y jamás se burló o se escandalizó por lo que vio o escuchó….Es más, de manejar y practicar con instrumentos grandes, pasó a hacerlo con menos de la mitad –consiente estoy de ello- y para ella fue enteramente placentero.

-No te sientas pequeño, me dijo en cierta ocasión. Creo que es cuestión de ganas y de habilidad, nada más. Contigo lo siento como si siempre fuera mi primera vez.

El cáncer de mama detectado después de los 62 la hizo volverse al recogimiento y la penitencia. A la abstención. Yo la apoyé siempre. Terminamos como grandes amigos.

Y nos volvimos a sentir jóvenes

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Me llamo Débora tengo 42 años casada desde hace 24 y con dos hijas, Ana de 20 y Marta de 17. Mi aventura comenzó el día en que mi marido me canceló por tercer año consecutivo nuestro viaje a la península de Baja California ese día mientras comíamos molesta le dije

-Al parecer Ximena y yo nos vamos a morir sin haber visto de cerca a las ballenas grises, pero eso sí, nuestros maridos son dueños de un gran negocio que produce mucho dinero, como si nos fuéramos a llevar la fortuna al otro mundo, lo único que una se lleva a la tumba son los recuerdos de lo vivido

Mi esposo me miró y en tono molesto respondió

-Lo siento mucho amor, pero los primeros meses del año son terribles para el trabajo, si quieren las llevamos en mayo o junio

-Si claro, cuando ya se fueron las ballenas, valiente solución la suya… Lo que pueden hacer es mandarles un mail a las ballenas diciéndoles que nos esperen hasta mayo… No sé de qué les sirve ser el dueños del negocio si son sus esclavos.

-No discutamos Débora, ¿Por qué no vas ustedes?, váyanse dos semanas ya se lo propuse a Jaime y estuvo de acuerdo

-¡Qué lindos son!, solas como viudas… Y como debe de ser en un lindo marido pasaran el resto del año reprochándonos que los dejamos solos quince días a cargo del negocio, la casa y los hijos… Como si no te conociera Carlos

Cuando mis hijas se opusieron rotundamente a la propuesta de su papá yo exploté diciéndoles muy molesta

-¡Estoy harta!, Harta de los tres, me paso el día entero preocupándome y ocupándome de ustedes, en la mañana al gimnasio para mantenerme bella para el señor que no tiene ojos para otra cosa que su negocio, al regresar me baño rápido para dedicarle toda la mañana al cuidado de la casa y hacer las compras, al medio día a cocinar, comemos y en la tarde nuevamente sola ya que todos tienen algo importante que hacer, todos menos yo, yo debo recoger la cocina, arreglar su ropa y buscar lo que no encuentran, ya por la noche nuevamente me baño y me arreglo para estar atractiva para un marido a quien le importa un demonio que lo haga ya que al terminar de cenar él se sienta plácidamente a ver la televisión, mientras yo limpio la cocina… ¿De verdad suponen que esto es vida?

Cuando voy a comprar algo para mí, siempre me detengo en otro departamento y comienzo “Que linda se va a ver Ana con ésta falda, y éstos pantalones para Martita, Carlos necesita una nueva corbata” y cuando me doy cuenta ya es hora de regresar a cocinar y la muy idiota regresa feliz por lo que le compró a todos menos a ella…..¡Miren!, volteen la cara ¡Miren ahí!, Ahí en ese rincón me siento a platicar con mi perrita que es la única que agradece lo que hago por ella… Que no les extrañe que un día encuentren hablando a la perra o ladrando a su madre, alguna de las dos terminará aprendiendo el lenguaje de la otra.

-No te enojes mujer___ Dijo mi esposo

-¿¡Qué no me enoje!?…. ¿Saben qué?… ¡Sí, si me voy! con Ximena o sola y lo que es más solo les mandaré un mensaje a llegar, necesito descansar, descansar de ustedes, así que si no encuentran sus cosas, ¡Búsquenlas!, si quieren ropa limpia ¡Lávenla!, si no tienen que comer compren pizzas, hamburguesas o ¡coman mierda!… Yo necesito estar en un lugar donde me atiendan, donde no tenga que levantar ropa tirada en el piso, tender camas o hacer de comer y les advierto que al menos que alguien se muera, no se molesten en hablarme y si no regreso es porque me encontré a alguien que me valore como mujer y me permita tener una vida…Ya me harté de ser su sirvienta… ¡No tengo vida propia carajo!

Quedaron en silencio, yo los miré, aventé el trapo de cocina sobre la mesa y me subí a mi recamara para encerrarme, por la noche tocaron a mi puerta, cuando dije que pasaran las dos niñas entraron, se subieron a mi cama donde yo estaba leyendo un libro y ya más tranquila les dije

-Perdón hijas, es que… No sé qué me pasó

Ana me respondió

-Perdónanos tú má…Ya arreglamos todo, hablamos con Ximena, aquí están sus pasajes, el vuelo sale mañana a las 11 de la mañana y reservamos en el hotel “Loreto Bay”, mi papá te va a traer dinero en la noche y llevas tus tarjetas, así que levántese de la cama señora para que te midas tus nuevos trajes de baño.

De una bolsa sacaron dos pequeños bikinis y yo les dije

-¿Cómo pretenden que yo use eso niñas?… ¡Eso es para jovencitas!

-Es para mujeres bien formaditas como tú mamá, así que pruébate éste

Pusieron en mi mano un bikini y entré al baño a ponérmelo cuando salí las niñas me dijeron que me veía muy bien y al verme en el espejo noté que gracias al gimnasio diario aún quedaba algo de mi juventud, claro que una pequeña “pancita” sobresalía a los huesos de mi cadera y tampoco podía ocultar la edad en mis pies, mis manos y mi cara, pero sin duda que aún llamaba la atención. Me observaba al espejo cuando Marta interrumpió el placer que me producía mi vanidad femenina diciendo

-Que buen cuerpo tienes má con razón en su cuarto se oyen “ruiditos sugestivos” por las noches

-¡Niña!

-¡Ay mamá!… Ya no son tus épocas, sabemos que lo hacen y nos da gusto que lo sigan haciendo

Respondió Ana y después agregó bromeando

-No hagas nada, al rato hacemos tu equipaje… Ahora tenemos que ir a comprarte unos condones

No me dejaron terminar de gritarles ya que salieron corriendo del cuarto y cerraron la puerta. No puedo negar que me daba gusto que con mis hijas tuviera esa relación tan abierta respecto al sexo, lo hablábamos sin tapujos de ninguna especie, Ana me había platicado sobre su primer beso y las primeras caricias, lo que me daba la oportunidad de aconsejarla hasta que encontrara al hombre con quien compartir su vida y que de seguro la mal aconsejaría, pero cada pareja tiene sus debilidades y eso será solo asunto de ellos. Claro que también debía soportar sus bromas ya que eran parte de la confianza que nos teníamos.

El caso es que al día siguiente cerca de las tres de la tarde llegamos al hotel, al dar nuestro número de reservación nos pusieron las hojas de registro para dos habitaciones, miré a Ximena y me dijo “Así le dije a mis ahijadas que lo hicieran, cada una cubre sus gastos”. Pidió que las habitaciones fueran contiguas, a mí me dejó la que tenía cama King-size y ella ocupo la de las camas gemelas.

Cuando desempacaba encontré en la maleta una bolsa de una tienda de ropa, la abrí y encontré en ella dos minifaldas con una nota de mi marido que decía “Amor, es para que presumas esas piernas increíbles que tienes. ¿Te acuerdas de Cancún?, diviértete como quieras, te adoro”. Me dio gusto que se hubiera molestado en ir a comprarlas, acomodé la ropa en el armario, me puse unos shorts y bajé con Ximena a comer algo al restaurante de la alberca, mientras comíamos Ximena me dijo

-Voltea distraídamente pero en la barra están dos chicos que no nos quitan la vista de encima, el del traje de baño rojo te mira con unas ganas, el pobre no sabe que mirar si tus piernas o tus tetas… ¿No los conocerás?

Yo miré distraídamente y miré a dos chicos guapos que usaban traje de baño pequeño, confieso que nunca me ha gustado ese tipo de traje en los hombres, sin embargo tenían un buen cuerpo que lucir y no se veían mal en trusa de baño ya que los miré recorrí lentamente con la vista las paredes del restaurante y le dije a Ximena

-En mi vida los había visto, pero son unos niños ¿Qué tendrán 20 o 21?

-O menos, pero el de trusa roja te mira con deseo y no está mal el muchacho, bueno ninguno de los dos.

-¡Por favor Xime!.. Que tonterías dices, podrían ser tus hijos

-Pero no lo son.

Ya no respondí, los chicos salieron de restaurante y después de comer Ximena y yo salimos a sentarnos junto a la alberca, los chicos se metieron al agua y yo al verlos le dije a mi comadre

-Por eso no me gustan esas trusas o tangas en los hombres, ahora que salgan verás cómo al mojarse se les nota todo

-No seas arcaica comadre, es lo de hoy, una técnica para ligar chicas, les gusta presumir lo que tienen entre las piernas, algunos hasta se excitan dentro del agua para provocarse una erección… Tengo un hijo adolescente y no me ha quedado otra que aprender, las chicas son sus “puercas” y las que les aflojan son sus “perras”. Las sala de la casa no se usa, ahora ellas los visitan a ellos en su recámara donde dicen pasarla bien jugando X-Box o cualquier otra cosa

-¿Mis hijas suben al cuarto de tu hijo?… No me lo habían dicho

-Porque para ellas es lo normal, lo natural, nosotras nos poníamos nerviosas si estábamos junto a una cama con un chico, ahora se suben a la cama con los controles del juego y con el teléfono conectado a internet.

“Dicho y hecho” al salirse los chicos del agua se pusieron “distraídamente” de pie frente a nosotras con el perfil de su miembro dibujado en la trusa, al notar nuestra atención en ello nos sonrieron y se alejaron de ahí.

Ximena y yo salimos a la playa, con mis sandalias en la mano metí mis pies y parte de mis pantorrillas al mar y dando vueltas le dije

-¡Me siento libre!, éstas dos semanas no quiero saber de nadie, no soy esposa ni madre de nadie, solo quiero vivir mi vida disfrutando a plenitud lo que venga y como venga

Ximena me dijo bromeando

-Pues ahí están esos chicos, están guapos los condenados chamacos y bien dotados los cabrones…El de la trusa roja te mira con cara de “Te quiero coger mamacita”, así que tú dirás si eso es lo que quieres que se venga

Reímos de lo que dijo y caminamos de regreso al hotel. Yo me di un baño y después de mi ritual de untarme crema suavizante y el imprescindible maquillaje para una mujer de mi edad, me puse un vestido ligero a medio muslo, me miré en el espejo y me gusté, así que esperé a Xime, cuando pasó por mi ella vestía una minifalda haciendo juego con una playera ajustada, después de los mutuos halagos a nuestras maduras figuras bajamos al bar del hotel. Tomábamos un coctel “Margarita” escuchando el piano mientras la charla giraba en nuestras tal vez tontas razones para estar cansadas y hartas de ser “Amas de casa” o como bien decía Ximena “Gatas de casa”, algunos cocteles después la charla fue cambiando hasta caer en detalles íntimos de nuestros matrimonios, Ximena dijo

-Yo no me asusto de que me que me tomara fotos desnuda o que me comprara ropa sexy para salir solo a la calle, a los hombres les hace sentir orgullo, vanidad, placer o que se yo que otros hombres admiren a sus mujeres, les enloquece sentir que todos desean a la mujer que ellos se están cogiendo, nos compran ligeros, lencería transparente todo tipo de ropa, entallada, escotada, faldas cortas, bikinis solo para lucirnos y disfrutar de que los demás nos quieran coger incluso te dejan sola para que alguien se anime a conquistarte.… Así son, ¿qué se puede hacer?, pero creo que son el natural complemento a la vanidad femenina. Ya que a nosotras nos fascina que nos miren con deseo y no me lo puedes negar

-Tal vez sea por la costumbre o el tedio sexual de la pareja y por eso buscan nuevas experiencias, ¿Quién sabe qué será? pero a mí me encantaba seguirle el juego a Carlos… Como me hubiera gustado hacer más locuras cuando teníamos edad para hacerlas

-¿Hasta donde llegaron?

-Si te contara Xime… Uff, Carlos y yo nos portamos muy mal en los primeros años de nuestro matrimonio

-Ya lo dijiste así que ahora me lo tienes que contar todo Débora, ya después yo te platicaré nuestra historia, que también tiene lo suyo…Vamos “abriéndonos de capa” ¿Te parece?

Me reí, por un momento dudé pero como digo el alcohol y la confianza que tenía con Ximena me soltaron la lengua y que bueno ya que era algo que llevaba años tratando de platicar con alguien incluso llegué a pensar en un psiquiatra, la miré a la cara mientras bebía un trago de mi coctel y después de hacerlo comencé a hablar diciendo

-Yo me casé a los 18, cuatro años antes de que tú y yo nos conociéramos. Carlos y yo teníamos más de 3 años de casados, no teníamos hijos, ya habíamos cogido de todas las formas imaginables y creo que hasta inimaginables que pueda haber, conocíamos cada milímetro de nuestros cuerpos y comenzamos a caer en el tedio sexual. De recién casados como bien lo dices a Carlos le encantaba lucirme, quería que todos me vieran como diciendo “Miren que mujer me estoy cogiendo”, le gustaba que me desearan y yo gustosa lo complacía ya que es lindo que te admiren y a mí me excitan mucho las miradas llenas de deseo. Yo me imagino que llevado por el tedio y buscando algo nuevo en nuestras relaciones él comenzó a proponerme casi todos los días que me acostara con otro, me pedía que imaginara que él era otro y cogíamos a oscuras y sin hablar.

Una vez que fuimos a Cancún Carlos me dijo que me quitara los anillos y que bajara sola a la alberca, después de estar ahí un rato tendida al sol en un pequeño bikini un hombre de color llamado Axel de unos 30 años me hizo platica y después de unos minutos platicando Carlos se acercó a mí, en un principio supuse que para alejar al hombre pero se presentó con él como mi primo, me imagino que lo hizo pensando en que Axel nos hubiese visto juntos, sobra decirte que eso le dio confianza para seguir con el cortejo, dos o tres días me buscó en la alberca y yo al notar que eso excitaba mucho a Carlos un día estando él dentro de la alberca yo dejé que Axel acariciara mis piernas y me diera un beso en la boca…No tienes idea de la sonrisa de aceptación que me dio mi marido.

Cuando Axel se levantó al bar a traerme una copa Carlo se acercó a mí y me dijo “Cuando te dé la gana te lo coges, bien hecho amor” y se retiró, cuando Axel regresó con los tragos se sentó en la orilla del camastro donde yo me asoleaba y acariciando mi vientre me dijo “Me gustas mucho niña, yo me regreso mañana a Oklahoma y me gustaría que hoy durmieras conmigo” Yo sonreí nerviosa y le dije que lo tenía que pensar, él me respondió “Lo entiendo, vamos a hacer una cosa si aceptas te espero en la playa a las 10 de la noche, si no llegas lo entenderé ¿te parece?” yo le dije que sí él me acarició por un rato más y al terminar su copa se fue, te diré que sus caricias y su propuesta me hicieron humedecer el calzón de mi bikini, cuando Carlos se acercó a mi le platiqué la propuesta que me había hecho y eso lo excitó mucho. Ya en la noche a las 10 en punto Carlos se asomó por la ventana y me dijo “Tú galán llegó puntual a la cita te está esperando en la playa, baja con él, yo te veo desde aquí”

En un principio me negué pero él insistió diciendo “Dicen que los negros la tienen enorme, de seguro te va a encantar”. Me jodió tanto que me puse un vestido playero como éste, no me puse sostén solo las bragas y mis sandalias, antes de salir frente a la puerta de la habitación le dije “Tú quieres que lo haga, así que después no quiero reproches amor y como sabes bien de lo que se trata no me esperes a dormir”… El se acercó me dio un beso en la boca y me dijo que no habría reproches y que de verdad le gustaría que sintiera la verga del negro, así que nerviosa bajé a encontrarme con Axel.

-¿Y qué pasó?… Cuéntamelo todo comadre

-Yo me acerqué y él me besó en la boca, me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia el hotel, yo caminé a su lado aterrorizada subí mi vista y miré a Carlos quien desde la ventana me aplaudió… Y si, si es verdad lo que se cuenta de los negros me consta.

-¡No comadre, no seas cabrona!, no me dejes a medias, platícame todo con lujo de detalles.

Yo me reí, pedí otros “margaritas” y ya que el mesero se retiró comencé a contar

-Iré a lo que quieres que te cuente, subimos a una de las lujosas suites del hotel abrió una botella y a base de besos, caricias y champán terminé desnuda en la cama donde me recorrió con su lengua, me mamó la tetas y me dio mi primer orgasmo con un delicioso sexo oral, que forma de usar la lengua del maldito, después de pie a un lado de la cama se quedó inmóvil con sus manos apoyadas sobre su pubis a los lados de su pene como ofreciéndome su enorme erección, su actitud me hizo saber que era mi turno, así que me arrodillé frente a él y comencé a lamer su enorme miembro, parecía un tronco de ébano, grande, ancho, duro como tronco pero húmedo, suave y ardiente como la carne, lo metí lo más que pude a mi boca, metiendo, sacando, lamiendo y chupando desesperadamente, me perdí tanto en saborear esa delicia que no me di cuenta de hasta donde lo llevaba hasta que él me sujetó la cabeza para que yo mantuviera su gran pene en mi boca y comencé a sentir sus fuertes descargas, una y otra y otra vez, fueron muchos chorros de ardiente semen… Ufff, no tienes idea de todo lo que me echó, se escurría por las comisuras de mis labios y terminé tragando esa delicia.

-¿Y te la metió?

-Sí claro… Casi de inmediato se puso un condón y me dio la cogida más increíble de mi vida, ya no sé cuántas veces me vine pero fueron muchas al grado que le decía “Ya termina tú, yo ya no puedo más, me voy a desmayar” te juro que sentía que mi vagina se iba a desgarrar por lo mucho que la dilataba su enorme miembro lo sentía oprimir mi recto cada vez que me lo empujaba era como si me penetrara por los dos lados y por los dos lados hiciera que yo me viniera… ¡Qué cosa más increíble y deliciosa carajo!… Como ya se había vaciado en mi boca duró muchísimo dentro de mí, jadeaba, sudaba, me decía que estaba muy buena, que le encantaba mi vagina, apretaba mis pechos diciendo “Que deliciosas tetas tienes niña” me besaba con su gran boca metiendo su lengua hasta mi garganta, me cambiaba de postura hasta que por fin logré sentir su pene endurecerse al máximo y se comenzó a contraer dentro de mí, te juro que al hacerlo volví a sentir contraerse placenteramente mi vagina y mi ano.

Terminó acostado sobre mi jadeante y satisfecho, sentí el sudor de su cuerpo mojar el mío y tardó horrores en perder la erección, cuando comenzó a ponerse flácido su pene, se levantó, se salió de mí y fue a tirar el condón, al regresar él a la cama nos besamos, nos acariciamos y nos quedamos dormidos sobre unas deliciosas sábanas de satín. Me despertó a las 5 de la mañana, ya se había bañado, me dijo que se iba ya que tenía que llegar a antes de la 7 al aeropuerto, pero que me podía quedar ahí hasta las 3 de la tarde, yo le dije que no, me levanté al baño y al salir me puse mi vestido y cuando me comencé a poner las bragas él me pidió que se las regalara, yo las pasé por mi sexo, las besé y se las arrojé al pecho diciéndole “Su trofeo de guerra señor, se lo ganó por la forma tan deliciosa en que venció a su enemigo”, nos reímos le di un largo beso en la boca y al separarnos le dije “Eres increíble Axel, cogí muy rico, me encantas” y salí descalza con mis sandalias en la mano a tomar el elevador.

-¿Y qué dijo Carlos?

-Espérame, no te adelantes… Legué a la habitación como a las 5:30 de la mañana, despeinada, sin bragas y con el maquillaje corrido, toque la puerta y cuando Carlos me abrió, me miró y ya dentro de la habitación le dije “Si no te basta verme como vengo ven a la cama”, me tiré sobre la cama, le abrí las piernas y le dije “Prueba y certifica lo que hizo tu mujercita, para que no te quepa duda”, él lo hizo y al decirme “No traes calzones y sabes a condón” yo me puse a llorar, él me consoló, me besó, me abrazó, me llenó de ternura diciéndome que lo importante era que lo hubiese disfrutado y cuando le comencé a platicar entre llantos él se convirtió en un tigre, me dio una clase de cogida que me dejó al borde del desmayo, te juro que me ardía la vagina…. Desde entonces nuestro sexo se volvió increíblemente placentero, llegamos a hacerlo tres veces en una noche, pienso que mi infidelidad consentida si nos unió más como pareja…

-¿Eso fue lo único? ¿Por eso dices que se portaron muy mal?… Me decepcionas Débora… ¿Qué otra cosa loca hicieron?

Yo la miré y reí, levanté mi mano señalándola con el índice y le dije

-OK, Carlos además de ardiente se volvió muy tierno conmigo, me trataba de una forma tan linda como si fuera yo una muñequita, algo frágil que merece todo el cuidado del mundo, me enamoré más de lo que estaba y sabiendo cuál era su mayor deseo, le dije un día “Me encontré a mi novio de la secundaria, te preguntaré algo pero quiero que seas honesto… ¿De verdad me quieres ver cogiendo con otro?”…. Lógicamente vino la pregunta de que si lo había hecho con Raúl, cosa que no hice ya que me casé siendo virgen, pero al saber que a Raúl le gustaba sin duda estaría feliz de cogerme. Carlos me preguntó si yo estaría dispuesta y al responderle que por complacerlo haría lo que fuera, me dijo que sí, que le encantaría verme en la cama con otro.

Así que organicé una cena en la casa invitando a Raúl y a Marlene, una amiga a la que le encantaba Carlos, ya no te hago el cuento largo, comenzamos jugando pokar y después el juego se puso muy cachondo, ya que el que ganaba una mano ponía un castigo a alguien, Carlos le puso a Raúl el castigo de meterme un dedo en la vagina y después chupárselo para probar mi humedad, yo castigué a Marlene con chuparle el pene a Carlos y así hasta que terminamos cogiendo los cuatro en la misma cama, ésta vez para hacerle más excitante todo a Carlos dejé que Raúl lo hiciera sin condón, gemí como loca y grité al venirme para después besar y acariciar a Raúl hasta que me inundo con su semen, no tienes idea de cómo lo disfrutó Carlos, le encantó verme escurriendo el semen de otro.

-¿Se intercambiaron parejas?, un rato te cogió Carlos y después Raúl.

-No, desde un principio yo estuve con Raúl y Carlos con Marlene. Lo hicimos, atravesados en la cama unos con los pies por un lado y los otros por el otro o sea que Carlos tenía casi de frente a Raúl y pudo ver muy bien cómo me cogía ya que lo podía ver moviéndose dentro de mí y yo tenía al lado de mi cabeza la cadera de Marlene con sus piernas dobladas y alcanzaba a ver el miembro de Carlos entrando y saliendo de su vagina, fue realmente excitante…. Y eso fue todo, seis meses después me embaracé de Ana, nos conocimos, por la sociedad de los esposos y la gran amistad que surgió entre nosotros nos hizo pedirles que bautizaran a Anita y después a “Martucha”… ¿Y ustedes, se portaron así de mal o fueron chicos buenos?

-¡Por favor Débora! Eso no es portarse mal…yo fui infiel varias veces, claro que Jaime estuvo de acuerdo en todas, comenzó un día en mi casa, se nos pasaron las copas con un amigo y terminamos los tres en la cama, a los dos se la mamé, los dos me cogieron… Es excitante sentirte llena con la leche de dos hombres lo deberías de probar. Y para mal comportamiento te diré que con un grupo de amigos rentamos una casa en las brisas allá en Acapulco, éramos 8 hombres y 8 mujeres, de ellos 5 éramos matrimonios o parejas los demás eran solteros, incluso unos aun siendo nuestros amigos no se conocían entre ellos, pasamos una semana por demás excitante.

Cada mañana después de desayunar sorteábamos quien sería nuestra pareja, las mujeres sacábamos al azar el nombre de quien sería nuestra nueva pareja por todo ese día y noche, cada que una escogía si salía el nombre de su esposo o pareja formal se eliminaba, la idea era hacerlo con otro a la hora que quisiéramos y donde quisiéramos… Cuando me tocó un amigo llamado Rodrigo de pareja, de inmediato me tiró en un camastro y me la metió frente a todos, eso animó a otras “parejas del día” a hacer lo mismo, después que deliciosa noche pasé con él… Como me traía ganas ese cabrón, pero cogía, muy, muy rico, sabía darle a una su tiempo llevándote al punto en que suplicas que te la meta.

-Vaya ustedes sí que se alocaron.

-Pero lo disfrutamos como locos y como dices tú mejoró nuestra vida sexual… De habernos conocido antes los hubiéramos invitado… A mí me gustaba mucho Carlos y Jaime no te haría el feo, bueno no creo que nadie te lo haga aún ahora, pero sí que te traía ganas mi marido, a veces jugábamos a que yo era tú y me tenía que convencer y ya que lo hacía me cogía de una forma que me mataba el maldito

-¿Y le costaba trabajo convencerme o le daba las nalgas a la primera?

Nos reímos con ganas y quedamos un momento en silencio yo pensaba como hubiese sido ya que Jaime era un hombre muy atractivo, saque la idea de mi mente al recordar que era el padrino de mis hijas, miré a Ximena y le pregunté

-¿A los cuantos años de casados te embarazaste?

Ximena me iba a responder pero se detuvo y en voz baja me dijo

-Ahí vienen nuestros galanes

Yo voltee hacia la entrada del bar y vi bajando las escaleras a los dos muchachos que se sonrieron al pasar frente a nuestra mesa y se sentaron dos o tres mesas frente a nosotras. Ximena me dijo

-No quieren ser obvios, andan investigando si venimos solas

-Por favor Xime, somos 8 personas en el bar y todos en mesas alejadas… ¿Quién podría venir con nosotras?

-En eso tienes razón… ¿Te interesan?

-¿Cómo crees?, créeme que estoy dispuesta a todo, pero son unos niños

Ximena levantó la mano, el mesero se acercó y le pidió otros margaritas, se inclinó hacia mí y me dijo

-Dime una cosa… ¿Hace cuánto que no tienes un vientre plano sobre ti cuando estás cogiendo? ¿O unas nalgas como esas apretando con fuerza cada vez que te la deja ir hasta el fondo?

Iba a responder pero llegó el mesero, puso los cocteles en la mesa junto con unos cacahuates, al retirarse yo intenté hablar pero Ximena me ganó la palabra diciendo

-¿Hace cuánto que no recorres a besos un cuerpo como el de ellos, besando un vientre plano y bien formado, bajando hasta el pubis para sujetar un miembro que te espera erecto como mástil, que lo puedes cubrir con tus manos una encima de la otra chupando el glande como si fuera un delicioso dulce hasta hacerlo eyacular un chorro que se levante varios centímetros? ¿Hace cuánto que no eyaculan dentro de ti con esa fuerza que te hace imaginar que el ardiente semen moja tus ovarios? … No me digas que no te gustaría sentir otra vez tu vagina completamente llena de un pene duro como roca pero a la vez suave y ardiente como para acariciarte dulcemente el clítoris

-La vida pasa Xime, ya no estamos para eso, ahora debemos aceptar con gusto lo que tenemos

-¡Por favor Débora!.. ¿Te has visto en un espejo?, observa tus nalgas, tus piernas, tus tetas, las curvas bien delineadas de tu cintura… Las dos estamos bastante deseables, mete tus dedos en tu vagina y aprieta, después de coger yo me puedo levantar de la cama al baño sin ir chorreando semen por todo el piso y te aseguro que hay chicas de 20 que se tienen que tapar la vagina con varios pañuelos desechables… A esos jovencitos le podemos dar el mejor sexo de su vida y a nosotras nos urge que nos den lo que tienen y volver a sentirnos colmadas de juventud y enloquecidas por el placer de los orgasmos múltiples. Yo era un mujer multiorgásmica y como los disfrutaba… ¿Tú eras de varios o de un solo orgasmo?

-No siempre pero si me venía dos o tres veces en una sola cogida… Y los llegué a tener continuos, de los que te dejan toda flojita como muñeca de trapo y suplicando “Ya no más o me muero”

-¿Entonces?, tenemos la oportunidad, vamos a aprovecharla ¿O ya te volviste de alta fidelidad?

-No, y menos ahora que busco liberarme estos días sin pensar en marido, hijas y casa ya te dije que vengo dispuesta a todo y pienso que hasta el mismo Carlos lo imagina y lo acepta… Pero tú lo dices como si de verdad los chicos se nos fueran a lanzar suplicando…”Señora me muero por cogérmela”… Qué pueden ver en nosotras

-La oportunidad de sexo sin problemas con dos mujeres muy buenas… ¿Se te hace poco?

-Puede ser, pero todo cambia Xime, ya no podemos

-Los que no pueden son nuestros maridos, ellos ya perdieron su fuerza y su interés por hacernos sentir plenas en la cama, cuando no les llegó hacienda, están mal las ventas o el tráfico estaba insoportable o los hijos no estudian o nosotras compramos pendejadas que no necesitamos malgastando el dinero que les cuesta tanto trabajo ganar…Si nos atendieran como antes te aseguro que no saldríamos de compras

-¿Qué edad tiene Jaime?

-52, es 9 años mayor que yo… ¿Y Carlos?

-Por ahí se va, cumplió 49… Pero es la ley de la vida Xime, nosotras no tenemos que preocuparnos, a nosotras nos penetran en cambio ellos van perdiendo lo que tenían, comprende que no les ha de ser fácil, pero la edad es la edad y a ellos les pega más duro en lo sexual. Mi abuela decía que mientras la mujer pueda abrir las piernas sigue siendo mujer, pero en ellos es diferente

-Sí, pero si a una se le ocurre pedirle que tome su pastillita azul se molestan e insisten en meterte su miembro a medio casi flácido pensando que lo tienen excelente y no te alcanzan a tocar ni el útero…Y si tomamos en cuenta que el ginecólogo te lo toca con el dedo creo que en el consultorio te sientes más penetrada

-Habrá que ir a consulta más seguido… Pero ya en serio te diré que es lógico que no acepten las cosas, pero es más lógico resolver los problemas hablando como pareja ¿No crees?

-Bueno, ya olvídate de la lógica, ¿Quieres jugar con esos chicos?

-Te digo que son unos niños

-Y yo te digo que son la clase de jovencitos que vienen a buscar sexo y que mejor que dos mujeres maduras que dicho sea de paso seguimos estando bastante buenas… Ellos tratarán de conquistarnos para pasar sus vacaciones cogiendo a sabiendas que nosotras no les daremos problemas posteriores… ¿Entonces, que decides?

-Te digo que estoy dispuesta a todo, así que dime cómo lo quieres hacer

-¿Te afeitas abajo?

-Me depilé

-Perfecto, cuando me levante has tu silla para atrás poniendo tus pies en el piso con las piernas separadas, yo te diré que hacer.

Ximena se levantó, yo hice mi silla hacia atrás y ella frente a mí se inclinó haciendo las nalgas hacia los muchachos, se puso en cuclillas frente a mis piernas y empujó mi vestido hasta mi vientre diciendo

-Deja así tu vestido, cuando me levante haré como que te doy algo, quédate con las piernas separadas un momento y después cruzas la pierna lentamente y pon atención en cómo te mira el que está a la izquierda, el de cabello rubio

Se levantó y me estiró la mano diciendo “Ya lo encontré, ten”, yo quedé con el vestido arriba enseñando las bragas, el chico fijó su vista en mi sexo y mientras nos mirábamos a los ojos crucé muy despacio la pierna, no separó la vista de mis piernas y cuando yo lo miraba él me sonreía. Dejamos pasar dos cocteles más y al ver que solo nos miraban sin hacer nada por abordarnos firmamos la cuenta y nos levantamos, Ximena me dijo

-Están midiendo el terreno, cuando se aseguren de que estamos solas se lanzarán a la conquista

Subimos al primer piso donde estaban nuestras habitaciones y mientras caminábamos ella me dijo en voz baja

-Dejas abierta tu puerta, el tuyo nos siguió, déjalo que vea que no hay nadie en tu habitación

Abrí mi puerta y Ximena la suya, las dejamos abierta y de pie en el pasillo cada una frente a su habitación con la puerta abierta me dijo hablando fuerte

-Desayunamos mañana a las 7 de la mañana

Yo afirmé mientras el muchacho pasó frente a mí, volteó hacia mi habitación y después a la de Ximena, cuando se alejó por el pasillo entramos cada una a su habitación.


Playas de Almeria

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Era uno de esos días calurosos de playa a más no poder. Había ido a la playa con toda la familia, bueno se debe contar en esta historia que mi familia estaba compuesta por mi hijo, mi hija y mi marido que junto con la sombrilla y demás bártulos adornaban la playa.

Ese día la verdad es que hacia muchísimo calor y cerca del medio día mis hijos se fueron a hacer una excursión en kayak y mi marido se puso a dormir la siesta…. Así que aburrida me tumbe boca arriba para tomar el sol haciendo topless. Pensé que mi marido por lo menos me miraría o en el mejor de los casos me invitaría a entrar en el agua para darnos un buen revolcón que ya me iba haciendo falta, pero no hizo ni el menor ademan, se puso el periódico sobre la cabeza y en menos de un minuto estaba completamente dormido……

Al rato de estar tumbada en la toalla notaba como poco a poco el calor iba haciendo mella así que me levante para darme un baño, me acerque a donde estaba el bolso y mire el reloj para darme cuenta de que aun quedaba un buen rato para irnos así que con mi marido durmiendo y los niños de excursión sin ninguna prisa me metí el agua y me puse a nadar un rato playa arriba y playa abajo….. el caso es que de repente sintió como una mirada la atravesaba…

Por un momento miro la playa la corriente la había arrastrado unos cuantos cientos de metros.

Salí del agua y mientras caminaba sentía como el agua iba dejando a la vista mis tetas y continuaba descendiendo hasta llegar a mi cintura… continuaba andando y ahora pude ver como algo detrás de donde estaba la gente se escondía, desvié por instinto la mirada al suelo y dio un par de pasos más. Rápidamente levante la mirada y vi como una persona se escondía detrás de unos matorrales. Pude repetir la operación y de nuevo vi como aquella persona se escondía de nuevo. Una vez ya fuera del agua me debatía entre volver a la toalla o ir a partirle la cara al degenerado que me estaba mirando las tetas….. Di un paso al frente y luego otro y otro y otro.

Llegue al matorral y al dar la vuelta me encontré con un mequetrefe que me miraba con cara de cordero degollado. En un primer instante solo vi sus ojos pero al recorrer con mi mirada la cara de aquel muchacho pude darme cuenta de que tenía una polla semiflácida en la mano…. Mire por un momento a la playa y me di cuenta de que tenía unas vistas privilegiadas a la playa de nudistas… Había visto la cara de mi marido al sentarse pero ni me había imaginado que era por aquello, de hecho hasta ese momento ni me había dado cuenta.

Volví de nuevo la mirada a aquel mocoso y me di cuenta de cómo miraba mis tetas, al cruzarse nuestras miradas de nuevo volvió la mirada al suelo, pero su polla estaba dura como un garrote, de un buen tamaño, de hecho pude ver que era grande, entorno a unos 20 a 22 centímetros. En ese momento le mire con aquel trasto en una mano y su otra mano dirigiéndose a mi culo…… Me quede petrificada, por un momento había pensando en abroncarlo y ahora estaba dejando que me sobase bien a conciencia el culo. Sentí como poco a poco su mano descendía hasta mi coño que ahora me hacia percatarme de lo mojada y cachonda que estaba, lo sentí colocarse a mi lado y como cogía mi mano para llevarla hasta su polla. La agarre con fuerza mientras sentía como una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo. Sentir aquella polla dura en mi mano y dos dedos de aquel desconocido en mi interior hicieron que me corriese como hacia mucho que no lo sentía, fue un orgasmo delicioso, pero que no hizo que se detuviese. Cuando comenzó a ver como el flujo de mi coño resbalaba por mis piernas lo recogió y lo llevo hasta mi culito para empezar a presionar poco a poco…. Uuuuuuummm aquello se sentía delicioso. Mientras dos de sus dedos estaban dentro de mi coño su dedo pulgar castigaba mi clítoris y uno de los dedos de su otra mano comenzaba a penetrar mi ano…. Aquello fue demasiado después de tanto tiempo en dique seco…. Un nuevo orgasmo me sobrevino y sentí como mis piernas flaqueaban quedándome apoyada en su costado… Poco a poco fui cayendo al suelo y en ese momento me di cuenta de que estábamos sobre su toalla….. Rendida en el suelo de rodillas y encharcada por todos mis agujeros me di cuenta de cómo aquella magnifica polla quedaba a la altura de mi cara. Había tenido ya tres orgasmos y no había llegado a sentir aquel trozo de carne dentro de mi.

De nuevo la recorrí con mi mano derecha arriba y abajo sintiendo su dureza, la sentía palpitar y poco a poco me la fui comiendo…. Uuuuuuum que gustazo sentir como aquella polla se introducía en mi boca. Aquella experiencia estaba resultando deliciosa….

Durante unos cinco o seis minutos estuve degustando aquella golosina que por casualidad me había encontrado. Mi nuevo amante me detuvo y se tumbo de costado a mi lado. No entendí que era lo que quería hacer pero poco a poco le vi como se tumbaba para de nuevo volver a darle guerra a mi coño. Me coloque encima de él a horcajadas y deje mi coñito a la altura de su boca. De nuevo comenzó a comérmelo aquello era una delicia sentir como aquella lengua me follaba sin descanso… Era mejor que cualquier polla que hubiese conocido hasta ese momento. De nuevo se corrió abundantemente y de nuevo sintió como su amante llevaba todo aquel flujo a la entrada de su culo para de nuevo ser sodomizado.

No pude resistir un segundo más. Me gire dejando que las manos de mi amante desatendiesen mis agujeritos y girando 180 grados me clave en un rápido movimiento aquella hermosa polla en lo más hondo de mi. En ese sentí como aquella polla me llenaba por completo y un nuevo orgasmo me sobrevino tan abundante que no sabía si me estaba tan solo corriendo o ya me estaba meando del gusto. Vi como toda mi corrida se extendía por entre sus piernas, las mías y su tripa…..

Sentí mientras me encontraba allí taladrada por aquella majestuosa polla como empujaba para sentir como me llenaba por completo mientras su dedo anular de nuevo volvía a sodomizarme. Esta vez el dedo entro sin ninguna resistencia y yo comencé a cabalgar aquel majestuoso falo. Sentía como me llenaba por completo en cada acometida al subir las primeras veces aquella polla y un dedo salían de mi coño y de mi culo respectivamente, tras un par de minutos follando aquel dedo solitario se había acompañado de otros dos mas y ahora sentía como estaba llena al 100% y como por primera vez en mi vida estaba sintiendo un orgasmo anal. Me corrí como nunca pensé que podría correrme se paró el mundo y sentí como mi coño de nuevo se convirtió en una fuente de orgasmos. Me derrumbe sobre mi amante que dejo de follarme con su polla y sus dedos…..

- Quiero que te corras ya – le dije mientras me sacaba aquella polla maravillosa de mi coñito y empezaba a saborear mis jugos, chupaba aquella polla como nunca había mamado una polla. Aquel chico disfrutaba de la mamada mientras me acariciaba los pezones. Pero aquel no era todavía su plan se colocó detrás de mía y de una sola estocada me follo mi culito penetrándolo por completo. Aquella follada de culo estaba haciendo que viese como de nuevo otro orgasmo estaba a punto de crearse dentro de mí. Ahora su polla follaba mi culo y dos de sus dedos follaban mi coño mientras un tercero castigaba mi clítoris… Aquello de nuevo volvió a ser demasiado para mi y en poco menos de dos minutos me volví a correr como una loca…..

Me recupere de mi ultimo orgasmo y vi a mi amante de nuevo de pie esta vez no se me escaparía de que se corriese. Me abalance de nuevo sobre su polla y comencé a chupar como antes. Él gemía y a ratos me follaba la boca, mi saliva resbalaba por mis comisuras y caía sobre mis tetas para llegar hasta mis piernas…. Chupaba aquella poya maravillosa y no quería que acabase nunca, al rato comenzó a gemir mas fuerte…. Y mas fuerte y de repente sentí como aquella maravillosa polla se contraía para soltar una nada despreciable cantidad de semen en mi boca. La primera venida casi logre retenerla por completo en mi boca pero la segunda hizo que parte de su semen resbalase por mis comisuras hacia mis tetas…. Una tercera corrida fue a parar a mi frente y a mi labio superior…. Estaba llena de semen y me encantaba… Me trague de nuevo aquella polla que tanto orgasmos me había provocado en mi boca y la limpie a conciencia. La lamí desde la base y me fui tragando todas los chorretones de semen que me encontré a lo largo del tronco. Luego con mis dedos recogí los restos que había en mi cara y los soboreé mientras dejaba que entrasen a mi boca para paladearlos…..

Mama, mamaaaaaaaaaaa!!!! – Vi como mis hijos me llamaban a través de los matorrales… Sin tiempo de despedirme de mi amante salí de entre los matorrales. Mis hijos me estaban buscando por que habían estado de paseo mas de tres horas y al llegar a la sombrilla habían visto a su padre al sol por que la sombrilla se había movido y se había quemado…….

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