Quantcast
Channel: Relatos Eroticos » Maduras
Viewing all 69 articles
Browse latest View live

El consentido de la abuela (1)

$
0
0

Siempre fui el regalón de mi abuela. A pesar de no ser el primero de mis primos, mis padres si vivieron un tiempo en la casa de mis abuelos, donde nací y viví con ellos hasta mis 7 años. Por lo mismo, la cercanía con mi abuela siempre fue más directa que con mis otros primos. Mi abuela me mudó, me llevo al colegio, me bañó, muchas veces me llevaba a su cama para dormir con ella y mi abuelo, me ayudaba hacer tareas etc. Las hermanas de mi mamá, siempre le reclamaban a ella que hacía mucha diferencia entre yo y el resto de mis primos, pero a ella no le importaba. A todos le hacia un regalo para navidad, pero el mío era 10 veces mejor.

Preocupada siempre por mi educación, ella pagaba los profesores particulares, salía con ella a comprarme ropa, me daba dinero para mis gastos y cosa que no conseguía con mis padres, era solo cosa de pedírselo a mi abuela, y ella me lo compraba. Nos llevábamos súper bien, ambos éramos muy cariñosos uno con el otro. De hecho desde siempre, el saludo a mi abuela fue con un beso en la boca, no en la cara como el resto de mis primos. Era común que yo me fuera de vacaciones con ella y con mi abuelo, que también me tenía mucho cariño. Mi abuelo tenía una excelente situación económica, una casa enorme, con piscina , jardinero , chofer, empleadas, mas varias casas , terrenos fundos etc.

Mi abuelo falleció cuando yo tenía 11 años. Mi abuela asumió el control de todos sus negocios y siguió manteniendo un muy buen pasar. A mi madre le decía que yo tenía mi vida asegurada, que debía estudiar administración de empresas, agronomía o algo relacionado con sus empresas, y que me dejaría a cargo de sus negocios.

Salí muchas veces de viaje con mi abuela, incluso fuera del país. Conocí Disney Word, viajé a Europa, Cancún. Habitualmente íbamos a una de las casas de la playa con ella , siempre siendo su nieto regalón. Cuando cumplí 18 años y entre a la universidad, nada menos que de regalo, un auto deportivo , que causo indignación entre mis tias y molestias en mi padre, que decía que en la vida no todo tenía que ser tan fácil, pero para mi abuela no había limites para su nieto.

Estaba en segundo año de universidad, me iba relativamente bien. Tenía un examen el lunes, y cuando mi abuela me invito a su casa de playa el fin de semana, no tuve problemas en decirle que si, ya que allá, no tenía ninguna distracción , es más, estudiaba mejor, estábamos los dos solos , sin bulla, lejos de mis amigos. Viernes en la noche y yo manejando el flamante Mercedes de mi abuela rumbo a su casa de playa. Por la hora, llegamos a comer a un restaurant y de ahí a la casa a dormir.

Al otro día, me levanté temprano y me coloque a estudiar. Mi abuela siempre preocupada de mis estudios, ni me molestaba, salió a caminar como siempre por la playa y cerca del medio día , se colocó a cocinar y luego de almorzar , mi abuela se dedico a su jardín , mientras yo terminaba de estudiar.

Mi abuela tenía 63 años, pero no lo representaba para nada, se veía regia para su edad. Mantenía una vida muy activa, iba al gimnasio regularmente, aparte de tener uno propio en su casa, donde yo también utilizaba ocacionalmente para hacer pesas. Tenía clases de baile, yoga, más sesiones de masajes, etc. Usaba un corte moderno, corto y rubio. Era de tez blanca, ojos verdes, fue muy atractiva cuando joven, según la recuerdo y fotos, ahora con algunas manchas propias de su edad, delgada, no muy alta, con un par de cirugías propias de la vanidad de cualquier mujer y su nivel económico, siempre vistiéndose muy juvenil, con jeans ajustados o faldas apegadas a su cuerpo. Sus pechos no eran muy grandes, pero tampoco chicos. Su cintura demarcada y su trasero ya no estaba tan abultado como antaño, pero si sus piernas se mantenían muy bien. De hecho mi abuela tenía unas piernas muy atractivas.

Ya había terminado de estudiar, nos colocamos a ver una película, luego preparamos la cena, a ambos nos gustaba cocinar, acompañados de un aperitivo mientras cocinábamos. Luego de cenar, nos dimos una vuelta por la orilla de la playa, tomados de la mano o abrazados, como si fuéramos cualquier pareja de enamorados, escuchando las olas y mirando el cielo estrellado. Volvimos a la casa y nos sentamos en la terraza con una vista a la mar, fabulosa, ya que la casa de mi abuela estaba sobre la ladera de un cerro, sin ningún vecino cerca.

Nos habíamos preparados unos tragos y no quedamos admirando el hermoso paisaje, disfrutando de la noche ,en un cómodo sofá de cuero blanco. Tenía abrazada a mi abuela, la que descansaba en mi pecho, relajados olvidándonos del mundo. A ratos ella me daba un beso y se arreplegaba mas contra mí, cariñosamente, mientras yo le hacía cariño en su pelo. Siempre me decía lo mucho que me quería, que era un gran apoyo para ella, y esa noche me lo volvió a decir con mas sentimiento, que agradecía mucho que la acompañara en vez de estar disfrutando con mis amigos.

Le dije que yo también la quería mucho y que disfrutaba mucho estar con ella. Nos dimos un beso de cariño en los labios, cortísimo, como siempre, seguimos abrazados, luego vino otro beso y luego otro siempre en un ambiente solo de cariño. El último fue algo más largo, permaneciendo con nuestros labios pegados un poco más. Hasta ese momento solo eran besos de cariños entre abuela y nieto que se querían mucho nada mas, sin embargo luego vino otro, también un poco más largo, si separar nuestros labios, pero sin abrir la boca, que me pareció algo extraño, demasiado largo, pero no desagradable, muy por el contrario, luego una caricia y otro beso de labios juntos también algo largo, hasta que mi abuela abre solo un poco los labios. Instintivamente hago lo mismo y nos dimos un pequeño y real beso.

Fue una sensación extraña, pero no incomoda, al contrario, muy agradable. Quedamos abrasados sin decir nada y luego repetimos el beso, esta vez un poco mas largo, también con la boca algo abierta y a diferencia de los otros, sentí la suave lengua de mi abuela , entrar solo un poco a mi boca, chocando con la mía.

Fue un beso corto, pero siguió otro más de inmediato y otro más de la misma forma. Luego uno más largo donde nuestras lenguas se encontraron por varios segundos, traspasando nuestras salivas a la boca del otro. Luego otro y otro, hasta quedarnos en un largo y suave beso que duro un par de minutos.

Con la vista del mar como testigo, me seguí besando con mi abuela, besos suaves, con cariño, su lengua suave moviéndose suavemente dentro de mi boca, que luego se recogía, seguida de la mía que entraba en su boca acariciando su lengua. Pasamos mucho rato besándonos suavemente, sin decir nada, ocultos de la mirada de cualquier persona. Mi abuela se acomodaba mas entre mis brazos y nos besamos por mucho rato mas, aumentando de a poco la intensidad de nuestros besos, llevando la lengua cada vez más adentro. Era una sensación extraña, pero muy agradable. A ratos pensaba que era otra mujer, no mi abuela. Una hermosa mujer madura, deseable que daba unos besos deliciosos y que causaba sensaciones en mi cuerpo. Apoyó su cara en mi cuello, sin mirarme e inconscientemente le di un beso suave detrás de su oído. El contacto de mis labios contra esa parte de su cuerpo, la hizo estremecer y al repetirlo, sentí un suave mordisco en mi cuello. Estábamos jugando con fuego, nos estábamos excitando mutuamente, eso lo sabíamos y al menos a mí , me encantaba .

Nos besábamos en cuello , detrás de las orejas, en los labios, sintiendo una electricidad fluir por nuestros cuerpos, siempre con besos suaves. Con sus manos apoyadas en mi pecho, acomodándose cada vez más , yo con mis manos en su cintura , apretándola más contra mi cuerpo y ella misma apegándose mas y mas, restregándose suavemente, sintiendo su respiración más agitada, hasta que coloco sus manos en mi cinturón. Yo por mi parte en tanto abrazo, había corrido un poco su blusa y mis manos dentro de ella, tocaban la parte baja de su espalda, con suaves caricias con la punta de mis dedos. Un nuevo beso, largo y delicioso, un poco mas fuerte que los anteriores, con nuestras lenguas acariciándose mutuamente y las manos de mi abuela , apoyadas en el cinturón , empujándolo hacia abajo, como si solo esta prenda la detuvieran para seguir más abajo, mientras mi mano acariciaban toda su espalda por debajo de la blusa y al llegar a sus caderas, la apegaba mas contra mí. Sin querer nos estábamos excitando.

Un nuevo beso en el cuello de mi abuela y ella emite un suave gemido de placer, sintiendo sus uñas enterrarse suavemente en mi espalda, como señal de que estaba excitada. Sentía como mi abuela se estaba excitando con mi besos y por mi parte, mi verga durísima , acusaba el placer que esta mujer causaba en mi.

Mi mano en su pierna , apretándosela suavemente , hasta que decidiéndome de una vez , le doy una tímida y suave caricia por su culo. Ella no dijo nada, acariciando mi espalda, pasándome las uñas suavemente, cosa que me excitaba aun mas y que me daba autorización para volver acariciar sus nalgas , esta vez un poco más fuerte, sintiendo una aprobación de su parte al enterrarme más las uñas.

Yo sabía muy bien, que la vida sexual de mi abuela no había quedado estancada con la muerte de mi abuelo. Por comentarios entre mis padres, sabía que mi abuela había tenido un amigo por ahí, aunque de forma muy discreta, incluso se rumoreaba que mi abuela tenía algo con un gerente de la empresa de mi abuelo, por lo que su libido aun estaba vivo. Aparte que siempre me conversaba que tenía que disfrutar mi juventud, que el sexo era divino, que había tenía que tener cuidado de no dejar embarazada a ninguna, que las mujeres por asegurarse un buen partido, pueden dejarse hacer una guagua para amarrarme etc., que disfrutara del sexo, que era lo mejor de la vida si se hacia con responsabilidad y otras cosas mas que siempre me dijo. Aparte que mi abuela salía con sus amigas, iba a casinos, o a fiestas , viajes, seguro que en alguna de esas, con su forma de ser y su agraciado físico, había tenido algo por ahí.

Una y otra vez, mis manos acariciaban el culo de mi abuela, suave, muy suavemente , la que me besaba sin parar, jugando con mi lengua y colocando nuevamente sus manos en mi cinturón, tirándolo hacia abajo. Mi verga estaba despierta y sentía la presión de mi cinturón, con las manos de mi abuela casi tocándome. Ambos nos moríamos de ganas de seguir, de eso estaba seguro, pero el poco de moral que nos quedaba nos detenía , hasta que un nuevo beso en el cuello de mi abuela, un fuerte suspiro y sus manos se sueltan de mi cinturón y se apoyan sobre mi verga erecta, apretándola con sus puños. Un gemido de mi parte y mi mano dentro debajo de su blusa sube, tocando parte de su vientre y el comienzo de sus pechos. Mi abuela se apega mas contra mí , me besa fuertemente, y su mano se abre y me aprisiona la verga por sobre el pantalón.

Era la señal que necesitaba, ya mi abuela había dado el paso que nos faltaba, y mi mano completamente extendida , sube mas y le toma uno de sus pechos, acariciándoselo suavemente , sintiendo como su pezón se había colocado duro al contacto de mi mano.

En la oscuridad del balcón, nieto y abuela se acarician suavemente, en una mescla de amor y deseo, descubriéndose de una manera completamente distinta. Esos pechos que de niño había acariciado solo como juego o en busca de cariño, hoy con 20 años , los tocaba con deseos , con ganas de tocarlos, besarlos, chuparlos, mientras que ella , sentía como su pequeño nieto se había convertido en un atractivo joven , con sus hormonas revolucionadas, y acariciando su viejo cuerpo que pedía a gritos ese tipo de caricias.

Fue ella la que, luego de mucho rato de estar tocándonos suavemente, tomo la iniciativa de levantarse y tomar a su nieto de la mano. Entramos a la casa y en medio del living, de pie, nos volvimos a besar. Ya no podíamos ocultar nuestros deseos e intenciones, nos tocábamos por todos lados, hasta que poco a poco fuimos desabrochando nuestras prendas, desvistiéndonos mutuamente.

No lo podía creer, cuando ya luego de haberle quitado la blusa, y desabrochar su falda, esta cae al piso, dejando a mi abuela con una sensual ropa interior, muy distinta a lo que había pensado. Su cuerpo me excitaba, sus pechos se veían deliciosos atrapados en un finísimo brasier. Mis manos acariciando directamente su culo, sintiendo el contacto de su piel, mientras ella terminaba por hacer lo mismo con mi pantalón. Quedamos ambos solo con ropa interior, besándonos y tocándonos.

Se da vuelta y apega su espalda contra mí, dejándome apretar sus pechos a mi antojo y bajando mi mano hasta tocar el comienzo de sus calzones. Mi abuela se restregaba contra mi verga , la que aprisionada en mis calzoncillos, formaba un tremendo bulto. Solo teníamos la tenue luz de una lámpara de pedestal , la que me alumbro la espalda de mi abuela, sus nalgas y me permitió desabrochar su brasier.

Liberados sus pechos, mis manos los abarcaron en su totalidad, apretándolos suavemente, sintiendo sus pezones duros, jugando con ellos. Ella se dejaba tocar y disfrutaba al máximo de esas caricias, se da vuelta y me deja mirarlos, luego me besa y aprovecho de bajar la última prenda que le quedaba en su cuerpo.

Ya completamente desnuda , fue ella la que me desprendió de mi última prenda, encontrándose con mi verga durísima, excitada, ansiosa de acción. Abrazados mi verga chocaba contra su cuerpo desnudo, haciéndome estremecer.

Me sienta en el sofá y se sube sobre mí , pasado una pierna a cada lado, besándome suavemente, acariciándome el cabello, mientras yo, acariciaba el culo de mi abuela , suavemente , apretándoselo, atrayéndola hacia mi. Se levanta un poco, colocándome sus pechos en mi cara y mientras se los beso, mi verga siente por primera vez, la humedad de su sexo, ansioso de cariño.

Mi abuela se acomoda y comienza a bajar muy lentamente, enterrándose mi virilidad, poco a poco. La paredes húmedas de su sexo, deliciosamente se abrían al paso de mi dura carne, sintiendo sus gemidos, hasta que a mitad de camino, ella vuelve a subir lentamente casi sacándola, para luego volver a bajar y se vuelve a enterrar toda mi herramienta , cada vez llegando mas abajo, hasta que al fin mi verga estuvo por completo dentro de ella. Permaneció unos instante sintiendo la totalidad de la herramienta de su nieto que la llenaba por completo. Moviéndose suavemente de adelante hacia atrás, apegando sus pechos contra mi cara. Una y otra vez repitió esta operación , moviéndose de una forma exquisita , demostrándome todos sus años de experiencia. Era una diva al momento de hacer el amor, su rostro arrugado sintiéndose penetrada, sus movimientos, sus suaves y elegantes quejidos. Ella me follaba mientras yo permanecía sentado , con mi verga erecta, atendida por ella.

Se pone de pie, observo su cuerpo completamente desnudo, elegante, refinado, su piel blanca, sus tetas ni muy grandes ni muy chicas, solo algo caídas, del tamaño ideal, de pezones rozados, su ombligo un pequeño y casi insignificante vientre , sus caderas, su bajo vientre , su zona genital , perfectamente bien cuidada, con una franja delgada de pelos claros, más abajo su lindas piernas , era un majar de mujer considerando su edad.

Manteniéndome sentado en el sofá y colocando un cojín en el piso, se arrodilla ante mí. Su mirada seria, sus ojos admirando el miembro viril de su nieto, grueso, venoso, acariciándolo de principio a fin , hasta que su cabeza se agacha y lo mete en su boca. Con una suavidad y destreza de sus años de experiencia, comienza a besármela de una forma exquisita, suavemente, sintiendo su lengua , sus suaves gemidos de placer al sentir ese pedazo de carne en su boca. Sus pelo corto y rubio subía y bajaba, se lo acariciaba nuevamente , agradeciéndole el placer que me estaba haciendo sentir. El tiempo pareció detenerse y me quede en esa posición sintiendo un mar de sensaciones que me entregaba la madre de mi madre. Ella estaba embelesada con eso en su boca, los disfrutaba y jugaba con él , sacándolo y restregándolo contra sus mejillas, por sus tetas, sus pezones, para luego volver a introducirlo a su boca y succionármelo una y otra vez. Permanecí entregado a los deseos de mi abuela . Quise levantarme y devolverle el placer que me estaba entregando, pero no me dejo, me dijo que me relajara , que no quería detenerse y continuó por mucho rato mas .

Casi me hace acabar dos veces. Tuve que pensar en cualquier cosa por no acabar dentro de la boca de mi abuela, hasta que al fin me deja levantarme. La apoye contra la mesa y colocándome detrás de ella , se la metí por detrás. Aferrado a a sus caderas una y otra vez , mi verga se sumergió en ese delicioso coño, haciéndola gemir de placer. A pesar de estar muy excitado trataba de no hacérselo muy fuerte, ya que al fin y al cabo, era mi abuela y 63 años no era para recibir toda mi calentura. Sin embargo permanecí dándole y dándole por mucho rato, a veces dejándosela enterrada hasta el fondo, donde mi abuela aprovechaba para moverse de lado a lado.

El tiempo pareció detenerse mientras abuela y nieto disfrutaban del placer de sus cuerpos. Me toma de la mano y me lleva hasta su cuarto. Nos besamos durante todo el camino, tocándonos y abrazándonos. Se acuesta en la cama, mirándome y sonriéndome. Me meto entre sus piernas y luego de besar un poco sus pechos, bajo hasta sus piernas, besándole su intimidad. Fue ahí donde por primera vez mi abuela se descontrola y comienza a gemir mucho más fuerte y a contorsionarse mientras mi lengua intruseaba su sexo. Sentía su rempujones contra mi boca y sus manos tirándome de los cabello ejerciendo más fuerza. Tal como ella, permanecí mucho rato saboreando su sexo, devolviéndole todo el placer que me había hecho disfrutar.

Ya de ahí, nos soltamos dejándonos llevar. Me monté sobre ella y la penetre más fuerte. Mi abuela resistía cada una de mis embestidas, moviendo su pelvis contra mi cuerpo, mientras mis manos aferradas a su culo la atraían fuertemente hacia mí. La coloque de lado penetrándola mientras le amasaba sus tetas. Luego de boca, tratando de que el peso de mi cuerpo no cayera sobre ella, sino en mis brazos. Era una armonía de movimientos coordinados, ambos disfrutando del cuerpo del otro, besándonos y chupándonos cada vez que podíamos, sin dejar ni un momento de tocar el cuerpo del otro. No se cuanto rato estuvimos teniendo relaciones, pero fue mucho. Era sorprendente el aguante de mi abuela que no paraba de gozar, la colocara como la colocara. A las finales termino de espaldas en la cama y mi abuela sentada sobre mi, con toda mi verga dentro de su cuerpo moviéndose de lado a lado , movimiento circulares, de adelante atrás, cada vez más rápido hasta que lanza un enorme grito de placer y me pide que acabe. Pero la instrucción estaba de mas , ya mientras se movía mi cuerpo no resistía mas y cuando escuche su orgasmo , sin poder aguantarme descargue mi leche caliente en su interior, levantando mi pelvis para metérsela hasta el fondo gimiendo igual que ella, en un tremendo orgasmo de ambos por unos cuantos minutos.

Mi abuela cae extenuada sobre mí, apoyándome sus tetas en mi pecho, tratando de recuperar el aliento, mientras yo le acariciaba el culo ,con cariño. Jamás por mi mente paso la idea de estar asi con ella, pero lo habíamos hecho y al menos por mi parte no estaba para nada arrepentido.

Abrazados como dos enamorados, acariciándonos y besándonos, expresándonos nuestro amor, nos quedamos dormidos.


El consentido de la abuela (2)

$
0
0

Al otro día desperté con mi abuela haciéndome cariño. Hace muchos años que no dormíamos juntos en la misma cama. Me miraba sin decir nada, sonriendo, aun desnuda. Nos besamos suavemente y su tierna mano me acariciaba suavemente mi sexo que al cabo de un rato ya alcanzaba un notable tamaño. Dándome la espalda, la abrase y le acomode mi herramienta en su sexo, el que luego de unos intentos, ya que no estaba tan lubricado como la noche anterior, me dejo entrar. La folle suavemente, muy suave, con cariño, con amor, acariciando suavemente sus pechos. Ya no había tanto deseo como al noche anterior, era más bien una muestra de amor y cariño de abuela y nieto. De todas formas luego de un rato de estar así, las cosas se calentaron y subiéndose sobre su nieto , mi abuela alcanzo un rápido orgasmo.

Yo seguí follándola por un rato mas y me dijo que la disculpara, que estaba algo adolorida de su concha, por lo que se la saque y permanecimos abrazados acariciándonos y besándonos. Me dijo que quería chupármela, pero que estuviera limpia, a si que me dijo que nos ducháramos juntos y bajo el agua caliente, enjabonándonos mutuamente, entre besos y abrazos, la coloque apoyada contra la pared y la volví a penetrar suavemente, pero sin acabar, por unos cuantos minutos. Nos secamos y volvimos a la cama. Ahí mi abuela se perdió entre las sabanas y me la chupo por mucho rato, masturbándome al mismo tiempo con su mano. Luego fui yo el que se la chupo un buen rato, hasta terminar haciendo un glorioso 69 con ella sobre mí.

Paso un rato, se acostó a mi lado, la volví a penetrar suavemente, pero a pesar que no me decía nada, notaba algo de dolor de su parte, por lo que se la saque y me dedique a chupar sus pechos. Le encantaba sentir que su nieto le comiera las tetas, lo disfrutaba. Nuevamente mi abuela baja, me pide que me relaje y que la deje actuar. Apoderándose de mi verga, me la chupó como una profesional por muchísimo rato , de una manera divina. Me masturbo deliciosamente, jugó con ella en su boca, llego hasta mis bolas peludas y me las succiono fuertemente, las restregó contra su rostro, sintiendo su lengua casi hasta llegar a mi ano.

La recorría de principio a fin , a veces le daba pequeños mordiscos, a veces la tomaba de la base y la hacía chocar contra sus labios o sus mejillas, hasta por sus ojos se la restregó. Realmente mi abuela era una experta chupándolo y como lo disfrutaba. Jamás en toda mi vida alguien me había hecho un trabajo oral tan profesional. Luego de estar mucho rato recibiendo las caricias de mi abuela, le avise que ya no aguantaba más, que por favor parara, pero no se detuvo y en el último momento , cuadno yo me retorcía de placer, la saco de su boca y la aprisiono sobre sus manchadas tetas y me hizo acabar ahí.

Permanecimos acostados hasta el medio día, vimos una película, abrazados, desnudos, como cualquier pareja de enamorados. Ya era muy tarde para preparar algo, por lo que nos levantamos y fuimos almorzar mariscos a un restaurant. Para todo el mundo era una abuela con su nieto, sin embargo, para mi , era un hembra con todas sus letras y la deseaba. Mi abuela actuaba de la forma mas natural conmigo, como siempre. Solo que pidió un plato extra de mariscos para mi , riéndose y diciéndome que los iba a necesitar.

Llegamos a la casa y en 10 minutos ya nos estábamos besando y sacándonos la ropa. Lo hicimos en el living de una manera muy salvaje. Esta vez fue más rudo. Nos deseábamos y cada vez teníamos más confianza el uno con el otro. Le chupe sus tetas fuertemente como ella me decía que le gustaba, apretándole los pezones con mis dedos, dándole pequeños tirones. Le encantaba sentir algo de dolor en sus pechos, mientras que yo le pedí que me chupara las bolas tal cual como me lo había hecho en la mañana, cosa que de inmediato hizo, con todo arte y maestría. Luego la tendí de lado sobre el sofá y la folle con todas mis ganas golpeando sus nalgas. Mi abuela me pedía más y más fuerte y yo con todas mis fuerzas la penetraba. Su sexo mojado recibía todas mis estocadas, acompañados de fuertes gemidos. Éramos tal para cual. A mí me gustaba hacer durar mucho el acto sexual, y a ella le costaba acabar, por lo que cada encuentro era muy extenso. Luego de un rato, nuevamente nos fuimos a su cuarto, donde la coloque en cuatro patas sobre la cama, dándole primero unos besos en su sexo, para luego colocarme por detrás y follarla por mucho rato.

Era increíble las ganas de follar y la vitalidad y agilidad que tenía esa mujer de 63 años. Su forma de moverse era envidiable, se notaban su aerobic y rutinas de gimnasio aplicadas en la cama. Aparte que su deseo sexual era increíble. Deseaba ser poseída bruscamente, le gustaba sentirse penetrada, follar , tocar, chupar. Le gustaba todo lo que le hacía y eso que recién estábamos empezando.

Con sus piernas sobre mis hombros, la penetre una y otra vez, viendo se sexo abrirse ante la entrada de mi virilidad, donde mi abuela acusaba algo de dolor ya que asi le entraba más que todo. Me alababa mi verga diciéndome que la tenia muy rica, que se sentía completamente llena y que le encantaba mi dureza , forma sabor todo.

Cambiando de posición, me acosté de espaldas y ella se monto sobre mi, haciendo lo que mejor sabia hacer, moverse de lado a lado, de arriba abajo, realmente sentía como me apretaba la verga con sus músculos vaginales. En un momento, ella se sale y me coloca su sexo en la boca, el que de inmediato fue atendido por mi lengua, excitándome aun más al masturbarse ella misma sobre la boca de su nieto. MI abuela no se detuvo, se quejo más y mas y sus movimientos fueron mas brusco hasta que dando unos grandes gemidos se corrió en mi boca. Fue un momento divino, jamás en mis años de experiencia alguna mujer lo había echo y cuando termino de acabar, bajo hasta mi verga diciéndome que ahora era mi turno.

Sabia lo que pasaría y por más que trate de aguantar, a los pocos minutos con mi verga completamente dentro de la boca de mi abuela , le di aviso que acabaría. Esta vez no la sacó y permaneció con su boca abierta esperando la descarga de leche de su nieto. Abundantemente le inunde su boca entre grandes gemidos de placer al sentirme, la que sin asco recibió toda esa leche caliente. Fui un momento muy extremo y realmente fabuloso, ya que después de acabar, mi abuela continuo mamándomela un buen rato, pasándome la lengua por todos lados , en especial por mis bolas como yo le había dicho que me gustaba.

Nos quedamos dormidos nuevamente desnudos toda la tarde. Cansado y rendido, aun somnoliento, acariciaba las tetas de mi abuela mientras ella dormía, su vientre y los suaves pelos de su sexo. Me la hubiese follado otra vez, pero era muy pronto, mi verga estaba muerta y agotada. Ya era domingo y debíamos volver. Nos consto despertarnos por completos, nos duchamos juntos y preparando nuestras cosas, retornamos a nuestra ciudad. El trayecto fue muy tranquilo, con mi abuela acariciándome la pierna y yo la suya. Ambos lo habíamos pasado muy bien y no teníamos resentimiento o culpa por lo que entre nosotros había pasado. Me dijo que esperaba que lo que habíamos vivido se repitiera y así fue.

Para los que les interese, al otro día me fue pésimo en mi examen…………

Relatos eroticos: Un grave error de identidad

$
0
0

Como la mayoría de los jóvenes de hoy en día, me encontraba parado, sin trabajo, y sin ningún tipo de ingreso. Acababa de terminar mis estudios aunque sin éxito a la hora de encontrar un puesto y abandonar así la gran lista de desempleados que todos los días aumentaba considerablemente, por desgracia.

Mi padre no ganaba lo suficiente como barrendero, y llegábamos muy justos al final de mes.

Necesitaba tener algún tipo de ingreso inmediatamente para poder subsanar mis necesidades y poder ayudar en casa.

Mi hermana aún era, y es, demasiado pequeña para trabajar y mi madre aunque se encargaba de cuidar de mi hermana y de la casa, a menudo traía dinero, según ella se lo prestaban las amigas.

Con todo ello íbamos tirando poco a poco, con comida en el plato y luz y agua en casa.

Pero yo necesitaba ganar mi propio sueldo, no quería seguir estudiando, ya tenía veintitrés años y estaba cansado de no ver un duro.

Lo único que me consolaba era mi novia, la que la mayoría de las veces llevaba dinero y me invitaba. Ella ya había dejado de estudiar hacía un año y trabajaba de camarera en una cafetería cerca de casa.

Una tarde mientras ojeaba el periódico me fijé en uno de los anuncios de trabajo que se ofertaban.

El anuncio era peculiar, de esos que llaman la atención y causan gracia, pero que yo mudamente y en silencio memoricé rápidamente.

El trabajo consistía en realizar escenas eróticas para una productora que buscaba nuevos talentos.

Para entendernos mejor, buscaban actores porno. Debía llamar al número de teléfono que ponía el anuncio.

Cuando llegué a casa, aprovechando un instante que estaba sólo, llamé.

Se puso un señor, el cual me pregunto el nombre, edad y mi experiencia en tema sexual.

Yo le expliqué que tenía novia, por lo tanto tenía relaciones sexuales a menudo. También había probado diferentes posturas y juegos.

Él, aprobando mi argumento, me citó en un piso en el centro. Allí, debería superar un casting y según el resultado me dejarían rodar alguna escena y por tanto cobrar mí primer salario. Además me dio la dirección de una clínica privada para que me hiciera análisis y los llevara para prevenir enfermedades.

Nadie de mi familia debía enterarse de esto, y menos mi novia. Iba a hacer algo que le dañaría moralmente, le haría mucho daño y la quería demasiado. Los actores y actrices porno dicen que no mezclan su trabajo con la familia, pero es imposible, no puedes estar en casa esperando a tu esposa sabiendo que uno o varios hombres la están follando en ese mismo momento, y así todas las semanas.

Por un lado no quería ir, pero por otro si, podría irme bien y ganar mucho dinero, lo haría dos o tres veces y lo dejaría para siempre. Además nadie tenía por que enterarse. En casa diría que mi novia me había dejado el dinero y a mi novia le diría que mis padres me habían dejado el dinero.

Era poco creíble, pero bueno, mejor eso que la verdad.

Llegó el día, me presenté en el lugar que me habían citado. Un piso en el centro de la ciudad. Llamé al timbre y rápidamente abrieron la puerta del portal.

En ese momento cogí aire, la adrenalina invadió mi cuerpo, y los nervios floraban.

Ya estaba allí, no podía echarme atrás.

Llegué arriba, la puerta estaba arrimada, abrí, una ráfaga de aire con un fuerte olor a sexo salió de la casa.

Un hombre salió a recibirme muy educadamente. Me dio la mano y me invito a pasar al salón.

Todo estaba preparado para rodar, varias cámaras, unos micrófonos, focos, y un gran sofá de cuero negro.

En ese lugar iba a realizar en pocos minutos el casting porno.

Me explicó en qué consistiría.

La mujer con la que haría el casting era experimentada, rondaba los cuarenta y cinco años y sólo hacía castings, ella nuca rodaba escenas.

Me preguntó si quería hacer la prueba con el rostro tapado, elimina tensiones y ayuda a relajarse.

Le dije que sí, tanto la mujer, como yo llevaríamos un antifaz en la cara.

Me llevó a una habitación dónde cambiarme y me indicó dónde estaba la ducha.

Me desvestí y me duché. Después me puse la ropa que me habían dejado en el cuarto.

Cuando salí fui hacía el salón. El hombre me dijo que la mujer estaba cambiándose, y saldría ahora, y me indico como debía llevar a cabo el acto.

Comenzaríamos tocándonos, besándonos, a la vez que mis manos agarrasen su trasero.

Descubriría sus pechos y empezaría a lamerlos, ensalivándolos.

A continuación la mujer sacaría mi miembro y automáticamente lo introduciría en su boca para ponerlo a punto.

Tras mamarme la polla durante unos tres minutos más o menos, le quitaría la falda y sin quitarle el tanga, solo apartándolo, mi lengua comenzaría a saborear su maduro coño.

También debería pasar mi lengua por su culo empapándolo bien.

Tras esto, con el coño y la polla a punto de nieve, la colocaría a cuatro patas sobre el sofá y clavaría mi bastón en su vagina.

Sólo habría penetración vaginal, nada de anal.

Después de esto follaríamos en varias posturas para finalizar corriéndome dentro de su coño.

Según resultara la prueba me aceptarían. Tendría que durar el tiempo estipulado, realizar las posturas que me dijera, aguantar le erección, y correrme cuando él dijera.

Me puse el antifaz que sólo permitía verme la barbilla y los ojos.

Escuché el sonido de una puerta abrirse y cerrarse y allí apareció la mujer, también con su antifaz puesto.

Como todo hombre la miré de arriba abajo analizándola por completo, y quedé asombrado.

Tenía un cuerpo de escándalo, y teniendo la edad de mi madre, se cuidaba mucho.

La falda ajustada a mas no poder marcaba unos poderosos muslos que se meneaban a cada lado, y dibujando un perfecto triángulo entre los dos redondos de carne.

Una camisa escotada permitía ver unos pequeños pero redondos pechos, mientras los erizados pezones se transparentaban.

Nada más verla me empalmé, lo que provocó una sonrisa en el productor.

Se acercó a mí y noté su fragancia. La polla estaba durísima y los pensamientos éticos y morales sobre mi novia y mi familia habían desaparecido. Sólo pensaba en meter mi polla dentro de su coño.

El hombre hizo la señal y comenzamos la prueba.

Mis manos se lanzaron a su culo agarrándolo con fuerza, pellizcándolo, y sintiendo como sus nalgas atrapaban mis manos. Sus labios se pegaron a los míos, humedeciéndose mutuamente, ensalivándose.

Comencé a chupar su boca con mi lengua, mientras, ella realizaba la misma operación mezclando nuestras salivas recíprocamente.

Estaba excitadísimo, la polla se me salía del boxer.

Se apartó de mi cara y se agachó posando sus manos sobre mi bragueta.

En ese momento la subida fue total, esputaba gotas de lefa del calentón que llevaba.

Soltó el botón y bajó la bragueta. Cuando quitó el boxer, la polla salió disparada golpeándola en la cara.

Abrió la boca a más no poder y se la metió entera, casi hasta los huevos.

La polla se deslizaba sobre sus labios que apretaban, mientras su boca encharcada, la llenaba de saliva.

La chupaba como una reina, ni mi novia me la había chupado nunca de ese modo.

Su carmín se perdía en mi fresón a la vez que su aliento iba adquiriendo cada vez más un ligero olor a marisco.

La agarré por las muñecas y la incorporé. La coloqué a cuatro patas sobre el sofá y remangué la falda hasta la cintura.

Sus dos grandes nalgas salieron a la luz, y yo aluciné. Eran perfectas, redondas y se movían como flanes. Sólo ver su meneo me ponía enfermo.

Y en medio de ellas dos un pequeño tanguita blanco se perdía entre los muslos.

Las cogí y empecé a manosearlas moviéndolas y chupándolas. Apartándolas y mirando el tanguita totalmente encajado en su moreno ojete, y observando como los labios vaginales se escapaban por los lados de la prenda.

Metí los dedos y los saqué a un lado. Menudo coño tenía. Era un coño maduro cien por cien.

Un coño curtido en mil batallas. Rasurado pero bien dilatado, y con un lunar que adornaba justo por encima del clítoris. Un coño de esos que solo acercar la polla se te meten hasta los huevos dentro.

Estaba empapado y su ojete en pocos minutos ya presentaba regueros de sudor.

No podía creérmelo, nunca había tenido algo así delante de mí. Es más, si al final no me aceptaran me hubiera ido muy satisfecho.

Metí mi cara y comencé a degustar su olor. Mi lengua salió de su cueva y comenzó a arrebañar el sudor de su culo y a limpiar los flujos que su coño estaban generando.

Mi aliento al igual que su boca también estaba adquiriendo olor a marisco, pero me encantaba ese sabor en la boca.

Tras lamer sus partes durante tres minutos me puse en pie y coloqué la punta sobre sus labios. La froté arriba abajo pringando el capullo para que entrara mejor.

El coño fue cambiando de aspecto hasta adquirir un color totalmente rosado.

Empujé suavemente y la polla entró hasta el fondo.

El productor estaba satisfecho con lo que estaba viendo afirmando con ligeros movimientos de cabeza.

La polla se deslizó rápidamente por el coño de esta mujer de identidad desconocida.

No sabía quien era, pero si sabía, que estaba buenísima, y me hubiera pasado todo el día follándola.

Sus nalgas chocaban contra mí, mientras su sudor se pegaba a mis muslos.

El coño húmedo cien por cien apretaba mi polla y sentía dentro como sus flujos empapaban el miembro.

Gemía la mujer. La agarraba por la coleta follándola brutalmente.

Saqué la polla y la puse en pie. La empujé contra el sofá de cara a mí y la abrí de piernas. Sin mediar metí de nuevo la polla antes de que se enfriara. Un fuerte gemido salió de su garganta y yo, como antes, comencé de nuevo a follarla.

Mientras bombeaba su vagina, destapé sus pechos pellizcando sus pezones y lamiéndolos, como hice con su coño.

El productor me indicó que me corriera en cuanto pudiera y yo sin esperar ni un minuto más clavé la polla hasta el fondo y disparé un gran chorro de lefa dentro, sintiendo como golpeaba las paredes de aquella madura.

Solté un gran gemido y tras permanecer unos segundos con la polla dentro, volví a sacarla dejando que goteara sobre el sofá.

Con la polla aún erecta miré al productor que mediante un gesto me dio el aprobado.

La mujer se puso en pie y se marchó sin poder ver la identidad de aquel exuberante cuerpo.

Entré en mi cuarto y tras ducharme de nuevo me vestí. Salí y fui a hablar con el productor. Me dijo que me había salido bien y que me llamaría para rodar en unas semanas.

Llegue a casa, no había nadie. Al rato llegó mi padre con mi hermana, habían ido al parque.

Mi madre llegó una hora después, y como muchas veces, trajo algo de dinero.

Cené y me senté a ver un rato la tele. Aún no me quitaba de la cabeza aquel culo, cada vez que lo recordaba me empalmaba.

Al rato decidí ir a la cama, y como siempre me lavo los dientes antes de acostarme. Llegué a la puerta del baño y me dispuse a abrir.

Entonces ocurrió algo inesperado, algo que cambiaría todo, y me traumatizaría.

Mi madre se acababa de duchar, recién salida de la ducha, no había cerrado con pestillo y la sorprendí desnuda.

En cuestión de décimas de segundo ocurrió todo, entré, me asusté y a la vez la observé rápidamente identificando su culo con el del casting, pero sobretodo el lunar que tenía sobre el coño.

No podía creer lo que acababa de ver. Comencé a atar cabos y analizar y todo encajaba perfectamente.

Ella no se dio cuenta pero yo acababa de descubrir que me había follado a mi propia madre. Peor aún, me había gustado, y me había corrido dentro de su coño, el coño que me había parido, el coño propiedad de mi padre.

No podía ser, mi madre follaba con otros, los probaba para las futuras películas que yo mismo veía de vez en cuando.

No podía ni imaginar la cantidad de pollas que tuvieron que entrar en el coño de mi madre durante todo este tiempo.

Desde ese día me vida cambió. Yo no volví a ningún casting, ni me presenté a rodar ninguna escena.

Es más, al poco tiempo aterrorizado por lo que había hecho, con remordimientos, me fui a vivir con mi novia.

Relatos eroticos: Sexo con el Abuelo de Silvia

$
0
0

Recuerdo como me fue por primera vez con un hombre mayor. No me refiero a mi tío, que aunque era mayor que yo, no era muy viejo. Esta historia me pasó en el instituto. Ya se habían cumplido cuatro veranos desde que aquel que pasé con mi tío Micky, creo. La verdad, no recuerdo bien el año, pero recuerdo que estaba en mitad de curso. No tiene nada que ver con el propio instituto, es sólo que lo asocio, por que después de comer en ocasiones iba a estudiar a casa de una amiga, la cual vivía con su abuelo. Un hombre de sesenta y pocos. Era un abuelo de estos “jóvenes”. No era nadie apuesto ni nada por el estilo, sólo un señor mayor. La peculiaridad es que era muy verde, es decir, un salido. Mi amiga me contó como intentaba meterle mano, a ella, su propia nieta, me decía indignada. Ella se dejaba un poco, por que aunque no lo reconocería ni muerta, le gustaba y era tan zorra como las demás. A mi me contaba como su abuelo se sentaba con ella a ver la tele, o a estudiar y la tocaba. “Que asco!”, me decía. Pero si no te gusta, en cuanto ves a tu abuelo venir tu te vas o lo denuncias a tu madre.

Por lo que me contó de lo que no me asombré nada, es que también metía mano a su hija, es decir, la madre de mi amiga. Ella lo había visto alguna vez en la cocina tocarle el culo a su madre. Esta no hacía aspavientos como si estuviese incómoda ni mucho menos. Mi amiga los espiaba. El abuelo metía la mano por dentro de la falda mientras la madre fregaba. Ella no paraba de hacer lo que hacía, sino que además animaba al vejestorio (En todas las familias se cuecen habas, decía mi abuela). Hasta un día los vio besarse, me contó Silvia, mi amiga con la misma cara con la que

Fue una tarde de estudio que su abuelo entró en la habitación a saludarnos e invitarnos a bajar a merendar. Mi amiga me puso cara de “ya está el pesado viejo verde”. Mi curiosidad y deseo sexual eran mucho más fuertes que cualquier otro prejuicio que pudiese surgir por la diferencia de edad o cualquier otra cosa. El abuelo, agarró a mi amiga de los hombros frotando los brazos y preguntándonos si queríamos algo de comer.

-No Abuelo, no queremos nada- dijo mi amiga cansada de el manoseo.

-Yo si quiero algo, ¿Que tiene?- Dije sonriendo. Mi amiga no se lo podía creer, estaba tonteando con su “abu”. Sonreí para mis adentros.

-Pues… ¿porque no me acompañas a la cocina y vemos que puedo ofrecerte?- Aquel hombre tenía más tablas de lo que yo había creído.

-Ok- contesté. -¿Te subo algo Sil?- Silvia, mi amiga me miró como preguntando “¿cuando vas acabar con esto?”. No hice caso de la mirada.

-Nada Diana,no quiero nada. Merienda tú con mi abuelo- Dijo con tono sarcástico. Salimos de la habitación y recorrimos el pasillo hacia la cocina. El Abuelo me abrazaba con un gesto aparentemente inocente. Estaba más caliente que un puñado de ascuas. Llegamos a la cocina. Se acercó a la nevera y me propuso un par de cosas.

-Un sándwich de jamón y queso, mismo- Dije apoyándome en el mostrador y mirando como hacía el sándwich. Él no me quitaba ojo. Miraba mis piernas, algo visibles por mi falda. Mi camisa se ahuecaba por la postura, lo que le ofrecía una visión muy interesante de mis pechitos en aquel entonces muy turgentes.

-Aquí tienes- Dijo tendiéndome el sándwich.

-Gracias-Lo cogí y le di un beso el la mejilla en agradecimiento por el sándwich. No era una cocina muy amplia que digamos, más bien era pequeña. La familia de mi amiga no era muy adinerada, así que no teníamos mucho espacio libre allí.

-¿Puedo beber un zumo?- Dije sabiendo que tendría que pasar cerca de mi para cogerlo de la nevera.

-Claro guapa- Y pasando junto a mi me puso la mano en la cintura rozando con los dedos mi culo. Yo no me inmuté y él lo notó. Ahí comenzó un tanteo por su parte para saber hasta donde era yo capaz de llegar, o mejor dicho hasta donde podía llegar él sin que yo protestase. -Aquí tienes- Y me dio el zumo. Su mano ya palpó directamente mi culo por encima de mi falda. Con las dos manos ocupadas no hice nada para impedirlo. Al contrario sonreí. Le estaba dando motivos al abuelo para seguir en su cruzada.

-Ven siéntate aquí, que no hay mucho espacio- y sentándose él me ofreció su regazo. Gustosamente me senté de lado sobre una de sus piernas, quedando mis pantorrillas entre sus piernas. Su mano bajó rápidamente por mi espalda y se instaló en mi culo. No era feo, pero tampoco muy atractivo. -¿Sabes? De todas las amigas de Silvia que han venido alguna vez a casa tu eres la más hermosa- Dijo pasando su mano por mi cara mientras seguía palpándome el culo. Yo no hablaba pues estaba comiendo el sándwich. Él se aventuraba cada vez más y me acariciaba el estómago. Yo me estaba calentando.

-Gracias por el piropo- dije al tragar lo que tenía en la boca.

-De nada, es cierto- Dijo. -No sólo la más hermosa sino la más… adulta- Dijo pasando levemente su mano por uno de mis pechos. EL viejo intentaba piropearme y no sabía como. Estaba demasiado metido en su propio deseo.

-mm, gracias de nuevo- reí al ver lo que me había dicho. El que no me quejase de su mano en mi pecho fue el pistoletazo de salida para tocarme sin tapujos. Metió la mano por debajo de la blusa de mi uniforme y me palpó torpemente las tetas. Yo no hice nada.

-¿pero que hace?- dije tranquilamente. -Nos puede ver su nieta o su hija- Dije mirándole la cara de salido que tenía. Me estaba excitando verlo tan absorto en mí.

-A mi hija incluso podría intervenir, y mi nieta es una estrecha, que se joda…!- Dijo mirándome y acercando sus labios a los míos. Le dejé que me besase y jugamos un poco con nuestras lenguas. Era torpe. Para aquel momento ya sentía un bulto en su entre pierna chocando con mi muslo. Me tocaba las tetas y su otra mano la tenía dentro de la falda tocándome el culo. Su lengua palpaba toda mi boca. No había delicadeza. Era todo frenesí. Le besé yo también. Y toqué su mango por encima de su pantalón.

-Quiere decir que usted y su hija…?- Dije articulando como pude las palabras sin separar nuestros labios.

-Si desde que era joven…- me dijo chupándome el cuello. Regresó a mi boca y me volvió a meter la lengua. -Méteme la mano en el pantalón- Me pedía con ansia. Lo hice y me encontré con un pene erecto y húmedo. No era nada del otro mundo, normalito.

-Eso tendría que verlo para creerlo…- Dije retándolo. Lo acaricié como pude. Él sacó su verga fuera para que pudiese maniobrar mejor con mi mano.

-Cuando quieras te lo muestro…- Dijo sin vergüenza. Comencé a hacerle una paja mientras sus manos iban de un lado a otro. Una se instaló en mi coño tactándolo torpemente. Me gustaba, pero no sabía tocar a una mujer.

Un ruido en la casa nos sacó del trance y el abuelo se asustó un poco. Se guardó el pene y sacó su mano de debajo de mi falda.

-Maldita sea. Esas zorras no le dejan a uno tranq…- Nos levantamos de la silla y agarré mi sándwich y mi zumo. Salimos andando de la cocina en dirección a la habitación donde estaba Silvia. A mitad de camino el abuelo se metió en el baño y con la puerta entornada me llamó en silencio con el dedo índice. Yo hice caso omiso y regresé a la habitación.

-Tía ¿donde estabas?- Me dijo Silvia con tono de reproche.

-Comiendo con tu abuelo- Mentí a medias.

-Seguro que ha intentado meterte mano, el muy cerdo-

-Sólo un poco y le he dejado- dije sonriendo.

-Serás zorra- Dijo con cara de asco. ¿Quien era esa niña para decirme lo zorra que era yo? Terminé mi sándwich y mi zumo y le dije:

-Disculpame, voy al baño- Y al salir de la habitación me dijo:

-Cierra bien, no se vaya a colar ese cerdo- “Imbécil, ese cerdo estaba allí esperándome” pensé mirándola de reojo. Recorrí el pasillo y llegué a la puerta del baño. Intenté abrir, pero estaba cerrada.

-Estoy yo- dijo la voz del abuelo.

-Lo siento, no sabía que estaba ocupado- Y al oír mi voz, algo se movió rápido en el interior. Sonó el cerrojo y se abrió lentamente la puerta. Allí estaba yo mirándole con cara de zorra deseosa.

-Entra- y me agarró de la camiseta para meterme de un tirón. -Sabía que vendrías. Tu eres como mi hija, protestas pero luego me buscas-

-Es usted un cerdo, ¿Lo sabía?- Dije descaradamente y el muy cabrón me atrajo hacia sí y me besó metiéndome la lengua hasta la garganta. Un leve gemido le dio la aprobación a lo que estaba haciendo. Se desabrochó el botón del pantalón y todo calló al suelo en un momento. Se estaba masturbando mientras estaba allí solo. Le miré la polla y el me miró a la cara.

-Vamos, cómetela es lo que estás deseando- Me dijo.

-Ni hablar- contesté. -Pero le puedo ayudar a terminar- Y esta vez le besé yo mientras le agarraba la dura polla y comencé a hacerle un paja. Sus manos se metían por mi escote y su lengua chupaba mi cara y mi cuello para volver a mi boca.

-De eso nada- Dijo y con un movimiento que no esperaba de un hombre de su edad, me dio la vuelta y me obligó a agacharme. De pronto me encontré apoyada en el lavabo y ofreciéndole mi culo al abuelo de mi amiga. -de aquí no te vas de rositas…- Me contestó.

La excitación de ser dominada me podía. Aquel hombre, aquel…abuelo me iba a follar. Podría haberlo evitado, pero opuse poca resistencia.

-Oiga, no creerá que me va a ….- Y de un fuerte tirón me bajó las grabas y arrimó su verga a mi húmeda vagina. Descubrí que me excitaba que me tratasen así. Su falo húmedo ya de por si mezcló sus jugos con los míos en la entrada de mi ardiente coño.

-Callate zorra, esto es lo que querías, sino no habrías venido al baño – que razón tenía. Y mientras decía eso me la metió de un sólo gesto.

-Ahhh- solté un gemido y sin quererlo me dejé llevar por el placer. Ahora era yo la que empujaba mi culo contra su polla, que entraba y salía con una facilidad extrema de mi orificio vaginal. El abuelo empujaba con total descordinación, aunque se le veían manera de buen amante. “Sería de lo que practicaba con su hija”, pensé.

-Ves como te gusta? Que cuerpo tienes niña….te voy a follar bien follada…- Sus manos me tocaban la espalda, el culo, y las tetas como podían. Sus palabras ensuciaban el ambiente. No eran las palabras en si, sino las forma en que las decía. Era un hombre de sexo sucio -Si mi nieta no fuera tan estrecha también podría disfrutar de mi polla- Y los empujones se hicieron acompasados. Yo me derretía. El pene era del tamaño idóneo para no hacerme daño. Y no muy largo, así que me daba en el punto justo.

-Que bien me follas abuelo- dije mirando para atrás viendo su cara de salido.

-Lo que tu buscabas, ¿no? zorra- y arremetió contra mi con fuerza.

-Ahhh, ahhh, ahhh…me voy a correr. Empuja , empuja…- Ese abuelo casi me contagia sus maneras, me daban ganas de insultarle.

-Si yo también me corro…- dijo el abuelo. Yo temerosa de lo peor me giré.

-Dentro no, por favor- Pero ya era tarde.

-Callate…ahhhh- Y agarrándome del pelo empujó un par de veces más y me llenó de su leche.

-Dentro no hijo de put…ahhh- Notaba como algo tibio me inundaba por dentro. Eso me llevó al borde de otro orgasmo, así que ayudándome con mis dedos me terminé de masturbar hasta correrme otra vez -Ahhhh..jooooderr!-

Él se separó y yo me giré aún con mi vagina chorreando de semen de aquel cabrón.

-Eres un cerdo…!- PLAF!! le di una sonora bofetada en la cara. Satisfecha, complacida, pero cabreada, así es como me sentía. Él como respuesta a mi agresión me agarró de un brazo y me atrajo hacia él y me besó. Nuestras bocas volvieron a fundirse en un casi sádico beso, mordiendonos los labios y apresando nuestras lenguas. Sin quererlo una de mis manos bajó y agarró su aún eretco falo para, con un lenta paja terminar de sacar el poco semen que le quedaba dentro, salpicando con el uno de mis muslos. Se separó de mi y mirandome se vistió y salió del baño sin decir una palabra, dejandome allí, con su leche cayendome por las piernas y aún deseosa de más.

Mi blog – http://goo.gl/z3gL3

diosadianalove@gmail.com

Relatos eroticos: Mi profesora de francés

$
0
0

Me encantan la mujeres, procuro tratarlas muy bien y jamás las engaño, solo quiero que sean felices y disfruten de unos ratos inolvidables de placer, y claro que me llamen de vez en cuando para no olvidar nunca viejos tiempos, jajajaj.

En nuestra adolescencia todos tuvimos una profe especial, aquella que nos parecia perfecta,ideal, y ademas nos estimulaba para realizar nuestras pajas, y no sabeis lo pajillero, que fui, por lo menos dos o tres al dia, estaba siempre salidisimo, hacia mucho deporte, me alimentaba muy bien y la libido iba a cien, mis fantasias en el primer curso en el instituto eran para dos profes, la de francés y la de naturales.Dos mujeres distintas, la de naturales, joven, moderna, unos 27 años, siempre con vaqueros, polos, y muy divertida, era encantadora, la de francés Angela, era una hembra voluptuosa, siempre impecable, faldas de tubo con corte, blusas y taconazos, estaba buenisima, unas piernas preciosas, unas tetas inmensas, muy guapa, con ojos y melena muy negra, en esa epoca , recien habia dado a luz a su unico hijo, tendria unos 30 años.

Solo me dió clase ese año y le perdí la pista porque se fue para otro instituto, y no volvi a verla en unos 12 o 13 años.

De vuelta de uno de mis viajes a Dallas, (Texas-USA) pase a visitar a un amigo, Juan, que me habia realizado un encargo de ropa de una determinada marca, dificil de encontrar en España y que habia localizado por internet en una cadena america, que tenia tiendas por todo el pais. Compre lo que me indicó y a la vuelta quedé con el para entregarle las cosas y que me diese la pasta.

Cumplido el trato, me invito a tomar algo y a conocer a la chica con la que salia hacia ya dos años, la llamó y ella le dijo que estaba con su tia, que pasarian en un rato por la cafeteria indicada , estaban haciendo unas compras.

Como media hora despues, Juan que indico: Ya llegaron, menos mal

Yo estaba de espalda y no miré hasta que se acercaron a la mesa, me presento a su novia, Alba, una chica muy maja.

Despues de dos besos de presentacion , me dijo: Encantada, mira, te presento a mi tia, …es Angela.

Encantado , dije, dandole dos besos. Me quede mudo, pero no queria meter la pata, era mi profe de frances, increible, tantos años despues.

Nos sentamos y si alguna duda tenia, se disipo al momento, cuando Angela me dijo:

Esos ojos son inconfundibles, me recuerdan a alguien, pero no se a quien, nos conocemos?

Jajajajaj, eres profesora, verdad?

Si doy clases de francés y de sociales. No seria alumno mio? Jajajajaj.

Creo que si, diste clases en el instituto R. C. de C. ? (Omito el nombre y lugar) pregunté.

Si claro hace años, pero solo estuve un curso allí , luego me fui a otro tres años, hasta llegar al de ahora, ya llevo 8 años aqui.

Pues si, me diste clases de frances en 1º , jajajajajaj.

Vaya, vaya, jajajaj lo que esla vida. Me alegro de verte y como te va?

Bueno , estoy contento, tengo un buen trabajo y no me quejo, jajajaja, soy piloto y especialista en seguridad , formo tripulaciones aereas.

me alegro, jajaja, entonces te va bien , estupendo. Dijo.

Nos corto el camarero para toamr nota y despues de pedir , seguimos hablando de toda la actualidad, y de como estan las cosas en otros paises, ya sabeis nada sin trascendencia.

Invitó Juan a la consumición a pesar de mis intenciones de pagar, entonces dije:

Venga Juan son casi las ocho y media, porque no tapeamos algo y así puedo invitar yo, os apetece?

Nos fuimos andando a otra zona, donde esta un conocido bar de tapas, Angela iba a mi lado y Juan y Alba un por delante.

Le pregunte a Angela: Que tal tu marido y creo que tenias un niño? o no?

Si tengo un crio de 15 años, mi ex y yo lo dejamos hace cinco años, se enrollo con su jefa de gabinete, es la vida , una se hace vieje y las jovenes van a saco, jajajaj, pero hay que seguir adelante.

Vaya, no me digas que estas divorciada, no tenia ni idea que F.R, (su exmarido, es conocido)estuviese divorciado, dije

Bueno asi, son las cosas, y tu te casaste o tienes pareja? preguntó.

No, sigo como siempre, no estoy mucho tiempo en un sitio y es dificil tener una relación, sali con una chica dos años, pero no es facil , y para ser infiel, jajajajaj es mejor dejarlo, dije.

Jajajaj, no me extraña. jajaja eres muy atractivo, estaras hecho un gigolo?, jajajajaj.

Para nada, trabajo mucho y me voy a donde me mandan, pero siempre unos dias aqui, otros alla, no hay tiempo a nada, jajajajaj.

Llegamos al bar, cenamos algo y alargamos un rato la sobremesa, a las once y media, Juan dijo:

Me tengo que ir, tengo turno de noche ( Es policia local) y a las doce ficho, jajajaj. Nos vamos?

Entonces Angela dijo: Si, pero yo desde aqui voy andando, me apetece pasear un rato y enseguida llego.

Nos despedimos , y le dije a Angela, si quieres te llevo?, mi coche esta en el parking de la plaza.

Vivo al lado, justo dos calles mas alla, gracias de todos modos, pero si vas hacia el parking ,yo tambien voy hacia casa. Dijo.

Despedida de Juan y Alba que se fueron juntos y Angela y yo en direccion contraria.

Fuimos hablando de las cosas que pasan y la casualidad de encontrarnos. Y como estabamos muy relajados le dije:

Me alegro muchisimo de verte, no sabes lo que mis compañeros y yo hablamos de ti, aun ahora cuando nos encontramos, jajajaja.

Vaya y eso? pregunto.

Jajajaja, bueno todos los jovenes tenemos referencias de adolescencia y tu eras nuestra dive, jajaj conteste.

No me digas, jajajaj que os gustaba? , jajajajaja, pero si erais unos mocosos, jajajaja.

Si pero nos encantabas, jajajaj, y no te digo nada ahora , sigues guapisima, jajajajaj.

Venga, que soy una carroza, no me pongas colorada, jajajajaj. dijo.

Angela, nunca miento, y además como ves mi timidez brilla por su ausencia, jajajajaj.

Eres un cara, jajaja, pero me encanta como te comportas, eres un caballero, me alegro de que te vaya bien, de verdad. Sentenció.

La mire, sus faccione eran identicas, un poco mas fondona, pero con unas formas espectaculares para sus cuarenta y pocos años, Vestia con falda y tacones, y una blusa blanca , que ocultaba aquellas tetazas por las que tanto me pajee, aunque ahora me daba la impresión que eran mas grandes y un poco caidas.

Agradeci su piropo, pero estaba en la entrada del parking, dije: Bueno fue un placer estar contigo y si algun dia aceptas quedamos para tomar algo, avisamos a ellos y quedamos, te apetece?

Si claro, cuando quieras, estos dias estoy sola, hasta el 15 no llega mi hijo, que esta con los abuelos paternos, y se viene para las fiestas.

En la entrada dell parking, me dió su numero de teléfono y nos despedimos

Cuando llegue a mi casa, decidi llamarla, venia todo el camino pensando en ella y en mi etapa adolescente, lo que me gustaba esa mujer, y ahora estaba divorciada, no era la misma hembra de 30 , pero tampoco habia hecho tanta mella el tiempo. estaba hecha una señora, señora, jajajaja.

Me atrevi a llamar :

Hola soy Toti, llegaste bien a casa?

Todavia estoy paseando, en este momento pensaba en mi etapa en otros colegios y como sera ahora la vida de los alumnos, me alegre mucho de saber de ti, y que te vaya bien, una piensa que hace algo para que cada persona sea mejor y desea que le vaya bien en la vida.

Vaya, pero aun estas en la calle? bueno la noche es agradable y se esta genial, pero es la una, ya,jajajaja. y tu sola, ten cuidado. Dije.

Bueno, a mi edad, no tengo nada que temer, jajajaj soy una vieja, jajaja. Comentó.

Jajajaja, de eso nada eres una mujer preciosa y cualquier hombre desearia una mujer como tú.Dije.

Anda, anda, no seas adulador, mira llevo 5 años centrada en mi hijo y en el trabajo y bastante tengo, no quiero historias, me hizo mucho daño el cabron de mi ex, y además esta con una jovencita hija de una prima lejana mia, ya ves, es así.

Bueno, eso ya paso, tienes que seguir adelante. Dije.

Aquella conversación sigui durante unos veinte minutos. Nos despedimos.

No se el proque pero coemzamos a llamarnos a eso de las once mas o menos, que ella se acostaba y hablabamos un buen rato.

Me fuí de viaje y segua llamandola, me sentia bien hablando con ella y además cada dia la conversación era mas intima,jajaja era un trabajo a plazo.

Tarde en volver casi unos veinte dias y ya eran los primeros dias de agosto, llame a Juan y preparó un encuentro para tapear algo el viernes, les apetecia un japones de reciente inaguración, yo no le dije nada de que hablaba a diario con Angela, de hecho un dia que no lleme me dijo que echaba de menos esa conversacion antes de dormirse, se sentia bien.

Nos vimos el viernes por la noche, ya directamente en el japones, llegamos puntuales, ellas estaban preciosas, nos saludamos y entramos.

Una cena nipona en toda regla con las viandas tipicas del pais del sol naciente y como sabeis, caro de huevos, jajajaja pero bueno valia la pena todo estaba muy fresco y bueno.

Fuimos a tomar una copa y Angela se sento a mi lado, estuvimos mucho rato charlando , hasta que Juan dijo que tenia que irse porque a las ocho tenia curro y ya eran casi las dos y media y queria drmir un poco.

Angela dijo: Bueno, no os molesteia, me lleva él y asi no teneis que bajar hasta mi casa, no preocuparos.

Nos despedimos, subimos a mi coche y me diriji hacia la casa de Angela, vive en un adosado precioso, en una zona privilegiada, era una preciosa finca privada en la que construyeron unos chalet, muy bonitos, conservando la antigua casona y los jardines que pasaron a ser publicos.

Me dijo: Me gusta hablar contigo, espero todos los dias tu llamada, no me digas el porque pero me siento muy bien.

A mi tambien me gusta hablar contigo, es estupendo poder llamar a alguien cuando se esta solo y charlar un rato. Dije.

Si la verdad, es que la soledad es terrible, yo ahora entro en casa y me cae el mundo encima, este fin de semana no tengo al crio y estoy sola, sola.

Bueno, yo tambien estoy solo, jajaja , pero me imagino que es lo que nos apetece, pienso yo. Comenté.

Estaba llegando a su casa, note que ella estaba un poco inquieta y le pregunté.

Estas bien? te noto algo inquieta, pregunté.

Estoy bien, no te preocupes, estoy bien, cosas mias, tranquilo.

Bueno, si te apetece, tomamos algo y luego subes a casa. Dije.

Ella dijo: Tomamos algo si invito yo, sino nada, vale?

Acepto, tu pagas, donde tomamos algo?

Aparca y vamos a un puba que esta muy bien. Senteció.

El pub estaba hasta la bandera, sonaba la musica y pedimos algo en el unico hueco de la barra que quedaba libre. Hablar, era dificil por el barullo y el volumen de la musica, entonces empezamos a bailar siguiendo el ritmo de la musica de los 80, fue un rato agradable, esta que cambio el ritmo y la tome de la mano, le di dos vueltas y la atraje contra mi , para seguir bailoteando. Me empalme de inmediato al notar aquellos dos muslos de hembra en mi polla y baje mi mano hasta la parte baja de la espalda, y acariciaba el culo, de vez en cuando, ella disfrutaba y estaba muy alegre.

En un momento la aprete para que notase bien mi empalme y se alejo un poco, bajo la mirada , se acerco de nuevo y me dijo al oido,

Que note hay, que llevas en el bolsillo?

Jajajaja, nada, nada, solo que me puse malo, jajaja.

Anda, no llevas nada, jajaja algo llevas porque esta duro, dijo mientras apretaba su pelvis contra mi polla, jajajaj.

Bueno, no sigas proque no respondo, de mis actos, jajajaj es tarde y no se que puede pasar, jajajaj.

Vaya, no me digas que pasaria algo , jajaja, que va a pasar? pregunto con cara picara.

Nada, nada, jajajaja bueno nada que tu no quieras que pase, jajajaja, dije.

Y si quiero que pase, que dices? jajajajaj. pregunto.

Pues que genial, me encantaria y te haria gozar como una reina, jajajaj. Dije sin cortarme.

Nos dimos un pico, pago las copas y salimos hacia el coche, para volver a su casa.

Nos fimos besando, le toque el culo, meti mano disimulado en sus tetas, ufffffffffff enormes tetas ,

Subimos al coche, me saque la polla, que rventaba y le puse la mano en ella, la agarro y dijo

Dios mio, menuda polla, es enorme, Dios mio, increible, solo pense que era en las peliculas, ufffffffffff, es enorme. Masaleaba despacio.

Pues es toda para que la disfrutes, veras como gozas, dije, mientras tiraba de su cabeza hacia mi polla, me encanta que me coman mientras conduzco.

La metio en la boca y comenzo a comer el capullo, uffffffffff que placer me daba, la muy cabrona, estaba salidisimo y mi profe mamandome.

Llegamos y cogio sus llaves apreto el mando y me dijo: Entra en el garaje y aparca. Entramos, mientras ella me comia la polla, me solto y dijo :

Venga subimos.

Baje del coche, espere que llegase a mi lado, comence amorrearla y la agarre por la cintura y le dije:

Ha que nunca follaste en el garaje?

No nunca, dijo.

Pues hoy si, y sera el primero de muchos polvos de esta noche porque me quedo, si no te importa.

Claro que no, dijo, mientras yo le comia el cuello, solte los botones de su blusa y pude admirar aquellos tetones dentro del sujetador blancon, estaban que salian por todos los lados, enormes tetas, enormes, solte el sosten y me puse a comer aquel manjar exquisito mientras mi mano levantaba su falda para buscar su coño y acariciarlo.

Ella jadeaba, subi su falda sin dejar de comer sus tetas, la braga estaba empapada, estaba caliente como una loba en celo, ufffffffffffff pense en mi profe caliente, ahora aprevechare para resarcirme de las mucha pajas que me hice pensando en ella.

Meti mano a su coño, un dedo dentro, uffffffffffff empapado, estaba a mil, segui masajeando el coño, busque el clitoris, y note que esa hembra no podia mas, pense ahora meto un poco la polla y la hago correr bien.

Me separe, me puse por su espalda, ella se apoyo en la puesrta del coche y aparte su braga, espectacular, con la blusa puesta, las tetas fuera, la falda por la cintura y mi polla lista para empalarla.

Coloque mi polla en la entrada y empuje, entro mi capullo, dio un gemido y comence a meter mi polla, para llenar el coño de aquella hembra caliente que tanto habia deseado en mi adolescencia, empuje con potencia, hasta llegar a su final, ella dio un saltito y coemnce un mete saca con ritmo, hasta que ella ponia su cuerpo de tal modo que pude agarrar sus caderas y bombear bien el coño en poco rato me dijo:

Dios mio que placer, me corro me corrooooooooooooooooo,agggggggggggggggggggggagggggggggggggggggggagggggggggggggggggaggggggggggggg.

Segui bombeando sin parar para que notase mi potencia y gozase como nunca. Deje que se relajase un poco y me dijo:

No me mantengo de pie, me fallan , las piernas, dios mio menuda corrida, increible, crei que no iba a sentir esto más.

Espera, dije, mientras sacaba mi polla dura sin correrme aun, la sujete de la cintura, como que no pensabas sentir esto?

Bueno pues con mi ex , el sexo era bueno pero desde entonces no hice nada, y ganas no me faltaron pero ya sabes una es chapada a la antigua.

Bueno, bueno, pues hoy vas a gozar, de verdad. Dije.

Ven subimos, me apetece, darme una ducha y nos acostamos, sentencio.

En la ducha, mi polla seguia empalmada, y comence a jugar con ella, la comio bien y luego la aprete por detras, ella me facilito la entrada en su coño y se lo folle de lo lindo , caia agua sobre nosotros y yo como un loco follaba aquel veterano coño, que deseaba recuperar el tiempo perdido y yo queria que asi fuera, estuve estrujando aquellas tetas inmensas un buen rato mientras mi polla entraba y salia tocando fondo, comence a notar que se volvia a correr, le di mas ritmo y empezo a abrir las piernas y a decir:

No pares no pares me corrrrrrrrrrrrrroooooooooo, me corrooooooooooooooo, agggggggggggagggggggggggggggaggggggggggggggaggggggggggggag

Se corrio bien y note como mi leche empezaba a querer dispararse, uffffffffffff me voy a correr dije.

Ella dijo, sacala no tomo nada, sacala .

Me sali, ella se dio la vuelta, se agacho, yo pajee un poco mi polla y salio disparado un borboton de leche calente sobre sus tetas y el cuello, salia lleche a golpes mientra yo jadeaba y me contorsionaba de lo lindo, con jadeos agggggggggggggggggggaggggggggggggaggggggggggggaggggggggggg ummmmmmmmm menuda corrida me di, genial el comienzo.

Nos besamos y mas relajados no dimos una ducha, salimos ella preparo unas copas y nos echamos en la cama de matrimonio, donde habia follado con su ex, hacia ya casi cinco años, me dio un morbo tremendo, aquello era un sueño, no podia estar pasando follarme a la profe de frances en su propio dormitorio, jajajajja asi es la vida , momenton duro, muchos, muchos, pero estos no hay que recordarlos, de lo que hay que acordarse es de los buenos y de los grandes polvos que es lo que llebamos de esta vida, buenas folladas.

La bese en sus carnosos labios, y comence a comerle las tetazas que caian un poco, ella las sujero con sus brazos, enormes enormes, me puse morado de tetas y pezones, y mientras mi mano masajeaba su coño, seguia humedo y estaba abierto, queria mas polla, y se la iba a dar.

Baje comeindo su cuerpo hasta que me fui a por su coño, bese los muslos y luego los labios vaginales, enormes, los aparte y me fui a comer su clitoris, sabia agloria, lo lami con intensidad y ritmo, me paraba, chupaba, golpeaba de un lado a otro con mi lengua, una comida de coño de las de verdad, a eso no se resiste nadie, me aplique bien y una de mis manos estrujaba las tetas mientras con la otra meti un dedo en el coño, no tardo en apretar mi cabeza y decirme:

Cabron como me comes, come me comes, no pares, no pares, es increible el placer, no pares, no paresssssssssme corrrrrrrrooooooooooooooooooooo me corrrooooooooooooo, agggggggggggggggggagggggggggggggggggagggggggggggggggggaggggggggggg, se convulsionaba y jadeaba sin parar, crei que no paraba mas, aggggggggggggggggggaggggggggggggggggggggggaggggggggggggggggggggagggggggggahhhhhhhhhhhhhummmmmmmmm, yo seguia comiendo sin parar, hasta que se relajo su respiración y pare.

Le pregunte: te gusto?

Uffffffffff, dios mio, me encanto, es la primera corrida con la lengua, mi ex me comia un poco pero luego queria meterla, y nunca antes me hicieron esto.uffffffffffff genial increible, lo que se siente, menuda gozada.

Bueno ahora vas a ponerte aqui en la esquina, le dije señalando la esquina de la cama.

Me baje de la cama, se acerco, la coloque , levante y abri bien sus piernas, la tenia a placer, empece a acercar la polla, ella la cogio con sus manos y la metio en el agujero, empuje, para que sintiese mi carne dura entrando hasta sus entrañas, empuje hasta que toque el fondo, ella cerraba los ojos y gemia, estaba empalada bien abierta de piernas y en la esquina de la cama, es un sitio ideal porque te permite meterte mas entre sus piernas y tienes libertad para empujar.

Estuve buen rato bombeando, y viendo el bamboleo de sus tetas que saltaban al ritmo de mis empujosnes, segui bombeando, Mi segunda corrida tarda o no viene a veces, es una putada pero hace gozar a la hembra bien.

Bombee con aquella hembra abierta de piernas y bien clavada, elevaba las piernas sujetandola de los tobillos y empujaba como un animal mientras ella mordia su labio inferior gemia, jadeaba y me miraba mientras la follaba. estaba muy salida y necesitada, queria polla y se la iba a dar toda.

Se corrio como una perra en celo entre gemidos y jadeso tremendos, se ponia sus ojos en blanco mientras gritaba:

Mecorrrrrrrrrrooooooooooome corrooooooooooooooooaggggggggggggggggggggggagggggggggggggggaggggggggggggggggggsiiiiiiiiiiiiiisiiiiiiiiiiiiiiisiiiiiiiiiummmmmmmmmmmmme corooo me corrooooooooooooooooagggggggggggggggggagggggggggggggggggagggggggggg.

Se corrio bien y deje un minuto de bombear, sali, la coloque a cuatro patas y ssegui follandola bien follada hasta que un rato despues se volvia a correr mientras yo agarraba fuerte sus caderas y veia aquellas tremendas tetas saltando y moviendose a mi ritmo, reflejadas en el espejo de su armario, Ella se corria, agggggggggggggggggggggaggggggggggggggggagggggggggggggggggggggggggaque gusto, que gustoagggggggggggggggggggggg.

Con semejante vision y gemidos no aguante mas, saque la polla y bañe su culo y su espalda con mi caliente y abundante leche, entre gemidos brutalesagggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg,

Se corrio 7 veces, fuimos amntes tres años. Ya os contare.

Abuela, hija y años despues Elisa

$
0
0

Amigas/os, ya tenia el relato escrito, pero en mi cabeza no deja de dar vueltas la necesidad que muchos españoles están pasando, y por ello quise volver al comienzo para escribir unas frases. Si siempre fui generoso, tanto con los músicos callejeros como con las personas que por una u otra razón cayeron en la necesidad de pedir para poder mal vivir.

Visteis que en unos relatos puse una web, es de una jovencita muy brillante que trata de cumplir su sueño y además recoge en una finca prestada, perros y gatos, no pide nada, pero los compañeros le ayudamos y me enseño lo que hacia para juntar algo de dinero, me encanto su esfuerzo y lo que hace, lo veis en www. hamacuco.pk

Pero hace unos días, precisamente el que salía de viaje, una señora muy puesta y elegante, entró en la gasolinera donde estábamos desayunando y nos pidió un euro a cada uno, el máximo que admite son cinco, es una médico jubilada que utiliza ese dinero o los alimentos que le dan, tanto empresas como particulares, a llevar una cocina económica en la que cada día, comen más y más personas con verdadera necesidad. Personalmente me preocupe por su acción altruista y comprobé en situ a donde llevaron unos y otros a este magnifico país, estoy muy decepcionado. Pero me comprometí a colaborar con esta persona tan generosa y hacer llegar más allá su gesto. Me dio un número de cuenta es 2038 7820 3330 0023 9447, un euro es suficiente, (el máximo que piden es 5). Gracias amigos/as por la solidaridad que vamos a demostrar todos nosotros, yo estoy hablando con dos empresas de paquetería conocidas, para que la gente pueda dejar en sus delegaciones alimentos y ellos los hagan llegar a esta gran mujer.

Con este párrafo, comencé mi relato número 50, hoy lo vuelvo a añadir para recordar que con un poco de solidaridad de cada uno de nosotros podemos ayudar mucho a gran cantidad de personas que lo pasan mal cada día en nuestro país.

Os cuento un relato sucedido hace ya muchos años, en un verano en el que di clases particulares a chicos de primero de BUP. Las clases eran en el garaje de la casa de mis padres, tenia nueve chicas y cinco chicos, todos con las matemáticas de ¡º de BUP suspensas en Junio, venían a clases Julio y Agosto para examinarse en Septiembre. Yo había aprobado 3º, con sobresaliente en Mate y una media de 8.9 en el total de mis notas, os juro que en mi vida estudié tan poco, pero así es la vida, solo me preocupaba de meter mano a mi compañera de pupitre, jajajaj, bueno y a las que se ponían a tiro.

Una de mis alumnas, Elisa, por desgracia fue arrollada por un coche y le rompió una pierna por varias partes, lo cual le obligó a estar con su pierna estirada y colgada de una polea en una cama especial, pero a los ocho días su dolor había remitido y decidió su madre, que le ayudaba dos horas por la tarde y le quedasen los deberes para el día siguiente.

Elisa, era hija de un español, que trabajaba de contramaestre de un pesquero en el Atlántico Sur, y que se caso con una joven argentina, que junto con su madre se vinieron a vivir a nuestro pueblo. La abuela de Elisa, tenia como 52 años, la madre unos 34 años, habían sido madres muy jóvenes. Yo tenia 18 años.

Estaba ayudando mucho a Elisa e incluso algunos días por la tarde/noche me iba para su casa y hacíamos juntos los deberes, era una niña preciosa, me encantaba. Llegué a ayudarles en las cosas que no podían hacer solas, taladros para colgar rieles de cortinas, cuadros, alguna lámpara, tenia una confianza especial con ellas, y cenaba allí muchas noches porque el hombre de la casa, pasaba en el mar muchos meses.

Tenia mucha confianza con Conchi, la madre de Elisa, era una mujer muy extrovertida y físicamente muy agradable, no muy alta, pero con unas curvas marcadas, un culo precioso, unas tetas redondeadas, una buena hembra que se cuidaba mucho. Para un joven de 17 años era una hembra para tener en la pajoteca, teniendo en cuenta que a veces iba bastante provocativa en su casa.

El 21 de Julio un joven de nuestro pueblo falleció en un accidente de moto, y en la casa familiar celebraron el velatorio. Fui a ver al hermano del fallecido y a darle el pésame, y ví a Conchi hablando con la tia del fallecido.

Estuve un rato allí, hasta que se acercó ella a hablar conmigo, me preguntó:

¿Cómo estás?

Bueno, muy disgustado por Jose, siente mucho la muerte de su hermano. Dije.

Si quieres me esperas un rato, yo me voy a ir pronto y te llevo a casa. Mi dijo.

Gracias, me avisas cuando quieras. Contesté.

Una hora después, me sujetó del brazo y me dijo:

Cuando quieras nos vamos.

Vale, si me acercas estupendo.

Subimos al coche y arrancamos, al llegar a un camino rural que se desplaza hacia el río, se metió por esa dirección y me dijo:

Está muy buena noche, ¿te apetece dar un paseo?, yo estoy un poco rara y me apetece, ¿quieres?

Si, claro. Contesté.

Aparcamos y bajamos en una zona recreativa a orillas del río, comenzamos a pasear y la verdad que la noche era calurosa pero allí estaba más fresco. Fuimos hacia la presa y cruzamos, las piedras están un poco movidas y aproveche para darle la mano y cuando llegamos al final, había un pequeño salto, bajé yo primero y ayudé a Conchi, que para mi sorpresa se colgó de mi cuello, uffff, sus tetas golpearon mi pecho y la miré sin soltarla, me dio un beso en la boca y me quedé de piedra, la miré y ahora fui yo el que me fui a por sus labios. Nos besamos en un largo e intenso beso buscándonos nuestras lenguas para entrelazarlas y frotarlas.

Apreté con fuerza su cuerpo al mió y mi polla se disparó como un misil, me empalme de inmediato, seguimos besándonos, y abrazándonos durante un rato hasta que ella me cogió de la mano y nos fuimos al coche, entramos en el asiento de atrás y me empujo, abrió mi pantalón y saco mi tranca, y dijo:

Vaya polla que tienes, dios mío, es enorme, uffffffffff.

Me comenzó a masajear con su mano para inmediatamente meterla en su boca y darme una mamada que me llevó a no aguantar nada y llenar su boca de caliente y abundante leche, me corrí sin ser capaz de controlarme, pero ella una vez tragada mi leche, siguió comiéndome, hasta que se puso de nuevo bien y aproveche para sacarle su camisa, su sostén y comerle las tetas mientras le metía mano en sus bragas por debajo de la falda.

Estaba apartando su braga cuando ella me dijo:

Espera me la saco yo y colócate que me voy a poner encima.

Subió la falda bajo las bragas y dejo a la vista un coño peludo y oscuro, se sentó encima de mi, cogió mi polla y comenzó a frotarse el coño con ella, estaba presionando mi capullo contra su clítoris, se estaba poniendo a cien, luego se fue colocando para ir metiendo mi polla en su coño, fue metiendo el capullo y empujaba muy lento, notaba mi polla taladrar y anchear el coño de aquella hembra caliente a la que yo le masajeaba las tetas, se la metió bien hasta que noté el fondo, ella empezó a mover las caderas y se mantuvo con mucho ritmo dando duro mientras gemía y jadeaba , hasta que se puso rigida y empezó a notar su corrida y decia:

Dios que polla tienes, ufff, quiero que me folles siempre, que me folles duro, me hace falta uffffffff que placer, uffff que placer, me corro, me corroooooo, me corroooooooo, aggggggggahhhhhhhhhhahhhhhhhhhagggggagggggggagggggggg.

Se dejó caer sobre mi y me beso en la boca, recupero su respiración y me dijo:

Mira, quiero que me folles en el capot, es una de mis fantasías, pero nos tenemos que ir hacia una zona mas oscura, aquí puede aparecer gente.

Vale, me quedo atrás y me saco el pantalón. Dije.

Mi polla estaba inmensa, estaba muy empalmado y me apetecía follarla con las piernas bien abiertas y así fue. Nos metimos en una zona boscosa, bajamos de coche, yo solo con las zapatillas y la camisa abierta, ella sin nada de arriba pero con la falda puesta.

Nos apoyamos en el capot y volvimos a besarnos, ella subió la falda y se sentó colgándose de mi cuello, acerque mi polla a su coño y levante sus piernas, empecé a clavarla con fuerza y ritmo, mi polla estaba durísima y enorme, ella miraba como entraba y salía a cada empujón que le daba y ella empujaba su coño para sentirla más, entonces, solté sus piernas la agarré por sus nalgas y empecé a darle duro, ufff, estaba como un animal, y veia la cara de ella como una leona mientras jadeaba y decía:

Dame, métemela toda, toda, toda, así…así, así, ufffffff como me gusta, que placer, ufff, fóllame, fóllame bien asi, así,

Yo dije: No aguanto mas me voy a correr.

Si lléname el coño, si lléname bien, me corro contigo , así, asíiiii, agggggggggggaggggggggagggggggggggahhhhhhhhahhhhhhhhhhhhhhhhhagg, se confundian nuestros bramidos, menuda corrida nos dimos ufffffffff, y el morbo de hacerlo al aire libre nos ponía a mil. Recuperamos la calma y nos abrazamos en el asiento de atrás y luego nos vestimos.

Cuando íbamos hacia casa me dijo:

Mira, mi marido esta fuera mucho tiempo y yo necesito sexo, me gustaría que repitiésemos esto más veces, ¿Qué dices?

Bueno como tu quieras yo quiero, pero no me gustaría causarte problemas. Contesté.

Lo tengo pensado, sabes que mi habitación es el piso de arriba y que Elisa y mi madre, duermen abajo, te explico, subes por las escaleras de la terraza y como mi ventana da a esa zona, te dejo la ventana abierta ¿Te parece?

Si claro, puedo ir cuando quieras, tu me avisas y listo. Contesté.

Es fácil, cuando estés ayudando a Elisa entraré en la habitación y digo: Dios hace muchísimo calor, esta noche hay que dejar la ventana abierta, no se aguanta.¿Te parece? Así no tenemos nada que hablar ya sabes vienes por la huerta y entras.

Me dejó en casa y me dijo; son las dos, venimos del velatorio, ¿vale?

Vale, hasta mañana. Dije.

La tarde siguiente, entró en la habitación y dijo que hacia calor que abriría la ventana, me quedó claro. La follé en su cama de matrimonio puesta a cuatro patas hacia el espejo del armario, mientras pensaba el morbo que me daba follarme a aquella hembra caliente en su habitación. Por cierto. Estuvimos follando largo tiempo, e incluso unas Navidades, su marido me dio las gracias por ser tan buena gente, ayudar a Elisa a aprobar y arreglar cosas en casa.

Lo que él no sabia es que gracias a un arreglo también me follé a su suegra.

A mi madre se la montaron en una barca

$
0
0

Esta historia transcurrió hace bastantes años.

En aquella época yo tenía unos 6 años y mi madre 28, morena y con muy buen cuerpo.

Era verano y mis padres habían alquilado un piso en la playa para pasar la primera quincena de agosto.

Habíamos bajado, como casi todos los días, a la playa con la sombrilla, las sillas y demás artilugios playeros.

No había mucha gente en la playa ya que hoy era día de mercado y la gente aprovechaba para no bajar a la playa.

Ese año me habían comprado una barca de plástico de las que se inflan con aire, y, como era una novedad, estaba casi siempre jugando con ella.

Casi siempre jugaba con ella cerca de la orilla, y a veces con mi padre nos alejábamos.

Mi padre, después de leer el periódico, se fue, como era su costumbre, a tomar una copita a uno de los bares que estaban en el paseo, por lo que me quedé con mi madre dentro del mar, yo dentro de la barca y mi madre fuera, flotando agarrada a la barca, mientras el agua nos mecía.

Después de un rato, mi madre deja de flotar y se da cuenta que el agua nos ha metido un poco más y le cubre por mitad del pecho.

Quiere tirar de la barca hacia la orilla, pero la digo que se suba en la barca.

No quiere, pero, ante mi insistencia, parece que lo va a intentar.

Se agarra a la barca, salta, se pone boca abajo sobre la barca, y se esfuerza por subir.

La veo un pezón, se la ha movido la parte superior del bikini y tiene una teta al aire y la otra casi.

Se da cuenta, le entra la risa y se deja caer al agua.

Un hombre de unos treinta y tantos años se acerca sonriente y dice que la ayuda.

Mi madre, entre risas, le dice que no hace falta.

Lo va a intentar otra vez, se agarra a la barca, vuelve a saltar, sube parte de su cuerpo a la barca, está boca abajo, y parece que se esfuerza por subir.

De pronto, su cara cambia, como de sorpresa, como si la faltara el aire, con los ojos y la boca muy abiertos.

El hombre la ha puesto las manos en el culo y parece que la empuja para que suba, pero no sube.

Se cae otra vez al agua, entre los brazos del hombre, suelta algún gritito, dice “¡No no!”, carcajadas y grititos.

El hombre la levanta, ella chilla, y la vuelve a intentar subir a la barca, ella se agarra boca abajo a la barca pero sigue sin subir.

De pronto se queda como en trance, agarrada a la barca y gime.

El hombre tiene las manos sobre su culo, las mueve mucho aunque no se como porque ella no sube.

Me agacho e intento ver que hace con las manos sobre el culo de mi madre, pero me caigo al agua.

Por debajo del agua, distingo al hombre, sus piernas y su pene erguido dentro de su bañador, a punto de escaparse.

Saco la cabeza del agua, miro hacia la barca y veo a mi madre agarrada a ella, de espaldas a mí, con el culo en pompa.

Tiene las bragas del bikini movidas hacia un lado y se la ve todo el culo, blanco, su agujero en medio como una diana, y la mano derecha del hombre sobándola su conejo, entrando y saliendo como si estuviera follándola.

La cuerda del barco está alrededor del otro brazo del hombre mientras su mano izquierda la sujeta el culo para que no se caiga.

Mi madre gime, pero no opone resistencia al manoseo de su conejo.

La está masturbando y a ella le gusta.

Nadie puede vernos desde la playa, ya que estamos ocultos por la barca.

Solo pueden ver a la cara de mi madre medio subida en la barca, en estado de éxtasis.

El hombre mueve la mano que la sujeta al cierre de su sostén y se lo suelta.

Mi madre se desliza al agua, dejando su sostén sobre la barca para caer al agua.

El hombre la sujeta y ella suspira fuerte.

Tiene una mano sobre una de sus tetas y la otra bajo el agua, creo que entre las piernas de mi madre.

Me sumerjo para ver mejor y veo la mano bajo las bragas de ella, en su conejo.

El hombre se mueve adelante y atrás.

La ha metido su polla por detrás y se la está follando, aprovechando que tiene la braga del bikini a un lado.

Ella gime mientras el hombre respira fuerte sobre el oído derecho de mi madre.

Cada vez la cabalga más fuerte, más rápido y ella gime cada vez más.

De pronto, para, la descabalga, se sumerge en el agua para salir rápido a la superficie.

La ha quitado las bragas, las lleva en la mano y las suelta en el agua.

Ahora mi madre está completamente desnuda.

La gira hasta que están cara con cara, la acerca y vuelve a metérsela.

Comienza otra vez a follársela.

Sus manos sobre el culo y las piernas de ella.

Mi madre vuelve otra vez a gemir, tiene los ojos casi cerrados y la boca semiabierta con su lengua sonrosada sobre sus labios.

La gusta como la está follando.

Cruza sus piernas sobre la cintura del hombre, que se la mete más dentro.

Se la folla sin descanso, el mete-saca cada vez más rápido.

Y yo allí estoy para verlo, para disfrutar del espectáculo, sin que nadie me preste la más mínima atención.

El hombre vuelve a parar, mi madre abre un poco los ojos.

El hombre agarra la barca, la acerca, y levanta a mi madre.

La veo las tetas enormes y blancas, con pezones como cerezas saliendo de aureolas oscuras.

Su conejo peludo, blanco, como saliendo de la chistera de un mago.

Su culo blanco, duro y respingón, con marcas rojas de los dedos del hombre.

La sube a la barca.

Mi madre se cae dentro, desaparece, boca arriba, solo se ven sus piernas desnudas.

El hombre toma impulso y se sube también a la barca.

También está desnudo, con una polla enorme, tiesa y erguida lista para entrar a follar.

Desaparece boca-abajo dentro de la barca.

Está sobre mi madre, los dos desnudos.

Comienza a moverse, a follársela otra vez.

La barca se mueve adelante y atrás, adelante y atrás por los movimientos del mete-saca.

Yo abajo, no veo como se la folla.

El bañador del hombre flota en el agua, las bragas de mi madre también.

Cojo las bragas de mi madre.

Más allá está su sostén, lo recojo.

La barca ha parado su movimiento, han debido dejar de follar.

Veo que el hombre se incorpora y al rato se tira al agua, va a por su bañador, lo coge y se lo pone dentro del agua, para marcharse a continuación sin echarme una sola mirada.

Mi madre sigue dentro de la barca, no sale.

La echo su ropa encima de la barca para que se la ponga, sin decir nada-

Veo movimiento dentro de la barca, se debe estar poniéndoselo.

Al rato veo que se sienta, y se tira al agua.

Yo aprovecho para irme medio andando, medio nadando a la orilla.

Miro hacia atrás y ella continúa cerca de la barca.

Llego a la sombrilla y me siento en una silla.

Después de unos diez minutos, mi madre empieza a salir agarrando la barca.

Y que sorpresa, también viene mi padre, muy contento, fumándose un puro, pero viene del bar de tomarse sus copitas, no de estar en el agua con mi madre.

¡Peor para él!.

Llegan los dos a la vez a la sombrilla, los dos felices y contentos, y yo, como quiero mucho a mis padres, también lo estoy.

Mientras mi novio duerme

$
0
0

Esta historia es de cuando tenía 20 años, para esa edad era muy caliente, cualquier hombre me excitaba, bueno no cualquiera pero si la mayoría, me había acostado ya con muchos pero aún quería más parejas.

Mi padre tenía un amigo que se llama Manuel, Manuel era un hombre fuerte varonil, usaba bigote, su esposa era Regina, muy guapa se cuidaba mucho. Un día mi padre los invito a casa a comer, yo invite a mi novio para no sentirme sola entre gente adulta con platicas que a mí me aburrían.

Ese día me vestí con una minifalda negra de esas que vuelan, y una blusita blanca pegada, llevaba una botas negras, así estuve ayudando con las cosas de la comida y cuando se acercaba la hora de que llegaran los invitados me vi al espejo y note que me veía muy sexy, que cualquiera que me viera pensaría que estoy pidiendo sexo, dude en quedarme así o cambiarme, pero quería que mi novio me cogiera así que decidí quedarme así.

Llego mi novio el cual se llamaba Vladimir, se lo presente a todos y cuando estuvimos solos me dijo:

-Te ves buenísima.

-Pues es para que me cojas hasta que nos cansemos.

Me agarro el culo y me beso, yo ya quería verga, mi mamá me busco y me pidió que fuéramos con los demás.

En la fiesta todo estaba muy animado, Manuel se cayó muy bien con Vladimir, y vi que Vladimir estaba bebiendo de más, no se le acababa una copa cuando Manuel ya le servía otra no entendía porque pero lo quería emborrachar.

Ya en la noche todos estaban súper borrachos, mi papá le pidió a Manuel que se quedarán en la casa, para que el no manejara así, aunque me di cuenta que Manuel casi no tomó nada. Manuel y su esposa se quedarían en el cuarto de visitas y Vladimir en la sala, eran como las 11 de la noche cuando nos fuimos a dormir.

Como a la una fui a buscar a Vladimir, me urgía una buena cogida, cuando llegue a la sala estaba completamente dormido por más que trate de despertarlo jamás lo logre.

Le quite la cobija que tenía y le bese la verga por encima del pantalón y le dije:

-Lastima, hoy me siento tan puta.

Me asuste cuando alguien agarro por atrás mi cabello, voltee y era Manuel.

-Pues si quieres puedes ser mi puta esta noche.

-Me encantaría, necesito una verga partiendo en dos.

Me levanto y cargándome me llevo a mi cuarto, donde me quito la ropa y él se desnudó.

-Ese era tu plan emborrachar a mi novio y después cogerme.

-Claro te veías tan puta, toda la tarde no hice más que pensar en cómo encamarte.

-Pues aquí me tienes. Me abrí de piernas y abrí mi concha con la mano.

El me vio y se rió.

-Tranquila niña, hay tiempo.

Se hincó frente a mí y chupo mi concha, metía toda su lengua en mi vagina, chupaba mi clítoris, yo mientras me agarraba las tetas.

-Así que rico, que placer me estás dando.

Me hizo tener un orgasmo fuerte y largo, llene su boca de mis jugos de mujer caliente.

Tome aire para recobrar la conciencia, él estaba parado con su verga en la mano derecha.

-Ahora mámamela.

-Sí, te voy a mamar esa rica verga.

Me la metió en la boca y me la metía y sacaba a gran velocidad, así estuve un rato hasta que la tome con mi mano y me dedique a chupar solo la cabeza de su pito, no aguanto mucho porque en menos de 5 minutos eyaculo en mi boca.

Trague todo lo que pude y aún con su semen en mi boca le dije:

-Que rica sabe tu leche, la leche del hombre maduro es deliciosa.

-Qué piensas de estar aquí hincada a mis pies después de haberte tragado mi semen y tu novio abajo dormido.

-Pienso que soy una puta, pero una puta afortunada que jamás le falta una buena verga que se la coja.

-Siempre supe que eras una caliente.

-Nací para ser cogida.

-Ponte en cuatro te la voy a dejar ir toda en esa vagina húmeda.

Le obedecí, y sentí como su verga se abría paso por mi concha era una verga de lo más normal unos 17 cm, cuando estuvo adentro le dije:

-No te muevas, quiero tomar una foto con mi cel, quiero ver cómo me cogiste este día.

Nos tome la foto.

-Ahora si cógeme, soy tu puta y quiero verga.

Empezó a entrar y salir de mí despacio sentía su verga venosa dentro de mí, pensaba en cómo estaba en cuatro siendo cogida por un amigo de mi padre y con mi novio en la sala completamente dormido, sonreí cuando pensé que él se lo perdía y Manuel lo aprovechaba.

Yo movía mi cuerpo de atrás hacia adelante para marcarle el ritmo con el que me gusta ser penetrada, Manuel lo entendió muy rápido, en un momento me dio una nalgada y le dije.

-Que rico.

-Eres una puta y así se trata a las putas.

-Si me gusta ser una puta, que los hombres me den verga.

Me siguió nalgueando y me hizo venirme, ese orgasmo hizo que mi vagina apretara su verga mucho más, y empezó a eyacular dentro de mí, cuando sentí como su semen caliente invadía mi vagina, recordé que se debe de coger con condón,

-Oye yo no estoy tomando nada para no quedar embarazada.

-Eres una puta, me dio una cacheta y se fue.

Pasaron los días y tuve mi periodo no me había embarazado, pero me enojo como se portó conmigo por lo cual decidí no volver a coger con él.


Sexo con un maduro de 71 años

$
0
0

Este relato que paso a contarles pasó un viernes de noviembre. Yo tenía 19 años para entonces. Trabajaba en un consultorio odontológico, como asistente, y al día de hoy sigo en el mismo trabajo.

Ya eran las 16.30 de la tarde, y llegó el último paciente. Lo conocía bien porque, solía venir una vez por semana para hacer distintos tratamientos. Su nombre es Ricardo, es un hombre muy simpático y agradable. Siempre me traía algo para comer o una flor. Era muy atento conmigo. Era alto, media cerca de 1.85m. De contextura grande. Pelo canoso, tenía rasgos bien masculinos. Se veía que fue muy apuesto de joven.

Eran casi las 17.15 de la tarde. Cuando sale mi jefe y me dice que a Ricardo le había bajado la presión, y si me podía quedar con el hasta que este bien que tenía que irse. Le dije que no había problema y fui al consultorio.

- Que pasó Ricardo? le dije.

- Ay nena me siento apenado, esto pasa por la edad.

- No hay problema cuando se sienta mejor me dice.

Estuvimos hablando un buen rato de todo, nos contamos cosas personales, me llegó a contar que era viudo hace 5 años, vivia solo en su casa a unas 7 cuadras del consultorio.

Cuando lo ví mejor, le dije: – Levantese que lo acompaño a su casa.

- No nena, no te molestes ya estoy bien.

Estuvimos unos minutos que sí, que no. Hasta que lo convencí.

Apagué las luces del consultorio, cerré las ventanas y me saqué el guardapolvo. Cuando me lo saqué, Ricardo no pudo disimular sus miradas hacia mi cuerpo. La verdad era que me había vestido bastante perra. Llevaba un pantalón de jean blanco bien ajustado, una musculosa verde, también ajustada con un escote bien grande que mostraba gran parte de mis pechos.

Desde entonces a Ricardo se le dificultaba mirarme a la cara, si no miraba mis pechos me miraba la cola.

Una vez en la calle, yendo a su casa, seguimos hablando de otras cosas, mientras, cada tanto alguien desde un auto o de la calle me gritaba algo, aunque ya estaba acostumbrada mas cuando salía con esos escotes.

La verdad era que me caía muy bien Ricardo y quería hacer algo por el. En un momento me había dicho que no había estado con una mujer desde que su mujer murió. Y por como me hablaba deseaba estar con otra mujer.

Por dentro pensaba, no me molestaría tener una atención con el, ya había estado con varios maduros y el realmente me caía bien. Por lo que me decidí a hacerle pasar un buen rato.

Cuando llegamos a la casa, me agradeció por todo y me estaba despidiendo.

- No me invita con un café, que tengo que hacer tiempo y me vendría bien la companía.

- Claro nena, no te invité para no hacerte perder el tiempo con un viejo como yo.

- No sea así que me encanta estar con ud., le dije.

- Pasa entonces.

Entramos, la casa era realmente muy linda, amplia y limpia, tenía un estilo antiguo pero tenía buen gusto. Me dijo que me ponga comoda mientras el preparaba el cafe.

Me senté en el sofá, y espere por el. Tomamos el café juntos, no dejaba de verme las tetas, eso me dió mas confianza. Cuando terminamos con el café. Me paré delante de el, me incliné y le dí un beso en los labios y le dije le voy agradecer por el café. Ricardo quedó perdido no entendía que pasaba. Saqué el celular de mi cartera, elegí unos temas y lo puse en altavoz, dejé el telefono sobre una mesa, y empecé a bailar para Ricardo.

Empecé a hacer movimientos de muy perra, le acercaba mis pechos a su cara, mi cola, me agachaba. Luego empecé a sacarme mi musculosa, muy lentamente, seguí bailando, desabroché mi jean, me puse de espalda a Ricardo, y con mis piernas bien rectas, tire mi torso hacia abajo dejandole mi cola bien de frente contra su cara mientras bajaba mi pantalón, mi tanga era muy diminuta y la tenía bien metida dentro de mi cola, por lo que tendría una excelente vista. Luego bajé mi tanguita blanca, dejandome desnuda de la cintura para abajo.

Me reincorporé, seguí bailando muy sexy delante de el y me desabroché mi corpiño blanco, quedando completamente desnuda, me empecé a acariciar mis pechos, luego pasé mis dedos por mi vagina depilada, me metí un par de dedos y luego los lleve a mi boca, los lamí por un rato mirando fijamente a Ricardo.

Me acerqué a el, me incliné y comencé a besarlo, metí mi lengua en su boca, y lo bese por un buen rato. Mientras nos besabamos, metí mi mano derecha debajo de su pantalón, agarré su pene, que ya estaba tomando dureza, no sabía si lograría pararla, pero se estaba poniendo dura de a poco. Dejé de besarlo, y le puse mi pecho derecho en su boca, comenzó a lamerlo y a chuparlo desesperadamente. Sus manos mientras tanto recorrían mi cuerpo, la pasaba por mi vagina, que me dí cuenta que estaba húmeda, me acariciaba mis labios vaginales, me metío un par de dedos dentro de mi concha, mientras deboraba mi pecho. Luego sus manos pasaron a mi cola, acariciaba mis nalgas, las apretaba con sus manos y me las separaba, y aprovechaba a meterme algún que otro dedo en mi ano. Comenzó a hundirme de a poco su dedo dentro de mí.

- No pensaba que le gustaba el anal? le dije.

Se rió y me dijo: -me encanta ver videos en internet aunque nunca lo hice.

- Uy lo que se esta perdiendo, vamos a ver que podemos hacer, le dije.

Se rio morbosamente. Me alejé y me arrodillé delante de el, tome su pantalón de la cintura y se lo bajé con su ayuda, luego bajamos el boxer, y dejé su pene al descubierto que ya estaba bien duro, me sorprendió, no esperaba ver su miembro tan duro, y se veía hermoso debo decir. Tendría unos 14 o 15 cm, pero era grueso y venoso como me gustan.

Tomé mis pechos y puse el pene de Ricardo entre mis tetas, los sujete y empecé a masturbarlo con mis pechos, se moría de placer, gemía demasiado. Mientras lo masturbaba, inclinaba mi cabeza hacia abajo y rozaba con mi lengua la cabeza de su pene. Lo miraba con una cara de muy perra. Estuvimos varios minutos así, hasta que saque su pene de mis tetas y puse su miembro en mi boca. Y me lo tragué hasta el fondo, lo mantuve dentro de mi garganta unos cuantos segundos y con mi lengua y labio inferior jugaba con sus huevos, realmente apestaba su miembro a pene, aunque me encantaba todo el morbo de la situación. Luego empecé a mamarlo con locura, lo peteaba como loca de la punta de su pene hasta la base, una y otra vez, sentía su pene entrar y salir de mi garganta, me excita mucho la situación, los gemidos de Ricardo eran increíbles creaban un clima excelente, tuve que poner mi mano derecha en mi concha y comencé a masturbarme mientras le mamaba su miembro. No lo podía creer pero estaba muy mojada por mi parte.

Sentía que estaba x acabar Ricardo y paré, todabía tenía que romperme mi colita y no iba a dejar que acabe aun.

Saqué su pene de mi boca, me pare y me subí sobre Ricardo, una rodilla de cada lado, quedando mis pechos contra su cara. Con mi mano, agarré su miembro y me lo metí en mi vagina humeda, empecé a saltar como loca sobre el su pene entraba y salía de mi concha, con mis tetas rozando su cara. Ricardo aprovechaba para manosear todo mi cuerpo, sobre todo mi cola. Me encantaba su miembro se sentía tan bien dentro mio, verlo tan mayor y excitado conmigo me producía mucho morbo. Me mojaba mucho todo. Deseaba que me ponga en cuatro sobre el suelo y me penetre bien duro mi colita una y otra vez, pero tenía sus años y problemas para moverse.

Asi que, me levanté, y le dije que me gustaría sentir su pija en mi culo, se lo dije bien sucio porque estaba muy excitada, me sentía muy perra. Le dí la espalda, flexioné mis piernas y le puse mi cola cerca de su cara.

- Necesito que me dilaten la colita así no duele tanto, con voz de nenita. Le dije.

Tomó mi nalgas con sus manos las separó, y lamió la raya de mi cola de arriba a abajo, se sentía tan rico, luego su lengua lamió mi ano y empezó a penetrarlo con esta.

- Ahhhhhhhh mmmmmmmmm, gemía como loca, ya quería su verga dentro mio.

No estaba bien dilatado mi ano pero lo quería penetrandome ya, me acomodé sobre el dandole la espalda, con mi mano acomodé su miembro en la entrada de mi ano, y empecé a dejar caer mi cuerpo sobre este, sentía como su cabeza entraba de a poco, me dolía bastante, pero era muy placentero, su pene entraba cada vez mas, me dolia pero seguía hundiendo, lo quería bien dentro mio, su miembro me iba abriendo por dentro se hacía paso hasta el final. Cuando lo sentí completamente adentro mio, emepecé a saltar como loca, su pene entraba y salía por mi interior una y otra vez, era tan rico sentirlo en mi interior, sentía como nuestros cuerpos chocaban, plaf, plaf, plaf, estaba muy humeda mi concha, sus manos tomaron mis pechos, al principio los acariciaba, luego empezó a pellizcar mis pezones con fuerza.

- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me vengo nenaaaaaaaa, siiiiiiiiiiiiii.

Eyaculó dentro de mi cola, yo con su pene dentro mi masturbé por unos minutos con violencia hasta que acabé también, estuvo entre mis mejores acabadas. Fue tan morbosa la situación, que me hizo acabar de una forma que no esperaba.

Me quedé sentada sobre el, unos cuantos minutos, Ricardo acariciaba mis pechos, piernas, vagina. No nos hablamos en ese tiempo solo descansamos.

Me levanté, algo adolorida por la cola, y le pedí si podía bañarme, me dió una toalla y fuí a ducharme. Frente al espejo del baño, me miraba y me reía sola, no podía creer lo que había hecho, me toqué el ano y tenía algo de su semen dentro de mi ano, me metí los dedos para sacarlo y me los metí en la boca. Lamí mis dedos y me reía sola.

Me duché me vestí delante de Ricardo, lo besé en la boca y me fuí.

Mientras iba a mi casa pensaba lo que había hecho y me pareció como un sueño todo. Pero debo decir que fue una excelente experiencia.

Es increíble como es la vida, uno empieza un día sin saber que va a pasar, si una esta dispuesta cualquier cosa puede llegar a suceder.

Placer en el cuarto piso

$
0
0

Han pasado dos semanas desde que Martin entro a mi departamento en la noche y me cogió a la fuerza. Desde entonces trato de no topármelo en las escaleras, sin embargo, a veces la suerte no es buena conmigo y cuando lo veo no cruzo ninguna palabra con él, pero puedo ver una sonrisa de triunfo en su rostro.

Dos semanas han pasado ya. Gracias a la escuela que me mantiene ocupada he podido seguir como si nada hubiera pasado, sin embargo a veces mientras me baño y veo mi cuerpo desnudo se me vienen a la mente pequeños momentos de esa ocasión, momentos en donde sentía un poco de placer, momentos donde sin ninguna razón mi cuerpo gozaba de todas las porquerías que me hacia, momentos donde perdía la mente por completo y me dejaba llevar por unos instantes.

Era un sábado por la mañana, me desperté temprano para lavar mi ropa antes que otro vecino del edificio se me adelantara. Cuando baje al cuarto piso pude escuchar unos gritos de uno de los tres departamentos. Esto no me extrañaba ya que a veces cuando bajaba para ir a la escuela me tocaba escuchar alguna que otra discusión. Seguí mi camino sin prestar mucha atención hasta que llegue al cuarto de lavado. Metí mi ropa a una de las lavadoras y la puse andar, como tardaría un rato en lavar me regrese a mi departamento. Cuando estaba apunto de llegar al cuarto piso pude ver como la pareja estaba discutiendo en el pasillo y cuando la mujer, que al parecer era la esposa, me vio, tomo una maleta y bajo las escaleras sin decir ninguna otra palabra. Por otra parte su esposo, un hombre algo mayor, con un poco de sobrepeso, canusco y un físico poco atractivo se quedo mirándome detenidamente. Como si nada hubiera pasado seguí mi camino hasta llegar a mi departamento.

Después de desayunar y haber limpiado un poco baje al cuarto de lavado por mi ropa, al llegar pude ver al vecino de la discusión de esta mañana sentado leyendo el diario y al lado de el un cesto con ropa. Cuando me vio entrar dejo de leer y me miro por unos momentos antes de decir:

–Disculpa por lo de esta mañana muchacha, que pena que nos vieras discutiendo en el pasillo. –Descuide no hay problema –le conteste.

–Mi nombre es Alberto, tengo un placer.

–Yo si Esthela –le conteste.

–Oh ya veo, eres la chica que vive en el departamento del 69 verdad –me dijo

–Si soy yo –le conteste mientras sacaba rápido mi ropa de una de las lavadoras

De pronto Alberto se puso de pie y comenzó a acercarse hacia mí, de pronto se agacho cerca de mi y cuando creí que estaba apunto de hacerme algo me dijo:

-Toma se te cayó esto Esthela. Cuando mire lo que me estaba dando, vi que era una de mis tangas negras con encajes, le respondí con un gracias y rápidamente me puse de pie y regrese a mi depa lo mas rápido posible.

La mañana transcurrió muy bien, limpie todo el desorden que tenia y tendí mi ropa en la azotea del edificio. Ya por eso de las doce del medio día, subí a quitar mi ropa y ahí se encontraba Alberto haciendo lo mismo. Cuando me vio me saludo de nuevo y comenzó a platicar conmigo. Me conto que trabajaba como camarógrafo, que tenia 48 años, que le gustaba el futbol, en fin, varias cosas, yo solo me limitaba a escucharlo. Hasta que de pronto me dijo:

–Esthela, sé que no nos conocemos muy bien, pero, sino es mucha molestia, podrías preparar un poco de comida para mi. Yo no soy bueno en la cocina, de eso se encarga mi esposa, pero… ya viste lo de esta mañana…

-La verdad no se si pueda… tengo cosas que hacer ahorita –le conteste, pero aun así no dejaba de insistir.

–Por favor Esthelita, no seas malita, ayuda a este pobre viejo…

-Ok, esta bien, nomas dejo mi ropa y voy a su departamento.

Baje a mi depa y deje mi ropa en la cama, cerré con llave y baje a su departamento, al llegar toque la puerta y me invito a pasar. Lo primero que note fue todo el desorden; latas de soda y cerveza tiradas en el suelo, bolsas de frituras y otras golosinas en la mesa o regadas en el piso, ahora entendí porque discutían tanto.

–Disculpa el desorden Esthelita, mi esposa no limpio antes de irse. Pero pasa a la cocina y ve que puedes hacer.

Sentí un poco de lastima por su esposa pero al menos ya había tomado una buena decisión al irse. Mire lo que había en el refrigerador y a pesar de que la mitad del refrigerador estaba lleno de cervezas pude encontrar lo necesario para hacer una comida decente.

Mientras preparaba la comida, Alberto se puso a limpiar. Después de una hora terminamos al mismo tiempo y nos sentamos a comer. Estuvimos platicando otro buen rato y ahora me toco hablar a mí: Le conteste puras preguntas que el me hacia: que estudiaba, que era de otra ciudad, que no tenia novio, etc.

De pronto sonó mi celular, era una de mis amigas, hablaba para invitarme a salir. Platicamos un poco y nos pusimos de acuerdo para la hora, colgamos y le dije a Alberto que me tenía que retirar, me dio las gracias por la comida y me acompaño a la puerta.

Cuando salí, pude notar que me metió algo en la bolsa de atrás de mi pantalón. Cuando me voltie me dijo con una sonrisa, esto es para que te diviertas esta noche y sin decir mas cerro la puerta. Cuando llegue a mi depa saque rápido lo que me había metido, era un condón envuelto en un billete. Me dio risa el detalle del preservativo pero el dinero lo acepte bien.

En el tiempo que faltaba para la hora acordada me puse a alistar mi ropa, había decidido usar una blusa azul con rayas, acompañada de una mini falda negra y unas zapatillas negras. De la ropa que había dejado en mi cama saque un brasier azul y mi tanguita negra de la mañana. Me metí a bañar y cuando salí del baño comencé a cambiarme. A las 8:30 pasaron por mí y fuimos a pasear, bailar y cenar.

Después de pasarla muy bien fui la primera a la que dejaron, eran alrededor de las dos de la madrugada cuando llegue al edificio donde vivía, desgraciadamente alguien había cerrado con llave la puerta del edificio y para rematar no tenia llave. Sin embargo, a los 10 minutos de no saber que hacer llego un carro, del cual se bajo Alberto. Cuando llego hasta donde estaba me miro y me pregunto: -Preciosa, que haces aquí sola a estas horas

–Hola, me quede afuera, la puerta esta cerrada y no tengo llave.

–Pues que mal, pero estas de suerte por que yo si tengo la llave –me dijo y sin más la abrió y pudimos pasar.

Mientras subíamos las escaleras me pregunto como me había ido, que si utilice el regalo que me había dado, a lo cual le conteste que solo el dinero. Cuando llegamos al piso donde él vivía me invito a pasar y acompañarlo con unos tragos, sin embargo no me gustaba mucho la idea

–Vamos Esthela, unos tragos y ya, te gusta el tequila, la cerveza…

–Ok, esta bien –De mala gana acepte, pero solo porque se me antojo un poco de tequila.

Me senté el la barra y sirvió dos shoot de tequila, le di un trago pequeño mientras Alberto se lo tomo de un trago.

–Vamos Esthela, tómatelo de golpe

–no me los tomo de golpe.

–Anda preciosa, yo creí que sabias tomar –me dijo. Y como no queriendo, me tome de golpe lo que me quedaba.

La sensación fue un poco amarga y Alberto se burlo por la mueca que hice. –Vez no pasa nada mamita… Anda tomate otro junto conmigo. –Me dijo mientras me serbia otro shoot. –a la cuenta de 3. 1… 2… 3. –y sin mas me pase otro shot completo.

Cuando sentí lo caliente del tequila en mi garganta comencé a marearme, pero trate de disimular un poco, sin embargo, Alberto se dio cuenta cuando me puse de pie ya que por poco me caigo.

–Apoco ya te mareaste Esthelita, que poco aguantaste –me dijo. Me tomo del brazo y me sentó en el sillón.

–lo siento, es que ya había tomado un poco de cerveza con mis amigas. –le conteste.

Cerré mis ojos por que la luz de la sala me molestaba. Alberto se sentó enfrente de mí y escuchaba hablaba pero no entendía muy bien lo que decía. Me quede un buen rato sentada con los ojos cerrados y de pronto sentí que Alberto se sentó a un lado de mi. No decía nada, solo se sentó a un lado de mí.

De pronto sentí que puso su mano en mis muslos y comenzó a acariciarlos lentamente, pegue un leve grito cuando lo sentí y quise abrir los ojos pero la luz me lo impedía. –Pero que esta haciendo –le grite –Shhh preciosa, solo déjate llevar –me decía mientras deslizaba su mano por debajo de mi minifalda.

Inmediatamente volvieron a mi mente los momentos que tuve con Martin hace dos semanas, ocasionando que sudara frio. Alberto acerco su boca a mi cara y comenzó a decir

–Vamos Esthelita, eres la chica del 69, acaso ¿no sabes cual es tu misión?

-¿Qué misión? ¿De que estas hablando? Le pregunte asustada.

–Parece que Martin nada mas se dedico a cogerte y no te explico nada.

-¿Martin? ¿Cómo sabes que…? –Estaba a punto de terminar mi pregunta cuando de pronto sentí los dedos de Alberto en mi conchita. Por instinto o por susto abrí mis piernas, situación que fue aprovechada por Alberto para continuar tocándome.

Sentada en el sillón y con sus dedos tocando mi conchita por encima de mi tanguita, hice un esfuerzo para ponerme de pie, pero Alberto me lo impedía. Con su otra mano puesta en mi pierna impedía que me levantara del sillón.

–parece que este es mi día de suerte, mi esposa se fue, conocí a la que será la nueva putita del edificio y por si fuera poco seré el segundo de todos en cogérsela. Me la pusiste muy fácil Esthela, cuando cruzaste la puerta de mi departamento hace unos momentos supe que no saldrías de aquí sin antes haberte pegado una buena cogida.

–Eres un desgraciado, como te a través a… -y de pronto sentí sus labios en los míos y pude sentir el asqueroso aliento alcohólico de Alberto. Trataba de quitármelo de encima pero me sujeto con su mano el rostro para impedírmelo. Fue el beso mas asqueroso que había tenido y me pareció eterno. De pronto Alberto me tomo con sus manos la cabeza y comenzó a movérmela. Cuando dejo de movérmela, me soltó y me dijo;

–Te quieres ir, intenta salir. –Sin pensarla dos veces me puse de pie pero sentía que todo me daba vueltas, cuando quise caminar tropecé con la mesa de la sala y caí al suelo. Escuche las carcajadas de Alberto y de pronto sentí que me levantaba y me llevaba a algún lado.

De pronto me soltó y caí en lo que parecía una cama, al parecer estaba oscuro así que abrí los ojos, pero no podía ver nada. Trate de incorporarme pero no podía por que aun me sentía muy mareada y sentía que todo me daba vueltas. Comencé a sentir que Alberto me quitaba los tacones. Después de haber logrado quitármelos comencé a sentir como sus manos masajeaban mis piernas y estas se perdían por dentro de mi vestido. Comencé a gritar pero recordé que la última vez que me paso algo similar no había funcionado.

-¿Que es lo que quiere? ¿Por favor déjeme en paz? –le decía entre sollozos.

–Vamos Esthelita, no te pongas así, deberías de disfrutar el momento, de que sirve que te pongas triste, igual te voy a coger. Mejor déjate querer y disfruta de la cogida que te voy a dar.

Y dicho eso me saco la tanguita rápidamente, mi minifalda le costó un poco sacármela pero igual lo logro y mi blusa y me brasier no fueron muy difíciles tampoco. Sus palabras resonaron en mi mente y al no tener otra alternativa deje de pelear. No le tomo ni dos minutos en dejarme completamente desnuda. Sin perder tiempo se fue directo a mi conchita y comenzó a chupármela salvajemente.

Me quede completamente quieta, sintiendo como su lengua húmeda recorría cada parte de mi rajita. Me tomo de mis pompis y comenzó a apretármelas con sus manos hasta el punto de encajarme sus uñas. -NNH… AHH… -exclame. Mientras Alberto seguía muy ocupado con mi conchita. Sin embargo después de probarla suficiente se incorporo y prendió la luz del cuarto. Pude notar que estaba desvistiéndose porque podía ver un poco, pero aun asi la luz me molestaba así que mejor decidí no abrirlos y quedarme quieta hasta que la apagara de nuevo.

–mmmm!! Que rica te vez desnudita Esthelita… Tu piel clara brilla con la luz… mmmm… que deliciosa te vez!! Que ricas tetas tienes, redonditas y sabrosas, tus piernitas, delgaditas y bien formadas, mmmm… me encanta tocarlas –Me decía mientras me las sobaba con sus manos…

-Me encantas amor, desde que te vi esta mañana en el lavado, con ese pelo enchinado me mataste preciosa, deseaba cogerte ahí mismo, encima del lavado… Pero ahora te tengo en mi cama y te voy a pegar la mejor cogida de tu vida.

Sin decir más se puso encima de mí y comenzó a chuparme los pechos. Lo hacia lentamente, de tal forma que pudiera sentir lo suficientemente bien su lengua en mis pezones.

–AHH… NNH… -gemía mientras lo hacia. Al escucharme comenzó a apretarme con su mano mi otro pechito y de vez en cuando me pellizcaba el pezón. Comencé a excitarme de inmediato, pero no quería que se diera cuenta. Quería por lo menos hacer que batallase, pero fue inútil, al poco tiempo llevo sus dedos a mi conchita y pudo notar lo húmeda que estaba.

–Así que ya estas caliente mi amor, ufff… que putita eres y mira que apenas te probé la rajita y saboree tus tetas. –Pero lo que no sabía es que empezó por lo que considero mis puntos débiles. Al igual que con Martin, me puse húmeda cuando me hizo lo mismo que Alberto.

Volvió a sumergir su cara en mi entrepierna y con su lengua empezó a extraer los líquidos que había producido y a calentarme más.

–ahhh!!! Están deliciosos amor… tus juguitos estas muy sabrosos… más sabrosos que los de mi esposa… mmm… –Y siguió chupando mi conchita.

-HAH!… AHN♥… basta… por favor… bast…a… me… estas… ma…tand…o. –le decía mientras ponía mis manos en su cabeza. Pero Alberto no me hacia caso, al contrario siguió chupando mas rápido y fuerte hasta que por fin comencé a correrme.

–AHHHH♥…NH♥ HN!! ♥ -sentía como la lengua de Alberto se movía mas rápido dentro de mi y extraía todo el flujo que había producido.

Cuando por fin me paso el orgasmo me quede muy quieta respirando, de pronto Alberto dejo de chupar mi sexo y me dijo.

–Eres una chica súper fácil de complacer. Pero que tan buenas eres complaciendo. –me pregunto. Y acto seguido se acostó a un lado de mí y me dijo.

–Te toca chupármela. –No captaba lo que me decía “chupársela a él” pero como… –Anda preciosa, solo mira como esta, necesita un poco de diversión… mire hacia donde me decía y pude ver su verga. Flácida pero larga. –Anda corazón, hazme feliz, hazme sentir lo que yo te hice sentir hacer unos momentos.

No sabia que hacer, tenia miedo de hacer lo que me pedía, no quería hacerlo, me sentiría como una puta si lo hacia.

–anda Esthela, te estoy esperando. –me grito. Y sin pensarla dos veces me baje de la cama y me puse de pie. Lo mire a los ojos y después mire a la puerta. Camine hacia ella y cuando estaba apunto de llegar Alberto me dijo.

–si te quieres ir será inútil, la puerta solo yo la se abrir. –Pero yo no iba hacia la puerta, toque el interruptor y las luces se apagaron. Volví lentamente hacia la cama y cuando por fin me subí a ella comencé a buscar con mis manos el pedazo de Alberto. Cuando por fin lo toque me hinque cerca, me puse un mechón de pelo que me estorbaba por detrás de la oreja y lentamente fui bajando mi cabeza hasta que mis labios tocaron la punta de su verga.

El corazón me latía muy rápido, cerré mis ojos y lentamente fui metiendo su pene en mi boca. Un gemido por parte de Alberto me indico que le gusto la sensación de tener su verga dentro de mi boquita, lentamente y como no queriendo la cosa comencé a meterlo y a sacarlo lentamente. De vez en cuando recorría con mi lengua toda la punta, ocasionando que Alberto temblara levemente.

Por algún motivo que no conocía, una parte de mi le gustaban esos temblores que le ocasionaba a Alberto. Y con cada temblor, seguía chupándosela mas rápido. De pronto escuche un ruido y abrí los ojos. No podía mirar la cara de Alberto pero podía ver un punto rojo que se movía enfrente de mí. Sin dejar de chupar seguía mirando fijamente ese punto rojo que no sabia que era hasta que decidí seguir con lo mio.

Poco a poco la verga de Alberto fue perdiendo flacidez y comenzó a ponerse muy dura. Comencé a chupársela mas rápido, parecía como si estuviera poseída y de pronto Alberto me tomo de la cara y me saco su pedazo de la boca. Escuchaba como su respiración muy agitada y de pronto me recostó en la cama, me tomo de las piernas y me dijo.

–Hiciste un buen trabajo con tu boquita, déjame recompensarte. –Y sin decir más me metió su verga por mi conchita. Por lo mojada que estaba su verga entro de inmediato. Estando recostada boca arriba Alberto comenzó a penetrarme en una posición que me dijo se llamaba el misionero.

El ritmo que llevaba Alberto no era conciso, cambiaba de lento a rápido y viceversa, lo cual ocasionaba que no me acostumbrara a la situación, sin embargo, a los minutos eso ya no importaba, puesto que comencé a excitarme demasiado. Escuchaba como Alberto bufaba. –Ahh… sii… eso… que rica tu concha… ummmm… es perfecta… me decía mientras me cogía. Estaba súper excitada, me dolían los pezones de lo excitada que estaba y pronto comencé a gemir. –AHH♥… NH AH AH♥♥ Alberto se dio cuenta de mi situación y comenzó a darme mas duro. Cuando estaba apunto de alcanzar un segundo orgasmo, Alberto dejo de cogerme y se recostó a un lado de mí tratando de tomar aire. –vaya… me canse… eres difícil de complacer… ufff… ahhh…

Después de un tiempo Alberto seguía sin pronunciar ninguna otra palabra. Cuando por fin creí que ya todo había acabado y ya podía irme a mi casa Alberto se puso de pie y prendió la luz. Cuando lo hizo la luz me lastimo los ojos y los cerré de inmediato. Cuando por fin pude ver mire a Alberto desnudo acomodando unos objetos. Cuando se dio la vuelta pude ver el tamaño de lo que hace unos momentos tenia dentro de mi boca. Quede sorprendía y asustada por el tamaño de su sexo. Pronto volvió a la cama y me ordeno ponerme en cuatro. Pero no quería obedecer, ya quería terminar todo esto e irme a mi departamento, pero al ver que no le hacia caso me tomo del pelo haciendo que por instinto me pusiera en la posición que el deseaba. –Que es lo que quieres ahora –le pregunte temerosa. –Ahora Esthela, vamos a probar tu culito. Me contesto mientras me acariciaba los pompis. –Según Martin, tu culito aun esta sin estrenar, así que vamos a estrenarlo.

De pronto sentí que metía sus dedos en mi rajita y los movía en círculos, instantáneamente sentí que mis piernas perdían fuerza y por un instante pude ver como sus dedos estaban empapados de mis juguitos. Después de eso, los llevo hasta la entrada de mi culito y uno por uno me los metió. Sentí un espasmo intenso acompañado de un dolor agudo.

–Vaya, si que lo tienes apretadito Esthelita, pero con la ayuda de tus juguitos me pedazo entrara fácilmente.

–Espere por favor, no siga, me duele… por favor… y sin hacerme caso puso su mano en mis pompis y lentamente me fue penetrando. Mientras lo hacia ahogue un grito en el colchón de la cama. Alberto me tomo de las caderas y lentamente fue penetrándome. Después de lo que parecía una eternidad de dolor por fin me acostumbre a tener su verga en mi culito, pero para entonces estaba exhausta.

De pronto sentí que sacaba su verga y con sus manos me abría los pompis, sentí su peso en mis piernas, como si se sentara encima de mí y enseguida pude sentir como me la metía por mi conchita. Puso sus dos en mis pompis y lentamente empezó con el mete y saca. Me sentía agradecida de que no siguiera por mi culito pero ahora no me quedaba de otra más que dejarme llevar.

Dejo de sobarme los pompis y puso sus manos a un lado de mí para apoyarse en la cama y poderse acomodar. Yo mientras, me encontraba recostada boca abajo, casi en la orilla de la cama y concentrando todo mi peso en mis brazos con la cabeza ligeramente arriba. Alberto volvió a sentarse encima de mis muslos y puso su mano en la parte baja de mi nuca. Comenzó a cogerme lentamente. Después sentí como con su boca me mordía el cuello y de pronto me tiraba el cabello hacia enfrente.

–AHH…MMM… gemía. Y de pronto comenzó a tirar de mi cabello.

–AHHHH♥…NH♥ HN!! ♥… MMMM♥ -decía mientras aumentaba la velocidad.

Sin aviso alguno comenzó a embestirme muy fuerte y rápido, ocasionando que me empezara a excitar.

– AHH AHH… AHH… MMMM…-gemía con cada embestida que me daba.

De pronto el peso de Alberto ocasiono que quedara completamente recostada en la cama y mi cabeza quedara colgando de la cama. Trataba de levantarme pero Alberto pesaba demasiado y con sus embestidas menos podía.

–NHH NHH NHH AHH.. Hasta que Alberto paro de inmediato.

Veo que te esta gustando, putita… tus gemidos son la provocación que necesito para seguir dándote mas fuerte. Pero al ver que no le respondía comenzó de nuevo. FAP, FAP, FAP… se escuchaba, al momento que Alberto me cogía.

–MMMM… AH… NH… -eso es preciosa, gime, muéstrame que te gusta la forma en que te cojo. Sentía el golpe de sus embestidas en mis pompis y como estas temblaban cada ve que su pelvis chocaba con ellas. –NHH AHH… NNHH UMMMM… Una vez mas Alberto dejo de embestirme y de pronto sentí como su lengua se introducía en mi conchita. Sentí unos espasmos deliciosos y como estos recorrían mi espalda.

Me quede quieta sintiendo todo ese placer y deje que mi cabeza colgara de la cama. Un momento después Alberto continuo de la misma forma que le principio.

–Estas bien rica putita… que rico te estoy cogiendo… tenia años sin coger tan rico… ni con mi esposa había cogido así de rico… ummmm… eres la mejor nena que se a hospedado en el 69 hasta ahora. –y sin decir mas comenzó el mete y saca.

La excitación comenzó a apoderarse de mi cuando Alberto comenzó a darme muy rápido. –UMMM… AH…♥ AH UJUM…♥ UMMM… AH AH♥ -mientras gemía, Alberto me tomo del cabello y jalo de él, se recostó encima de mi espalda y siguió con lo suyo. Sentía como si me estuviera montando y mi cabello fueran las riendas con las que me controlaba.

De pronto escuche un gran gemido por parte de Alberto y sentí como algo caliente me llenaba por dentro. Alberto se estaba corriendo dentro de mí, sentía como su verga disparaba chorros de semen y estos chocaban con las paredes de mi conchita. De pronto Alberto se salió dentro de mi y me giro de tal forma que quedara boca arriba. En un instante chorros de semen comenzaron a caer en mi cara y mis pechos.

–si eso preciosa, siente la lechita caliente que te estoy dando… ummmm sii que rico, ver tu carita llena de mocos… ummmm. –al cabo de unos segundos Alberto se tranquilizo y se recostó a un lado de mi. Yo por otro lado tenía mi carita y mis pechos llenos de semen.

Al cabo de un rato Alberto se quedo dormido y fue cuando aproveche para salir de su departamento. Al ver que no se escuchaba ningún ruido en el edificio, tome mi ropa y subí al quinto piso desnuda, debido a que el cuarto y el quinto piso no tienen luz en los pasillos. Abrí la puerta de mi departamento y me metí enseguida cerrando con seguro de inmediato. Tire la ropa en la sala y me fui directo a la bañera a quitarme todo el semen que Alberto descargo en mi.

La nena del 69

$
0
0

Hola mi nombre es Esthela, soy una chica de 21 años que estudia la universidad. Soy delgada de piel clara, ojos cafés y tengo el cabello rizado de color café. No soy para nada despampanante, mido 156cm y no tengo muchas pompis; a pesar de ello tengo unos pechitos que si bien no son muy grandes son redondos y muy sexis.

Este año empezare otro semestre mas de mi carrera y necesito un lugar donde hospedarme. Originalmente no soy de esta ciudad, mi familia vive en otra y no puede acompañarme por lo que me toca vivir sola.

A una semana de empezar las clases encontré un departamento que a pesar de ser un poco caro, cuenta con muchas comodidades como: refrigerador, estufa, aire acondicionado, dos cuartos y dos camas. A pesar de que pienso vivir sola uno de los cuartos pienso convertirlo en un estudio para mis trabajos. El lugar es un edificio y el departamento que pienso rentar se encuentra en el quinto piso. Eso me agrada por que al ser el último piso nadie me molestara con ruidos en el techo.

Rápidamente hice el contrato con don Albino y le pague un adelanto con el dinero que había ahorrado de mi trabajo de verano. Al firmarlo me llevo al departamento que seria mi próximo hogar. Mientras subíamos las escaleras don Albino me pregunto que si que estudiaba y por qué una niña tan bonita vive sola. Sentí halagador su comentario y le comente mi situación y de mi familia. De pronto salió un tipo de uno de los departamentos y se nos quedo mirando mientras subíamos las escaleras. Cuando llegamos a donde él le pregunto a dos Albino

-Buenas tarde Albino, ¿Qué tenemos por aquí, nueva vecina?

-Que tal Martin. Si será nuestra nueva vecinita… Mientras lo decía pude notar una sonrisa en Martin y en don Albino pero no le tome importancia.

-Oh ya veo. Pues espero que te sientas como en casa nena. ¿En que cuarto estarás?

Como no sabia el número del cuarto me encogí de hombros, pero don Albino le contesto que mi depa seria el 69.

-Oh. Vaya número que te toco nena, así que serás la nena del 69. Mucho gusto, espero ser un buen vecino para ti. Me extendió la mano y me sonrió. Se la estreche y pude notar que era un poco rasposa.

Cuando por fin terminamos de hablar, subimos dos pisos más y llegamos a mi departamento. Tenía todo lo que el cartel decía, además, era amplio para ser un simple departamento, los cuartos no eran muy grandes pero igual se veían cómodos y el baño tenía una tina, así que cuando estuviera muy estresada ya sabía como me relajaría.

Cuando vimos completamente el depa, don Albino me comento que el cuarto del lavado estaba en el sótano del edificio y el tendedero en la azotea, me entrego las llaves y me dijo que disfrutara de mi estancia en el departamento, le di las gracias y cuando estaba apunto de irse, note que me hecho una mirada discreta pero muy completa sobre mí. Cuando por fin se fue, eche una ultima mirada, cerré la puerta y regrese a mi ciudad por todo lo que traería.

Faltando un día para empezar el semestre, volví a mi nuevo departamento, pero esta vez con toda mi ropa y algunas cosas para decorar. Un amigo de la carrera me ayudo a traerme la televisión, una mesa y todo lo que pudiera ser indispensable para poder vivir cómodamente. Al cabo de 4 horas había limpiado y acomodado todo. El departamento se veía hermoso y muy juvenil, justo como me lo había imaginado. Tome un baño en la tina y me metí a la cama para dormir cómodamente.

El resto de la semana fue agobiante, batallaba con el camión en las mañanas y a veces no llegaba a tiempo a la primera clase. Los maestros nos presionaron demasiado a pesar de ser la primera semana y casi siempre llegaba ya a oscuras a mi casa. No les miento, llegaba súper cansada y tener que subir las escaleras se me hacia un martirio.

El viernes por ejemplo de lo cansada que andaba solo alcance a llegar al segundo piso y me quede ahí sentada un buen rato. Cuando estaba a punto de pararme escuche que alguien subía las escaleras. Ni siquiera me pude parar cuando Martin había llegado hasta donde me encontraba.

-Pero mira nada mas que tenemos aquí. Si es la nena del 69. ¿Qué haces sentada en la oscuridad? –me dijo bromeando

-Hola vecino. Estoy descansando, no pude subir mas escalones, ando muy cansada. –le conteste

-Menos mal que eh pasado justo a tiempo para ayudarte pequeña. Si quieres puedo llevarte cargando.

-no se moleste, yo creo que ya puedo subirlos, pero cuando me disponía a subir uno de los escalones, mi pierna derecha se puso débil y caí de pompis en el escalón.

-ya vez preciosa, mejor te llevo.

-no en serio no se moleste… pero antes de que terminara de decir mi frase, Martin me tomo de las piernas y de la espalda y me llevo hasta el quinto piso. La verdad me daba mucha pena, nunca antes me habían cargado así.

Cuando llegamos, Martin me bajo lentamente y mientras lo hacia sentí como una de sus manos se deslizo hasta mis pompis. Rápidamente sentí un escalofrió y di un pequeño salto, pero trate de disimular como si se debiera a otra cosa. Nos despedimos y rápidamente me metí a mi departamento.

Ya adentro tire mi bolso donde guardo mis cuadernos en el sillón. Lentamente me fui quitando los zapatos, el pantalón y la blusa desde la puerta hasta mi cama, quedando únicamente en ropa interior. Me tire en la cama y rápidamente me quede dormida.

Cuando desperté aun era de noche, mire el reloj que tengo al lado de la cama y este marcaba las 12 de la noche. Trate de volver a mi sueño, pero el calor me espanto el sueño, pensé que seria buena idea darme un baño para refrescarme e intentar dormir después. Tome mi bata y fui al baño, abrí la llave de la regadera, el chorro de agua era frio y salía con presión. Me quite la bata y mi ropa interior de color negro para introducirme debajo del chorro de agua.

El agua estaba exquisita, deje que el agua me mojara toda y que mi pelo se remojara por completo. Me quede unos momentos disfrutando del chorro de agua y después comencé a enjabonarme los brazos, mis pechitos, mi pancita, mi sexo, mi cabello rizado, en fin, todo mi cuerpo.

Abrí de nuevo la llave del agua y esta comenzó a tumbar todo el jabón de mi cuerpo. De repente unos chorros de agua golpearon exactamente mis pezones, instantáneamente sentí un escalofrió en todo mi cuerpo. Rápidamente me quite del chorro de agua y puse mis manos en mis pechos. Instantáneamente pude sentir como mis pezones se ponían duritos.

Me quede quieta un momento en la bañera y me quede pensando que nunca había sentido algo así. Aun a mis 22 años sigo siendo virgen. Nunca eh tenido la necesidad de tener relaciones, ni mucho menos me eh llegado a masturbar. Las únicas sensaciones que eh experimentado es cuando las sabanas rosan mis pezones o cuando a veces roso mi sexo con la toalla o mis dedos. Siempre eh tenido el temor de salir embarazada o contraer una enfermedad por causa del sexo.

Después de un buen rato dentro de la bañera, salí de ella y comencé a secarme con la toalla. Seque un poco mi cabello y mis risos habían desaparecido. Siempre pasa lo mismo después de bañarme, pero ya después se forman solitos. Me puse mi bata de baño y comencé a lavarme la boca para dormir bien a gusto.

De pronto escuche un fuerte golpe proveniente de la puerta de mi casa y en un instante, las luces se apagaron. Todo eso me tomo por sorpresa, pero después pensé que quizás un transformador de la luz exploto y por eso se fue la luz. No le tome mucha importancia, me enjuague la boca y Salí del baño. Cuando Sali al pasillo, se veían las luces de la calle prendidas y cuando empecé a sospechar, sentí que alguien me observaba desde la oscuridad, cuando estaba apunto de meterme a mi cuarto sentí que algo me rodeo la cintura y de pronto me pusieron algo en la cara. Inmediatamente me sentí muy débil y la vista se me oscureció.

Cuando abrí los ojos, me dolía la cabeza, -como si tuviera una resaca de fin de semana- todo estaba oscuro aun, solo un poco de luz de la calle entraba por las cortinas de la ventana. Poco a poco me fui recuperando, estaba acostada en lo que parecía mi cama, pero no recordaba como había llegado a ella. Tenía mis brazos estirados para atrás, cuando quise acomodarlos algo me lo impedía. La desesperación comenzó a apoderarse de mí cuando de pronto escuche que algo se movía.

-Por fin despiertas bombón. Empezaba a creer que quizás me había excedido.

-¿Quien anda ahí? ¿Que esta pasando?

-Oh no te preocupes nena. Pronto sabrás que esta pasando.

De pronto escuche rechinar una silla y pude notar que una sombra oscura se acercaba hacia mi.

-No te acerques. Aléjate de mí. Auxiliooooo… -comencé a gritar.

-jajajajajaja no te molestes en gritar, ya es muy noche y nadie te va a escuchar preciosa.

Se puso a un lado de mí y de inmediato sentí como su mano entraba y se deslizaba por la abertura de mi bata. Comenzó a tocar uno de mis pechos y a masajearlos lentamente.

-OHH… no llevas ropa interior… -me dijo- pero yo no le conteste. Apenas había salido del baño y no tuve tiempo para ponérmela.

De pronto dejo de toca mi pechito y comenzó a frotar mis pezones con la yema de sus dedos. Sentí un leve escalofrió como el de la bañera y comencé a temblar un poco.

Después de ponerme duritos los pezones comenzó a apretarme uno de mis senos. Cuando lo hizo sentí un ligero espasmo en todo mi pecho, como si algún musculo se me contrajera repentinamente.

-NNH… AHH… deje salir unos leves sonidos de mi boca. Estaba sudando y no sabía porque.

Al parecer noto mis ligeros espasmos y temblores. Porque comenzó a frotar mis pezones haciendo círculos con su dedo y después me apretaba otra vez. Mientras lo hacia con su otra mano comenzó a frotar con su dedo mi muslo derecho. Las contracciones de mis músculos cada vez eran mayores. Repentinamente comenzó a deslizar su mano por debajo de mi bata, hasta llegar a mi sexo.

-tampoco traes bragas. Eres una exhibicionista…

Solo… ignóralo… me dije a mi misma.-

-Ummm que rico… no ahí rastro de ningún bellito en tu conchita… eres toda una putita…

Saco su mano de mi conchita para después abrir un poco la abertura de abajo mi bata, saco mis pechitos que se encontraban cubiertos por mí bata y los dejo al aire. Después de haber hecho todo eso coloco su mano en mi pelvis y con su dedo comenzó a presionar mi vulva y con su otra mano mis pechos.

-NN… FU… su dedo comenzó a deslizarse por toda mi conchita y rápidamente comencé a temblar. Al darse cuenta, acerco su rostro al mio, quiso darme un beso pero voltie la cara y lo que hizo fue lamer mi oreja. Me sentía tan asustada y tan débil que no sabia que pensar.

Su dedo cada vez se movía mas rápido… y de la sensación me tome de uno de los tubos del respaldo -woow nena, que rápido te mojas- me dijo con tono de burla. Eres increíble. Para ser tan bajita tienes unos senos deliciosos, ni grandes ni pequeños y redonditos. Cuando los vi por primera vez se me antojaron. De pronto me empezó a apretar mis pezones con sus dedos. –NHH… KH… HAH…- solamente me limitaba a decir. No quería contestarle, no se lo merecía. Pero la sensación que experimentaba me ocasionaba hacer esos sonidos.

-NN… HAAH!!- inmediatamente sentí como su dedo me penetro y mientras lo movía dentro de mi conchita, comenzó a besarme y chuparme mis pechitos.

Los espasmos comenzaron a llegar uno tras otro, comencé a temblar un poco más y las contracciones de mis músculos las sentía en mis piernas y brazos. Cerré por un momento mis ojos y me mordí el labio inferior para evitar escapar un gemido. Era una sensación increíble, nunca la había sentido. A pesar de que yo no quería sentir todas estas sensaciones, mi cuerpo me traicionaba y se entregaba a ellas.

Lentamente empezó a meter y sacar su dedo de mi conchita, sentí como que algo salía de mi cintura y recorría la parte de en medio de mi espalda hasta la cabeza. La piel se me puso chinita e inesperadamente deje salir el gemido más rico del mundo. El extraño gozo de mi gemido por que comenzó a chuparme los pechos demasiado rápido ocasionando que el placer aumentara.

Estaba perdida en ese mar de sensaciones nuevas y deliciosas. A pesar de que sabia que no era la forma en que hubiera querido estaba poco a poco entregándome a sus perversiones.

-Que rica eres perra, estas bien sabrosa, tus tetas saben exquisitas, tus pezones son fabulosos… mmm… ahh… -comenzó a morderme los pezones- ya están duritos putita… ya estas bien caliente… desde el día en que te vi con albino… te empecé… a desear…

Cuando escuche eso, se me vino a la mente mi vecino, ¡MARTIN! Entre la mescla de placer y lo que escuche no podía pensar con claridad, no podía creer que mi vecino, ese viejo cuarentón, me estuviera haciendo todas esas cosas.

-Martin, déjeme por favor, no me haga esto… se lo suplico… le dije. De pronto dejo de chuparme las tetas y de penetrarme con su dedo.

-Así que me escuchaste, Esthela… bien… así por lo menos sabrás quien fue el primero en cogerte de todos.

-espere ¿Qué dijo? Le pregunte incrédula a lo que mis oídos escucharon.

Se quito de encima de mí y con sus manos me tomo de las rodillas. –Ahora llego el momento de que me hagas cosa perrita. Dicho eso me abrió las piernas y haciendo un último esfuerzo por mantener mi dignidad intacta, trate de patearlo. Mis esfuerzos fueron en vano, me sujeto muy bien de las piernas e inmediatamente sentí algo caliente en mi conchita. Me quede paralizada, fue cuando entendí que estaba a punto de penetrarme con su verga.

Cerré mis ojos tratando de pensar en algo agradable cuando de pronto sentí como entraba su verga lentamente en mí.

-Kuh… fue lo que pronuncie en ese momento. En mi mente pensaba en lo que algunas amigas me habían contado de su primera vez, me dijeron que dolía mucho y yo estaba asustada por que me fuera a doler bastante.

Después de un bufido de Martin sentí como me envistió tratando de meter más su verga en mí. –GH UH… deje escapar de mi boca. Rápidamente comencé a temblar y la cama comenzó a crujir.

-así que no eres virgen pequeña Esthela… creí que batallaría para meterte todo mi paquete, pero entro fácil. Creo que fue por lo mojada que estas. No lo podía creer, según yo soy virgen, nunca había tenido relaciones, no sabia como entender eso que me decía. De pronto sentí que empezó a embestirme lentamente y comencé a sentir las mismas sensaciones de cuando me metía y sacaba su dedo pero mucho más fuertes.

-Que rico se siente mi amigo dentro de ti pequeña, esta contento de poder visitarte… escuchaba que Martin me decía, pero yo estaba como en trance, con la mirada perdida. Cuando me penetro me quede muy quieta, como si fuera solo una muñeca.

Poco a poco fui sintiendo más y mas esa sensación de excitación en todo mi cuerpo, mi respiración era rápida, mi cuerpo temblaba un poco más y tenia ganas de gemir para poder dejar salir todas esas sensaciones, pero no quería darle ese gusto. Sin embargo, Martin me tomo de los pezones y comenzó a pellizcármelos, no pude aguantar más y le regale un mejor gemido que el de hace poco.

-HAH!… AHN♥…

-eso putita, gime, gime para mi, me excita escuchar tus gemidos me decía él..

- AHHHH♥…NH♥ HN!! ♥

De pronto Martin saco su “amiguito” de mí y se incorporo muy rápido.

-Ni modo pequeña, tu tienes la culpa. Te la meteré sin condón.

QUEEE!!! No creía lo que me decía, no sabia que estaba usando protección, pero ahora que sé que no lo utilizara me empiezo a preocupar en serio. En ese instante siento que me pone algo pegajoso y caliente en la cara.

-Mira mi pene bombón, esta lleno de semen, esta a punto de explotar. Imagina lo bien que se sentirá al metértelo.

A pesar de que estábamos a oscuras pude ver por la luz que entraba de la calle el tamaño de si pene. –W..WOW pensé. Y un olor nauseabundo comenzó a llenar el cuarto.

-Que pasa con este sucio olor… me siento… excitada… pensé –no lo quiero… no lo quiero decía en mis pensamientos.

-Se nota que ya no aguantas más preciosa. Martin trato de abrirme las piernas, pero esta vez estaba decidida a no abrirlas. Sin embargo, Martin fue mas listo y empujo mis piernas hacia enfrente dejando mi conchita expuesta. Cuando sentí la punta de su “amiguito” en mi conchita fue suficiente para enviar mis escalofríos directo al éxtasis a través de mí.

Pensé –es solo un poco mas de lo anterior, puedes soportarlo. Pero lo que me dijo después me dejo sin esperanza alguna.

-Me correré primero, y lo hare dentro de ti. Pero no te creas que ahí terminara todo, si puedo seguir, seguiremos hasta que YO no pueda más.

-NOO!!… le suplique, pero no me hacia caso, empezó a embestirme mas fuerte que antes y pronto comencé a excitarme.

En mi mente decía. –Esto no es posible!! En este punto, no hay manera de que yo pueda resistir más esto…

De pronto un gran espasmo recorrió todo mi cuerpo y Martin lo noto muy bien.

-Así que aquí es!! Grito con aire de victoria Martin. Este es tu “lugar favorito” Esthelita. Por eso no podías correrte a gusto hace unos momentos. Mientras yo solo gemía y gemía. Sentía que su pene aplastaba algo dentro de mi conchita y hacia que por todo mi cuerpo sintiera un sinfín de escalofríos.

-NOO♥ AHH♥… NH AH AH♥♥ solo se escuchaba de parte mía. –pero esta vez, voy a concentrarme en este lugar. Y dicho eso comenzó a embestirme de forma que sintiera toda la fuerza en ese punto que el descubrió en mí.

-HAH HAHN HAH♥ AH♥ AH♥… Sentía como si me estuvieran abriendo todo mi cuerpo. Imagine que así se a de sentir tener un bebe. De pronto sentí que con su mano tomo uno de mis pechos. Rápidamente comenzó a pellizcar mis pezones y con su boca comenzó a chuparme el pezón de mi otro pecho.

-FWAAAH♥♥ AHN♥… Mi mente se quedo en blanco al sentir mis tetas siendo aspiradas con tanta fuerza por Martin.

Y después de todo… me pierdo en el placer y me dejo llevar… escucho a Martin decir –Voy a abrir todo tu útero y voy… a correrme dentro. Pero yo estaba perdida, perdida en el placer y en mis pensamientos. Muy en el fondo de mi mente pienso –No tengo ni el menor interés en él… tampoco quiero terminar adicta al sexo… pero en este momento… solo en este momento… yo…

Pero antes de terminar lo que pensaba comencé a sentir que mi cuerpo comenzaba a vibrar y sentía que los escalofríos salían de mi conchita a cada parte de mi cuerpo y sin saberlo comencé a gemir muy rápido.

- Me corro! ♥ Me corro! ♥ Me corro! ♥ Me corro! comenzó a gritar Martin.

En ese preciso instante comencé a sentir que algo caliente llenaba mi conchita. Escuchaba los gemidos de Martin en mi oreja y sentía como más y más me llenaba de semen. –Ha!!… esto… se siente… tan rico… decía Martin.

Cuando por fin se recupero de su corrida, Martin saco su pene dentro de mí y rápidamente el semen comenzó a brotar de mi vagina. –Vaya, se esta desbordando muy pronto… dijo Martin –Pero maldición, jamás me había corrido tanto de una vez, sentí que me corría el alma. De pronto sentí que puso sus dedos en mi conchita y la abría para examinarla. –Mm… esta es una buena carga. Seria bueno que quedaras embarazada con esto. Y cuando termino de decir eso, cerré mis ojos y me quede profundamente dormida.

Mi primera vez

$
0
0

Me estrene con la vecina de enfrente, no se la edad que tendria ella, tenia una nieta 4 años mas joven que yo y la madre de esta la tuvo a los 23 años, calculo que la abuela rondaria la cincuentena. Yo era un jovencito que comenzaba a menearsela mirando las revistas en las que salian chicas con las tetas desnudas.

Viviamos en un barrio obrero de casas bajas, los vecinos teniamos una relacion familiar. Pepa era viuda y solia mandarme a hacer las pequeñas compras diarias. Ese dia me mando a la tienda y al regresar entre como de costumbre sin avisar, la sorprendi vistiendose, antes de que se pusiese su bata negra pude ver las bragas blancas en las que se clareaba el matorral de vello que le cubria el coño y las tetas las tenia al aire. Eran las primeras tetas que veia en mi vida, mi polla se levanto como accionada por un boton, yo llevaba pantalon de deporte y la ereccion era evidente, Pepa termino de abrocharse y me hizo pasar a la cocina con la compra, me dijo:

-Vaya veo que ya eres todo un hombre.

A la vez que me ponia la mano encima del pantalon, yo estaba excitado y avergonzado a la vez, metio la mano dentro y me agarro la pija y empezo a nenearmela tarde muy poco en soltarle un chorro de leche que le pringo la mano y el antebrazo, avergonzado me marche enseguida.

Por la tarde volvi a su casa, esta vez no hizo falta verle las tetas, nada mas entrar me empalme, ella estaba sentada en el sofa y me pidio que me pusiese frente a ella, bajo mis pantalones con una mano me acaricio los cojones y con la otra volvio a pelarmela, puso la cara para que mi leche la cubriese, le pedi que dejara verle las tetas y la muy zorra me hecho a la calle.

Estuvimos tres dias igual ella me hacia dos o tres pajas diarias pero no me dejaba verle las tetas, una mañana volvio a pajearme llenandose la cara de lefa, fue a lavarse, en lugar de salir a la calle fui detras de ella, cuando estaba agachada en el lavabo me acerque por detras y le agarre las tetas, protesto pero no le hice caso y le hice notar mi nabo todavia tieso en su culo, empezo a moverlo y abri de un tiron sus botones que saltaron contra el espejo, Pepa dio media vuelta y hundio mi cabeza entre sus pechos, no me di cuenta de que se quito las bragas y apreto mi culo hasta que mi polla noto su vello mojado, intento metersela pero yo era inexperto y no sabia follarmela alli de pie, me sento en la tapadera de la taza con mi verga apuntando al techo y se sento sobre mi abierta de piernas llenando su chocho de carne joven, yo me volvia loco comiendole las tetas mientras ella gritaba gozando como una cerda.

Estuvimos follando como locos todos los dias dos o tres veces durante un año mas o menos, nunca practicamos sexo oral porque ninguno de los dos sabiamos que exisitia.

La hija nos sorprendio en una ocasion (lo supe con el tiempo) pero no quiso decirnos nada, dijo que me vio tumbado en la cama y su madre cabalgando sobre mi mientras las tetas de la vieja saltaban.

La amenazada virtud de Virginia

$
0
0

MAIL 1

Querida Paulina:

Desde que dejé Palencia, me han pasado muchas cosas. Tantas que no he podido enviar el mail diario que te prometí, querida prima. ¡Pero es que Madrid es tan estresante! Te envío, éste ahora. No sé qué daría por que papá me perdonase. ¡Qué desgracia que aquel día mis padres se fueron a ver una película pero se hubiera inundado el cine Ortega! Volvieron mucho antes de lo esperado y me encontraron en el sofá, debajo de Higinio. ¡Al pobre le había costado tres años que le entregase lo que más deseaba y justo cuando estaba embocando a puerta sus futuros suegros lo pillan in fragantti!

Mi padre gritó tanto que hasta las voces se oyeron hasta en el río Carrión. Mira que yo intenté taparme pero o mi camisetita de tirantes era demasiado pequeña para la cubrir la enormidad de mis pechos, tanto que entre los nervios y el susto un par de veces se me escapó un pezón, o incluso soy más torpe de lo que creía. Yo no me daba cuenta porque con la excitación creada por la expectativa de entregarme a mi novio se me habían puestos tan duros que estaban totalmente insensibles. Yo sólo lo notaba porque el labio inferior de mi padre empezaba a temblar y se atascaba en su discurso de improperios.

Y de futuro suegro pasó a enemigo mortal del pobre Higinio, que salió corriendo con el rabo entre las piernas. Y mira, que tenía rabo, querida prima.

Y así, mi enfurecido padre, para preservar mi virtud, canceló mi matrícula de primero Magisterio en Palencia, me inscribió en la Complutense y me envió a Madrid a vivir con mi tío Lucas.

Mi tío Lucas nunca ha sido muy listo. Y mira que su mujer es un lince: ha montado un verdadero imperio. Pero, claro, ella, bien bien no es de la familia. Ahora, ha servido para que mi tío Lucas no tenga que volver a trabajar en la vida. Sólo tiene que firmar y aparecer de responsable en todas las empresas, mientras mi tía Amelia lleva los negocios desde la sombra. Así, que aquí estoy, viviendo en Serrano, durmiendo en una habitación tan grande como mi antiguo piso y alejada de las tentaciones del desafortunado Higinio.

Mi tío me ha buscado un noviete madrileño. Creen que no lo sé pero ha sido idea de mi tía Amelia, le oí hablar de que era mejor que los hombres creyesen que ya tenía pareja si el objetivo de mi estancia en Madrid era mantenerme alejada del pecado. Han escogido un vecino, Borja, tan pijo como bobalicón. Es guapo, sí; me adora, sí; me respeta… demasiado.

Con todo, no parece que vaya a ser fácil preservar mi condición en la capital del Reino. Los acontecimientos de este fin de semana demuestran que en esta nueva Babilonia no estoy más segura que en la plácida Palencia.

Sin ir más lejos, lo que pasó el pasado fin de semana. Una cadena de acontecimientos, querida Paulina, que me ha llevado a escribirte este correo.

Iban a inaugurar el último centro comercial. Como siempre, mi tío Lucas cortaría la cinta, departiría con las autoridades mientras mi tía se quedaba en casa y manejaba los hilos desde las sombras. Borja y yo sólo teníamos que arreglarnos y darle al acto un cierto aire familiar.

Borja me compró un vestido espectacular: rojo veneciano, largo. Me hubiera gustado ponerme sujetador pero era tan escotado por la espalda, que no hubiera quedado bien. Así que prescindí de la parte de arriba pero no de las pequeñas braguitas rojas con unos traviesos lacitos, por si Borja se animaba y buscaba un momento de los dos a solas para aventurarse en terrenos inexplorados. Por el mismo motivo, y para rentabilizar la tarjeta de crédito que me había facilitado mi tío lo rematé con una medias blancas sujetas al muslo por elásticos. Los zapatos eran rojos, con un tacón de vértigo, pero total, era un día especial y mi tío había enviado uno de sus Mercedes a que nos recogiera. Todo apuntaba a que poco tendría que caminar. Me recogí el pelo negro sobre la nuca, para destacar mi esbelto cuello. Me veía fantástica en el espejo. Y estaba satisfecha porque el vestido me recogía la mar de bien mis ampulosos pechos pese a ir sin sujetador. Rematé con un lápiz de labios Dior rojo coral, que combinaba perfectamente con mi vestido y mi piel tostada. Fruncí mi carnosos labios y lancé un beso al aire antes de bajar.

Borja estaba en el coche, esperándome. Cuando subí tuve que subirme un tanto la falda, no sé si me vio el final de las medias, pero me resultó evidente que Borjita ponía los ojos como platos ante el espectáculo. Me sentí tan halagada que crucé las piernas y poco me preocupé de que el largo vestido volviese a su posición. No era un escándalo pero qué había de malo es que mi nuevo novio disfrutase de mis redondeadas rodillas.

Caía la noche cuando llegamos al nuevo centro comercial en Alcorcón. Allí empezaron los problemas había una alfombra roja, como en los estrenos de cine y cuatro o cinco fotógrafos que debían ser de prensa local. Tenía que haberme bajado el vestido antes descender pero por miedo a estropearlo hice justo lo contrario, subirlo un poco. Un error, como me di cuenta por la expectación que desperté entre los fotógrafos y el número de flashes que les arranqué. Por suerte había seguido el consejo de las redactores de Cuore: hagas lo que hagas ponte bragas. Ahora, mucho me temía que las mías habían quedado demasiado en evidencia.

–Las cámaras te adoran. ¿No es genial? –me dijo Borja cogiéndome del brazo y llevándome hasta el photo call.

–Sí, no está mal para una chica de Palencia –le murmuré al oído. Y me dio algo de pena, porque pensé que no se enteraba de nada.

La inauguración fue bien. En la planta baja, en la zona de restaurantes, un teniente de alcalde que no dejaba de mirar mi prominente delantera, quizá porque yo soy alta y él un tanto bajito, cortó la cinta y dio un breve discurso. Mi tío estaba henchido de orgullo. Borja también estaba henchido, pero en otro sitio y por otros motivos.

Después de la inauguración había una breve visita. Lo primero que hicimos fue subir por la escalera mecánica hasta la planta superior, donde estaban las tiendas de ropa. Primero iban mi tío y los políticos. Luego, en un pequeño grupo, les seguíamos Borja y yo y otros invitados.

A medio altura noté un tirón. Miré para abajo y con horror descubrí que el bajo de mi vestido rojo veneciano se había enganchado en algún punto de la escalera mecánica. ¡Esto no podía estar pasando!

–Borja –susurré muerta de vergüenza– ¡Ayúdame, mi vestido se ha enganchado!

El tonto del bote de Borja intentó desengancharlo.

–¡Date prisa! ¡Por Dios! –le supliqué mientras notaba como todo el vestido se apretaba en mi cadera, con una tensión insoportable, mientras yo intentaba descender para retrasar el efecto físico. Pero topé con un señor gordito que o llevaba una pistola o es que se alegraba de verme.

–No sale, cariño.

Noté como las costuras estaban empezando a saltar.

– ¡Paren la esca….! –pero le tapé la boca.

–Shisss, Borja… que se va a dar cuenta todo el mundo.

Raaaaaaaasssssssssss! Y el vestido saltó. De repente estaba en una escalera mecánica, en medio de un centro comercial ataviada sólo con unos zapatos de tacón rojo, unas braguitas con lacitos haciendo juego que ahora me parecían escandalosamente pequeñas y unas medias blancas a medio muslo. Ahora sí que todos me estaban mirando. Para colmo, volví oír los mismos flashes y los fotógrafos, que habían puesto sus cámaras en disparador de modo rápido y absolutamente concentradas en mí. Y esta vez no tenía dudas estaba enseñando mucho más de lo que la decencia recomendaba. Sobre todo al haber prescindido del sujetador. Apenas atiné a taparme los pechos. Y luego empecé a correr escaleras arriba dejando boquiabierta a toda la comitiva mientras todos los reportero gráficos no se perdían detalle alguno. Había gente que se reía. Incluso me pareció ver entre el personal algunos jóvenes enarbolando sus móviles para inmortalizar tan humillante situación.

Me refugié en una tienda de la planta de arriba. Borja entró detrás de mí sin aliento casi.

–¡Joder, como corres con esos taconazos!

La dependienta me miró con evidente desaprobación. No era mayor pero a todas luces resultaba menos atractiva yo. Así que el desdén de su mirada era una combinación de la envidia con la de ruptura de sus expectativas inmediatas: no es lo mismo esperar a un teniente de alcalde y a un grupo de ricachones, que ver entrar en tu establecimiento una chica cuya semidesnudez sólo podía ser consecuencia de una moral, como mínimo, distraída.

Yo, como comprenderás, prima, estaba al borde del llanto. Viendo que no podía hablar Borja tomo la palabra:

–Necesitamos algo de ropa.

–Yo sólo estoy aquí para la inauguración.

–Por favor, señora, es un caso de necesidad –suplicó mi pobre Borja.

Ella me volvió a mirar con el mismo desprecio. Yo temblaba como una hoja, con una manita tapaba mis braguitas y con mi brazo cruzado intentaba cubrir mis pezones, cada vez más despiertos por el aire acondicionado de la tienda.

La arisca dependienta optó por perdonarme la vida y con condescendencia me tiró un par de prendas.

–Ande, póngase esto.

Todavía no me había vestido cuando entraron mi tío y un calvorota uniformado que debía ser el jefe de seguridad del centro comercial.

–¿Cómo te encuentras, querida? –preguntó mi tío Lucas.

–Bien… mal… No sé… –llegué a balbucir.

–He requisado todas las tarjetas de memoria de los fotógrafos, señor. No se han guardado ninguna… creo –dudó el calvorota, más atento a mis evoluciones corporales que a lo que estaba diciendo.

–Eso espero. Sería una desgracia que alguna de esas fotos empezara a circular por internet –replicó Borja, como si alguien necesitase tener ideas.

–Lo comprobaré, señor.

No lo dudaba por lo rijosa de su mirada. Aunque, ¿podía culparle? La camiseta gris me iba tan holgada que por los costados cualquiera podría verme los pechos a cualquier vaivén. Y la falda era tan corta que no llegaba a cubrirme el final de las medias. ¿Era mi impresión o parecía una putilla?

–Tío, no puedo salir así.

–A mí no me mire –replicó la dependienta borde–. Yo ya he ayudado lo bastante. Les rogaría que saliesen lo antes posible.

–Si, sí claro –masculló, mi tío.

–Pero, tío, no puedo salir así.

–Serán sólo unos metros, hasta el coche.

Me cogió del brazo y tiró de mí. Iba a cruzar el umbral cuando sonó la alarma.

Mi tío se detuvo. La dependienta se me acercó. Pero el segurata calvorota se interpuso.

–Déjeme a mí, es un tema de seguridad.

Roja de vergüenza no supe qué decir. El tipo metió sus manazas debajo de la camiseta y empezó a buscar el dispositivo antirrobo. Para ser el jefe de seguridad no era muy ducho. Si no, no se entendía por qué no hacía más que manosearme las tetas, sin dar con el maldito sensor.

–Ejem, Braulio, creo que no es necesario –farfulló mi tío.

–Son sus normas, señor. Nadie puede salir con las prendas magnetizadas.

–Ya, pero, pero…

–Sin excepciones. Como usted mismo ordenó, don Lucas. ¿Ve? Aquí está el chivato de la camiseta.

No te puedes imaginar mi vergüenza, prima. No sabía donde meterme.

–Pues, bueno, ya podemos irnos –replicó mi tío.

–No, don Lucas. Todavía queda la faldilla.

Si cualquier situación mala es susceptible de empeorar, aquella lo estaba haciendo. Después de ser manoseada impunemente delante de mi tío y mi flamante novio ahora el calvorota me estaba subiendo la faldilla. Con la excusa de que no volviera a pitar la alarma ahora estaba recurriendo mis muslos, con sus dedazos regordetes, escalando por su cara interior, rozando como sin querer, mi pubis, que notaba mojado, mientras él también lo notaba, avergonzándome más todavía, si ello era realmente posible. ¿Por qué mi cuerpo reaccionaba así si no lo estaba pasando bien, si era tan distinto a lo que siempre había fantaseado? Pero, prima, no podía negar la evidencia. Y menos ahora, cuando, Braulio, aquel gorila de segunda, con su mirada sucia, sus dedos toscos, lo estaba constatando.

–¿Lo encuentra ya? –preguntó el inocentón de Borja, sin entender nada, aunque estaba claro que su pantalón cada vez estaba más y más abultado en donde no debería.

–Es que cada vez los hacen más pequeños –se quejó el esforzado Braulio, que sería voluntarioso pero hábil, lo que se dice hábil, nada de nada. O mucho de mucho si lo que quería era dejarme temblando de deseo, excitadísima a mi pesar y con mi clítoris palpitando como un diapasón.

–Cariño, ¿te encuentras bien? –me preguntó el solícito Borja.

–Oh, ya lo creo que sí –terció irónica la dependienta maledicente.

–¡Ya está! –y el obeso segurata exhibió el pequeño botón como una victoria, mientras yo me quedaba jadeante, casi sin fuerzas, con mis piernas temblando.

Mi tío y mi reciente novio me sacaron en volandas. Apenas podía dar un paso. Me vieron tan mal que la mujer del teniente de alcalde me dio un tranquimazin. A nuestro paso la gente cuchicheaba, se reían tapándose la boca con la mano. Era espantoso. Y eso que no habían estado dentro de la tienda.

En el Mercedes no pude evitar notar como el chófer reajustaba el retrovisor para no perderse detalle. Crucé, las piernas, claro, pero creo que ya era tarde. En todo caso, la falda era demasiado corta, como para parecer recatada. Mi tío que iba delante no se enteraba de nada. Y, además, un par de veces habló por el móvil.

Entre los dos me sacaron del coche. Yo estaba como en estado de shock. No entendía nada.

–Esto no es nuestra casa, tío.

–Tranquila, te llevamos a un sitio en donde te ayudarán.

Subimos un piso. Un tercero. En la puerta, una placa plateada rezaba: Tobías Ugarte. Dr. en Psiquiatría.

Una enfermera que más cincuenta años nos hizo esperar.

–El doctor está despachando con su secretaria. Les atenderá cuando acabe.

Esperamos bastante rato. No hubiera sido tan incómodo de no ser por la mirada de desaprobación de la enfermera-recepcionista, sin duda provocada por mi atuendo. No sabía porque pero aquella camisetita naranja me marcaba los pezones como si fueran dos catanias.

Al ver que los asuntos del doctor se seguían prolongando la émula de la señora Danvers entró asomando la cabeza:

–Doctor Ugarte, le recuerdo que tiene una urgencia.

–¡Y qué se cree que es esto!

Ella cerró la puerta visiblemente molesta. Era difícil saber que le indignaba más: su jefe o tener que seguir contemplándome. A los cinco minutos salió la secretaria. Era una rubia de pelo corto, más bajita que yo, pero con una minifalda bien ceñida y que sin duda se sacaba partido. Aún así, en medio del mareo que llevaba por la pastilla, pude ver la sombra de inseguridad que por un momento veló sus ojos al mirarme.

Entramos por fin. El doctor Ugarte parecía la encarnación del Coronel Sanders, del Kentucky Fried Chicken. La sotabarba más recortada, sí, el pelo cano más corto, sí; pajarita en vez de corbata de lazo, sí; pero las mismas gafas Ray Ban de los 60, gusto por los trajes claros y aspecto de cincuentón atemporal.

–Bien, ustedes dirán.

Fue mi tío Lucas, quien tomó la palabra. Lo explicó todo: los motivos de mi llegada desde Palencia contados con más pelos que señales, mi noviazgo con Borja, allí presente; mi accidente en el centro comercial, la manera en que consiguieron mis actuales prendas… ¿Podía ser más humillante? Sí. El bobo de Borja añadió que algunas de las fotos ya estaban colgadas en internet. Y se las enseñó en su iPhone 5 al psiquiatra. ¿Me lo parecía a mí o por un microsegundo el taimado doctor se había relamido? Menos mal que se olvidaron de los magreos a cargo del inútil del guardia de seguridad que en principio dijo que había requisado todas las fotos… porque si no el heredero de Freud nos deja allí mismo para irle a aullarle a la luna.

–Bien, bien… –les atajó el galeno–. Han hecho bien en traerla a mi consulta. El trauma es de tal magnitud que habrá que actuar sin dilación. Primero tome esto.

Y se acercó a mi con una botellita de agua mineral y una pastilla. Mi tío Lucas le miró inquiriendo.

–Es un valium. Tranquilo.

Alguien le tenía que haber dicho que ya me había tomado un tranquimazín pero mis protectores siguieron mostrando las pocas luces que habían tenido hasta entonces. Yo, perdidos los últimos resortes de mi voluntad, me tragué la pastilla maquinalmente.

–Ahora, salgan. Induciré a la paciente a un estado de hipnosis para que reviva los hechos y los asuma plenamente sin efectos psicológicos secundarios.

Mi tío y Borja se levantaron. Parecían dudar…

–Esperen fuera. Su sobrina queda en buenas manos. ¿Cómo se llamaba?

–Vir… Virginia… –dudó mi tío.

El doctor me tumbó en su diván:

–¿Y cómo se encuentran esas imágenes en internet?

–Buscando “golfilla en centro comercial de Alcorcón” –replicó Borja con tanta celeridad que seguro que no pudo pensar antes de contestar, como al parecer era su costumbre.

Mis dos protectores salieron. Quedé allí con mi bolso a mis pies. De lo que pasó después poco recuerdo. Mi cabeza era un batiburrillo de imágenes. ¿Estaba yo balbuciendo algo? ¿Le explica al doctor Ugarte aquellas imágenes desordenadas que surgían de entre la niebla de mi cabeza? ¿Dormía soñando o hablaba en sueños? Pasaban ante mí los momentos del día como diapositivas desordenadas por un payaso loco y rijoso. Las evidentes erecciones bajo el abultado pantalón de Borja, los fotógrafos persiguiéndome como en un capítulo de Benny Hill, los guardias de seguridad actuando con un exceso de celo que sólo lo justificaría si mi piel fuese parte del arsenal de Al Qaeda y hubiera que revisar cada centímetro, las miradas censuradoras de la dependienta, la recepcionista, la secretaria del doctor, todo mujeres que tenían algo más que hacer que convertirse en objeto de deseo… mis gritos de escándalo… mi angustia.

De repente no pude más. Abrí lo ojos. Me di cuenta de que alguien, el doctor en Psiquiatría por la Universidad de Kentucky, quién si no, me había bajado mi camiseta de tirantes, y que mis pechos estaban doloridos, duros, de un color rojizo en sus partes más sensibles que no era el suyo natural. Me hubiera sorprendido de no tener que asombrarme más si cabe de ver al doctor de marras sentado frente a mí, muy cerca y enarbolando un pedazo de nabo que ni en los mejores huertos de Palencia. ¡Eso era calabacín relleno y no el que preparaba mi madre el Viernes Santo! Lo tenía casi pegando a mi cuerpo así que me retiré asustada, intimidada ante la dimensión de la bicha. Y chillé, claro. Mientras Tobías Ugarte se volcaba en una rociada sin parangón, y no de sus conocimientos, precisamente, que debía tenerlos pero había preferido aquel día exhibir otra cara de su potencial. Seguí chillando y el siguió corriéndose encima mío, como sorprendido de mi mal despertar. Empapada de leche, quedé respirando agitadamente, sentada en el diván. Me había dejado perdida pero no debió ser por impericia, prima, sino por vicio. Porque si sorprendente fue su actitud, más lo fue la velocidad con la que doblegó aquella bestia y la devolvió al receptáculo de su bragueta. De manera que cuando mi tío y mi novio entraron alarmados sólo me vieron a mí de espaldas y el sátiro tenía su aspecto de venerable vendedor de pollo frito reciclado en terapeuta.

–Tranquilos, es que ha despertado de la hipnosis empapada en sudores fríos.

Y con los restos del botellín de agua y una toalla de papel me empezó a limpiar los restos del lechazo, de mi cara, mis senos, mi pelo… Cuando Borja llegó a mi lado el muy hipócrita le dijo:

–Siga usted, que es su novio.

Mientras Borja se aplicaba en demasía a unas tareas que sólo hacían que volver a hincharle su paquete, mi tío y el doctor se alejaron un tanto. Yo me sentía más mancillada que el juramento hipocrático de aquel matasanos. Y sólo puede pillar algunas frases sueltas:

–Sí, es normal que ahora no hable. Lo hará dentro de unas horas (…) Sí, ha ido bien, muy bien, me ha encantado la sesión (…) No, no hace falta que vuelvan (…) Es una chica fuerte y con grandes virtudes, seguro que supera esto con nota (…) No, por favor, no puedo aceptar su dinero. Un caso como el de Virginia para mí es un servicio público (…) No, nada de pastillas. No me gusta drogar a los pacientes. Pero en esta tienda naturistas le venderán Ginko Biloba, que tome una al día, para mantener el ánimo (…) No, no me dé las gracias, don Lucas. No se imagina cómo he disfrutado con esta terapia.

Esto fue hace dos días, Paulina. Cómo puedes ver, no tengo tiempo de aburrirme en la gran ciudad. Y te prometo que te escribiré de nuevo en caso de que haya novedades.

MAIL 2

Querida Paulina:

Primero de todo perdona el retraso. Ya sé que hace un mes que no te escribo. Después, gracias por tus consejos sobre los peligros del Ginko Biloba. Pero eso de que despierta la libido debe de ser sólo una leyenda urbana.

De hecho, me siento mejor. Y sólo tomo una píldora diaria. Es verdad que en la ducha cuando froto con la esponja mis voluptuosos senos, mi plano vientre y mis firmes muslos no puedo evitar un estremecimiento, unos calores, un picor en mis partes… Lo calmaría utilizando mis deditos… Pero mi tía siempre tiene prisa a esas horas de la mañana y no me deja eternizarme en la ducha. Lo mismo me pasa cuando Borja viene a buscarme en moto. El pobre quiere ir de malote pero en realidad no es mi ducho. Bache que hay, bache en que se mete. El pobre sólo le preocupa que con mis pantalones tan ceñidos y la cintura tan baja se me vea el tanga cuando me abrazo inclinada sobre él. Bueno, a lo mejor se me ve algo. Un par de veces algún grupo de chicos en un coche, me han hecho gestos obscenos. ¡Suerte, que mi Borja ni se ha dado cuenta! Pero de lo que debería preocuparse es por la dura suspensión de su motocicleta, porque cada adoquín, cada desnivel, cada banda rugosa, cada badén que sistemáticamente Borjita acaba cogiendo de la peor manera posible acaba castigando mi hipersensibilizado clítoris. De manera que si esos días salía de la bañera en un estado de excitación insatisfecha, bajarme de la moto era todavía peor… He tenido que dejar de llevar pantalones porque muchos días volvía de los paseos en motos tan mojada que tenía que cambiármelos. El resto del día no es mejor, calores, sofocos, palpitaciones, lubrificación excesiva… Me gustaría quedarme a solas y poder darme alguna satisfacción, pero no puedo… Nunca estoy a solas, mi tío, mi tía Amelia, Borja, las amigas pijas de mi novio. Es como la pesadilla de la ínsula de Barataria: en teoría me satisfacen, en la práctica me niegan lo que más necesito. Me quedan las noches, cierto, pero estoy tan agotada que caigo en los brazos de Morfeo, cuando los brazos que yo en verdad querría serían tan diferentes… prima. Pero, no. Estoy convencida de que el Ginko Biloba no tiene nada que ver con todo esto.

Pero lo que me ha impulsado a volver a escribirte y romper mi silencio es que el doctor ha vuelto.

Apareció al borde de la piscina de nuestro piso. Traje color crema, pajarita en tonos tostados. Y pensé: ¡Ojalá! ¡Ojala no hubiera permitido que la amiga más bajita de las amigas de Borja me dejase un bikini! ¡Ojalá no hubiera sido blanco! Y ojalá lo hubiese visto antes de salir del agua, porque el maldito sátiro pudo contemplar como mi cuerpo emergía del agua en todo su esplendor, como aquellos triangulitos eran ridículamente pequeños para mis sobreexcitados pezones después de tantos días de desazón. Pero ya era tarde. Estaba allí, mojada, semidesnuda, con un bikini transparentado por el agua que hacía parecer a mis labios mayores pareciesen los de un ventrílocuo.

–Me alegro de volver a verte, Virginia.

No lo dudaba. Sus ojos no mentían. Se estaba relamiendo, el muy cabrito. Volvía a casa de mis tíos y me encontraba más desnuda de lo que había estado en su gabinete de doctor Caligari.

Azorada me alejé de allí. Tenía tanta prisa que no cogí ni toalla, de manera que nada impidió al obseso doctor solazarse con mi bamboleante trasero mientras me marchaba y sentía que su mirada me atravesaba como si fuera de rayos X.

Pero esto no fue lo más asombroso, querida Paulina. Ya me había vestido con un pantalón pirata blanco, que ahora ya no me parecía tan buena idea que me quedara tan ceñido como cuando me lo compré, y un jersey azul celeste con escote de pico. Vi que gracias al efecto push up de mi sujetador, mis peras tensionaban el jerseicito mucho más de lo conveniente, de manera que por arriba me asomaba un indeseado y prieto canalillo y por debajo se me veía el ombliguillo.

Iba a cambiarme, cuando Borja entró en mi cuarto.

–Espero que no te haya molestado.

–¿Tú? ¿Por qué?

-Por no decirte lo del doctor. Ha sido idea mía.

–Pero si yo estoy bien –le repliqué.

–No, no lo estás. Cada vez que te beso, es como si te molestase, cada vez que te toco me apartas la mano, y el otro día, cuando nos quedamos solos en casa y te subí la camiseta… Apenas mis labios rozaron tus sensibles senos… te alejaste de mí. Esto no puede seguir así. Eres una chica preciosa, Virginia, pero necesitas ayuda.

Bueno, Paulina, he de matizar esto último. Borja es guapo, cierto. Ya viste la foto que te envié. Y está bien dotado, por las dos veces que mis manitas han palpado, por encima, su paquete, que parece tener la insospechada característica definitoria de tensarse en mi presencia. Pero es tan torpe, Paulina… Cuando me toquetea, me acaba haciendo cosquillas; su besos tienen exceso de saliva y lo de que me subió la camiseta es verdad, pero sus mordiscos fueron tan bruscos e inoportunos que me dejaron mis pechos doloridos. Vamos, que es un inútil. Lo que pensaba, prima mía, que tendría remedio. En cambio, todo apuntaba a que la estupidez sería permanente.

Golpearon la puerta. Era el doctor.

–Virginia, Borja… He preparado una salita de estar que me ha dejado tu padre, Borja. Vamos.

Íbamos a bajar, cuando Ugarte preguntó:

–¿Se ha tomado el Ginko Biloba, Virginia?

–Sí… sí.

–¿Puede enseñarme el frasco? No quisiera que se hubieran equivocado en la tienda naturista.

–Ahora mismo.

Fui hasta la cómoda. Busqué en el cajón de arriba, donde tenía las pastillas. No estaban.

–A lo mejor están en el cajón de abajo –apuntó Ugarte.

Cómo era posible. Yo no las había cambiado. Para buscarlas en el cajón siguiente tuve que inclinarme un poco. El frasco tampoco estaba allí. Giré un poco el cuello para decírselo.

–No las encuentro, no… –y vi a Borja y al doctor con unas caras tan culpables que no quise seguir molestándoles y abrí el tercer cajón. A cada cajón más me inclinaba. Escuché a Ugarte que con su tono habitual daba consejos que parecían órdenes:

–Si no está ahí tendrás que buscar más abajo cariño.

–Sí, sí –se sumó Borja con una mezcla de vergüenza y entusiasmo.

Y entonces, Paulina, lo entendí. ¡Tonta de mí! Aquel par me estaban mirando el culo. A más cajones descendía, más en pompa exponía mi redondeado y prieto culito. Pensé en ponerme en cuclillas, pero… qué demonios, ¡que se quedasen con las ganas! Abrí el cuarto y último cajón y ya del todo conciente de la situación, de la cintura baja de mi ceñido pantaloncito pirata, de lo arrapado que me quedaba, de la desafortunada –para mí, no para el par de mirones– elección de una escueta tanguita… ¡negra!, cuyo borde superior seguramente desbordaba ya los pantalones, consciente, prima, de todo empecé a menearlo de un lado a otro mientras decía:

–Nada a la derecha, nada a la izquierda, nada a la derecha de nuevo. ¡Pues no lo encuentro! ¡Seré tonta!

–A lo mejor se ha caído debajo de la cómoda.

Me incliné más si cabe para buscar bajo el mueble, suerte que soy tan flexible que nunca me ha costado tocarme la punta de los pies con mis dedos en la clase de gimnasia. Fijé las piernas dejándolas del todo rectas, sentí todas las costuras del finísimo pantalón a punto de reventar. Entonces, justo entonces, cuando podía sentir las respiraciones jadeantes de aquel par de acosadores, dí con el frasco. Mientras me volvía hacia ellos sonriendo como una boba y exhibiéndolo como si fuera una azafata de El precio justo.

Después de tanto esfuerzo, el doctor Kentucky a penas dio un vistazo para dar su aprobación. Es lo que tiene la vida, querida Paulina, es injusta y ellos siempre se divierten más que nosotras

En sala de estar el doctor Tobías Ugarte había preparado un sofá, alineado con un sillón. Enfrente, un trípode con una pequeña cámara de vídeo.

–Grabaremos la sesión, para dejar constancia científica. Borja ¿Podrías manejar la cámara?

Esto me tranquilizó. Al menos no me quedaría sola con tamaño sátiro. Tenía que haberme acordado de la tía Edelmira, que siempre decía aquello de “Más vale sola que mal acompañada”.

–No sé bien, como va esto.

–Aprieta el botón rojo y listo – le respondió Ugarte.

Yo me senté en el sofá con las rodillas muy juntas. El doctor se puso en la butaca, más coronel Sanders que nunca, con una libreta en el regazo, como si le importase lo que yo fuera a decir.

–Ha de saber que estamos aquí para ayudarla, Virginia. Su novio y yo entendemos que ha pasado por una experiencia traumática, pero vamos a darle toda nuestra… todo nuestro apoyo, quiero decir. Para que pueda volver a la vida de una chica normal, a sus diversiones, sus entretenimientos, sus goces…

–Sí, sí…

–Le haré unas preguntas para calibrar su nivel de incomodidad con los hombres. Usted deberá responder sí o no.

La verdad es que el tipo tenía superpoderes. Cómo si no podía decir frases así mientras me miraba descaradamente a las tetas sin que se le escapase la risa.

–¿Le incomoda que le mire fijamente a los ojos?

Sí, sí, a los ojos. Vaya jeta, tenía el doctorcito de marras, como si no los tuviera imantados a mis cocos.

–No.

–¿Y si me siento aquí? –y pasó a sentarse en el sofá, a mi lado. Di la callada por respuesta.

–¿Y si le toco la rodilla así?

Su mano no era grande, pero era fuerte, firme y la sentí templada.

–¿Y si la subo hasta aquí? –y la arrastró lentamente hasta mi muslo, por encima del pantalón blanco.

Tragué saliva. Pero me sentía relativamente segura. Mi novio estaba allí, la cámara estaba allí. Por mucho psiquiatra que fuese no se atrevería a llegar mas lejos, no en casa de mi tío.

Ante mi pasividad, el clon del Coronel Sanders se volvió hacia la videocámara, hacia Borja:

–No reacciona, parece bloqueada.

Borja tampoco sabía qué decir.

El descarado psiquiatra se levantó y se acercó a mí. Sus piernas casi rozaban mi hombro.

–Veamos que ocurre si reciben un… estímulo más directo.

A pesar de que hasta ahora sus movimientos habían sido deliberadamente pausados, de repente actuó con rapidez: se bajó la cremallera de la bragueta y desenfundó el mismo mango que yo había querido olvidar de su anterior sesión. No sólo estaba muy cerca y era muy grande. Es que cambiaba de inclinación y tamaño a cada segundo.

–Pero, doctor, ejem… ¿No cree que esto es inapropiado? –interpuso Borja desde el fondo de la sala.

–¿Quién es el médico aquí, chaval? Anda, anda… Mira, no dice nada…

Pero esta vez sí que hablé, Paulina, angustiada al ver aquel manubrio cada vez más cerca de mi carita:

–Borja, por Dios… ¡Apaga la cámara!

–No sé cómo, amor –replicó mientras trasteaba la cámara. No, lo suyo no eran ni los cuerpos femeninos ni los botones de la tecnología.

–Vayamos un poco más lejos. Profundicemos en la cuestión.

Tenía aquel nabo rozándome la mejilla y ya estaba claro cuáles eran las intenciones del psiquiatrilla de marras. Intenté apartarme pero como si me leyese el pensamiento me sujetó del brazo. Con una agilidad sorprendente en un hombre de su edad, dio un giro de cadera y aprovechando que abrí mi boquita parta dibujar un “oh” sorprendido la clavó en la tronera.

Oh, sí, querida prima, podía haberme resistido más, pedir ayuda al inútil de mi novio. Podría… sí… pero estaba ya tan mojada, que sólo quería no levantarme del sofá para que no se hiciera evidente en el pantalón, tan pirata, tan ceñido y tan blanco, mi vergüenza. ¿Me traicionaban mis deseos? Yo creo que no, Paulina. Estoy segura que aquel desalmado estaba abusando de mí, de su posición de autoridad y de la confianza que le estaba dando mi tío Lucas. Si embargo, cómo se plegaba mi boca a sus designios, como recorría mi lengua aquel vergajo, como movía la cabeza hacia delante y atrás intentando que Tobías Ugarte, doctor en Psiquiatría, descargase en mí todo lo que llevaba dentro, que no era sabiduría científica precisamente. ¿Cómo podía sentirme yo así, tan desatada, tan… déjame decirlo, prima, tan caliente? Yo, bien lo sabes nunca he sido de esas… pero allí estaba yo, comiéndole el rabo con más voluntad que pericia a un señor de edad provecta.

Me libré de su garra, porque me estaba haciendo daño en el brazo. Iba a conseguir sacármela de la boca cuando aquel cimbel se derramó por fin. El doctor venía bien cargado, porque tenía más excedentes lecheros que la Unión Europea. Decir surtidor, sería decir poco… decir aspersor, sería quedarme corta… propulsor, manguerazo… se ajustaría más aquel desparrame… Nunca aquel jersey azul celeste me había durado tan poco tiempo limpio… ¡Por Dios!

–¡Oh, me encanta mi trabajo! –farfulló el galeno, exhausto, pero no precisamente por el tratamiento terapéutico.

Volvió a enfundar el instrumento con la destreza en que David Copperfield hubiera hecho desaparecer la Torre de Pisa. Volvía a ser el tipo de gesto sosegado.

Miró a Borja, que estaba boquiabierto.

–Muchacho, hemos avanzado mucho. En poco tiempo tu novia se librará de todas sus inhibiciones y traumas y podréis disfrutar como una pareja normal.

–Yo, yo…

Avanzó hacia él. Pensé que le iba a dar una palmada de ánimo. Pero no. Pura y simplemente extrajo la tarjeta de memoria de la cámara doméstica con la misma destreza con la que desplegaba su sorprendente pollón. Se la guardó en su americana color crema.

–Voy a despedirme de tu tío.

Y a mí, casi sin mirarme:

–Y tú, cuídate, Virginia. Y no te olvides de seguir tomando el Ginko Biloba.

Nos quedamos solos. Borja vino hacia mí. Por el bulto de su pantalón, sólo puedo decir que había una parte de su cuerpo que no había quedado indiferente. Intentó ponerme una mano en el hombro pero se la aparté de mala manera:

–¡No me toques, imbécil!

¿Crees que hice mal? A lo mejor el pobre Borja no estaba actuando de mala fe. Pero es que me sentía tan enfadada con él, prima. Sí, ya lo sé. Había sido el doctor el que había abusado de mi confianza y de mi boca, pero… No sé. Por eso te escribo. Para que me des tu opinión. Y sin más, se despide afectísima:

INTERLUDIO EN UNA CAFETERÍA.

–No te asustes. ¿Te importa que me siente?

–No, no.

–¿Te acuerdas de mí?

–Sí, me suenas pero… Espera, ya sé… La secretaria de Tobías Ugarte, ¿quizás?

–Efectivamente. Pensé que no me conocerías sin minifalda. Sólo la llevo en el trabajo.

–Jajajaja, no, no es eso. Soy mala para las caras.

–Yo también… Pero soy buena para los cuerpos. Y el tuyo es de escándalo. ¿Virginia, no?

–Sí. ¿Cómo me has encontrado?

–Tobías sabe donde vives. Sólo tuve que seguirte y ver dónde desayunabas. Sí, tomaré un café, sólo, con dos azucarillos.

–¿No temes engordar?

–Soy muy golosa. Me llamo Adele, en francés.

–Encantada.

–Quería hablar contigo.

–Supongo, Adele.

–Ya habrá intuido que no soy sólo la secretaria de Tobías Ugarte. Y que no me contrató por mis conocimientos de FP Administrativo.

–No… yo, no…

–No te avergüences, Virginia. Que las dos somos adultas. ¿Sabes lo que estaba haciendo el día que llegaste a la consulta por sorpresa?

–¿Repasar los casos pendientes?

–Repaso sí. Pero a su verga. La tenía en mi boca cuando llegaste con tu tío y tu novio.

–Lo… lo siento.

–Más lo sintió él. No pudo acabar y te tuvo que atender en un estado que no era el más conveniente. Por eso creo que pasó lo que pasó.

–Yo, yo… no sé qué decir.

–Pero es que desde entonces, no es el mismo Virginia.

–Desde entonces está obsesionado contigo. Ya sé que se coló en tu casa.

–No te imaginas lo que me hizo, Adele.

–No, no me lo imagino. Porque vi el vídeo. Y porque he leído tus mail.

–Pero… pero…

–Por eso te aviso. Cuando se te cayó el bolso en tu consulta se te calló un papelito que con tus claves de correo electrónico: Carrion1991. El cabrón ha leído los mails que le envías a tu prima. Creo que le ponen más cachondo, incluso que el vídeo.

–¡Qué horror!

–Por eso te aviso.

–Gracias, eres una buena amiga, Adele.

–No te creas. Es que desde que te conoció, Virginia, el doctor Ugarte ya no es el mismo.

–¿Sí?

–Está como encegado contigo. Ya no me mira. Ya no juega.

–¿Juegos?

–Sí, antes tenía juegos. Tobías hacía ver que perdía el bolígrafo y me mandaba buscarlo a gatas por todo es despacho. Ya te imaginas lo que pasaba con esas minifaldas que llevo al trabajo. O yo fingía que se me caía una carpeta y tenía que agacharme a recogerla… para que el me ayudase… ¡Imagínate las cosas que ha visto esa moqueta!

–¡Por Dios! ¡Qué vergüenza!

–Eso no era lo peor. Se inventaba faltas para darme azotes en el culo poniéndome en su regazo o me regañaba por venir muy escotada en el autobús… En esos casos le tenía que entregar una prenda, en la mayoría de las ocasiones, el sujetador.

–¿Por qué no cambias de trabajo? Pareces competente, seria.

–¿Qué dices? ¿Y estar en una oficina normal, con un trabajo normal, esperando que un idiota de contabilidad me quiera invitar al cine? ¡Quita, quita! ¡Qué aburrimiento! Este trabajo es fantástico. Siempre diferente, cada día un reto. Y ya has visto las… dimensiones del material de trabajo. En pocas empresas podría encontrar tamaño equipamiento, tener tantos incentivos y me darían un nivel de satisfacción similar. Tobías Ugarte será un obseso, pero es un jefe que te marca retos, te lleva al límite y siempre te pide más.

–¿Y entonces?

–Pues quiero avisarte. Porque tú no eres como yo. Eres una buena chica, Virginia, quieres una vida normal, un novio normal y una relación normal. Por eso no te mereces que ese cerdo te acose, te espíe y se aproveche de ti.

–Pero tú, hasta ahora, estabas encantada ¿no?

–Bueno, pero a lo mejor lo que es bueno para mí puede no ser bueno para ti. ¡Dios, que malo está este café! ¡La cuenta, por favor!

–No, ya pago no.

–No, para nada, Virginia. Sólo faltaría. Con el lío en que te está metiendo mi jefe. ¡Mira, y con propina!

–Pues nada, muchas gracias.

–Me voy. Que hoy hay descuento en la web de lencería Aubade-Accueil.

–Vale, nos vemos.

–No creo. Pero ¡besitos!

MAIL 3

Querida Paulina:

Mamá me sigue llamando habitualmente. Está muy preocupada por mi nuevo novio y por si amenaza mi trabajosamente conservada virtud.

No creo que haya peligro, al menos por ese lado Y menos ahora que a veces salimos con carabina. Me pasó este fin de semana. Yo, tonta de mí, pensaba que con un poco de suerte acabaría entre los brazos de Borja. Por eso me había vestido para la ocasión: una blusa rosa palo ceñida, si me vieses me criticarías, prima, o dirías que se me había soltado abrochar el tercer botón de la blusa. Yo te diría que no me había dado cuenta, pero sería mentira, en realidad lo había hecho aposta para que Borja no pudiera dejar de mirarme de reojo, y que los bordes de mi sujetador rojo ejercieran como un piloto de alerta, de esos que se encienden y se apagan. Me dirás que me he vuelto mala, pero no sé si será por el Ginko Biloba, que sigo tomando, o por qué pero me paso la mayor parte del día ardiendo por dentro y buscando un excusa para tocar mi cuerpo a cada momento… me acarició los tobillos, me abrazo a mi propia cintura, me froto la nuca…

La falda es negra, por encima de la rodilla y de una tela elástica que parece una segunda piel. Llevo unas medias canela con pequeños lunares negros y unos zapatos de tacón de vértigo… Jejeje, ventajas de saber que vas a ir en coche. Ya sé, ya sé, lo importante está en el interior. Pero la falda es tan ceñida que no he podido ponerme liguero… Aunque, eso sí… las medias acaban a medio muslo y tienen un ribete rojo que hacen juego con mis pequeñas braguitas del mismo color.

El coche de Borja me encanta. Es un Lexus LFA blanco, supercómodo. Pero muy bajo con lo que es difícil subir y bajar. Al entrar no me importó, al contrario, disfruté subiéndome la ceñida falda hasta que dejé al pobre Borja ojiplático con el final de mis medias de encajes, sus detalles de lencería roja y el principio de mis dorados y firmes muslos. Bajar ya fue otra cosa. Borja, tan inoportuno como siempre, pensó más en su coche que en su novia… y quiso parar el vehículo junto con a un grupo de aparcacoches especialmente ociosos. Pienso que tendré que bajar y para ello deberé subirme de nuevo la falda mucho más de lo que sería deseable para un chica de mi reputación. Un guapo aparcacoches, con esa mirada canalla que tanto te gusta, prima, se acerca a abrirme la puerta. Siento una punzada de vergüenza, pero luego pienso que, qué demonios, tengo unas piernas espléndidas, y mis dedos pinzan la falda dispuestos a subirla lo que fuera necesario.

Pero en ese momento una mano pequeña golpeó al joven aparcacoches en un gesto rápido, inapelable y una figura extrañamente familiar le sustituye, abriendo la puerta. Lleva un traje de un pálido verde pistacho y pajarita de lunares a juego. La discreción no ha sido nunca lo suyo, pienso mientras solícito el doctor Tobías Ugarte me abre la portezuela del coche. Entonces me doy cuenta de que me he distraído y que de manera mecánica me he subido la falda mucho más de lo que recomendaba la decencia y lo que le iba a alegrar la tarde al apuesto aparcacoches acaba solazando al sátiro del psiquiatra, que me da su mano pequeña pero firme para que baje más segura, con esos tacones. El momento sólo dura unos segundos, pero se me hacen eternos. Y creo que serán eternos también en la calenturienta memoria del doctor.

–No te había dicho nada, pero el doctor Ugarte vendrá con nosotros al cine. ¿No te importa, verdad?

–Deberías avisarme de estas cosas, amor.

Ugarte se colocó entre los dos, como una figura protectora, y nos rodeó a ambos por los hombros.

–Verás, querida. Borja y yo hemos hablado y hemos coincidido en que será bueno que acudiera como observador a una de vuestras salidas de esparcimiento. Para ver cómo te comportas, estudiar tu lenguaje corporal y ver la manera de ayudarte a que te abras más. Por tu bien, claro.

El muy cretino no sabía que venía dispuesta abrirme lo que hiciera falta, pero no en su presencia. Al menos era un lugar público, eso me tranquilizaba.

La película era un último estreno en 3D de esos que causan furor. Borja había comprado las entradas con antelación. Teníamos tres de los mejores asientos, prima. Son fantásticos. Yo me he sentado entre Borja y el doctor, enzarzados en un duelo a ver quien mira más veces el warning de la parte central de mi sujetador rojo, que ora se ve, ora no se ve, entre las simas de ese tercer botón estratégicamente abierto.

Con estos mimbres se apagó la luz y empezaron los trailers. Borja puso su mano en mi rodilla izquierda, de manera simétrica el doctor Tobías Ugarte hizo lo mismo en la otra pierna. La diferencia era que mientras el cándido Borja estaba con las gafas 3D puestas el doctor se las metió en el bolsillo. Al parecer, a su izquierda había algo más interesante que en la pantalla para ver: yo misma, sin ir más lejos.

Tan interesante era que el doctor empezó a disfrutar de las tres dimensiones, pero de las mías. Su mano empezó a correr con la precisión de una araña mecánica, subiendo desde mi espalda, haciendo que sintiese escalofríos que viajaban como una corriente de dónde él tocaba, en ascenso mecánico, incesante y preciso, hasta mi nuca haciendo que mi ya castigado cuerpo, por la inutilidad de Borja combinada por el abuso del Ginko Biloba, sufriera todavía más de lo que ya estaba soportando aquellos días, que se hacían tan largos como las noches.

¿Cómo podía hacer vibrar mi cuerpo de aquella manera? Como si fuera un piano y él el maestro, el virtuoso que sabía que teclas tocar para surgiese aquella melodía lujuriosa de un cuerpo, el mío, tan castigado por la expectativa de deseo como por la falta del mismo.

Su mano-araña ya estaba de vuelta en mi cadera. ¿Notaría que las braguitas rojas que llevaba eran especialmente pequeñas? Esperaba que no. ¡Qué iba a pensar de mí, Paulina! Pero, por otro lado, qué me importaba a mí lo que creyese aquel depravado, aquel sátiro, con cuyo tacto me estremecía por fuera y me mojaba por dentro, sintiendo como todos mis músculos se aflojaban, como me abandonaba la voluntad. Dí gracias a estar sentada. Pero ahora era consciente de que al malévolo psiquiatra no le frenaría que estuviésemos rodeados de gente. Al contrario. Cómo decía aquel, qué lugar mejor para ocultar algo que delante de todo el mundo.

La mano ha avanzado hasta mi espalda, levanta el borde de la blusa palo y entra por el borde de la falda, se sumerge entre mi piel y mis braguitas y con una precisión militar se desliza por mi rajita posterior en busca de territorios inexplorados. Borja se vuelve hacia mí. Es imposible que vea, nada, aunque eso no ha sido un impedimento. Al menos esta vez no se ha traído la cámara de vídeo. Debe ser que el doctor Ugarte tiene más miedo a la SGAE a que yo organice un escándalo. Arrancan los títulos de crédito.

–Tiene muy buena pinta, ¿no?

–Sí, sí –y le apreté la mano, recostándome un poco como él para reconfortarle, aunque pronto entendí que ese cambio de posición exponía más mi popa a los sucios manejos del siniestro personajillo.

A medida que se intrincaba el paso, el doctor no se frenaba. Había menos espacio sí, pero envío de avanzadilla a su dedo corazón que en su atrevimiento llegó hasta donde nadie había llegado, a mi sorprendido culito, que no daba crédito… ¡Díos! ¡Cómo se movía en círculo! ¿Dónde habría aprendido eso? ¿Con la secretaria descocada? ¿O con otras jóvenes y atractivas pacientes a las que habría llevado al punto de ebullición? ¡Díos! ¡No iba a parar? Borja notó que me removía.

–¿Estás incómoda, amor? –me susurró.

–No, pero… ohhhh, uy, ….¡ahhhh! ¡Ahhh! –aunque por suerte conseguí ahogar mis suspiros provocados de la descarga de placer que me había provocado aquel dedito travieso y espeleólogo, perdido en mi cuevita trasera del placer. Si antes estaba mojada, ahora se había roto la presa. ¿Cómo podía hacer algo así un tipo como aquel, que si hubiera visto por la calle no hubiera dedicado ni una mirada de piedad?

Comenzaba la película. Yo pensaba que después de aquel orgasmo me dejaría tranquila, pero mi novio me miró y me advirtió:

–Cariño, te sangra el labio.

Me toqué el labio y sí, sangraba levemente. Me había esforzado tanto en ahogar mi grito de placer que no me había dado cuenta de cómo me había mordido el labio inferior. Borja me miraba levantando la gafas 3D.

–Yo, yo…

Entonces Tobías Ugarte llegó a mi rescate.

–Tenga, use mi pañuelo.

El pañuelo era de lino, finísimo, con iniciales bordadas, deliciosamente anticuado. Me alivió tanto que casi no me di cuenta que aquel dedo corazón se había retirado de mis Termópilas. Con mi mano izquierda me limpié la sangre de la boca. Pensé, Paulina, que mi calvario había terminado. ¡Qué equivocada que estaba!

La zarpa de Ugarte se cerró sobre mi muñeca y una vez más me sorprendió su fuerza y precisión, pese a lo pequeña y paliducha que parecía. Tiró de mí y me puso la mano encima de su abultado paquete. Yo cerré el puñito, pero él me la golpeó un par de veces sobre aquella barra que no por conocida dejaba de sorprenderme. Al final cedí y abrí mi manita para que él la restregase a placer sobre su miembro… confinado, sí, pero no por mucho tiempo.

Tras mis caricias, en parte forzadas, el tipo demostró una vez más que era el Houdini de las braguetas. Visto y no visto y aquello ya estaba fuera, inhiesto, palpitante. Tobías Ugarte me guió para que sin mirarle le diera un concierto de zambomba digo del Teatro del Real.

Pero no era suficiente. Estaba claro que la dotación del doctor no era sólo excepcional sino que tenía muchísimo que dar. Se que no debía, Paulina, pero es difícil que entiendas lo mojada que estaba, el placer que me había dado y como aquel tsunami de sensaciones había arrasado mi puerto, mi dársena y todo el sentido común que podía quedarme. Así que me sorprendí a mí misma diciéndole a Borja:

–Perdona, cariño, creo que se me ha caído el pañuelo. Voy a buscarlo.

Estaba maravillada conmigo misma. ¡Cómo podía ser tan puta! ¿Dónde había estado escondida todos estos años esta Virginia golfilla que ahora se destapa aprovechando la oscuridad de un cine? Sin respuestas para éstas ni para otras preguntas cambié de postura y me puse manos a la obra, bueno, manos, boca, cuerpo y alma. Vamos que se la estaba comiendo a un señor maduro con mi novio sentado al lado y mirando un peli de tiros, sin que el muy bobo se percatase de que la verdadera acción estaba justo a su derecha.

Con el grado que da la experiencia, Paulina, esta vez no me sorprendió ni el tamaño ni el diámetro. Es lo que tiene la costumbre, que una se hace a todo. Eso sí el morbo de la situación hacía que estuviese más caliente que la plancha del Asador de Palencia, al que a veces mi padre nos llevaba los domingos. Sin corazón, la mano experta mano aprovechó lo volcada que estaba en comerle el rabo a mi esforzado psiquiatra para separarme las rodillas y escalar por mis muslos, que en ese momento estaban más mojados que una pared rocosa una mañana de rocío. Me sorprendió lo lejos y rápido que llegó, pero sobre todo que me tocase con ese ritmo, como si adivinase una vez más mis pulsiones más secretas y lo necesitada que estaba de este tipo de atenciones. No creo que como psiquiatra fuese muy bueno, prima, pero como masajista no tenía parangón. Mi mente seguramente no necesitaba aquello, pero mi cuerpo era otro cantar. Y Tobías Ugarte sabía perfectamente qué acariciar, qué frotar, a dónde llegar para dejarme tranquila de una vez.

Con esa dedicación y entrega cómo no iba yo a pagarle con la misma moneda, cómo no iban a regodearse mis labios en cada centímetro de su falo, como no iba a juguetear mi lengua, martilleando la punta de su glande… hasta que se volviese loco. Pensé que me apuntaría un tanto y que le haría gritar pero el muy ladino volvió a sorprenderme: no sólo atemperó el ritmo hasta situarse a mi par, de manera que colocó en paralelo a su placer y al mío sino que además esperó a uno de los momentos cumbres de la película. Así, cuando se descubre que el laboratorio se contaminado de un virus que vuelve zombies a los científicos momento combinado de explosión y susto, justo al final del primer rollo, el cabrón descargó, con un rugido gutural que pasó desapercibido entre tanto grito, estallido y sonido Dolby Sourround. Yo tragué, prima, qué iba a hacer, si yo misma era sacudida por una nueva oleada de placer provocada por el chapoteo de sus hábiles dedos en la charca en la que se encontraban mis labios… menores.

Me estaba reincorporando secándome la boca con el dorso de la mano cuando Borja, siempre en el guindo, me espetó:

–Virginia, amor, que has tardado mucho en encontrar el pañuelo y te estás perdiendo lo mejor de la peli.

Se equivocaba: claro, lo mejor de la peli era la nueva versión de Niágara, pero se había proyectado en mi boca, donde nadie había podido verlo. Me volví hacia Tobías Ugarte para comprobar si su mayor apéndice había quedado al descubierto, pero sólo se veía un vaso de refresco tamaño XL. ¿Otro nuevo truco o simple camuflaje? Su habilidad de mago con varita extralarga no dejaba de asombrarme.

Por fin pude ver la película más a menos tranquila, sólo inquietada por los torpes manoseos de Borja, que me molestaron más que otra cosa. Pero es que después de conducir un Fórmula 1 no puedes flipar con un Scalextric, prima, tú ya me entiendes.

A la salida del cine, casi sin mirarme, Tobías Ugarte se plantó ante mi novio, le puso la mano en el hombro y le dijo.

–Muchacho, veo a tu novia mucho más relajada. Creo que estáis cada día más cerca de ser un pareja normal. Y ahora os dejo solos para que tengáis un poco de intimidad.

Y se fue tan tranquilo. Bueno, era verdad que yo me había quedado relajada. ¡Pero no digamos él! Cuando me dejó en casa Borja se moría porque se la cascara. Como entenderás, Paulina, yo ya no tenía el cuerpo para más trajines así que al pobre lo dejé con las ganas. Mientras me metía en la cama sentí que cada vez estaban más lejos Palencia y la chica que había salido de allí.

Ya te iré contando cuando haya más novedades.

MAIL 4

Querida Paulina:

No te crearás lo que ha pasado estos días. La verdad es que no creo que sea por la cuenta del descarado del doctor Tobías Ugarte, porque yo creo que más inútil su tratamiento no ha podido ser, bueno inútil para mí, porque para él, anda que no se ha aprovechado, el muy descarado. Pero a lo mejor sí que el Ginko Biloba tiene efectos desinhibidores. El caso es que en los últimos días Borja y yo hemos hecho avances que en el momento en que te escribí mi último mail, hubieran resultado impensables. Al pasar de los días sus aproximaciones no han mejorado, la verdad es que siguen siendo igual de torpes, de ridículos, de poco estimulantes… Pero no sé por qué, tal vez porque ha aumentado su frecuencia, como si sólo verme despertase en él una bestia lujuriosa, que no puede tener las manos quietas, que a la mínima me soba, me asalta, me manosea, me pellizca. Sí, ha sido previsible, querida prima. Pero eso también ha conseguido que yo me vaya dejando hacer, más que nada por lo amable que es. Y mira que está bien dotado. Pero en lo táctil sigue siendo un torpe de cuidado y su verbo… vamos, que no ha venido al mundo con el don de la palabra. Y no es que me guste cuando calla porque está como ausente. Es que al menos callado no dice tonterías porque, prima, muchas luces tampoco tiene. Pero, bueno, cuántas chicas de Palencia no matarían por tener un novio guapo, buenazo y con dinero.

El caso es que a medida que sus ataques iban encontrando menos resistencia, y que si bien no hallado tropas colaboracionistas, hasta él se ha percatado de la ausencia de un frente estable. En todo caso, yo ya le he dejado claro que una cosa es invadir Rusia y otra tomar el Palacio de Invierno. Mamá me hizo jurar que preservaría mi virtud en la gran ciudad y he cumplido a pie juntillas. Y eso que en Madrid me han sobrado las tentaciones, y que mi cuerpo sigue ardiente y mi mente sólo divaga hacia los pensamientos más lúbricos. Eso y los torpes toqueteos de Borja sólo lograron que volviese el estado de desazón en que estaba sumida antes de que fuera al cine en aquel día memorable del quedé constancia en el mail anterior.

Desde el principio he dejado claro a Borja que de triki-triki nada de nada. Que soy muy chapada a la antigua. Y el pobre sabe tan poco de mujeres que no ha caído en lo caliente que anda una con el poco tiempo que mis tíos y el arranque de la facultad me han dejado.

El caso es que Borja el otro día dio el paso. Me había llevado a El Prado, pero yo creo que en vez de a las obras de arte se de dedicaba a admirarme a mí. Tal vez porque escogí para la ocasión un vestido blanco de suaves estampados azules, fresco, veraniego, de finos tirantes que realzaba mi escote, quizá demasiado, apretando mis pechos y pujándolos hacia arriba como si fuesen dos globos de helio a punto de reventar. Me recogí el pelo, dejando sueltos a posta sólo algunos mechones y me di un último vistazo en el espejo y constaté con horror que el vestido resultaba demasiado transparente y que incluso se hacía visible las también satinadas y caladitas braguitas azules que había escogido para la ocasión. Me hubiera gustado cambiarme pero en ese momento, entró Borja en el cuarto, me cogió del brazo y tiró de mí con determinación, nervioso porque según él llegábamos tarde. Total, que de esa guisa y con esa iluminación que tiene el Prado, no sé por qué tantos hombres querían ver Las Meninas justo desde detrás mío. Debe ser por eso de que para disfrutar del arte hace falta una cierta perspectiva. Pero es muy curioso, prima, porque un par de veces que me giré vi a un par de esposas o novias que se llevaban a sus parejas recriminándoles no se qué voz baja. No sé qué pasaría. A lo mejor es que a algunas mujeres no les gusta Velazquez.

La verdad es que a mí sí que me gusta y me recreé en mirar todos los cuadros que quise. Aunque noté que a Borja no le gustaba que a veces preguntase al personal del museo, siempre amables caballeros que no sé cómo se lo hacían para coincidir siempre cerca mío, para preguntarles por tal o cuál obra tríptico en mano. Y ellos siempre me indicaban con la mayor amabilidad, e incluso uno insistió en acompañarme, pese a las quejas de Borja reiterando una y otra vez que no era para nada necesario. El personal era muy solícito, pero sus explicaciones me resultaron morosas, confusas. Si yo fuera mal pensada, prima, hubiera creído que prestaban más atención a mi escote que a los trípticos que les mostraba para que me dijesen donde podía encontrar esto o aquello o que significado tenía aquella estatuilla en vez de aquella otra. Un par de ellos incluso fueron tan amables que apoyaron su mano en la cintura, aunque uno de bigote muy poblado, creo que no tenía muy claro bien bien donde caía mi cintura.

Borja se enfadó, claro. Empezó a asegurarme que cada hombre que pasaba junto a mí, que cada caballero que amablemente me cedía el paso en realidad me estaba taladrando con los ojos. Y no sólo estaba loco de celos, a cada a rato parecía más y más excitado en el peor, o mejor sentido, según se mirase.

El caso es que justo en el coche, cuando ya me iba a dejar en casa de tío Lucas, volvió a empezar sus torpes toquetos, sus besuqueos. Como otras veces en los últimos días pensé que se contentaría con un rápido trabajito manual. ¡Es tan tierno, Paulina! ¡No te imaginas lo rápido que se corre! El caso es que ya estaba desabrochándole la bragueta cuando va y me suelta:

–No, espera.

Me quedé quieta.

–No quiero seguir con esto, día tras día. Quiero llegar hasta el final. Quiero casarme contigo.

Y sacó el anillo del bolsillo del pantalón. Vaya, no era lo que yo pensaba, después de todo.

¿Podía decirle que no? Guapo, rico, buen tío y dispuesto a esperar.

El caso es que a mi tío Lucas y su mujer les encantó la idea del compromiso. Tanto, que decidieron dar una cena en casa para celebrarlo. Para mi sorpresa fui yo la que dije, ante la reducida lista de invitados que viniese el doctor Ugarte.

–Después de todo estamos aquí gracias a él.

Tanto a mi ya prometido, Borja, como al tío Lucas y su mujer, Amelia, les encantó la idea. Me pregunté cómo había podido ser tan golfa de proponerlo, yo que, después de todo, sólo había sido víctima de sus manejos. Sin embargo no pude resistir el impulso de hacer la propuesta, tal vez porque después de tantos abusos no quería perder la oportunidad de pasarle la mano por la cara con la celebración de mi petición de mano.

Podía decir que me sentía segura en casa de mi tío. Pero la experiencia previa demostraba que mi actual residencia no había servido para protegerme, como tampoco las supuestas garantías éticas de la que hubiera tenido que disfrutar en la consulta o la seguridad implícita que me tenía que haber beneficiado en un espacio público como un cine.

Los días previos fueron un frenesí de preparativos. Tal y como esperaba el rijoso doctor aceptó la invitación sin dudar, lo mismo que otra pareja de amigos de tío Lucas, tan aburridos y ricos como él. Iba a ser algo íntimo pero tío Lucas no había tenido hijos y por eso quizá le querían dar un ringo-rango que a mí, con Palencia y su mundo todavía fresco en la memoria me parecía fuera de lugar. Mi tía me acompañó a comprar un vestido largo, de Valentino, tan caro que hubiera resultado obsceno aunque hubiese imitado el hábito de una monja. No lo hacía, claro: tenía un escote corazón, era de color negro y largo hasta los pies.

–Tía, no sé…

Era una manera educada de decirle: “pero tía, ¿ no ves que este vestido ofrece mis pechos a cualquier observador imparcial como dos frutos maduros, apretados, levantándolos hasta el borde de la decencia y desde luego mucho más allá de lo que resultaba recomendable en una chica cuyo único principio era preservar su virtud en un entorno donde todos querían arrebatársela?

–Tranquila, cariño. Borja ha dado un paso muy importante. Y ese vestido le demostrará que ha valido la pena correr el riesgo.

–Pero, pero…

–Ni pero, ni nada… Nos lo llevamos.

Así que mi tía me pagó el lujoso envoltorio para que me vistiese de un modo que una sala de fiestas me hubiera marcado a fuego como la furcia más deseable de la ciudad. Sólo que no iba a ser en una sala de fiestas sino en un lujoso piso del mejor barrio de Madrid, un lugar donde una pedida de mano debe ir acompañado de una lectura implícita de futura promesa sexual para que todas la partes se sientan satisfechas.

Llegó el día. Antes de cenar mi tía ofreció un tentempié regado con Armand de Brignac Brut Gold. Si el dinero hubiera estado unido al talento hubiera podido sentirme segura. Pero estaba en el enclave con más tontos por metro cuadrado de la ciudad, a excepción de mi siempre calculadora tía Amelia.

Empujé las puertas del salón y avancé con aquello tacones de vértigo. Pero con un vestido así es fácil hacer una entrada triunfal. Vi los ojos de Ugarte, brillando. Vi al amigo de mi tío, relamiéndose ante aquella sorpresa inesperada. Y también estaba Borja, de esmoquin, guapo hasta decir basta, con los ojos tan abiertos, tan diciendo que no podría creer su increíble suerte. Creo que dudaba entre sentirse afortunado por haber conseguido el premio gordo o desdichado porque todavía tendría que esperar unos meses hasta la noche de bodas. Y me di cuenta que iba a ser una presa fácil en la cara de Tobías Ugarte, cuando llegó vestido de blanco, como si fuera un remedo de Tom Wolfe un tanto pasado de peso.

Y eso que sólo veía el exterior. Porque con un dinerillo extra que me dio mi tía me compré un conjunto de ropa interior que cortaba la respiración. Medias negras, liguero a juego y una braguitas que sin ser tanga eran tan pequeñas y tenían tantos encajes que lo que dejaban para la imaginación pondría a cualquier hombre más caliente que una tea. Pero claro, todo eso estaba oculto por la falda, que caía con delicadeza en una nube de tules negros y grises hasta mis pies. Princesa por fuera, zorrita por dentro… Oh, qué me pasaba, prima, cómo era posible que sólo el sentir aquellas sedas contra mi piel, sólo el saber que iba así vestida me hacía sentir tan caliente como un tarro entero de pastillas de Ginko Biloba. Yo, la de entonces, ya no era la misma.

Me regodeé en mi belleza, presté la atención a todos y mi desdén sólo al doctor, para que viese que la florecilla que tan bruscamente había arrancado se había convertido en una orquídea voluptuosa y deseada por todos. Sonreía a todos, tocaba en el brazo a todos, reía con los chistes de todos, echando la cabeza hacia atrás a posta por si hiciera falta remarcar mi aún más mi voluminosa delantera que aquel vestido malicioso había marcado con un letrero invisible que rezaba: “Se mira pero no se toca”. Y todos sabían que iba a ser de Borja, que las convenciones sociales comúnmente aceptadas marcaban que las chicas como yo acababan en la cama de los hombres como él, no en los brazos de maduros profesionales médicos de dudosa ética, patrimonio escaso y moralidad cuestionada.

La cena fue bien. Borja se sentaba a mi lado. A veces su mano se perdía bajo la mesa y tocaba mi pierna por encima de la falda con su falta de pericia habitual. Yo hacía lo que se esperaba de mí. Sonreír como una boba, no hablar de política y comportarme como la chica frívola, feliz y despreocupada. Tobías Ugarte estaba ubicado justo enfrente y aproveché todas las ocasiones que tuve para someterle a una tortura lenta, muy lenta: ora me mordía medio labio inferior como si no me diera cuenta, ora caía un guisantito en mi canalillo que yo tenía que retirar con una lentitud exasperante, ora mi lengua buscaba ese rastro de crème brûlée que había quedado sobre mi labio superior. ¡Oh, esa crème, cómo podía una chica como yo resistirse a ese postre y no rematar ese plato repasando el dedo índice de manera morosa, deleitándome y luego chupándolo con la misma parsimonia, incluso, por breves segundos, haciendo que de manera casi imperceptible entrase y saliese de mi boquita, tan fruncida ella, disparando todas las imaginaciones masculinas, siempre tan previsibles, por otra parte.

Un observador desprevenido hubiese pensado que mi despliegue de juegos le había dejado indemne. Pero yo había aprendido mucho aquellos días. Y el bigote del siniestro doctor a cada provocación mía, temblaba ligeramente. Y aquello que se secaba de manera maquinal era un principio de sudor, pese a que la temperatura, como siempre en casa de mi tío era ideal. Pero claro, ya estaba yo, Virginia, para tomar el control del termostato y declarar la anarquía del calor corporal.

Tras la cena, los mayores se quedaron tomando unos licores y Borja me convidó a salir a la terraza. Hacía frío, pero la vista era fantástica: arriba las estrellas y abajo la piscina, en la planta inferior. Sí, prima, hacía frío pero una no puede esperar ponerse un vestido como ése y quejarse de las corrientes.

–Estás guapísima esta noche.

Me halagó la frase tanto como su mirada, clavada en mis tetas.

Me cogió de la mano y tiró de mí hasta un rincón, para alejarnos de las miradas de los mayores.

–¿Qué haces, loco?

–Lo que me muero de ganas de hacer desde que empezó la cena.

Me abrazó, sentí sus labios en mi cuello. Estaba tan ansiosa que incluso su aproximación carente de cualquier gracia me gustó. Me empezó a palpar el culo, me empezó a subir la falda. ¡Dios! Estaba desatado, Paulina. Pero, a pesar de las muchas ganas que tenía, tener a los invitados a pocos metros hacía que me pareciese poco adecuada. Un escándalo en la cena de mi pedida no parecía la mejor manera para que una chica de pueblo como yo entrase en alta sociedad de Madrid. A pesar de que lo tenía con todo aquel pedazo de carne pegada a una de mis piernas… tuve que dejarlo así, apartarlo y volver a la fiesta.

Pasé entre mi tío y sus invitados. Tras el carrito de las bebidas había y biombo. Y me pareció ideal para lo que tenía que hacer: subirme mis carísimas medias ya que si bien el torpón de Borja no había conseguido excitarme lo suficiente y, como siempre, involuntariamente me había dejado a medias. Pero otras medias sí se habían visto afectadas: las mías. Y tenía que devolverlas a su lugar. Sería un momento.

Me subí la falda y me ajusté la media derecha. Estaba haciendo lo mismo en la pierna izquierda cuando una manos se posaron en mi cintura desde atrás. ¿Quién podía ser tan atrevido? Mi tío Lucas y el resto de invitados ya no estaban a unos pocos metros, como en la terraza. Se encontraban allí mismo, a algunos pocos metros. Sentí que se me erizaba el vello en la nuca. Era Tobías Ugarte. Pensé que iba a magrearme allí, delante de todos, apenas separados por el biombo. Y sólo ese pensamiento mi hizo sentir tanta humedad dentro de mí que me arrebató una mezcla de deseo y vergüenza. Justó llegué a bajarme la falda.

Pero para mi sorpresa alzó la voz para que todo el mundo pudiera oírle:

–Me voy con Virginia, arriba. Una charla rutinaria antes de que arranque este noviazgo con compromiso.

Me cogió de la mano y me llevó para arriba ante la aprobación general. ¡Qué desgracia que todos los hombre que tenían que haberme defendido fuesen tan estúpidos mientras que mi acosador tenía un talento privilegiado!

En el piso de arriba pensé que Tobías Ugarte me llevaría a mi habitación. Pero no. Tenía planes mejores: la habitación de mis tíos, con su fantástica cama king size. Me empujó allí, y yo ya no me preocupé ni mucho ni poco de si mi falda quedaba a la altura de mis muslos… Sólo llegué a interponer mis reparos:

–Aquí, no, doctor. Podrían subir, podrían pillarnos.

–Tranquila, compré un móvil prepago y “me lo he olvidado” abajo justo después de llamarme a mí mismo.

–Pero… pero… lo verán.

–Lo he dejado detrás de los libros.

–Pero nos oirán.

–No, cariño, no. Nosotros les oiremos a ellos. Pero no al revés. Por eso ahora voy a activar el sinmanos de mi móvil. Algo que no –y remarcó el “no”– he hecho con el móvil que he dejado abajo.

Y sonrió, más coronel Sanders que nunca, y apretó el botón de su móvil, activando el sinmanos.

Luego se inclinó sobre mí. Yo intenté recular pero de repente era como Alicia en el país de las camas menguantes, o como si la crème brûlée me hubiera convertido en una gigante imposible de alojar en una camita de muñecas. El caso es que no había dónde escapar, mientras el orondo psiquiatra gateaba hacía mí, cual gato relamido.

En dos segundos estaba ya encima mío. Mientras por el teléfono se oía claramente la voz de mi tía Amelia:

–Estoy encantada de esta petición de mano. Y ella da gusto tenerla en casa.

Mi tío:

–Ya no quedan chicas así. Y mira que la gran ciudad tiene tentaciones.

Y magia Borrás. Como acostumbraba, visto y no visto y Tobías Ugarte tenía la minga la mano: y sí no había duda de que, de nuevo, se alegraba de verme: tiesa, enorme, vibrante, con todas aquellas venas como a punto de estallar.

Reculé un poco, topé con los almohadones que tenía mi tía. Como disparada por un martillo neumático, una mano del lúbrico psiquiatra se coló entre mis piernas y sus dedos, como garfios, se agarraron a mis sofisticadas y pespunteadas braguitas para arrancarlas de cuajo. Sentí como el tirón me hacía arquear la espalda, como la falda del vestido se me subía todavía más… apenas llegué a murmurar.

–No, aquí no… nos pillarán.

Ya lo tenía encima, con aquel pollón a boca de cañón y mi cuerpo temblando, por la expectación de que me taladrase y también por el miedo de lo grande que era y lo que me pudiera hacer cuando por fin lo tuviera dentro.

–Y tiene mucha paciencia –señaló el amigo de mi tío.

Mi pechos subían y bajaban al mismo tiempo que se me aceleraba la respiración. Ahora, aquel escote que había sido mi mejor aliado durante la cena, se volvía contra mí, atrayendo a mi acosador, Paulina, como un imán. Ni te lo imaginas. Parecía que nada lo podía alejar de mí. Cada vez estaba más cerca… más…

–Sí, sí. Habla de todo, le interesa todo, come de todo –se deshacía en elogios mi novio.

Pues, sí. Ugarte me había tirado del pelo y ahora me estaba comiendo eso, justo eso que siempre había pensado que nunca me comería. Un nabo descomunal, un pepino sin precedentes… que le muy cerdo me había colocado entre las tetas, lo mejor de la huerta del sobradamente dotado Tobías Ugarte.

–Me ha parecido muy flexible –terciaba el casado que había invitado mi tío Lucas.

Sí, claro, cómo si no. Ahora Ugarte me la sacaba de la boca, me aplastaba con su peso, se aferraba a mis nalgas como si le fuera la vida.

–A mí, papá, lo que más me gusta es que Virginia es una chica abierta, muy abierta –se escuchaba desde el sinmanos del móvil.

Y sí, Ugarte me estaba abriendo, pero de piernas. Era como si mi boca no hubiera sido suficiente, tal vez por haber tenido conocimiento previo, y con aquella barra candente entre las piernas el pervertido doctor necesitaba, algo más o quizás algo nuevo. De manera que aquella tranca desproporcionada se abría paso por mis humedales.

–Ya, pero tú has de respetarla –terciaba mi tía desde el piso de abajo.

–Pero si yo la respeto. ¡Buena es ella para no hacerse respetar!

–¡Y tú que te quejas picarón! –le reñía su madre.

Pues sí, se hubiera quejado de que todo lo que le negaba a él, luego se lo daba a aquel medicucho casi desconocido, que me doblaba la edad y me doblegaba la voluntad. Culeó con violencia y sentí que aquel apéndice insaciable entraba dentro mío, primero lento, pero firme, luego, con un metisaca sistemático, salvaje.

–Y es tan complaciente –señalaba mi tío Lucas.

–Busca tanto hacer feliz a todos –reconocían las visitas.

Y qué mejor para hacer feliz a mi esforzado médico que dejarle comer mis enormes tetas. El muy ladino me había bajado el escote y ahora estaban desbordadas, absolutamente expuestas y a la merced de aquella boca que me mordía, me pellizcaba y me las ponía duras como piedras, Paulina, como piedras del río.

Hubiera disfrutado si no estuviera gozando mucho más al sur de Río Grande, con aquel convoy entrando y saliendo de mi túnel, como si alguien no se cansase de jugar una y otra vez con un Cinexin. La oleada de placer fue tan grande, que si Ugarte llegó ni me di cuenta, ni me importaba.

Sólo noté que cayó sobre mí exhausto, como un peso muerto, cuando mi cuerpo todavía temblaba sacudido por un orgasmo que nunca, nunca olvidaré, Paulina. Por mucho que te lo describiera, prima, no le haría justicia.

Ugarte se levantó trabajosamente. Parecía un botijo vacío. Y se retiró con ese sigilo que seguía sorprenderme. Yo apenas pude a bajarme el vestido, mientras el tipo se llevaba el móvil y salía de la habitación.

Cinco minutos después entraba Borja:

–Cariño ¿estás cansada?

–Ya, ya me recupero.

–¿Te encuentras bien? Todos los invitados quieren estar contigo.

–Sí, ya voy.

Y esa fue mi pedida, Paulina. ¿Te acuerdas cuando en Palencia hablábamos de que te contaría cuando llegase este momento? Pues ya llegó. Y aunque no fue como esperaba he cumplido mi promesa de contártelo sin perder detalle.

Tuya, siempre:

Virginia.

CODA FINAL

–Me despido. Este sobre debe ser mi finiquito ¿no?

–Efectivamente.

–Pues ha sido un placer, doctor Ugarte.

–No tienes por qué dejar este trabajo, Adele.

–Sabe que sí, doctor.

–Ya sé que te tengo un poco desatendida… pero eso cambiará.

–No, no lo hará.

–Deberías confiar en mi palabra, niña.

–Está negando la realidad, doctor.

–¿Qué realidad?

–Que está enamorado de esa boba, de Virginia.

–¿Yo? ¿Enamorado? Adele, llevas tres años conmigo. Sabes el tipo de bestia viciosa que soy.

–Y por eso estaba contigo. Pero esa chica te gusta. Te gusta de verdad.

–Es un capricho, Adele.

–No, doctor. Es amor, aunque lo niegue. Y nunca le he pedido fidelidad. Pero esto no pienso tolerarlo. Estoy en mi derecho.

–Cometes un error.

–Lo comete usted, doctor. Porque, además, ella también está enamorada de usted.

–¿Qué dice? ¡Si podría ser su padre! No me ha visto. Una mujer como ella nunca estaría con un tipo como yo.

–Yo no pondría la mano en el fuego. ¡Si incluso siguió enviando e-mails a su prima después de saber que usted entraba en su cuenta de correo para satisfacer sus calenturientas fantasías!

–¿Y Virginia, cómo sabía que yo entraba en su cuenta?

–Porque se lo dije yo. Porque no quería dejar este trabajo de secretaria, doctor.

–Ah, Adele, eres una zorrita celosa y deliciosa. ¡Cómo te voy a echar de menos!

–Tendría que centrarse en Virginia.

–Uhmmm, quizás tenga razón. Podría hacer venir a su prima de Palencia. ¿Estará buena? ¿Querrá hacer un trío?

–¡Dios! ¡Cuando crecerás! ¡Eres tan burro que te ha tocado la lotería pero eres incapaz de verlo!

–No cierres de un golpe, Adele. Ya sabes que no soporto los portazos.

–Buena suerte, doctor. Aunque dudo que vaya a tener más que la que tiene ahora.

A un marido complaciente le folle su hembra

$
0
0

Acabo de levantarme, son las dos, estoy de vacaciones y necesitaba descansar de la magnifica noche que pase, bueno llegué a casa a las siete y media de la mañana, eso ya es significativo. Por cierto las chicas que querais una foto mia que os enseña mis 26 cmt, me la pedis a trio69dosårrobagmail.com.

Os cuento, estoy solo estos días y estuve poniendo anuncios de contactos desde el sábado, tuve varias respuestas y el domingo por la tarde quedé con un señor para conocernos y tomar un café.

Nos encontramos a las cinco en una cafetería concurrida en el centro de una ciudad cercana a donde vivo, un señor en los cincuenta y tantos años que quería conocerme para darle una sorpresa a su mujer. Ellos solían un par de veces al año quedar con dos parejas amigas íntimos de otra provincia y organizaban una cena y luego una fiesta especial para todos.

Me comentó que a él le gustaba mucho disfrutar de una buena orgía y al mismo tiempo ver como gozaba su mujer, que es una insaciable.

Esa tarde el la tenia libre porque su mujer estaba en casa de su madre en una reunión familiar y el no quería meterse en temas de otros para no tener problemas.

Cuando llevábamos un buen rato charlando me preguntó:

- Oye, no quiero que te parezca mal, ¿pero es verdad lo que se ve en la fotografía?. Menudo aparato.

- Si, es verdad, la foto no esta trucada, es asi, de verdad… Contesté.

- Vaya, pues me encantaría verla para hacerme una idea, ¿te importa? Preguntó.

- No, ¿pero como hacemos? Pregunté.

- Mira yo me levanto a pagar y tu vas al baño, esperas un poco y entro yo, no te preocupes será un minuto. Contestó.

- Vale, me voy al baño.

Entré en el baño, me fui al lavamanos y esperé un rato y de inmediato entró él. Me coloque en el urinario y saque la polla para fuera, incluso se veían colgar los huevos, él la miró y me dijo:

- Dios es enorme, vaya pollon, eso hace gozar a cualquier hembra, y menudo capullo tienes es precioso.

- Bueno no estoy empalmado del todo, cuando esta a tope es un misil ¿de verdad te gusta? Pregunté.

- Vaya en mi vida vi una cosa así me va a encantar ver como follas a mi mujer. Contestó.

- Bueno pues tu me dices, y quedamos si os apetece.

Metí mi polla y subi el pantalón, salimos del baño y de la cafetería, y antes de despedirnos me pregunto:

- ¿Que vas hacer esta noche? Preguntó.

- En principio no tengo plan, no se si me iré a casa temprano, estoy solo y no tengo nada. Contesté.

- Espera un rato, hago una llamada. Me dijo.

Llamó y recibió contestación de inmediato, y habló con su interlocutor lo siguiente:

- ¿Te falta mucho? Me encontré un amigo y estoy con él, si no tardas mucho lo invito a tomar un café y aprovecho para enseñarle unos planos en el despacho.

Escuchó un rato y comentó:

-Bueno si es a las siete estupendo, te espero en casa. Un beso.

Colgó el teléfono y me dijo:

- Si te apetece, vienes a casa y ves algunos proyectos que hago y tomamos un café mi mujer no tarda mucho en llegar.

- Estupendo, pero de verdad no es compromiso alguno para vosotros, podemos quedar cuando quieras.

- No hoy la vas a conocer que el martes tenemos una cena especial con estos amigos y quiero que la conozcas antes.

- Bueno estupendo.

Le seguí con mi coche hasta una casa muy moderna en una urbanización, entramos, me enseño su despacho, es arquitecto y pasamos al salón de su casa.

Puso una coca cola para mi y un gin-tónic para él y nos pusimos a charlar de cosas de actualidad y de la crisis.

A la siete y cuarto vimos abrir el portón y entró un porsche cayenne con una mujer muy atractiva, rubia, gafas, era lo que veia por el cristal.

El me dijo:

- Es Marisa, acaba de llegar, ¿espero que te guste?

- No te preocupes, me parece preciosa. Contesté.

En un rato estaba su mujer en el salón, sacando el abrigo y Antonio nos presentó. Ella era mucho mas joven que él unos diez años, tiene como 45 tacos mas o menos y muy cuidada, elegante y atractiva, una mujer muy deseable con buenas formas.

Después de los besos de rigor, le pidió al marido una copa, que el se fue a preparar a la cocina. Ella me miró de arriba abajo, pero no abrió la boca, yo me quedé un poco cortado, hasta que llegó le marido y dijo:

- Marisa, ¿que te parece Toti?

- Vaya es un chicarrón del norte, jajaja, me parece muy interesante, contestó.

- Me alegro que te guste y eso que no viste todo. Comentó.

- ¿Qué es lo que no ví?

- Bueno, jajaja, nada, es mejor que te lo enseñe él. Si te apetece ver una cosa especial. Me miraron los dos.

- ¿Qué es lo que me tienes que enseñar que es tan especial? Dijo.

- Bueno, contesté cortado mirando a Antonio, no se que decir, me imagino que es esto. Señalando mi entrepierna.

- Venga no te cortes. Dijo Antonio.

- No me voy a asustar seguro, tranquilo que no pasa nada. Dijo ella.

Pensé es una oportunidad para que esta mujer vea mi polla y que luego decida. En un minuto estaba soltando mi cinturón y abrí la cremallera del pantalón, baje el boxer y saque la polla, ahora estaba muy morcillona, me excitaba la situación, ya estaba con un tamaño respetable.

Ellos se miraron y Antonio dijo:

- Menudo aparato eh cariño.

- Es enorme, si que asusta, es increíble, debe ser enorme cuando esta tiesa, y que buen glande tiene, una preciosidad.

- Nunca ví una polla así, preciosa, eso debe ser una gozada verla dentro de tu coño, y que te folle bien, ¿Te apetece?

- Si Antonio, pero antes cenamos algo y nos ponemos a tono ¿os parece? Dijo Marisa.

Yo les observaba y ella dio un paso hacia donde yo estaba y dijo:

- ¿Puedo tocarla?

- Si claro, si te apetece, porque no. Conteste mientras miraba

a Antonio que también se acercaba para ser testigo de aquel primer contacto.

Ella alargo su mano y acaricio mi polla en toda su dimensión, no tardo en ponerse de punta como un misil, responde de inmediato al

contacto.

Siguió acariciando y miro a su marido:

- de verdad es increíble, esto lo quiero todo dentro cariño, quiero gozar de algo asi en mi agujero, y que tu lo veas.

- Claro lo invite porque vi su enorme rabo y pensé que era ideal para que gozases de él. Dijo Antonio.

- Gracias cariño, es magnifica, ¿os parece que cenemos algo rápido y luego me haceis disfrutar? Pregunto.

- Si me parece bien, que dices Toti, comemos algo y luego subimos.

- Si por mi parte lo que digáis, tomamos algo sencillo yo no tengo mucha hambre, pero si tomo un picoteo. Contesté.

No quiero enrollarme en contando la hora de cena que tuvimos, y aunque con algún roce por debajo de la mesa, nada especial y si una conversación para intensificar nuestra amistad.

Cominos un postre de frutas y nos fimos al salón para tomar el café, ella se sentó a mi lado en el sofa y estuvimos manteniendo un buen ritmo de morreos en presencia de su marido que estaba sentado enfrente, pasado un rato dijo:

Antonio voy a cambiarme y ponerme cómoda, ¿color negro completo te parece?

Si, el conjunto completo, estas preciosa con él. Y dirigió la mirada hacia mi y siguió diciendo: Te va a encantar esta preciosa con un conjunto súper-sexy.

Sonreí y ella se marcho al piso de arriba, mientras Antonio con un

Mando bajaba todas las persianas de casa, para evitar indiscreciones, y bajo la intensidad de la luz que tenia el salón.

Pasamos unos minutos solos, hablando y en un rato puso una música muy suave a la espera de que bajase Marisa.

No tardamos mucho en escuchar los tacones sonando sobre los peldaños, con contoneos medidos y unas poses eróticas, mirábamos a aquella hembraza bajar las escaleras, con sus botas de charol sobre la rodilla, medias de malla, ligueros, tanga, un corpiño negro con dos líneas verticales rojas, un collar negro ancho con tachas y un antifaz, todo de color negro, espectacular hembra, se veía sus horas de gimnasio, buenas piernas, un culo precioso y unas tetas de buen tamaño algo caídas, y nada de tripa, estaba buenísima y muy provocativa, mi polla se disparó dentro de mi pantalón, me entró ganas de subir y follármela allí mismo antes de bajar al salón, pero me contuve, ellos marcaban los tiempos y se el lugar que ocupo.

Se acerco a mí me dio un pico y pasó su mano por mi entrepierna

Y dijo:

-La necesito toda, toda, quiero eso en mis entrañas, amor.

Se fue hacia su marido y le dijo:

Aquí me tienes, toda tuya.

Vas a comerme la polla y que vea Toti como tragas , venga

Comentó Antonio,

Me indicó que me fuese al sofa grande para estar más cerca. Ella saco los zapatos, el pantalón, el boxer y abrió la camisa de su marido y empezó a acariciarle la polla y los huevos.

Me quedé impresionado de los enormes huevos de Antonio y que pequeña era la polla, no estaba empalmado y era todo pieles, me imagine que era muy poca polla para aquella hembra, por eso recurrían de vez en cuando a relaciones abiertas con otras parejas y que ella disfrutase de una buena polla.

Marisa comía la polla y los huevos mientras Antonio sacó las tetas del corpiño, pude ver unos pezones grandes de punta y unas aureolas negras a su alrededor, el me dijo:

Desnúdate y no te cortes, ¿cuando quieras?

Ella me miró y asintió con la cabeza.

Quedé en bolas en un minuto y mi polla estaba mirando al cielo, estaba empalmadísimo, Antonio la miró y le dijo:

Cariño, mira que pollon te va a hacer gozar, es enorme y gorda, menudo capullo te va a llenar bien.

Ella miró y contesto:

Gracias cariño esto si es un regalo. Y le dio un besazo enorme a él.

Yo empecé a acariciar mi polla para sacar las venas bien y me volví a sentar en el sofa, ella de inmediato agarró mi polla con su mano libre y comenzó a masajearla.

No tardó mucho en cambiar la polla de su marido por la mia, para lamerla y chuparla con devoción, miré la polla de Antonio y era relativamente pequeña, unos 9 o diez centímetros, ella estaba de rodillas y él se colocó detrás para metérsela, me quedé atónito, él se iba a follar a su mujer sin estar un buen rato jugando y haciéndola gozar.

Separó la tanga y le clavo la polla mientras ella seguía chupando la mía, noté que ella no se inmutaba, el la galopaba y le decía:

Que buen coño tienes, quiero ver esa polla llenándote toda, ufff como estoy como estoy…..

Mientras tiraba de sus caderas para clavarla todo lo que su polla podía, apretaba y le daba con rapidez, no podía creer lo que estaba viendo, se iba a correr y su mujer todavía no había empezado y no me equivoque en unos minutos se corrió con unos gemidos y bufidos extraños y se quedó quieto. Al rato salió y acarició la espalda de su hembra y le dio las gracias, ella no contestó estaba tragando mi polla todo lo que podía y mientras yo le apretaba las tetas y se las masajeaba.

Antonio se fue al baño y yo le dije a Marisa:

Me imagino que quieres unos buenos polvos, ¿me dejas a mí un rato?

Saco la polla de la boca y me dijo:

Si, pero espera que voy a lavarme.

Se fue al baño y no tardaron mucho en volver, besé a Marisa intensamente y comencé a acariciar todo su cuerpo y metí la mano en su coño recién lavado, frotándolo mientras morreábamos, le di vuelta me coloqué por su espalda besando su cuello magreando las tetas y metiendo mano a su coño en la cara de su marido.

Mi polla estaba inmensa y aproveché para metérsela entre las piernas, por detrás, ella apretó bien y note su calentura, así estuve un buen rato hasta que la tumbé sobre el sofá, saqué su tanga y mi lengua comenzó a recorrer sus pies y fui subiendo hacia su coño rosadito y con un poco de pelito bien cuidado.

Me apliqué en lamer sus piernas hasta que me fui a por su coño, lo lamí bien exteriormente y me aplique a meter la punta de mi lengua dentro acariciando su clítoris y su cueva interna, mientras le levantaba bien las piernas, ella sujetaba mi cabeza, estuve un buen rato comiéndole el coño e incluso le hice un beso negro potente que la hacia gemir intensamente, le metí dos dedos en su coño y comencé a bombear para sacarle la primera corrida a aquella hembra tan salida y deseosa de clavarse en mi polla y follar como una loba.

Seguí aplicando mi lengua y conseguí que ella se corriese como una perra con jadeos y gemidos potentes mientras su marido le acariciaba la cara y le decía:

Córrete cariño, disfruta que vas a ser muy feliz, así, así, sigue… así.

Espere un rato y me levanté, ella estaba abierta de piernas y no dude en empotrarle mi polla, metiéndosela poco a poco y abriéndole el coño mientras su marido me animaba a clavarla bien. Sentí como mi capullo se hacia hueco y notaba el calor y la humedad del coño de Marisa y empecé a empujar y clavar mi sable para que lo sintiese todo dentro y hacerla gozar con un buen ritmo de bombeo para hacerla gozar como una perra en celo.

A cada empujón sus tetas saltaban y su cara mostraba el goce de mi clavada, su marido la besaba y a acariciaba su pelo, yo no perdia minuto en dar empujones y meter bien dentro mi polla hasta que note el fondo de su coño, tres cuartos de mi polla estaban dentro palpitando, ella empezó a gemir y a contorsionarse para sentir bien el empalamiento y yo seguía a lo mió bombeando a rtimo y tirando de sus caderas para que notase mi fuerza bien, hasta que ella empezó a decir:

Antonio, me voy a correr, como me gusta este pollon , me llena bien el coño, que dura es uffff, me voy a correr.

Disfruta cariño, goza, como te entra vida que maravilla de polla uff es inmensa y te clava bien, que gozada verte disfrutar, córrete cuando quieras amor. Dijo él.

Ella seguía contorsionándose hasta que se puso rígida y empezó a gritar y jadear fuerte hasta que dijo:

Ahhhhh, aggggg, me corro , me corro , sigue sigue, fóllame, fóllame, si así así así, ahhhh, agggggg, aggggg, ahhhhh.

Yo seguía bombeándole el coño para que se corriese hasta la último espasmo.

La dejé descansar un rato, bebimos una coca cola y la invité a ponerse de rodillas para volver a follarla bien duro, ella obedeció y su marido la dio un cachete y dijo:

Venga colocate que voy a meterte la polla con mi mano, quiero que entre toda y goces mucho como una loba, me encanta verte gozar.

Me coloque detrás, mi polla estaba para empitonar de nuevo a la hembra de Antonio, él abrió las nalgas de su mujer para darme acceso a su coño , que no tardé en ensartar bien agarrando las caderas con fuerza y que la polla llegaba al fondo de aquel coño abierto y húmedo que hacia un rato se había corrido.

Ella movía el culo y me decía:

Follame duro, despacio, así bien dentro , ufff menuda polla me revienta me gusta, ahhh Antonio que polla tiene este cabrón.

Antonio estaba a mi lado viendo como mi polla taladraba el coño de su mujer y se estaba pajeando, estaba empalmado, la polla era pequeña unos nueve o diez cmts como dije, y le comenté:

Antonio, métele la polla en la boca a Marisa para que disfrute de dos buenas pollas, venga que le va a gustar.

Ella dijo:

Ven amor que te trago tu polla todita y me llenas de leche, cuando te corras.

El lo hizo y la temíamos de rodillas en el sofá yo de pie en el suelo para hacer mas fuerza en las clavadas y su marido con una pierna en el sofa y otra en el suelo para que su polla llegase bien a la boca de Marisa.

Me puso a mil la imagen y me empecé a calentar, y eso es lo que me lleva a una buena corrida, me movía clavando bien el coño de la hembra e incluso en varias ocasiones por mi potencia la levantaba del suelo en las clavadas profundas, que hacían gemir a

La hembra, aguante un buen rato de bombeo hasta que les dije:

Me voy a correr, salgo cuando me digas.

Ella dijo:

No lléname bien el coño y Antonio córrete en mi boca, y siguió chupando entonces Antonio dice:

Yo no voy aguantar mucho, me voy a correr.

Terminó la frase y mi leche empezaba a entrar a borbotones en el coño de la mujer y dije:

Ogggg, me corro, ufff que bueno me corroooooooo, aggggg.

Ya no escuche más porque los jadeos de los tres se confundieron al estar corriéndonos los tres al mismo tiempo. Estuvimos un rato jadeando y nos relajamos un poco.

Hablamos de lo bueno que había sido el polvo y me pidieron que me quedase a dormir con ellos, cosa que hice y ellos agradecieron , porque durante la noche follamos varias veces y por la mañana ella me hizo una mamada monumental y se trago mi leche todita.

Antes de despedirnos me pidieron que asistiese a su cena de martes de carnaval, ya que tenían una pequeña fiesta especial con otros tres matrimonios que venían a pasar la noche en su casa.

Cuatro hembras que me imagine potentes para poder gozar toda una noche, no podía rechazar la invitación y acepté encantado.

Os lo cuento en el próximo relato.

Cuervo blanco

$
0
0

La suave temperatura y el agradable sol de principios de primavera, invitaban a pasear por aquella ciudad Mediterránea. Como cada mañana, los pasos de Jorge se dirigieron de forma mecánica hacia los Reales Viveros, un agradable jardín en el cual poder leer con tranquilidad la prensa diaria. Tenía que hacer muy mal tiempo para que cambiara sus arraigados hábitos. Desde que muriera su mujer, se había dedicado en exclusiva a su trabajo en el banco. La jubilación lo había golpeado brutalmente, derrumbándolo anímicamente durante varios meses.

La insistencia de su hija y la paciencia de su nieta para convencerle de iniciar alguna actividad que le mantuviera entretenido, le llevó a cursar la carrera de Geografía e Historia. Dada su matrícula senior, tan solo debía asistir a clase y entregar los trabajos para poder aprobar, aunque eso fuera una cuestión secundaria frente al conocimiento adquirido.

Los seis meses de vida universitaria le habían devuelto parte de su vitalidad. No había encajado mal entre los veinteañeros, que le tenían como una especie de compañero curioso. Incluso Sergio, un líder nato entre los jóvenes, había insistido en enseñarle a manejar aquel endemoniado cacharro que le traía loco, logrando el milagro de introducirle en las nuevas tecnologías.

Nada más franquear las puertas del parque, le envolvió el agradable perfume de las rosas invernales y un centenar de trinos saludaron a su paso. Sin embargo, el pájaro que más curiosidad despertaba en él, nunca cantaba. La observó bajo las lloronas ramas de un sauce, apoyada en el tronco de este. La silueta del cuervo blanco era inconfundible, siempre semioculta en las zonas más umbrías de la rosaleda, siempre vistiendo completamente de negro de pies a cabeza.

Se acomodó en su banco preferido junto a unos floridos parterres. Con la destreza que da el hábito, se despojó de su gabardina y su sombrero, colocándolos cuidadosamente sobre el asiento. Abrió la funda de su Tablet y comenzó a navegar entre las páginas de la prensa local. Aquel aparato era una verdadera maravilla. Si él hubiese tenido uno de esos cuando era más joven…

No sabría decir qué le impulsó a entrar en la aplicación de cámara. Con disimulo, enfocó al cuervo blanco, activando el zoom del objetivo. La muchacha acariciaba las espinas de los rosales con las yemas de sus dedos, cuando de pronto levantó la vista mirando directamente a la cámara.

Jorge, alterado, bajó la tableta, cerró su funda y se dispuso a marcharse a clase. Aquella mirada le había dejado intranquilo. Nunca había visto un iris rosa pálido. Pero más que la tremenda claridad de las pupilas, le impresionó la profunda melancolía de aquellos ojos, contorneados de negra sombra, sobre la que destacaban las níveas pestañas.

En varias ocasiones durante la tarde, aquel rostro de piercings y oscuro maquillaje, dueño de aquella triste mirada volvió a su pensamiento. Llevaba coincidiendo casi un mes con el cuervo blanco, pero hasta ahora no le había prestado mayor atención.

A la mañana siguiente, Una gruesa capa de nubes algodonaba el cielo atenuando la luminosidad del día. Las opciones de lluvia eran escasas dado el color claro de los nimbos, pero aún así, Jorge decidió agarrar su paraguas. No lo necesitaba para hacer de bastón improvisado, puesto que sus piernas permanecían fuertes a sus sesenta y ocho años. De tanto en tanto aún se permitía un partidito de tenis, aunque cada vez le pasaban mayor factura los esfuerzos físicos.

Se sorprendió al adentrarse en los jardines y no ver al cuervo blanco. Pero mayor fue su sorpresa al encontrársela sentada en un extremo del banco que Jorge había tomado como propio.

–Buenos días señorita –Jorge alzó levemente su sombrero para acentuar el saludo, mientras tomaba asiento a escasos centímetros de la muchacha. Esta no movió ni un músculo y continuó observando los rosales bajo unas gafas negras, que impedían que Jorge volviera a ver aquellos peculiares ojos.

Inició su acostumbrado paseo por las webs de información local, para pasar posteriormente por las nacionales, deportivas, científicas… Tener en su mano cuanta información deseara le seguía generando una felicidad indescriptible. No podía ni quería evitar aquellas dos horas de plácida lectura antes de marcharse a la facultad.

La joven se alzó del banco y con rápidos pasos se acercó hasta una rosa cercana.

–Se ha muerto –explicó una apenada muchacha mientras mostraba la flor a Jorge. Acto seguido se sentó sobre el banco con las piernas cruzadas bajo su cuerpo.

El cuervo blanco sacó una libreta de su negra mochila y tras clavarse una de las espinas en la yema del dedo, comenzó a escribir sobre el blanco papel con su purpúrea sangre. Debía repetir la acción de pincharse muy a menudo puesto que la diminuta herida se cerraba rápidamente al contacto con la celulosa.

“Me da a mí, que esta chiquilla está pidiendo a gritos hablar con alguien”. Pensó Jorge observando de reojo las maniobras de su peculiar cuervo. Dudaba sobre la mejor manera de intentar una conversación. Siempre había sido una persona muy directa, por lo que se decidió por la vía más rápida.

–Imagino que si te has sentado en mi banco es porque querrás que conversemos o que nos hagamos compañía.

Por toda respuesta, la muchacha gótica extrajo un reducido reproductor de algún bolsillo de su larga gabardina, comenzando de inmediato a escuchar música a gran volumen.

–¿Heavy metal? –preguntó Jorge tras tocar levemente el brazo de su compañera de banco. No tenía muy claro la relación entre las distintas variaciones del rock y dudaba de que hubiera acertado, aunque no hubiese podido imaginar cuán lejos del blanco había apuntado.

–¿Cómo? –la joven giró bruscamente la cabeza haciendo que ondeara su blanca melena, aguardando a que le repitieran la pregunta.

–Que si escuchabas heavy metal.

–Aram Khachaturian. Los Conciertos para violín en Re menor –respondió el cuervo utilizando un tono cansado como si estuviera hastiada de dar explicaciones.

–Me gusta el tercer movimiento, el allegro vivace. El andante sostenuto transmite mucha tristeza –respondió Jorge dominando la sorpresa que le había producido la respuesta del cuervo.

–Precisamente este último es el que más me gusta. ¿Tiene algo en contra de la tristeza? –respondió a la defensiva la joven gótica.

–Pues, ciertamente no, aunque prefiera obras más alegres –respondió Jorge con la serenidad que dan los años-. Mi esposa solía tocar a Debussy para mí. Le encantaba la dulzura del Arabesque.

La pálida albina frunció los labios como si Debussy le produjera rechazo. Volviendo a clavar una espina en la yema de su dedo, continuó con su escritura, dando por concluida la conversación.

–¿Tocas algún instrumento? –insistió Jorge en continuar la charla—. Mi esposa siempre me insistió en que aprendiera música, aunque era un auténtico negado.

–Los monitos de feria tenemos que saber tocar algún instrumento para entretener a las visitas –respondió crípticamente la muchacha, sin levantar la vista de su sangrienta escritura.

*-*-*-*

Neus tomaba lentas cucharadas de su tazón de leche con cereales, observando las idas y venidas de Graciela por la cocina.

–¿Vendrá a comer, señorita Nieves(1)? –preguntó la doncella latinoamericana.

“Mi nombre es Neus. No lo olvides Graciela”, pensó la joven aunque desistió de corregir a la siempre risueña ecuatoriana.

–Su mamita vendrá hoy de Bruselas y seguro que estará muy complacida si usted viene a almorzar con ella.

“Que le den a mi madre” pensó Neus mientras se levantaba de la mesa en dirección a la puerta de la calle. Graciela, acostumbrada al mutismo de la extraña muchacha, no se tomó a mal la falta de respuesta.

Caminó lentamente los escasos doscientos metros que separaban el bloque de edificios de lujo, de su acostumbrado refugio en los Viveros. En aquellas primeras horas del día, siempre por el lado este de la calle, siempre con la cabeza agachada, siempre con sus oscuras gafas negras.

Desde la sombra que proporcionaba la densa copa del sauce llorón, Neus observaba el primaveral colorido del jardín: flores rojas, violetas, amarillas y blancas, se desperezaban ante los primeros rayos del sol. Decidió no utilizar su reproductor. Los duelos musicales, que más de ocho clases de aves mantenían, eran suficiente banda sonora para aquel momento de la mañana.

Miró la negra esfera de su reloj y, acto seguido, giró la cabeza en busca de su peculiar amigo. Con puntualidad británica, Jorge caminaba plácidamente en dirección a aquella esquina del jardín.

–¿Soy bienvenido? –preguntó el maduro hombre alzando levemente su sombrero.

–La salís babilónica no es de mi propiedad, ya lo sabe –respondió una arisca Neus.

–¿Hoy toca de usted? Deduzco que se avecina tormenta –respondió el hombre tomando asiento sobre el césped junto a la muchacha.

–Tengo visitas poco agradables.

–Imagino que alguno de sus progenitores retorna del extranjero –Jorge acostumbraba a utilizar la mayor formalidad posible cuando su joven amiga se encontraba de mal humor. Más de un més charlando con ella todas las mañanas y apenas había logrado conocer unos pocos datos de su peculiar vida. La confianza, que en ocasiones de debilidad había mostrado hacia él, se desvanecía con facilidad cuando algo contrariaba a la irascible muchacha.

–Vuelve mi madre, señor Estellés. Como bien comprenderá, esta circunstancia no me llena de alegría precisamente.

–De camino a la Universidad, conozco una cafetería-pastelería donde hacen los mejores “croissants” de la ciudad. Por supuesto no espero que algo tan banal como un dulce compense el mal inicio de su jornada, pero un “croissant” con mantequilla y mermelada no perjudica a nadie –desde que Neus se fue abriendo a Jorge, había descubierto entre otras cosas, que el raro cuervo estudiaba la carrera de medicina, No por su propia voluntad. Sus conservadores padres jamás hubieran permitido que la joven llevara a cabo su anhelo, estudiando Bellas Artes, mucho menos habiéndosele descubierto altas capacidades cuando tan solo tenía ocho años.

–¡Venga ese café! –con un brusco cambio de humor, Neus golpeó el hombro de Jorge con camaradería.

“Dios mío, la pobre está como una regadera”, pensó Jorge apretando el paso para no descolgarse de la muchacha. Debía reconocer que a pesar de todas sus excentricidades, el poder hablar con alguien de música, de historia o de pintura, tanto clásica como contemporánea, había provocado en su apática jubilación, un aire fresco junto a la matriculación en Geografía e Historia.

Aquella era la primera vez que salían juntos del recinto del jardín. Aunque sus respectivas facultades estaban casi en frente una de la otra, cada uno solía ir por su cuenta, aunque coincidieran en los horarios.

Neus corrió hacia el fondo de la cafetería, en la zona más protegida del potente sol de principios de Mayo. Estuvieron dialogando durante más de una hora. Jorge debía haberse marchado a clase hacía quince minutos, pero prefirió hacer compañía a su excéntrica amiga. Resultaba curioso aceptar como amiga a alguien medio siglo menor que él.

El debate sobre el orden en el que debía interpretar a Paganini y Sarasate para su examen de final de conservatorio, hizo que la irritación de Neus fuera desapareciendo paulatinamente. Ese día, seguro que su madre invitaba a todas las amistades del partido, del club de golf, del club náutico… mostrando al monito ante lo más granado de la sociedad. “Espero que por lo menos Jorge venga. Posiblemente será el único al que le importará de verdad si todo sale bien”, Neus reflexionaba mirando la leonada cabellera, salpicada de multitud de canas aquí y allá, de su maduro amigo.

–¿Irás a ver a tu madre? –cambió de tema el hombre ante el desconcierto de Neus.

–Se alegrará muchísimo cuando le diga que he suspendido todas las asignaturas del primer semestre –resopló sonoramente agitando su nívea melena. “Me retas constantemente, pequeña”. “No puedes ni imaginar lo afortunada que eres por tener tantas facilidades”. “El señor te ha bendecido con una inteligencia sobresaliente y la desperdicias con tus pinceles y tus tontos poemas” –Neus ponía tono grave intentando imitar la voz materna.

–No soy quién para dar consejos, pero deberías ser un poco más pragmática. Dale a tu madre algo de lo que desea y así te dejará en paz. La libertad suele tener un precio, aunque este sea elevado.

–Ja. Ella lo desea todo mientras me tiene delante. Al rato un nuevo modelo de zapatos o una conferencia, ocupan su mente y se olvida de que tiene una hija hasta que vuelve dos o tres meses después. Mi padre por lo menos no me recrimina nada. Me mira con condescendencia como si fuera un error de la naturaleza y me ignora –las mandíbulas de Neus se habían ido apretando poco a poco hasta que casi se podía escuchar el rechinar de sus dientes.

Jorge nunca había asistido a un arranque emocional de su fría amiga. Casi nada la perturbaba. Siempre ausente, siempre melancólica y en raras ocasiones irascible. Hasta aquel día había departido con Neus como un colega más. Menos de deporte, se podía hablar con ella de cualquier tema. Su vasta cultura y su capacidad para escuchar la hacían una conversadora ideal. Ahora no sabía bien que hacer, enfrente de él, se encontraba una muchacha tremendamente sola. De repente se mostraba la verdadera Neus, una niña, tan solo una frágil niña asustada por no encajar en ningún sitio.

Con multitud de dudas alojadas en su estómago, Jorge alargó la mano hasta posarla sobre la de la muchacha. Por un segundo, el hombre temió haber metido la pata, cuando los rosados ojos de Neus se clavaron desconcertados en los suyos. Un segundo más tarde, la joven aferró con fuerza la madura mano en busca de un asidero de consuelo.

–No te preocupes por mí. Algún día todo esto pasará –respondió comedidamente la niña. No estaba acostumbrada a mostrar tan abiertamente sus sentimientos y eso la intranquilizaba, por lo que se esforzó en no transmitir ninguna debilidad-. Lo que me pase no tiene la menor importancia para nadie.

*-*-*-*

La sala de audiciones del conservatorio de música, se encontraba escasamente ocupada, cuando Jorge accedió al recinto. Seis personas ocupaban posiciones en la primera fila. Discreto como era, prefirió sentarse en una butaca de las más alejadas al pequeño escenario.

Neus apareció con su violín bajo el brazo. Se dirigió directamente hacia la mesa lateral en la que aguardaban expectantes los cinco miembros del tribunal.

Parecía otra persona con aquel vestido negro de corte veraniego. Era la primera vez que Jorge la veía sin piercings, sin el oscuro maquillaje gótico, sin aquellas ropas largas y negras. No se trataba de una chica bonita, en el estricto sentido de la palabra. Los angulosos rasgos de su rostro eran demasiado fuertes y poco femeninos, su largo y escuálido cuerpo, no llamaba la atención por donde pasaba, aunque el rasgo más distintivo de la joven impedía que pasara desapercibida. Su larguísima cabellera, blanca como la nieve, hacía que se giraran las cabezas allá por donde iba.

Neus se sentó en el centro de la sala de audiciones. A su lado, un profesor de guitarra, la acompañaría en la interpretación de la pieza de Paganini. Jorge miraba extasiado la velocidad de los dedos de la mano izquierda, los cuales se deslizaban en busca de los imaginarios trastes con una precisión increíble.

La segunda pieza que interpretó era mucho más viva y alegre. Había decidido seguir el consejo de su maduro amigo e interpretar a Pablo Sarasate en último lugar, con el fin de dejar un sabor dulce en la concurrencia. El acompañamiento al piano no era demasiado complejo, por lo que un alumno de último año le hizo de partenaire.

Jorge disfrutó muchísimo de ambas interpretaciones, aplaudiendo efusivamente junto a los espectadores de la primera fila. El interrogatorio que siguió a la última ejecución por parte del tribunal, le era demasiado técnico para que pudiera comprender toda la conversación, por lo que aguardó pacientemente hasta poder saludar a su compañera de jardín.

–¡Maravilloso, cariño, maravilloso! –felicitaba a Neus una esbelta mujer enfundada en un traje sastre carísimo. A pesar de que la aduladora ejecutiva no aparentaba más de treinta años, Jorge estuvo seguro de que se trataba de la madre de Neus—. Es una pena que tu padre no haya podido asistir.

La satisfecha madre aferró a la albina muchacha, que parecía más indefensa que de costumbre, arrastrándola a un sin fin de presentaciones sociales. En ningún momento Neus despegó los labios. Se limitó resignada a que la besuquearan con afectación, todas las amistades de su madre.

–Nieves, cariño. Tengo una recepción en el consulado turco. Es un momento ideal para que celebremos tu título –afirmó la madre de Neus–. Acompáñame, así podrás deleitar al cónsul con el violín.

–Estaría encantada de acompañarte si no tuviera ya otro compromiso anterior –respondió educadamente la joven, oteando las hileras de sillas en busca de su amigo Jorge.

–Bien, no tiene importancia. Estoy muy contenta de tu cambio de actitud. Tan solo espero que no sea tarde para que endereces el rumbo en la facultad –disimuladamente Neus ponía cara de asco ante las palabras de su madre.

Jorge aguardó a que se marchara la atractiva ejecutiva junto a su corte de amistades, para acercarse a felicitar a su amiga.

–¿En serio te ha gustado? –preguntó insegura Neus ante los elogios de su maduro amigo.

–Por supuesto, señorita Fabra. ¿Piensa usted que sería capaz de mentirle?

–tengo reserva para cenar. No me apetecía estar con mi madre. Había pensado que tal vez…

–¿Sí?

–Señor Estellés ¿me va hacer que se lo pida?

–No, si me permite que pague yo la cena. Por cierto, el disfraz de chica formal le sienta muy bien.

–Recuérdemelo en los próximos carnavales.

La cena fue exquisita, tanto por los platos que disfrutaron como por la conversación y la compañía. Neus agradeció el consejo que Jorge le había dado, hacía unas semanas, sobre satisfacer mínimamente a sus padres. Mientras brindaban con un afrutado vino blanco, el maduro hombre no paraba de observar inquieto, la reacción de las personas, ante la extraña pareja que formaban Neus y él.

–Jorge, nadie más que tú ve extraño que cenemos amigablemente. Si mi compañía te va a suponer tanta tensión, tal vez no deberíamos haber venido a cenar.

Tras aquellas palabras, el hombre hubiera querido atreverse a posar su mano sobre la de la joven, transmitiendo confianza y tranquilidad. Le costaba vencer sus arraigados prejuicios. Nunca había tenido una amistad así con ninguna mujer, mucho menos aún con alguien cincuenta años menor que él. ¿Cómo podría explicarle a su hija que su compañero de tertulia era una chiquilla apenas dos años mayor que su nieta? ¿Cómo podría enfrentar las miradas acusadoras que vieran en él a un viejo degenerado?

–Mañana pensaba acercarme a ver de nuevo la exposición de Sorolla. Sé que ya la has visitado, pero en compañía las cosas se ven de distinta manera –Jorge jugó su baza para calmar la inquietud de su amiga y corregir su propio error.

Una leve mueca, parecida a una sonrisa, se dibujó en las comisuras de los rosados labios de Neus.

La veraniega noche invitaba a pasear sin prisas. La peculiar pareja, departía animadamente mientras recorrían las adoquinadas calles del casco antiguo. Jorge apunto se atraganta con su propia saliva cuando la joven se aferró a su brazo.

–Vaya, Jorge, qué envarado estás. Si no te conociera, diría que te pone nervioso el contacto de una mujer.

Escuchar que Neus se refería a sí misma como una mujer, le generó mayor inquietud aún si aquello era posible.

–Si te propongo que me invites a una copa en tu casa, podríamos acabar en urgencias por infarto. Jjajajaja. –Neus bromeaba, con su peculiar mezcla de candidez y ácida ironía.

El hombre comenzaba a sentirse incómodo con la proximidad de la chiquilla. No sabía si el vino de la cena le había alterado el comportamiento, pero lo cierto es que la veía más desinhibida que de costumbre y esto le asustaba bastante.

*-*-*-*

El verano se hacía cada vez más largo. Había tratado de engañarse en multitud de ocasiones, pero lo cierto es que echaba de menos a aquella endemoniada chiquilla. Su nieta le había instalado el Whatsapp en la tableta. Las visitas a los museos, las representaciones teatrales y las audiciones de música de cámara que habían disfrutado juntos durante las tardes y las noches del caluroso Julio, habían quedado en unas pocas líneas de conversación con aquella aplicación de mensajería.

Desde luego, era mejor eso que nada. Los vecinos del apartamento de su hija eran muy mayores e insistían en que jugara con ellos a la petanca. “Sí claro, como si fuera un anciano”, meditaba Jorge, observando el ir y venir de su nieta por el reducido apartamento.

–¿Qué se cuenta Neus? –Andrea, su nieta, miraba por encima del hombro con cára pícara.

–¿Quién? –Jorge se había colapsado. El pánico y la vergüenza le impedían reaccionar inventando una historia alternativa a la verdad—. No sé de quién me hablas.

–A ver, yayo. No dejes la tableta en cualquier sitio sin contraseña.

–Bu… bueno… es una conocida…

–Ya, y voy yo y me chupo el dedo. Venga, te has comprado polos, cuando tú siempre ibas con camisas, pantalones nuevos tope modernos y encima te has teñido las canas. Venga, desembucha ahora mismo y cuéntame quién es esa señora con la que saliste tanto el mes pasado.

Jorge sudaba profusamente ante el interrogatorio de su nieta. Era cierto que había cambiado mucho en los últimos meses aunque él no lo hubiera percibido. Su hija estaba al tanto de algunas de sus idas y venidas, pues tenía la costumbre de llamarle muy a menudo. Ahora, con el espionaje a sus mensajes, la cosa se comenzaba a poner muy complicada.

–Es una buena amiga.

–¿Pero ha habido tema?

–¡Andrea! Que soy tu abuelo.

–Tendrás necesidades, ¿no?

El resto del mes de agosto se convirtió en un calvario para Jorge. Su hija y su yerno se aliaron con su nieta para bombardearle a preguntas sobre Neus. Parecía ser el deporte del verano. ¿Dónde la conociste?, ¿Es viuda?, ¿Tiene hijos? Se comenzaba a meter en un callejón sin salida y lo peor de todo aquello, era que en el fondo tenía que reconocer, que deseaba volver a ver a su joven amiga.

Neus, no había podido eludir el campus de verano para jóvenes cerebritos que se realizaba todos los años en Massachusetts. En un principio, pensó que con lo mal que le había ido en medicina, tal vez no la aceptaran. Muy por el contrario, incidieron durante todo el mes de agosto en la importancia de integrarse, de realizar investigaciones paralelas sin cuestionar a los profesores, etc. Los muy imbéciles, pensaban que le gustaba tanto medicina que lo ponía todo en duda, profundizando demasiado en las materias.

Muchas noches, Jorge terminaba por marcharse a dormir a las tres o las cuatro de la madrugada chateando con su blanco cuervo. La diferencia horaria era un inconveniente, aunque no insalvable.

*-*-*-*

Septiembre llegó y con él, las copiosas lluvias estivales de la costa mediterránea. Jorge disfrutaba de los primeros amagos del clima otoñal reencontrándose con sus cotidianas costumbres. Era un enamorado de la intimidad que le proporcionaba su propia casa. No es que estuviera a disgusto pasando los veranos con su hija, pero la independencia tenía un sabor especial. El sabor del crianza que paladeaba, esperando a que la campana del horno indicara que la cena estaba lista.

El timbre de la puerta sonó. “Qué fastidio, con lo tranquilo que estoy”, pensó Jorge apoyando la copa de vino sobre la bancada de la cocina y saliendo hacia el recibidor para abrir a la inesperada visita.

Una empapada joven de nívea melena se abalanzó sobre su pecho estrujándolo con fuerza. Las convulsiones la sacudían de pies a cabeza, mientras no dejaba de hipar y sollozar.

Como buenamente pudo, arrastró a la muchacha sin romper el abrazo, hasta el sillón del salón. Ignoraba qué le sucedía. En aquel estado de nervios sería mejor dejar que se desahogara un poco antes de interrogarla.

–Me cago en tu sombra, cabrón –dijo Neus cuando hubo recuperado el resuello necesario para hablar. La chica golpeaba sin fuerzas el pecho del maduro hombre liberando toda la frustración que guardaba en su interior–. Me mandan a Harvard.

–Vamos, tranquilízate un poco y hablemos. ¿Quieres una copa de vino?

–Lo que quiero es pegarte una patada en el culo –dijo la albina tomando delicadamente la copa de vino de manos de Jorge—. “Debes contentar mínimamente a tu madre. Así estará satisfecha y te dejará en paz” –Neus intentaba imitar la voz de su amigo entre sorbo y sorbo del oscuro caldo—. Para ser mayor pensaba que serías más listo.

–¿Me lo vas a contar o tengo que adivinarlo yo?

–No hay nada que contar. Se han empeñado en mandarme a Harvard. La preinscripción está hecha, tan solo debo solicitar el traslado en la universidad. ¿Sabes tío?, mi vida aquí era una puta mierda –Neus nunca se había expresado con tanta vulgaridad como aquella noche–, pero era mi puta mierda.

–Allí conocerás a gente interesante, harás amigos, estoy seguro.

–Sí, gente muy interesante –la voz de Neus era cada vez más cansada. Con la toalla que le ofreció Jorge, se secaba desganadamente su blanca melena alternando con cortos tragos del cálido crianza.

Ambos cenaban en silencio cordero con verduras al horno. Neus había logrado que Jorge le prestara un pantalón y una sudadera de deporte con las que se sentía mucho más confortable. Por su parte, él, inquieto, no cesaba de darle vueltas a mil ideas absurdas en su cabeza. Entendía los sentimientos de Neus: tan solo deseaba ser querida y las dos personas que podían darle afecto preferían alejarla más aún de su lado. “¿Serviría de algo que hable con los padres? Desde luego sería algo muy raro”. Los pensamientos de Jorge intentaban sondear todas las posibilidades que le quedaban a su amiga, la cual, cabizbaja, cenaba en silencio.

La sobremesa no mejoró la situación. La chica bebía una infusión caliente mientras Jorge degustaba su diario chupito de whisky, recomendación del cardiólogo. El silencio incrementaba la tensión, la cual podía palparse en el ambiente.

–Mi ropa ya estará seca. Será mejor que me marche.

–Escucha, Neus. Yo…

–Tú… déjalo Jorge. No tengo el cuerpo para más heridas. Me aprecias mucho, te encantaría hacer algo por mí. No gastes saliva, por lo menos que lo recordemos como una bonita amistad.

El hombre sabía que su amiga tenía todo el derecho del mundo a sentirse defraudada. Si ella había supuesto un soplo de aire fresco en su vida, podía imaginar que en la solitaria existencia de Neus, su mera presencia había sido algo muy importante.

–Mira. Mi mujer y mi hija me recriminaban mucho el que fuera tan opaco para mis sentimientos. Me cuesta exteriorizar en palabras mi afecto hacia la gente. Quiero que sepas que te aprecio, que te has convertido en una persona muy importante en mi vida y que te echaré mucho de menos –mientras decía aquellas palabras, una sensación extraña recorría el interior de su estómago. Jorge no podía evitar aquella inseguridad, aquella incomodidad al abrir su corazón.

Neus alzó la mirada hasta enfrentarla con la de su amigo. Los rosados ojos parecían hoy más melancólicos que de costumbre.

–Gracias. Sé el esfuerzo que representa decir eso –con movimientos lentos, se fue levantando del sillón en dirección al baño para volverse a poner su ropa.

Jorge nunca supo qué le impulsó a levantarse en aquel momento. Vio caminar desganadamente a su amiga por el estrecho pasillo y de repente, la tristeza invadió su corazón. “La voy a perder y no he logrado que entienda lo importante que ha sido para mí”. Los ojos del hombre amenazaban con desbordar el torrente de emociones que le embargaban.

–Neus –decir su nombre era lo más sencillo. Ahora venía la parte en que tenía que afrontar todos sus miedos.

Con paso trémulo, Jorge se fue acercando a la espalda de la inmóvil muchacha. El cuerpo del maduro hombre había reaccionado encendiendo todas las alarmas posibles: sudor en las manos, escalofríos, vacío en el estómago. “Joder, tan solo quería darle un abrazo y parecía un adolescente en busca de su primer beso”. Con delicadeza posó sus manos sobre los huesudos hombros de Neus. Lentamente, la fue girando, intentando ver aquellos ojos que tanto le desconcertaban. Ella continuaba con la mirada baja con visible tensión en sus angulosos rasgos.

Despacio, Jorge fue estirando de ella hasta pegarla a su pecho. La abrazó con ternura, frotando con lentas pasadas toda la longitud de la femenina espalda.

Al comienzo fue como abrazar una estatua puesto que la inmovilidad de Neus era absoluta. Al poco tiempo, Jorge sintió cómo cálidas lágrimas empapaban su camisa de algodón. Los brazos de Neus fueron ascendiendo lentamente por los costados de Jorge hasta llegar a su cintura, la cual apresaron con fuerza en un angustiado lazo.

Una de las manos masculinas recorría el dorso de la desconsolada niña, mesando los blancos cabellos, acariciando la espalda hasta llegar al comienzo de los glúteos. Neus descansaba su cabeza entre el cuello y la clavícula de su querido amigo hipando quedamente.

Más adelante, Jorge se preguntaría muchas veces por qué hizo lo que hizo en aquel momento, aunque tal vez solo siguió un instinto de protección. Sin romper el abrazo, el hombre fue guiando ambos cuerpos hasta el sofá del salón. Tomó asiento, acomodando el delgado cuerpo de su amiga sobre su propio regazo. Ella, reconfortada, aún se arrebujó más contra el protector pecho masculino.

Mantuvieron aquella posición durante un tiempo que ninguno de los dos sería capaz de contabilizar. Neus hacía rato que había dejado de sollozar. Jorge estaba seguro de que no dormía porque podía sentir de tanto en tanto, el roce de sus pestañas en el cuello. Sus propios sofocos e inseguridades habían dado paso a una extraña calma, una sensación de calidez y confort que lo sumían en una especie de trance, como si su cuerpo no fuera el que sostenía a una jovencita en su regazo.

Neus alzó la cabeza, buscando con sus pálidos ojos la adormilada mirada de su amigo. El sincero afecto que percibió en ellos la impulsó a reducir la distancia que separaba sus rostros. Con delicadeza, posó sus finos labios sobre los de Jorge. Presionó con suavidad para que ambos se dijeran sin palabras cuanto guardaban en las profundidades de sus respectivas almas.

La calidez de los labios de Neus, sorprendió al hombre que no se esperaba aquella reacción. Un centenar de sensaciones recorrieron su cuerpo en segundos. En su interior la ternura de aquel momento luchaba contra los prejuicios por la edad. La excitación de sus hormonas se contraponía a la responsabilidad de la madurez. Perdió cualquier batalla contra la razón, en el momento que una mano de finos dedos se entrelazó con la suya. Un pulgar acariciaba la palma de Jorge provocándole cosquilleos indescriptibles.

Los labios, pronto pasaron de tener su piel templada por la temperatura ambiente, a ser cálidos portavoces del más profundo afecto, convirtiéndose finalmente en ardientes abanderados de la pasión. La humedad acompañó a la temperatura, incrementándose hasta la lubricidad más melosa.

“¿Qué diablos estoy haciendo?”, se preguntaba Jorge, sin poder dejar de besar aquella boca de labios finos y pálidos. Los reproches volvían a su mente siendo rápidamente desterrados por el poder de la pasión.

Unos hábiles dedos, desabrocharon con celeridad cuantos botones cerraban la masculina camisa. Abriéndola por completo, Neus acariciaba con la yema de sus dedos el poblado pecho masculino. Con un movimiento vertiginoso, la chiquilla se despojó de la sudadera que horas antes le había prestado su amigo. Su ropa interior aún colgaba de una percha en el baño, por lo que sus pequeños y firmes pechos de pálidos pezones, se mostraron ante la atónita mirada de Jorge.

Neus aplastó sus senos al torso masculino, presionando con fuerza para que ambas pieles se fusionaran transmitiéndose su cariño y su calor. Los labios se volvieron a unir, permitiendo que la punta de las lenguas se saludaran ardientemente.

Saboreando la humedad de aquella lengua en su boca, sintiendo el calor de aquella piel, el cosquilleo del vello en sus sensibles pechos y el fuerte abrazo masculino, Neus se olvidó de que estaba sola en este mundo. Jamás había sentido algo con igual intensidad. Lo que los dos cuerpos se decían no era comparable a retóricas palabras de afecto.

Neus tuvo que aflojar la presión con la que se abrazaba a su amigo puesto que los brazos comenzaban a dormírsele. Aquel abrazo y aquel beso había durado siglos o tan solo un instante, qué importaba. Había sido la cosa más maravillosa que había sentido en su corta vida. La diferencia de edad, las arrugas en ojos y boca, los prejuicios de la gente, nada le importaba en ese momento a al solitario cuervo blanco.

–¿Te puedo pedir una cosa? –solicitó Neus tras romper el largo beso, que había dejado enrojecidos los labios.

–Adelante –respondió Jorge apartando la mirada.

–¿Me harías el amor?

–esto… esto ha llegado ya muy lejos… si seguimos, no habrá vuelta atrás y podríamos hacernos mucho daño –le había costado un esfuerzo sobrehumano, pero al final había logrado que la razón aflorara aunque con suma debilidad.

–Acabo de pasar el momento más bonito de mi vida ¿crees que no tengo claro lo que hago? –Neus se había puesto en pie ofreciendo su mano al aturdido hombre que la miraba con una mezcla de pasión y pánico.

Finalmente, con un suspiro resignado, Jorge cedió a sus instintos y aferró la mano que se le ofrecía. Neus lo condujo pasillo adelante hasta la puerta del dormitorio principal, delante de la cual la joven arqueó las cejas interrogando mudamente. Jorge asintió con la cabeza, permitiendo el paso de la pareja a su santuario particular. “Los objetos son eso, objetos. Nada va hacer que recuerde más o menos a mi esposa”, pensó Jorge atravesando el umbral de la puerta.

Todo ocurrió con increible naturalidad. Ambos pensaban que sería una locura de nervios, inseguridades y errores por su propia parte. Para Neus era su primera vez y extrañamente se encontraba calmada y a gusto. Jorge, por su parte, se obligó a controlar la situación. Si se arrepentía ya lo sufriría él, pero en ese momento lo importante era su amiga y no podía fallarle.

Él apartó el cobertor de verano y la sábana, invitando a Neus a adentrarse en el lecho. Ella tardó poco en desvestirse por completo, puesto que tan solo llevaba puesto el pantalón de deporte. Su lacia y nívea entrepierna se mostró con toda naturalidad como si lo hubiese estado haciendo toda la vida. Se sentó sobre la cama aguardando a su compañero.

Mientras Jorge se quitaba los pantalones y el bóxer, la muchacha observaba el pecho del hombre en el cual destacaban varias blancas canas, jaspeando la negra maraña de vellos del pectoral. “Otros podrán estar más cachas, pero el que me interesa es este”, pensó la joven mirando apreciativamente el delgado cuerpo en el que sobresalía una vigorosa erección, la cual le provocó una nerviosa sonrisa.

Con el hombre dentro de la cama, el nuevo abrazo no se hizo esperar. Al contacto de las pieles, descargas eléctricas recorrieron los ansiosos cuerpos. Neus quiso girar el cuerpo de Jorge para poder tumbarse sobre su pecho en un abrazo protector. Una mano empujaba la delgada espalda profundizándo la unión de los cuerpos. La otra mano recorría el dorso de la muchacha cubriéndolo de sensuales caricias, el pelo, la espalda, las prietas y respingonas nalgas.

Neus se hubiese quedado así de por vida. Las preocupaciones habían desaparecido y tan solo lo sensorial ocupaba su mente. El sabor de los labios masculinos, el varonil aroma de la piel, la mirada de ternura que le devolvían los ojos marrones, el retumbar de su propio corazón sintiendo a través de su piel cómo palpitaba el corazón ajeno.

Inconscientemente, las caderas femeninas comenzaron a frotar la dura carne que se interponía entre los vientres. La consciencia de Neus buscaba calor y afecto pero su libido reaccionaba iniciando movimientos involuntarios. Un suspiro, exhalado por los labios de Jorge, hizo pensar a la muchacha que para él, aquel movimiento era tan placentero como para ella sentir la calidez de la masculina entrepierna en su húmedo sexo.

Ambos tenían claro cuál sería el siguiente paso. El cuerpo del hombre exigía con ansiedad que llegase cuanto antes. Neus intuía que era la manera de enlazar más aún los cuerpos de una forma sublime.

La chiquilla sintió cómo la mano que acariciaba dulcemente su trasero se adentraba entre sus glúteos, buscando sin prisa pero sin pausa el origen del calor de su cuerpo. Unos expertos dedos le acariciaron superficialmente la zona, jugueteando con la entrada a su intimidad. Las sensaciones se arremolinaban como un torbellino que amenazara con dominarla y someterla.

Un leve impulso hacia arriba de la mano que acariciaba su sexo, fue suficiente para que las femeninas caderas se alzasen liberando la virilidad de Jorge. Esta, como si tuviera vida propia, pareció buscar instantáneamente la puerta a las profundidades abisales de la chica.

En el instante que el glande, guiado por la mano del hombre, rozó la vulva de la muchacha, provocó un estremecimiento de pies a cabeza de todo el cuerpo femenino. El pálido rostro se desencajó. Las uñas se clavaron en el velludo pecho y un profundo suspiro brotó de los labios de Neus.

–¿Te he hecho daño? –preguntó compungido el hombre.

–Creo que ha sido un orgasmo –respondió la chica mostrando una amplia sonrisa.

Ella misma fue la encargada de terminar de guiar el miembro masculino hasta el interior de su cálida cueva. Sintió la presión en las paredes vaginales, mientras se adaptaban al ancho intruso. No era agradable del todo, pero la emoción que le embargaba por poder tener en su interior el palpitante cuerpo de Jorge, compensaba las pequeñas molestias.

Descendió lentamente, sintiendo en su húmeda cavidad, cada uno de los suaves roces, notando cómo su femineidad abría paso al nuevo compañero de juegos, amoldándose al grosor de este. Por fin sintió que ya no podía bajar más. Los pubis estaban unidos. El rizado y oscuro vello de Jorge contrastaba vívidamente con su lacio y blanco triangulito de pelo. Casi estuvo a punto de tener un segundo orgasmo de la emoción que le embargó al verse unida a su querido amigo.

–¿Te ha dolido?

–No, tranquilo, has sido muy dulce. Además hace años que perdí el himen –Neus había cerrado los ojos sintiendo cada palpitación en su interior.

Jorge giró hasta colocar a la muchacha bajo su cuerpo. Deseaba que ella se relajara lo máximo posible y para ello, nada mejor que liberarla de la tarea de marcar el ritmo.

Instintivamente, los talones de Neus se cruzaron encima del trasero masculino impidiendo que el hombre pudiera escapar del sensual abrazo. La boca de Jorge buscó la de Neus fusionando los labios y la lengua en un profundo y duradero beso. El momento fue aprovechado por las caderas del hombre para comenzar una suave cadencia atrás y adelante. “Dios, qué a gusto se está aquí dentro, qué estrechito, qué calentito”, pensaba Jorge mientras su virilidad friccionaba lentamente con el sexo de la joven.

El ritmo fue incrementándose con lentitud. Nada debía molestar a Neus, la cual disfrutaba de su primera vez. Un escalofrío recorrió la espalda de Jorge cuando a sus oídos, llegó un, “te quiero”, susurrado por los labios de Neus. La culpabilidad se mezcló con la pasión en una combinación explosiva.

Los pálidos talones se clavaron con fuerza en el trasero de Jorge, al tiempo que la espalda de Neus se arqueaba exhalando por su boca un profundo gemido de satisfacción. Ante aquel despliegue de sensualidad, él no tardó en acompañar a su joven amiga en un profundo orgasmo que lo vació por completo entre sentimientos de culpa y placer. Ella sintió la calidez de la esencia masculina derramarse en su interior, prolongando las intensas sensaciones que disfrutaba en aquel momento tan especial.

Ambos quedaron profundamente abrazados. Neus sintiendo el peso y el calor masculino protegiéndola, queriéndola. Jorge notaba todo su cuerpo sucio de podredumbre, de la infamia de su alma. Pensaba que se había engañado a sí mismo y lo peor, había engañado a Neus.

El hombre aprovechó la repentina laxitud de las femeninas piernas para deshacer el abrazo de estas. Depositando un suave beso en los labios de Neus, se levantó en dirección al baño.

Jorge daba vueltas al baso de whisky, observando cómo los hielos nadaban en el dorado líquido. Era el segundo trago desde que había desaparecido del lecho hacía cerca de una hora. Los remordimientos y las culpas se cernían sobre su cabeza como negras nubes de tormenta.

–¿Arrepentido? –preguntó una suave voz a su espalda. Jorge no pudo reprimir un respingo por la sorpresa.

–Es muy complicado, Neus. Yo te aprecio mucho y te respeto.

–Pero no me quieres –su voz era serena y profundamente triste. Las palabras de la joven se clavaron en su viejo corazón como puñales.

–No es eso, Neus…

–Shh. Solo quise llevarme un bonito recuerdo –posó la yema de su dedo sobre los labios de Jorge, impidiendo que este replicara–. Gracias Jorge, nunca te olvidaré. Nunca.

Neus posó sus labios sobre los de su amigo y, tras un fugaz beso, se giró enfilando el pasillo de salida. Jorge se maldecía por su falta de valor mientras veía la espalda de Neus desaparecer tras la puerta de la calle.

*-*-*-*

El salto desde lo alto de la Berja, le había lastimado un pie aunque no lo suficiente para que no pudiera andar. Con paso sigiloso, no le fuera a descubrir algún vigilante, corrió bajo la intensa lluvia hasta llegar al resguardo del frondoso sauce. Con la espalda firmemente apoyada en el rugoso tronco, se dejó caer, sentándose sobre la húmeda hierba.

Los dedos, ateridos por la lluvia y el frío, rebuscaron pacientemente en los amplios bolsillos de la gabardina negra. Un pequeño envoltorio de papel de aluminio apareció en su temblorosa mano. Tras varios intentos, logró abrir el pequeño paquete, extrayendo la afilada hoja de un bisturí de su interior. Otro movimiento en el interior del bolsillo y apareció la mano empuñando un escalpelo, en el cual encajó con movimientos precisos la afilada hoja del bisturí.

A la luz de los relámpagos, observaba cómo la sangre fluía del corte de prueba realizado en la palma de su mano. El fluido vital descendía lentamente recorriendo la espectral palidez de la mano con su intensa negrura. Neus cerró los ojos e inspiró con todas sus fuerzas, acumulando el valor que necesitaba para dar aquel paso.

*-*-*-*

“Con un cuarto whisky no solucionaré nada”, pensó Jorge mientras encendía la cafetera. Hacía escasos minutos que el sol apuntaba por el este. Ni siquiera había pensado en regresar a aquella cama que aún guardaba el calor de Neus. Los recuerdos de hacía unas horas volvían una y otra vez como un carrusel de emociones que cada vez lo tenían más confundido.

En su mente, se habían grabado a fuego aquellas palabras, “Pero tú no me quieres”, retumbando en su cabeza con la constancia de una triste letanía.

Con calma, se vistió observando el despejado cielo. Le encantaban aquellos días tras la lluvia, en que los colores y los olores se acentuaban, reventando de vida los jardines.

Sus pasos se dirigieron como autómatas hacia los Reales Viveros. Una explosión de vida le recibió nada más atravesar la puerta del jardín y en aquel momento lo vio claro. “La quiero, claro que la quiero”. El pensamiento se abrió paso en su cabeza con la contundencia que solo el amor puede provocar.

Sintiendo el cuerpo más liviano, sus pies lo llevaron ágilmente hacia la esquina donde estaba su banco preferido. “Hoy estaré solo. No vendrá Neus aunque su recuerdo está conmigo”, pensaba acercándose al enorme sauce. Pero se equivocaba. Sentada sobre un charco de su propia sangre le aguardaba el cuerpo inmóvil del pequeño cuervo blanco.

Jorge corrió con la desesperación en el rostro y la angustia en el corazón. Se arrodilló junto al cuerpo de Neus, sin importarle que sus ropas se tiñeran de rojo. La abrazó contra su pecho con necesidad de sentirla, de decirle cuánto la quería, de no perderla.

–¡Te quiero, claro que te quiero!, pero mi tonta moral me impedía darme cuenta –Las lágrimas de Jorge bañaban las pálidas facciones del débil cuervo.

–Me asusté –susurró Neus con un hilo de voz, al tiempo que mostraba un pañuelo ensangrentado ciñendo su muñeca izquierda–. No sirvo ni para eso.

Juntando todas las fuerzas que pudo, Jorge alzó en brazos el delgado cuerpo de Neus, sin dejar en ningún momento de llenarle la cara de besos. Con un paso firme, caminó entre los floridos parterres acercándose al amplio arco de entrada al jardín.

Fin

Nota 1: Neus en la lengua que se habla en la costa mediterránea significa nieve.

Nota del autor: Inspirado en la película Educando a J.


La extraña me folla: Comeme el coño, cariño

$
0
0

Yo tenía treinta años entonces. Era alto y fuerte, con un cuello de toro, piernas como columnas, brazos musculosos pero sin exagerar, llevaba el pelo negro, tenía un aspecto lorquiano de moreno de verde luna. Todos los días a las siete de la tarde me tomaba un whisky en el pub Bortimer, en la avenida del Mediterráneo de Madrid, un local decadente que me encantaba. Me gusta tomarme copas en sitios sombríos, esconderme en un rincón con mi copa en la mano para otear el horizonte. Aquel día fue distinto. Me senté en la mesa de siempre, estaba abstraído, mirando el culo de una rubia que se apoyaba en la barra. Sólo me di cuenta de su presencia cuando se sentó en la silla que estaba vacía delante de mí. Me fastidió porque me impedía seguir con los ojos clavados en la rubia. Le miré con cara de pocos amigos.

-Soy Eduardo Altares.

-¿Nos conocemos? –le pregunté, un poco escamado.

-Me estoy presentando. Soy el secretario de una persona que tiene interés en ti.

-¿Quién es?

-No te lo puedo decir.

-Vale y ¿por qué no levantas tu culo de la silla y me dejas tranquilo?

-Es una mujer madura, muy bien conservada, cuarenta y cinco años, que tiene mucho dinero y que quiere hacerte una oferta.

-A mí no me gustan los jeroglíficos ni los misterios –seguí poniéndome un poco borde.

Pero el hecho de que fuera una mujer despertó mi curiosidad.

-Ella está muy interesada en conocerte.

-La apuntaré en mi lista, pero adviértele de que es muy larga.

-No le importa esperar –el tipo no se rendía pese a mis chulerías.

-Tráeme una foto de esa mujer y le diré si me interesa que me conozca.

-No es posible. Ella está dispuesta a pagar bien, muy bien, por tener una cita contigo.

-¿Se cree que soy un puto? Yo sólo follo con las que me gustan.

-Esta te gustara, te lo aseguro.

-¿Y cuándo me ha visto esa mujer?

-En el gimnasio. Creo que le gusta tu cuerpo.

-¡Vaya, vaya! Pero yo no cobro a las mujeres, busca en otra parte –insistí.

-Serían tres mil euros por una cita.

-¿Una cita?

-Una cita especial, claro –me dijo aquel hombre de unos cuarenta y cinco años, que vestía un traje impecable y llevaba una corbata con un nudo doble Wilson, un tipo decimonónico.

El tipo se marchó en silencio, como una sombra, como había llegado. Me quedé perplejo. Aquella tía debía estar para encerrarla, o era más morbosa que yo. Y está idea empezó a echar raíces en mi cabeza. ¿Por qué no? Era una experiencia. Si no me gustaba siempre podría cortar.

El hombre volvió a Bortimer una semana después, se sentó otra vez frente a mí.

-¿Ya lo has pensado? –me preguntó.

-En eso estoy.

-Subimos la oferta: 4.000 euros.

-¿Por un polvo? –bromeé.

-Por una sesión especial. Deberás venir a la dirección que te daremos, no preguntarás nada, te presentarás en un palacete donde yo le estaré esperando, te subiré a una habitación magnífica especialmente diseñada, te pondrás un antifaz que te impida ver, ella tampoco quiere que hables, sólo debes sentir.

-Eso del antifaz no me gusta nada.

-Es una condición ineludible, ella no quiere que la veas, tendrás seguir las instrucciones de la condesa. En algunos momentos ella te atará.

-Demasiado rollo.

-Puedo llegar a cinco mil euros.

Dije que sí. Sentía curiosidad y la situación empezaba a ponerme cachondo. Llegó el día señalado. El palacete estaba en el barrio de Salamanca de Madrid, zona noble. En la puerta me esperaba Eduardo Altares. “Acompáñeme”. Una casona elegante del siglo pasado. Atravesé un salón con espejos inmensos y lámparas de cristal, un ambiente de otra época. “Me voy a tener que follar por cinco mil euros a una vieja del paleolítico. A lo hecho, pecho”, pensé. Eduardo me llevó a una habitación con muebles muy modernos, que contrastaba con el resto de las estancias de la casa. Había una cama que parecía un campo de fútbol, me fijé en unas argollas fijadas al cabecero. El secretario-alcahuete me señaló una ropa que estaba muy bien doblada encima de la cama. “Póntelo”. Había unos leotardos de cuero negro con una abertura a la altura de la polla, un chaleco, también de cuero negro, y un antifaz. “Quizá no sean de mi talla”, bromeé. “Ella sabe tus medidas”. “No todas”, le guiñé un ojo. “Ponte la ropa y espérala tumbado en la cama, no tardará”. Los leotardos, o lo que fueran, me estaban estrechos, cuando metí las piernas parecían a punto de estallar. Saqué la polla por el agujero, me puse el antifaz y me tumbe en la cama.

La espera duró sólo cinco minutos. Me la amenizaron con un disco de Ray Conniff. “Bésame…bésame mucho…. Como”. Estaba relajado cuando escuché el ruido de la puerta al abrirse. Me mantuve en silencio como me habían ordenado. Ella se movía por la habitación, notaba sus pasos, me imaginaba sus movimientos acercándose hasta mí. Me agarró una mano con delicadeza y me la sujetó con una de las argollas que estaba en la cabecera de la cama. Luego hizo lo mismo con la otra. Entonces empezó a acariciarme muy suavemente. Con sus manos recorrió mi brazo, me acarició el bíceps, la notaba cerca, sentía el calor de su cuerpo. Estaba a mi derecha, se recostó contra mí, de forma que su boca quedase a la altura de mi cuello. Me besó. Su lengua se acercó a mi oreja, me comía el lóbulo. Me susurró al oído: “No digas nada, ni hagas nada, sólo déjame disfrutar de ese cuerpo”. Tenía una voz dulce y delicada, encantadora. “Me está poniendo cachondo”, pensé pero no pronuncié una sola palabra para no romper el encanto. Hubiera necesitado las manos pero las tenía atadas al cabecero. La mano de la desconocida acariciaba mi pecho, masajeaba mis abdominales, su lengua se acercaba a mi boca. Cuando nuestras lenguas se juntaron ella se apretó contra mí, me abrazó fuertemente, se restregó contra mi polla que ya estaba dura y fuerte. “Te voy a comer la polla como no lo ha hecho nadie”, me dijo. Inmediatamente fue lamiéndome desde el cuello hacia el ombligo, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Yo notaba su lengua, sentía sus manos, enloquecía con sus caricias que se iban acercando cada vez más a la tierra prometida. Me quitó los extraños pantalones que me había hecho ponerme y me proporcionó un masaje espectacular. Sus manos acariciaban mis muslos y mis huevos, las movía sobre mi pene, arriba y abajo. Y de repente noté la lengua de aquella mujer jugueteando con mis huevos, me los siguió comiendo. Y subió y subió. Le metió la polla en la boca. Yo notaba su deseo, aquella mujer tenía un morbo como yo nunca había conocido. “¿Quieres comerme tú un poquito el chochito, cariño? Seguro que sí. Todo llegará”. Se echó a mi lado, notaba su calor, estaba desnuda, se restregaba contra mí, agarró mi polla con sus dos manos, y se la puso sobre su coño, colocó la punta contra su clítoris y empezó a moverla de un lado a otro, la movía y la movía. Y al mismo tiempo gemía. “Cómo me gusta, cómo me gusta, tienes una polla tremenda”, gritaba. “Me la voy a meter hasta dentro, muy hondo”. Se colocó encima de mí y se puso a galopar y a galopar como una fiera hambrienta, se movía y se movía y gritaba. “¡Ahhh, ahhh. Me vuelves loca, hijo de puta, me vuelves loca, te estoy follando, te estoy follando”. Fue una galopada inmensa, tremenda, yo aguanté cómo pude. Quería quitarme aquel antifaz, liberar mis manos, agarrarla. Pero ella no me soltó. “¿Te apetece comerme el coño, cariño?”, me preguntó. Yo moví la cabeza de arriba abajo. “¿Quieres ser mi perrito?”. Volví a mover la cabeza de arriba abajo. Entonces noté que me ponía algo al cuello. Una correa. Soltó mis manos de las argollas y me dijo: “Camina a cuatro patas”. Obedecí. “Y busca mi chochito, perrito, busca mi chochito”. Se había separado de mí y yo me dirigí hacia ella siguiendo su voz. Debía de estar sentada en un silloncito no muy alto. Lo justo para que mi cabeza quedase entre sus muslos. “Chúpame, perrito, chúpame”. Está loca, pensé. Pero mis labios encontraron su chochito y mi lengua vibró sobre su clítoris. “Ahhh, ahhh, que bien lo haces perrito”. Mis labios agarraron su clítoris, metí mis dedos en su vagina, la comí con frenesí, como nunca se lo había hecho a nadie en su vida. Ella se derretía. Entonces ella se dio la dio la vuelta, se puso con el culo en pompa. Me pareció un culo magnífico. “Ahora fóllame el culo, cabrón, me estás volviendo loca”. Mi lengua daba vueltas en su ano, entraba y salía, mis dedos escargaba en su chochito. “Méteme la polla, méteme la polla”. Pero la hice esperar. Seguí con mi lengua haciéndola vibrar, después metí un dedo lentamente, después dos, después le puse la polla en el centro de su ano. “Sí, sííiii”. La restregué la polla por toda la raja del culo. “Síiiiiii, síiiii, síiii”. Luego se la meti poco a poco. “Ayyyyy”. Cuando la tuve entera dentro de su culo, me moví fuerte con mis caderas. Me moví salvajemente dentro de su culo hasta que me corrí. Me quedé tumbado sobre ella y creí que allí se había acabado la sesión, pero ella pensaba otra cosa. “Ahora perrito quiero comerte ese culo fuerte y prieto que tienes, ponte tu en el sillòn con el culito hacia mi cara, perrito”. Yo pensé que aquello no entraba en el trato, pero decidí seguir a ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar aquella mujer. Me puse en el sillón con el culo en pompa y me hizo esperar, pero después noté su lengua entre mis piernas, sus dedos acariciándome el ano, su lengua comiéndose mi culo, noté que me metía el dedito cada vez màs, y después me metía dos y los movía dentro de mi culo. ¡Qué puta eres!, pensé. ¡Me quieres follar por el culo!, me mosqueé. Entonces noté que me acariciaba la raja del culo con algo duro y dí un respingo. “Otro día me tienes que dejar que te meta este consolador por el culito, perrito, ¿verdad que sí”. Sólo me metió la puntita, mientras con sus manos agarraba desesperadamente mi polla. Me hizo una paja monumental y me volví a correr. Entonces se levantó y se marchó. Oí que abría la puerta y me dijo: “Puedes quitarte el antifaz y vestirte”. Cuando me quité el antifaz ya no pude verla. Quien apareció, cuando ya estaba vestido, fue Eduardo Altares, igual de trajeado que antes. Me acompañó a la puerta de la casa y me dijo: “La condesa ha quedado muy contenta. Volveré a visitarte en Bortimer”. Y efectivamente lo hizo. Acudió a la cafetería, volvió a sentarse a mi mesa.

-Le he traído esta película –me dijo-. La señora quiere que la vea.

-¿Y qué hay en la película?

-Creo que es una escena que quiere que usted vea para que sepa lo que ella desea la próxima vez. Le pagará mucho mejor. Volveré dentro de siete días con la nueva oferta.

Cuando llegué a mi casa puse la película. Una mujer con un consolador en la cintura se follaba a un hombre con una venda en los ojos. La tía me quiere follar el culo. Todavía no sé lo que haré cuando dentro de siete días aparezca Eduardo Altares.

Se admiten comentarios y sugerencias

Diario

$
0
0

Día 1

Las bombas suenan a pesar de que esté a cientos de kilómetros de cualquier objetivo, al fin lo han conseguido, los gobiernos en una estúpida discusión de quien es el más macho, zas, construí este refugio nuclear por que ya me olía que no les interesaba la paz y hice bien.

Quise compartir el refugio con mis vecinos, pero ellos confiaban en los refugios gubernamentales, lástima.

Día 400

Los DVDs que he metido en el refugio y las tareas que me he auto impuesto me permiten estar cuerdo, de momento, la soledad es…

Horrible.

Día 720

Este refugio me parece lúgubre, a veces tengo la sensación de que oigo fantasmas.

La rutina ya apenas me distrae.

Día 1020.

No pude evitarlo, tenia que salir de ese refugio, lo preparé para estar 50 años, ¿Quién pensaría que lo abandonaría antes por miedo a enloquecer.

Me dirigí al refugio gubernamental.

El paisaje estaba lleno de nieve, como una macabra postal navideña

Con mi traje protector y mi contador geiger me dirigía a una ciudad en ruinas, llena de esqueletos humeantes y cucarachas, llegué al refugio gubernamental.

Curiosamente estaba abierto, parece que reventó desde dentro.

Al explorar, vi miles de cadáveres, me sorprendían el numero de personas, calculaba unas 100.000 en un refugio pensado para 20.000 personas.

Visualice las cintas de seguridad, al parecer vivían todos hacinados, la comida y el agua se acababa rápidamente y hubo una guerra dentro del refugio.

Que ironía, una guerra dentro de una guerra.

Cogí algunas armas del lugar y munición, si los supervivientes son como esos, mejor prepararme.

Día 1530

He estado haciendo viajes al refugio, recogiendo suministros y lo que queda de los alimentos y el agua, también me llevé una radio, una radio que me absorbe mucho tiempo, porque me paso 12 horas al Día intentando contactar con alguien.

Día 2300

Veo que la vida vuelve en forma de plantas, igual que Pripyat, la ciudad ha quedado colonizada por las plantas que ante la falta de mantenimiento, hay hongos, hay musgo, debido a que la nieve se ha derretido y la gran parte de la radiación se ha dispersado.

Vi también algunos animales salvajes, perros, lobos, jabalíes.

Al parecer las teorías eran erróneas de que seria el fin de la vida, pero tampoco el lugar es seguro.

Deseo destrozar la radio pero… no puedo dejar de intentar contactar.

¿y si soy el ultimo humano?

Ese pensamiento me hace llorar.

Día 2850.

Desde hace un mes siento que me observan, no un animal que intente comerme, sino una persona humana, alguien humano.

Pensaba que estaba volviéndome loco pero… ¿y si es cierto? Seria capaz de gritar de alegría pero… ¿y si es hostil?

Día 2883.

Hoy mi corazón se me subió a la garganta, vi una huella, una huella fina de pie humano.

Al volver al refugio canté preparaba el refugio para una bienvenida, desempolvé las habitaciones que no usaba (diseñé el refugio para 25 personas).

Pero me detuve, pensaba que estaba loco ¿Quién era ese? ¿era peligroso? ¿un mutante? ¿un miembro de una banda de asesinos post-apocalipticos.

Sea como sea, salí siempre buscando ese superviviente, cantando, Dios, ¿Por qué no morí por las bombas? Es oficial, me he vuelto loco

Día 2920.

No encontré más rastros de supervivientes, Día y noche me invade una horrible depresión, salgo del refugio más tiempo del que debería, muchas veces dejo el refugio abierto, de vez en cuando entra algún animal al que abato.

Fantaseo con la muerte, con mi muerte, no se si existe el otro mundo, pero el olvido es mejor que la soledad y si hay otro mundo, salgo ganando.

Día 2922

Hoy es el Día, el Día en que el ultimo humano decide quitarse la vida ¿Cuántos Días llevo solo? Si no fuera por el Diario hace mucho que dejaría de contar, ocho años, ocho años sin ver vida, al entrar en el refugio, las imágenes de una película me traen tristeza, iba a apagarla cuando…

Recordé que hace un año que no toqué ese maldito DVD.

Apagué la película y amartillé el arma, había alguien aquí ¿o puse yo la peli, no… se me iba la cabeza, pero no tanto, había alguien, ¿o me lo he imaginado.

Mientras registraba el refugio, empecé a cantar, la misma canción que cantaba para buscar supervivientes.

El comedor, latas de comida tiradas y totalmente limpias, pero claramente abiertas por manos humanas, habían tres sillas fuera de lugar.

Eran tres, tres supervivientes.

Mi rifle empezó a temblar ¿Qué pasaría? ¿seria hostil? ¿y si lo fuera? ¿me atrevería a dispararle? Empecé a oír sollozos en uno de los dormitorios, abrí la puerta y apunté con el arma.

Eran dos chicas, vestidas con harapos, dos chicas idénticas que se abrazaban y me suplicaban que no les hiciera daño.

Yo me puse a reír, esto era mi imaginación, ellas no existían, ellas no están ahí, ellas no….

Día 2923.

Me desperté, alguien me golpeaba por detrás, lo primero que vi fue el cañón de una escopeta.

Estaba en la cama, atado de pies y manos y vi tres figuras.

Una mujer de 43 años de melena pelirroja, se acababa de duchar, en mi ducha por cierto, podía oler su piel, tenia unos brillantes ojos verdes, su cara suave, con una nariz chata, tenia una barbilla fina.

Estaba desnuda, abandonó deprisa y corriendo la ducha al oír que me despertaba sin importar mostrar su cuerpo lleno de cicatrices, su busto era generoso, con aureolas rosadas y pezones medianos tirando a pequeños, tenia bastante vello en su concha y sus caderas estaban muy marcadas, sus piernas eran poderosas de tanto andar.

-¡mamá! ¡tiene algo en el pantalón! – decía una de las gemelas a las que le pondría entre 13 y 15 años y se referían a la erección de mis pantalones.

Dios, hacia tanto que no veía a una mujer.

Y ella parecía tener el mismo problema, miraba obsesivamente mi erección, pero apartó la vista y me miró a los ojos.

-¿Quién eres? – me preguntó.

Me presenté, ella se llamaba Marcela y sus hijas eran Inés y Laura, ella me contó que se quedaron fuera del refugio gubernamental debido por que no les admitieron.

Pregunté si había alguien más con ellas.

Me respondieron que era yo la primera persona que vieron en años, todo comenzó con que tenia una radio para comunicarse con sus hijas durante sus incursiones en busca de comida, pero que de repente alguien entró en su frecuencia, indicando su posición.

Me contó que aulló de alegría, un refugio para sus hijas.

Me observaban, tenia miedo de que era un loco que las violara a ella y sus hijas, me pusieron nombre durante la vigilancia (canción fuera de tono, lo se, nunca canté bien)

Marcela me dijo que ellas entraban en mi refugio aprovechando mis salidas, la primera vez que aprovecharon de dejé el refugio abierto fue por un motivo muy claro, no habían comido en una semana y no podían beber más agua radiactiva, estaban tan débiles que les costó entrar, pero cuando vieron mi despensa y mis reservas de agua fue la anarquía, bebiéndose botellas enteras de agua, las niñas golpeando latas con martillos para acceder al nutritivo interior (hasta que Marcela les enseñó a abrirlas), pero luego se iban limpiando todo rastro y llevándose cosas, hoy se habían entretenido con la película, pero era tan larga que no calcularon el tiempo y no pudieron limpiar sus rastros ni escapar.

-Niñas, id a comer en la cocina – dijo Marcela.

-Pero mamá…

-¡Id!

Las chicas obedecieron y Marcela cerró la puerta, en ese momento sacó un cuchillo y se acercó a mí.

Yo le supliqué que en este refugio había espacio y comida para todos, pero ella me rasgó el pantalón liberando mi verga.

Se quedó mirándola largo tiempo, su respiración sobre mi miembro me excitaba de sobremanera, durante largos minutos me respiró sobre mi miembro antes de engullirlo de golpe.

Arqueé mi cuerpo, hacia mucho que no sentía ese placer, hacia mucho que no sentía la lengua de una mujer acariciando mi glande.

Tuve una corrida de campeonato, llenando le la boca, ella saboreó la leche antes de tragársela.

-cielos, no había echo esto desde que… mi marido me dejó para irse al refugio.

-¿el que hay cerca de aquí? – pregunté

Ella respondió afirmativamente.

Le expliqué como encontré el refugio gubernamental.

Ella sonrió maliciosamente, no le sentó bien que la dejara tirada para salvar el culo.

Se me acercó al oído, apoyando sus pechos en mi torso y me susurró que me soltaría, pero si intentaba algo, me cortaría la garganta.

Me soltó y la abracé, la abracé con fuerza mientras besaba aquella criatura celestial que sobrevivió al infierno nuclear, esos labios despertaron mi verga deseosa de carne de mujer.

Ella me lamia los pezones, cielos, que lengua más hábil tenia hubo momentos que casi me faltaba el aliento, acariciaba y mordía esos maravillosos pechos.

Ella gemía de gusto, era su debilidad, seguí atacando sus pechos hasta que arqueó su espalda, su concha chorreaba de néctar que succioné aprovechando la debilidad de Marcela, la cual se agarraba a la cama y se mordía los labios.

De nuevo ella arqueó su espalda y yo bebí sus fluidos con placer, vi a Marcela, toda sudada, jadeando y esa mirada de extasiada.

Tenia que penetrarla.

Cogí de un cajón un preservativo, espero que la fecha de caducidad no haya pasado, pero Marcela me lo quitó y me dijo que ya ha estado mucho tiempo sola.

Quería que la hiciera madre.

Mi polla estaba fuera de si, separé sus piernas mientras ella agarraba mi falo y lo dirigía a su concha.

Olvidé lo cálido y suave que era el interior de las chicas, ella estaba tan mojada que no hubo problemas.

Tenia la sensación de que me observaban, vi que eran las hijas de Marcela que se turnaban para ver que le hacia a su madre.

Pero ver botar los pechos se Marcela me ponía burro, me movía más y más rápido hasta que acabé dentro de ella.

Me quedé dentro de ella un rato, ambos jadeamos de cansancio.

Ella quería irse con sus hijas, pero yo la agarré de la mano y le pregunté si quería ducharse conmigo.

Ella me sonrió con su cara de extasiada.

Cuando cayó el agua, ella jadeó de placer, me confesó que no podía creer que pudiera ducharse con agua caliente otra vez.

Mi erección apuntó a su concha, ella se dio cuenta y acarició mi verga con sus labios vaginales.

Mierda, eso me ponía burraco, acaricié sus pechos con mis manos y ella me empezó a lamer los pezones.

Demasiado caliente para pensar, la puse cara a la pared y la penetre por atrás con fuerza y pasión, ese calor, esa suavidad olvidadas hace años han despertado la bestia que apenas se satisfacía con las pajas, ahora en vez de mi verga, agarraba las caderas y los pechos de una mujer, no un sueño ni una fantasía, una mujer de verdad, a veces me frenaba por miedo a romperla, pero ella me dio una palmada en la nalga con el grito de más fuerte y eso me animó a darle duro a su matriz.

Una matriz que llené con chorros de semen mientras la abrazaba extasiado, ambos caímos al suelo de la ducha, ella quería irse, pero yo me abrazaba fuerte, ella me dijo que teníamos que ir con nuestras hijas.

No recuerdo que un cura nos casase, pero no le di importancia.

Fuimos a la mesa, las niñas notaban como sonreíamos, me fijé que Marcela las educaba en la mesa (las niñas comían vorazmente las manzanas de mi huerto subterráneo y las latas deshidratadas) cuando les dijo Marcela que la cigüeña les traería un hermanito, ellas dijeron que ya saben de donde vienen los niños.

Ambos nos sonrojamos.

Día 2928

Salimos y les dijimos a las niñas que cerrasen el refugio a cal y canto y nunca, pero que nunca abran a un desconocido si no viene con su madre y yo.

Marcela insistía en ir al refugio gubernamental, tras mucho insistir, la acompañé (¿Qué querían? ¿Qué me hiciera una huelga de piernas cerradas?)

Ya había saqueado todo lo que pude del refugio ¿Qué buscaba Marcela? Ella miraba todos los cadáveres hasta que encontró uno, no parecía distinto a los demás, pero Marcela apretaba los puños y pateó el cadáver desperdigando los huesos, luego agarró la calavera y le dijo.

-hola cariño ¿te acuerdas de mi? ¿tu esposa? La que abandonaste con sus hijas para meterte en este refugio para salvar tu puto pellejo? Que patético, creías que yo y mis hijas moriríamos en una agonía, he de admitir que lo pasamos mal, pero yo y mis hijas estamos vivas y tú solo sirves como cenicero o para echarlo al perro como palito al que traer.

Me hizo señas para que viniera y luego le dijo.

-¿creías que no podría vivir sin tu polla? Pues he encontrado otra mejor, no veas como me taladró el coño, como me llenó de leche ¿no me crees? Espera.

Marcela colocó la calavera mirando la cama y Marcela empezó a desnudarse, me insistió en que la cogiera.

Ante mi sorpresa, ella me bajó los pantalones y empezó a succionar mi verga, antes lo hacia con pasión, pero ahora su felación era arte puro, sabia cuando darme caña y cuando relajarse, tenia la tentación de agarrar su cabeza y marcar el ritmo, pero ella me miró con autoridad para que no lo hiciera.

Cuando terminó de mamármela estaba deseando penetrarla, pero ella le dijo a la calavera.

-mira como tu esposa es follada por un hombre de verdad.

Marcela se puso a cuatro patas y acarició con sus nalgas mi verga hambrienta, no dudé en penetrarla con fuerza y violencia, su calor, su suavidad y como sus músculos vaginales abrazaban mi carne me ponían a tope, oía mis caderas golpear violentamente sus nalgas.

-AH, SI, MALDITO CABRON, DAME DURO, DAME DURO, ENSEÑALE A ESE SACO DE HUESOS COMO TRABAJA LA CARNE DE TU POLLA, COMO ME USAS CADA NOCHE, COMO ME PREÑAS CON TU LECHE Y ME AGARRAS PARA DARME MÁS Y MÁS, ENSEÑA A ESE PICHICORTO LO QUE ES UN MACHO DE VERDAD, ENSEÑALE QUE SOY TU HEMBRA DESEOSA DE TU CARNE Y TU LECHE, ¡TOMAMEEEEEEEE!

Esas palabras me ponían y bombeé con rabia agarrándola de las caderas, de vez en cuando le daba una palmada en sus nalgas, cuando estaba a punto de correrme, me agarré a sus pechos, sintiendo esa dulce suavidad.

Sentí que toda mi fuerza se me iba tras esa corrida, llené su interior y me quedé dentro de ella, quería descansar, pero ella me invitó a probar un agujero que su marido no tocó.

Su culito.

Mi falo volvió a levantarse, ella se apoyó en la pared, frente al cráneo de su marido.

Me puse detrás de ella y agarré sus pechos, Marcela volvió a hablar con su marido.

-¿te gustan mis pechos? Si, debes haberte hecho muchas pajas pensando en ellos, miralos, miralos agarrados por mi macho, mira como me los toca, a ver si aprendes algo y mmmmm, mierda, si, lo has adivinado, me suplicaste muchas veces que me sodomizaras, mira ahora lo que me mmmmm hace mi macho, mierda, es grande lo que me mete, el doble de grande de lo que tu tenias, seguro que no podre sentarme en meses, pero mmmm que gusto me esta dando este hijo de puta, no pares macho mio, tratame como la puta que soy, rómpeme, rómpeme de gusto ooohhhhh.

Ambos llegamos al orgasmo a la vez, cielos, caí agotado, pero Marcela cogió la calavera y la puso en el suelo, echó el semen que goteaba por su culo y su concha mientras le decía.

-toma, un recuerdo, para que recuerdes que eres el mayor cornudo del infierno.

Acto seguido, le dio una patada a la calavera que quedó hecha pedazos.

Se puso su ropa y me miró sonriente.

-Vayámonos, no tengo nada que me retenga aquí.

Día 3000

Disfruto con mi familia, mi mujer, mis hijas y el que va a venir, si, Marcela está embarazada, solo espero que la radiactividad no le provoque mutaciones, las niñas están felices, el sexo con mi esposa es intenso, sobretodo porque uno de mis soldados le ha alcanzado el ovulo.

Día 3200

¡Álvaro ha nacido! ¡es un niño! Marcela tuvo un parto difícil pero satisfactorio y el niño está sano y sin signos de mutación, las niñas se pelean por tener a su nuevo hermanito en brazos, pero por ahora, los únicos brazos en los que está es en su madre.

Marcela dedica mucho tiempo a Alvaro, tanto que apenas tenemos sexo.

Día 3250

Un grupo de supervivientes a llegado a nuestra zona y se ha instalado en el refugio gubernamental, decidimos observarlos, son cinco familias, 3 padres 5 madres 5 hijos y 3 hijas

No parecen hostiles, no están armados, pero no conviene fiarse.

Día 3280

¡nos dimos un susto! Al volver de nuestra vigilancia nos encontramos a las hijas de Marcela con dos chicos del grupo que observamos, casi les vuelo la cabeza si las niñas no me lo hubieran impedido.

Por la tarde vinieron los supervivientes para hablar, tienen buenas ideas sobre cultivar, uno de ellos es medico y otro es un experto en descontaminar tierra.

No me gusta que las chicas pasen tanto tiempo con los chicos, esos tienen 11, 14, 15, 17 y 20 años, las chicas se fijaron en los mayores.

La idea de que las están cogiendo me saca de quicio y lo peor, han desaparecido condones de mi mesa.

Día 3300

Esto parece una pequeña aldea, pero hubo un acontecimiento que me ha sorprendido, el chico de 17 años me ha pedido la mano de Laura (seguro que el hijo de …. La ha preñado y quiere formalizar su relación y responsabilizarse).

Me miraba aterrado, si supiera lo que pienso de el…

Día 3700

Nuestra primera cosecha fue un éxito, nuestros esfuerzos dieron sus frutos y… si, Laura estaba preñada y dio a luz una niña y está embarazada de 7 meses, Ines dio a luz un niño, pero no quiere decirme de quien.

Pero

Tengo motivos para ser optimista en el futuro.

Este es mi ultimo apunte en el Diario.

Querido lector, acabas de leer el segundo relato correspondiente al XXI Ejercicio de Autores. Te pedimos que dediques un minuto a puntuar este relato entre 0 y 10 en un comentario al mismo, lo tendremos en cuenta para decidir qué relato de los presentados al Ejercicio es el mejor de todos ellos. Gracias.

La tía Carmen. ¿Su primera vez?

$
0
0

Un viaje a ciudad capital para un congreso y el hecho de querer economizar el gasto del alojamiento fue lo que me permitió compartir una de las mejores experiencias sexuales con una mujer mayor.

Una vez llegado a la ciudad y luego de la acreditación me dirigí a la casa de Carmen, una de las tías de mi señora; quién es conocida como la clásica tia solterona que hay en toda familia: una mujer de unos 50 años, devota de cuanto santo haya, fiel feligresa de la parroquia del barrio y sin hombres conocidos en los últimos 25 años. Más preocupada por el bienestar de los otros que por si misma, llegando a veces a ser un poco “rompe huevos” (como decimos por acá)

Carmen físicamente la puedo describir como una mujer de pelo blanco (por las canas sin teñir ), pero arreglado; quien se mantiene físicamente delgada aunque no hace dieta ni ejercicios, tiene los pechos pequeños, el trasero flaco y apenas una pancita (supongo que propia de la edad y el descuido). Inés no tuvo hijos y solo se le conoció un novio en su juventud, quien por motivos que no he indagado la dejó plantada poco antes de su compromiso.

De su imagen personal, puedo describirla como una mujer vestida para su edad, que solo se arregla para ir a misa todos los domingos. Algo que me ha llamado la atención han sido sus piernas y como las luce en pollera y tacos (envidiables para mas de alguna jovencita).

Una vez en su departamento y luego de los cordiales saludos y ya sabiendo cual sería mi habitación me dirigí al baño para ducharme y prepararme para descansar. Al ingresar reparé en la cesta de la ropa para lavar y no puede con mi genio y le eché una ojeada a su ropa interior: típica bombacha de algodón con un buen olor a hembra.

Compartimos la cena, con charla de actualización familiar, luego la ayude con el aseo de a vajilla. Carmen ya se encontraba en camisón con una salida de baño liviana que le marcaba bastante bien su figura.

Mientras charlábamos, tomando una copa de vino, tuve que controlar mi actitud para no dejar en evidencia las miradas que hacía a sus pálidas piernas…delgadas pero muy bien formadas para su edad…con algunas pecas y unas pequeñas arañitas. Recién bañada, tenía el pelo húmedo y de sus tez blanca sobresalían sus ojos azul-marrones.

Una vez en mi habitación, me predispuse a lo que sería una noche de sueño en preparación para la siguiente jornada. Pero no podía sacar de mi cabeza la idea de cogerme a esta vieja solterona…si bien no era una mujer atractiva (aunque tampoco era un batracio) no dejaba de pensar en cogerla hasta hacerla reventar. Finalmente me calenté tanto que pensé a hacerme una paja para poder dormir, pero para ello iba a levantarme hasta el baño para tomar alguna prenda interior que haya usado hasta antes de su baño y con su olor dedicarle una buena puñeta.

Salí de mi pieza y mientras me dirigía al toilette escuche ruidos en su habitación. Ya cuando había subido la primera y luego de una rápida ojeada me había percatado que la mirilla de la puerta deba justo de frente a su cama y al lado donde probablemente se cambie; sí que era solo cuestión de no hacer ruido e inclinarse un poco para mirar.

Lo que observaba me dejó perplejo…la mismísima Carmen (purísima y bendita) se estaba tocando por debajo de sus sábanas…así que sin pensarlo aproveché para colarme en la habitación en puntitas de pie y me paré a los pies de la cama observando cómo se tocaba y reprimía sus gemidos en la almohada. En un ataque de lujuria (bastante extraño para una persona seria y recatada) levante la sábana y ella me miró horrorizada, sin darle mucho tiempo para pensar me abalancé hacia su entrepierna, la cual intentó cerrar, y antes de que se diera cuenta ya estaba besando su clítoris. Ella intento poner resistencia diciendo que no era correcto… que esto estaba mal… que….. Solo bastaron unos cuantos lengüetazos en su ya caliente concha para que se dejara hacer sin poner mayor resistencia que la que salía de sus labios diciendo nooo…por favor….basta….no. Supongo que al principio los gemidos que salían de su boca debieron ser de llanto pero luego se fueron convirtiendo en goce

Su entrepierna se encontraba poblada por una fina mata blanca sin cuidar (obviamente no esperaba que nadie visite en esa zona), sus labios era delicados, con un suave sabor y aroma a jabón, el sabor de sus fluidos era increíblemente delicioso. La verdad que yo estaba gozando como nunca de esta situación (con la tía solterona de mi señora, algo impensado en cualquier momento). Cuando noté la humedad de su orificio vaginal, comencé a jugar con la yema de mis dedos en la entrada, de lo que a mí me pareció una conchita sumamente estrecha. Ella solo arqueaba sus caderas como pidiendo…rogando que continuase aunque de sus labios emitía un débil nooo…no puedo mas….por favor……ahhhhh….mmmm….mmmnoomm.

Sin más preámbulos me incorporé, me baje el bóxer y le apoyé la punta de mi verga en la entrada su vagina. En ese instante abrió sus ojos mirándome con cara de horror, y tal vez sabiendo que no habría vuelta atrás (diga lo que diga) intentó pedir que no la penetre…que no era correcto …pero al sentir el contacto de la verga con los labios externos… solo dejó caer su cabeza balbuceando suave…que era su ¿primera vez???

Nooo! No lo podía creer

50 años y virgen!!

Hoy lo pienso y me pregunto muchísimas cosas con respecto a su vida y muchas de sus actitudes moralistas…pero en ese momento…con la calentura que tenía solo podía pensar en meter mi nabo (normal creo yo) que estaba que reventaba.

Al acomodar la cabeza en la entrada me pareció sumamente estrecha… pero era tanta la calentura que solo pensaba en que entre para disfrutar desea mujer

Carmen cerraba los ojos y hacía gestos naturales de dolor, pero se notaba en ella su calentura, al punto de abrir sus piernas para facilitar la penetración.

No puedo describir la sensación de estar dentro de esa mujer…a pesar de sus 50 años… se veía como una quinceañera recibiendo su primer falo….era su primer falo!!!. Lo estrecha de su concha hacía que no quisiera salir jamás… sus manos se aferraron a mi pecho intentando regular la penetración, pero ya mi cabeza había ingresado la mitad de mi cuerpo viril estaba recorriendo la humedad de su sexo.

Sus ojos cerrados … sus piernas abiertas…su boca abierta, con los labios intentando ahogar un grito de iniciación… su sexo ardiente y apretado mientras avanzaba dilatando todo a su paso.

Era increíble verla así… la cama con sus camisón arremangado hasta arriba de la cintura… sus pernas abiertas…todavía con las medias puestas…su rostro arrugado en un esfuerzo por mantener sus ojos y boca cerrada…ahogando sus gemidos de placer.

Yo metía profundamente mi verga y la sacaba lentamente hasta sentir que su concha ajustaba mi glande impidiéndome salir (en ese punto sus rostro evidenciaba una mueca de dolor).

Yo continuaba mi mete y saca provocando en mí una desconocida (hasta ese momento) sensación de violenta lujuria contenida. Solo quería reventarla a pijazos pero trataba de mantener cierto control de mis más primitivos impulsos.

La habitación se llenó de sonidos sinsentidos:

mmmm….nooo…mmmm….siii…ahí….mmmmm…suave….suaveeee…siiiiiiii…mmmm….

En un momento mi rostro quedó a la altura del suyo, rozando nuestras narices…comencé a pasar mi lengua por la comisura de sus labios hasta que abriendo su boca fundimos nuestra lenguas y fluidos (también ahí se notaba su falta de experiencia).

Nuevamente me acomodé e irguiéndome tome sus piernas, las abrí un poco más y las levante para profundizar la penetración…ya no me quedaba mucho mas.…solo quería inundar esa concha vieja con mi semen…su nuestros gemidos se hicieron mas fuertes hasta casi llegar a un grito cuando juntos llegamos a un orgasmo que me hizo clavar en lo mas profundo de su ser mi falo caliente, mientras ella con los ojos sumamente abiertos y llorosos me miraba sin terminar de dar crédito a la oleada de sensaciones que se habían disparado en su veterano cuerpo.

Luego de unos minutos…pasados los espasmos…lentamente baje sus piernas y me dispuse a salir de su interior, pero nuevamente la estreches de su entrada freno momentáneamente la salida de mi glande; el cual al salir completamente dejo a la vista los restos de nuestros fluidos teñidos por una fina mescla carmesí.

Gire a su alrededor, me levanté…tomé mi bóxer y me retire de la habitación dejando atrás el comienzo de unos suaves sollozos.

continuará

Prostituto por error: Ángela, la azafata buenorra

$
0
0

La jodida vida da alegrías cuando menos te lo esperas. Acababa de terminar con mi novia de entonces, cuando me surgió un viaje a Nueva York. Ese día de otoño no me podía esperar que la casualidad me llevara a conocer una mujer que cambiaría mi existencia.

Por el aquel entonces, tenía veintitrés años y aun siendo un puto crio, no veía límites a mi apetito por experimentar sensaciones nuevas. Con la irreflexiva alegría que da la juventud, me monté en ese avión sin ser consciente de cómo ese viaje iba a trastocar mi futuro.

Ya en mi asiento tuve que soportar los típicos avisos de seguridad que todas las aerolíneas están obligadas a realizar antes de cada vuelo. Ensimismado en mis problemas, no me percaté en ese momento de la preciosa azafata que, de pie en medio del pasillo, iba mecánicamente desgranando las aburridas instrucciones tantas veces repetidas.

Deseaba llegar para desmadrarme, correrme una juerga de campeonato que me hiciera olvidar a esa novia que sin ningún complejo ni sentimiento culpa me acababa de dejar.

Quizás fue mi propia juventud lo que me impidió apreciar las cualidades de Ángela, la cuarentona que en mitad del pasillo gesticulaba mientras nadie del pasaje hacía caso a la mecánica voz que salía de los altavoces. No comprendo cómo no valoré en ese instante la sensualidad que se escondía tras ese uniforme. Fue imperdonable que no atendiera sus explicaciones, ningún chaval de mi edad hubiera dejado pasar la oportunidad de contemplar a esa dama y menos de disfrutar del culo que permanecía oculto bajo su minifalda.

Rubia de peluquería, maravillosamente conservada para su edad, esa criatura despedía sensualidad en cada zancada. Contra toda lógica debí de ser el único representante del género masculino que no ensuciara con sus babas la impersonal alfombra de business. Fue imperdonable que no estimara en su justa medida la rotundidad de sus nalgas y que tuviera que ser ella la, que al servirme las bebidas del bufet, se luciera moviendo ese pandero de película a escasos centímetros de mi cara.

“¡Cojones con la vieja!”, exclamé mentalmente cuando con verdadera admiración observé sus movimientos al servir los refrigerios a los presentes. Con una blusa una talla menor a la requerida, era la comidilla de todo el pasaje. Sin exceptuar a los pasajeros acompañados por sus esposas, todos los hombres de su sección se pusieron verracos al disfrutar del maravilloso escote que lucía orgullosa esa hembra. Yo no pude ser menos. Aunque estaba en la inopia, cuando ese pedazo de mujer, poniendo una hipócrita sonrisa, me preguntó qué era lo que quería, estuve a un tris de contestarle que a ella.

No tenía puta madre lo buena que estaba. Era el sueño, la fantasía sexual de todos los que estábamos sentados en primera. Sus pechos no solo eran enormes sino que se les notaba que eran producto de largas horas de ejercicio y su cara, aún marcada por alguna arruga, era el morbo hecho mujer. Sus labios, quizás alterados por la mano de la cirugía estética, pedían a gritos ser mordidos.

Mi propio pene que se había mantenido aletargado hasta ese momento, no pudo evitar removerse inquieto bajo mi bragueta al contemplar como esa rubia, que me doblaba la edad, se contorneaba a cada paso por el avión.

“¡Quién pudiera darle de comer a ese culo!”, me dije sin poder retirar la mirada de su silueta mientras se alejaba de mí.

El vaivén que imprimía a sus nalgas en cada paso era hipnótico por lo que no fui capaz de retraer mi mirada de ese par de monumentos que decoraban sus piernas y ya completamente erecto, me tuve que tapar mi entrepierna cuando con una profesionalidad digna de admiración, me pidió que bajara la mesa extraíble del asiento frente a mí.

Cortado por la tremenda erección de mi sexo, obedecí sin rechistar, lo que no me esperaba fue que ella soltando una risita, me aconsejara que me calmase porque si seguía tan alborotado iba a tirar la bandeja con la insípida comida.

-No te comprendo- respondí.

La cuarentona sonrió al ver mi cara y sin cortarse un pelo, al poner la comida rozó con su mano mi entrepierna mientras me decía al oído:

-Está claro que te pongo cachondo- dejando patente que se había dado cuenta de la excitación que me dominaba.

-A mí y a todos- contesté con rubor, no en vano era un muchacho y ella todo una mujer.

Soltó una carcajada mientras pasaba la bandeja al tipo de mi izquierda. Descaradamente, esa diosa restregó sus pechos contra mi cara y sin darle importancia continuó repartiendo las raciones al resto del pasaje. Podréis comprender que no cabía en mí al haber sido objeto de las atenciones de semejante portento y por eso durante las siete horas del trayecto, intenté hacerme notar sin resultado. Esa mujer no me hizo ni puñetero caso. Ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de ella al salir del avión porque era otra la azafata que esperaba en el finger de acceso a la terminal.

La realidad es que no me importó:

“¡Estaba en Nueva York!”.

Tampoco me afectó soportar durante casi tres cuartos de hora a los pesados de la aduana americana. Nada de lo que pasara cambiaba el hecho de estar, allí, en la ciudad de los rascacielos. Mi estancia era por una semana pero ya tenía decidido que si las cosas me iban bien, prolongaría el viaje hasta que se me terminara el dinero. Recién salido de la universidad, no me apetecía ponerme a trabajar y sabía que si permanecía en Madrid, mi viejo me iba a obligar al menos a buscar trabajo.

Cargado de ilusión, cogí un taxi hacia Manhattan. Todo lo que veía a través del cristal me parecía conocido. Las calles y edificios que nos cruzábamos, tantas veces vistos en películas y series, eran parte de mi vida. Inmerso en una especie de “deja vu”, la ciudad me resultaba familiar. Ese trayecto lejos de parecerme aburrido, fue una experiencia extraña donde se mezclaban mis propias experiencias con la de los personajes de cine. Me sentí Al Pacino en el Padrino, Jack Nicholson en Mejor Imposible e incluso me vi subiendo el Empire State como King Kong.

Los cincuenta y dos dólares que tuve que pagar al conductor me dolieron pero aun así, al entrar en el hotel que había reservado, estaba en la gloria. El Westin de Times Square me sorprendió y no solo por estar ubicado en mitad de esa plaza sino por su propia arquitectura. Parece en sí mismo una escultura cubista, formado por figuras geométricas de muchos colores, era el edificio más extraño que había visto en toda mi vida.

Ansioso por irme a dar una vuelta por la ciudad, me inscribí y nada más recibir las llaves de la habitación, dejé mi maleta y sin pararme a deshacerla, salí sin rumbo fijo. No os podéis imaginar lo que representó para mí esa caminata. A cada paso que daba, mis ojos no daban crédito a lo que veían. Brodway, el Madison Square Garden, el edificio Chrysler… Esa urbe era la puñetera capital del mundo. Durante tres horas, fui deambulando por sus calles como hipnotizado. Me sentía un enano ante tamañas construcciones y sí, hice lo que todo turista, hace en Nueva York:

¡Me subí al Empire State!

Sera una horterada, un paletada pero me encantó contemplar todo Manhattan desde las alturas. A todo el que ha tenido la suerte de conocerlo le parece increíble que se hubiese construido en los años veinte del siglo pasado. Hasta su decoración art deco es maravillosa y por eso al salir, estaba con nuevos ánimos. Comí a base de Hotdogs en un puesto a la entrada del parque central y completamente agotado, llegué al hotel.

Tras una ducha relajante, salí de mi habitación. Aunque tenía ganas de marcha, el dolor de pies que me atenazaba me impidió salir a correrme una juerga. Contrariado, me senté en el bar del office a observar a la fauna allí reunida. No tengo ni idea de cuantas nacionalidades diferentes se congregaban en ese Hall. Blancos, negros, amarillos e incluso un par de tipos de aspecto extraterrestre alternaban sin importarles que ese españolito les observara desde la barra del local. Inmersos en sus propias vidas era entretenido el intentar averiguar de qué lugar del orbe habían llegado. Ya iba por la segunda copa cuando vi entrar a la espectacular azafata de mi vuelo acompañada por el piloto. Sé que resulta un tópico pero al no perderlos de vista, comprendí que ese par compartían algo más que trabajo.

Lo que había empezado como una reunión de amantes, terminó a los gritos. La mujer le recriminaba que se hubiera enrollado con la miembro más joven de la tripulación a lo que él le contestó que, entre ellos, todo había terminado y sin más, levantándose de la mesa, tomó el ascensor.

“Menudo idiota”, pensé al ver que había dejado tirada a ese mujerón.

La rubia estuvo llorando desconsoladamente hasta que el camarero le preguntó si quería algo de tomar. Disimulando, señaló un coctel de la extensa carta y mirando a su alrededor, me vio. Creí que me había reconocido porque tras pensarlo durante unos segundos, me hizo señas de que me acercara. Tardé en comprender que se refería a mí. Al ratificar que era yo el objeto de sus señas, me acerqué cortado y sentándome a su lado le pregunté qué quería.

-¿Con quién vas a cenar?- me preguntó luciendo una espectacular sonrisa.

-Contigo- respondí sin creerme mi suerte.

Tras una breve presentación, me dijo al oído:

-Estoy seguro que has visto lo que acaba de ocurrir- asentí al escuchar sus palabras, tras lo cual la mujer prosiguió diciendo: -Voy a usarte para darle celos a ese cabrón-

Quizás fueron las dos copas que llevaba ingeridas lo que me hizo contestar:

-Siendo tú, dejo que hasta me violes esta noche-

Ella soltó una carcajada al oír mi descarada respuesta y posando delicadamente sus labios en los míos, me contestó:

-No creo que lleguemos a tanto pero nunca se sabe- y cogiendo su bolso, me susurró: -El sitio donde te voy a llevar es muy elegante, vamos a cambiarnos de ropa-

Completamente desolado le tuve que reconocer que no traía en mi maleta nada elegante. Ángela al ver mi turbación, sonrió y cogiéndome de la mano me llevó fuera del local, diciéndome:

-No te preocupes. Esta noche eres mi gigolo. Irás hecho un adonis-

Ni pude ni quise protestar, la mujer me llevó a una tienda sita en el hall del hotel y encantada de su papel, Ángela se puso a elegir la ropa que iba a llevar en nuestra cita. No escatimó en gastos, eligió no solo el traje sino la camisa, los zapatos, calcetines e incluso los calzoncillos de manera que en menos de cinco minutos, me volvió a coger del brazo y casi a empujones, me llevó al probador.

Sin saber cómo actuar cuando comprobé que entraba en el habitáculo conmigo, me quité la camiseta que llevaba. La azafata que para el aquel entonces se había sentado en una silla, no me quitaba ojo de encima y al ver que me ruborizaba, me comentó:

-Ya que voy a pagar, quiero ver la mercancía-

-Dime al menos si te gusta lo que ves- le respondí orgulloso de mis músculos, no en vano me machacaba diariamente en el gimnasio.

No me contestó pero al percatarme que bajo su blusa, sus pezones se marcaban, comprendí que al menos asco no era lo que le daba. Envalentonado por su reacción, me quité los zapatos, dando inicio a un lento striptease. Botón a botón fui desabrochándome el vaquero, sabiéndome objeto de un escrutinio nada profesional. La cuarentona seguía con sus ojos las maniobras de mis manos y no pudo evitar morderse los labios cuando me bajé el pantalón.

Dándole toda la parsimonia que me fue posible, me lo saqué por los pies y acercándome a la mujer dejé que contemplara que bajo mis boxers, mi pene había salido de su letargo:

-¿Quieres que siga?- le pregunté con recochineo al advertir que mi interlocutora había cerrado sus piernas, tratando de evitar la calentura que la estaba poseyendo por momentos.

-Sí- respondió con mirada hambrienta.

Por su tono, supe que lo que había empezado como un juego para ella, se estaba volviendo peligrosamente excitante. No comprendo todavía como me atreví a decirle, mientras la acercaba a mi paquete:

-Desenvuelve tú, tu regalo-

La rubia que hasta ese momento se había mantenido expectante, me pidió que me diera la vuelta, tras lo cual, cogió con sus dos manos la tela de mis calzoncillos y lentamente empezó a bajármelos. Con satisfacción, la escuché decir al ver mis glúteos desnudos:

-¡Qué maravilla!-

Lo que no me esperaba era que llevando sus manos a mi trasero, lo empezara a acariciar y menos que venciendo cualquier reparo, lo empezara a besar. Si alguien me hubiera dicho que estaría con esa preciosidad de mujer en un probador nunca le hubiese creído pero, si además, me hubiese asegurado que iba ella a estar besando mis nalgas lo hubiera tildado de loco y por eso, tratando de no romper ese mágico instante, esperé sus órdenes. Ni que decir tiene que mi sexo había ya alcanzado una tremenda erección.

Queriendo colaborar apoyé mis manos en la pared y abrí las piernas, dejando libre todo mi cuerpo a sus maniobras. Por el ruido, supe que se había puesto en pie pero todavía no sabía lo que iba a ocurrir pero me lo imaginaba. La confirmación de sus deseos vino al advertir la humedad de su lengua recorriendo mi espalda, mientras se apoderaba de mi pene.

-No te muevas- me pidió imprimiendo a la mano que tenía agarrado mi sexo de un suave movimiento.

Manteniéndome quieto, obedecí. La azafata, restregándose contra mi cuerpo, gimió en silencio. Poseída por un frenesí sin igual, me masturbaba mientras susurraba a mi oído lo cachonda que estaba. Cuando le informé que estaba a punto de correrme, me obligó a darme la vuelta y poniéndose de rodillas, se introdujo toda mi extensión hasta el fondo de su garganta. Fue alucinante, esa cuarentona no solo estaba buena sino que era toda una maestra haciendo mamadas y por eso, no pude evitar desparramarme dentro de su boca. Que no le avisara de mi eyaculación no le molestó, al contrario, demostrando una pasión incontrolada, se bebió todo mi semen sin escatimar ni una sola gota.

Si de por si eso ya era impresionante, más fue verla levantarse y que acomodándose su ropa, se volviera a sentar en la silla mientras decía:

-Ya no me acordaba lo que era una buena polla, llevo demasiado tiempo tirándome a cincuentones- y dirigiéndose a mí, exclamó: -Vístete, quiero comprobar cómo le queda a ese cuerpo la ropa que he elegido-

A nadie le amarga un piropo de labios de una espectacular mujer y por eso no pude reprimir una sonrisa mientras me vestía. Ángela, ya sin ningún reparo, me ayudó a ponerme la ropa sin perder la oportunidad de volver a dar algún que otro magreo a mi pene, de manera que ya completamente vestido era evidente que me había vuelto a excitar.

La azafata soltó una carcajada al comprobar mis problemas para acomodar mi miembro y poniendo cara de viciosa, me avisó que iba a cobrarme en carne los dólares que se había gastado conmigo.

-Soy esclavo de tu belleza- respondí cogiendo por primera vez uno de sus pechos entre mis manos y sin pedirle permiso, lo pellizqué con dulzura.

Ángela gimió al sentir la caricia sobre su pezón y separándose de mí, protestó diciendo que si seguía tendría que violarme nuevamente. Fue entonces cuando estrechándola entre mis brazos la besé. Su boca se abrió para permitir el paso de mi lengua en su interior mientras mis manos se apoderaban de ese trasero de ensueño. Dominado por la calentura, pose mi extensión en su vulva, dejándola saber que estaba dispuesto.

Tuvo que ser la cuarentona la que poniendo algo de cordura, se deshiciera de mi abrazo y abriendo la puerta, dijera:

-Tengo que cambiarme-

Al ir a pagar la cuenta, advirtió que la dependienta me miraba más allá de lo razonable y pasando su brazo por mi cintura, le dejó claro que el mozo que llevaba era su captura y que no estaba dispuesta a que nadie se la arrebatara.

Creyendo que íbamos a continuar en su cuarto la acompañé hasta la puerta, pero cuando hice ademán de entrar, me contestó que le diera media hora y que la esperara en el hall. Comportándose como una clienta exigente, me ordenó que me volviera a duchar y que me afeitara porque no quería que mi barba de dos días le terminara rozando. Al ver mi cara de extrañeza, me aclaró:

-Esta noche tendrás que devolverme la mamada que te he hecho- y cerrando la puerta en mis narices, me dejó en mitad del pasillo, solo y alborotado.

Ya en mi cuarto, obedecí sus órdenes de forma que a la media hora, estaba esperándola en mitad del recibidor del hotel. Como la coqueta que era, tardó quince minutos más en aparecer pero cuando lo hizo no me quedé defraudado, venía embutida en un traje de raso rojo que realzaba sus formas. Embobado con la visión de ese portento, disfruté de cada centímetro de su anatomía. Estaba preciosa por lo que nada más saludarme con un beso, la piropeé diciendo:

-Dios va a regañar a san Pedro por dejarse la puerta abierta, se le ha escapado un ángel-

Ruborizándose por completo, me contestó:

-Eso se lo dirás a todas tus clientas-

Fue entonces cuando la realidad de nuestra relación cayó sobre mí como una losa. Esa mujer creía que era un prostituto de hotel, dispuesto a hacer realidad las fantasías de las mujeres solas. No había reconocido en mí al pasajero sino que estaba convencida de que era un hombre de alquiler. Estuve a punto de sacarla de su error pero temiendo que si se lo decía no iba a pasar la noche con ella, decidí callarme y esperar a la mañana siguiente para aclarárselo. Y por eso, pasando mi brazo por su estrecha cintura le pregunté:

-¿Dónde quiere la señora ir a cenar?-

-Al Sosa Borella-

Me quedé helado, había leído una crítica de ese restaurante italo-argentino y sabía que la cuenta no iba a bajar de los trescientos dólares. Cómo pagaba ella, no puse ningún reparo. Al preguntarle al botones por un taxi para ir, me informó que estaba al lado del hotel por lo que no era necesario pedir uno ya que se podía ir andando. La perspectiva de ir luciendo esa estupenda pareja por las calles, me pareció buenísima y pegándola a mi cuerpo, le acaricié el trasero mientras andábamos.

Si me quedaba alguna duda de mi función en esa opereta, me la quitó al entrar en el local. Era un sitio pequeño de forma que no tardamos en ver que el piloto con el que había discutido estaba sentado en una mesa a escasos tres metros de la nuestra. Poniéndose nerviosa, me suplicó que si su ex amante se acercaba, le dijera que era un amigo de otros viajes a Nueva York.

-No te preocupes- le respondí, -Somos amigos desde hace un par de años. Te parece que le diga que nos conocimos en el Metropolitan-

-Perfecto- suspiro aliviada y cambiando de tema, me preguntó que quería beber.

-Si te digo la verdad, lo que me apetece es beber champagne sobre tus pechos desnudos pero mientras tanto con un vino me conformo-

Mi ocurrencia le hizo gracia y pasando su mano por mis piernas, me aseguró que esa noche lo probaríamos. Sus caricias hicieron que mi pene se volviera a alborotar, cosa que no le pasó inadvertida y mostrando una genuina sonrisa de mujer en celo, llamó al camarero. El empleado tomó nota con profesionalidad, lo que me dio oportunidad de fijarme en la pareja del piloto. La muchacha aun siendo guapa no podía compararse con ella y así se lo comenté:

-Mentiroso- me contestó encantada.

-Es verdad- le aseguré, -Si tuviera que elegir con quien irme a una isla desierta, no dudaría en ir contigo. Tienes un cuerpo precioso y unos pechos que son una locura-

-Tonto- me susurró dándome un beso en la mejilla.

Y recalcando su belleza, acaricié uno de sus pechos mientras le decía:

-Ese tipo es un cretino. Debe estar majara para no darse cuenta-

-Te lo agradezco- contestó y completamente nerviosa, me informó de la llegada del susodicho.

El inútil del cincuentón venía con una sonrisa de superioridad que me encabronó y por eso cuando sin pedir permiso se sentó en nuestra mesa, directamente le pregunté:

-Disculpe, ¿le conozco?-

La fiereza de mi mirada le descolocó y ya bajado de su pedestal, me saludó con la mano mientras me decía:

-Soy Pascual, el compañero de Ángela-

Sabiendo que tenía que hundirle en su miseria, puse un tono despectivo al contestarle:

-Ah, el chofer del avión- y dirigiéndome a mi pareja, le recriminé: -No sabía cuándo me sacaste de la reunión del banco que íbamos a comer con más gente. Te dije que era importante y que solo dejaría mis asuntos si cenábamos solos-

Completamente indignado, el piloto se levantó de la mesa diciendo:

-Solo venía a saludar pero ya veo que no soy bien recibido-

-¡Coño! Has captado mi indirecta, tendré que cambiar mi opinión sobre tu gremio. Hasta hoy pensaba que estaba compuesto por ignorantes sin escrúpulos ni moral que no dudan en cambiar a sus parejas por carne más joven-

Mi intencionado insulto consiguió mi propósito y el tipejo al llegar a su asiento, agarró a la muchacha y tirándole del brazo, abandonó el local. Mientras eso ocurría, mi acompañante no levantó la cara del plato. Creyendo que me había pasado, me disculpé con la mujer, la cual al percatarse de que se había ido, soltó una carcajada, diciendo:

-¡Que se joda! Menuda cara ha puesto el muy mamón. Se debe haber quedado acojonado que me haya repuesto tan pronto y que la misma noche de ser dejada, le haya sustituido por un modelo como tú-

-Siento haber sido tan despótico-

Su reacción fue besarme y pegando su pecho al mío, susurrarme:

-Esta noche, te dejo que lo seas. Me has puesto como una moto con ese papel de hombre dominante-

La cara de la azafata dejaba entrever que deseaba sexo duro y por eso, le ordené que se quitara la ropa interior. Sin comprender que era lo que quería exactamente, me miró indecisa por lo que tuve que aclarárselo diciendo:

-Sin levantarte, dame tus bragas. Quiero ponérmelas de pañuelo en la chaqueta-

No me cupo ninguna duda, del efecto de mis palabras. Los pezones de la mujer se pusieron duros al instante y mordiéndose el labio, disimulando se las quitó. La calentura que la embriagaba era patente y acomodándose en la silla, esperó a ver que hacía.

No dudé un instante, llevándome el tanga rojo a mi nariz, le dije:

-Estoy deseando comerte entera-

Con los ojos inyectados de lujuria, se removió inquieta mientras unas gotas de sudor hacían su aparición en su rotundo escote. Gotas que recogí con mis dedos y me llevé a la boca, diciendo:

-Abre tus piernas-

La mujer aterrada pero excitada, separó sus rodillas dándome libre acceso a su entrepierna. Al ver que mi mano empezaba a acariciar su sexo por encima del vestido, disimulando puso la servilleta, intentando que nadie se diera cuenta que la estaba masturbando. Imbuido en mi papel, no dejé de susurrarle lo bella que era y lo mucho que me apetecía disfrutar esa noche con ella. Ángela, dominada por mis toqueteos, se subió la falda dejando su sexo desnudo a mi alcance. Pegó un quejido al sentir que me apoderaba de su clítoris y roja como un tomate, se entregó a mis maniobras. Era tal la calentura de esa azafata que no tardó en correrse silenciosamente entre mis dedos, tras lo cual, casi llorando, se levantó al baño.

Por segunda vez, creí que me había extralimitado y bastante nervioso, esperé que volviera temiendo no solo por la cuenta sino por perder la ocasión de disfrutar de ese pedazo de hembra. Afortunadamente, no tardó en regresar con una sonrisa en los labios y al sentarse en su silla, me recriminó mi comportamiento:

-Eres un bruto insensible. ¿No te da vergüenza haberme dado el mayor orgasmo de mi vida en la mesa de un restaurante? ¡Para eso están las habitaciones!-

Su respuesta hizo que mi maquiavélica mente se pusiera a funcionar y acariciándole la mejilla, le dijera:

-¿Has hecho el amor en el metro?-

-No- me respondió descompuesta, aunque en su fuero interno deseara ser tomada en un vagón.

-Pues esta noche, lo harás-

Mi determinación le impidió protestar y bajando su mirada, empezó a cenar. Yo por mi parte, supe que al salir nos montaríamos en uno. Tratando de relajarla, le pregunté por su vida. La mujer agradeciendo el cambio de tema, se explayó contándome que estaba divorciada con dos hijos.

-Y tu marido, ¿qué hace?-

-Vive en Mónaco con su segunda mujer, una cría de veinticinco años-, contestó con un deje de amargura. Al ver mi cara de comprensión, sonrió, diciendo: -No te preocupes, ese cabrón me pasa una buena mensualidad. Trabajo para salir de casa no porque lo necesite-.

Durante el resto de la cena, no paró de hablar y solo cuando vino el camarero con la cuenta, se empezó a poner nerviosa. Estaba horrorizada por mi amenaza pero a la vez, expectante de disfrutar si al final la cumplía. Al salir del local, no le di opción y cogiéndola por la cintura, nos metimos en el suburbano. La sensación de tenerla en mis manos era de por sí subyugante pero aún más al reparar en que mi pareja estaba completamente excitada con la idea. Mientras esperábamos en el andén la llegada del metro, pasé mi mano por su trasero. Ese sencillo gesto provocó que la rubia pegara su pubis a mi entrepierna y se empezara a restregar contra mi sexo. Se notaba a la legua que esa hembra estaba ansiosa de que rellenara su interior con mi extensión.

Afortunadamente para mis intenciones, el vagón estaba vacío por lo que sin esperar a que se arrepintiera la puse dándome la espalda sobre mis piernas y sin mediar más palabras empecé a acariciarle los pechos mientras le decía lo puta que era. Al no haber público se relajó y llevando sus manos a mi bragueta, sacó mi pene de su encierro. No tuve que decirle nada más, hecha una energúmena se levantó el vestido y de un solo golpe se incrustó todo mi aparato en su interior.

-¿Te gusta?- le pregunté mientras mis dedos pellizcaban sus pezones.

-¡Sí!- sollozó sin dejar de mover su cintura.

La calidez de su cueva me envolvió y forzando el movimiento de sus caderas con mis brazos, conseguí que mi estoque se clavara en su sexo a un ritmo infernal.

-¡No puede ser!- aulló al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Fue impresionante, berreando como cierva en celo, todo su cuerpo convulsionó sobre mis rodillas mientras no dejaba de gritar.

-¡Qué gozada!- chilló liberándose por fin de la humillación del abandono y levantándose del asiento, se dio la vuelta y nuevamente encajó mi pene en su vagina mientras me suplicaba que le chupara los pechos.

No tuvo que pedírmelo dos veces, sacando uno de sus senos, llevé mi lengua a su pezón. Lo hallé más que duro y por eso cogiéndolo entre mis dientes, lo mordisqueé suavemente.

-Sigue, por favor- me pidió apabullada por el placer.

Ángela, desquiciada por entero, rogaba a voz en grito que continuara mamando mientras no dejaba de ejercer sobre mi sexo un meneo endemoniado. Con la cabeza hacia atrás, dejó que posara mi cara entre sus pechos y atrapándolos entre mis manos, los estrujé sus pechos sin piedad. Su segundo orgasmo coincidió con mi clímax. Su flujo y mi semen se juntaron mientras ella desfallecía agotada. La dejé descansar sobre mi pecho durante dos estaciones y entonces sacándola de su ensueño, la levanté de mis piernas y acomodándome la ropa, le dije que teníamos que volver al hotel.

-¿Te quedarás conmigo toda la noche? o ¿Tienes otro compromiso?- preguntó temiendo que diera por terminada la velada.

Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:

-Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía-

Casi llorando, la mujer me empezó a besar. Sus besos eran una demostración de su entrega y con ella entre los brazos, llegamos a nuestro hotel. Nada más entrar en su habitación se arrodilló a mis pies con la intención de hacerme otra mamada pero levantándola del suelo, le llevé en brazos hasta la cama.

-Desnúdate- le pedí.

Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo, era preciosa. Sus cuarenta y tres años no habían conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Increíblemente la mujer suspiró de deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa. Al advertir la avidez que sentía al disfrutar de mi striptease, lo ejecuté lentamente.

-Tócate para mí- le ordené con dulzura al quitarme la camisa y quedarme con el torso al descubierto.

Ángela no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de tener en mi poder a ese monumento, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la lujuria de la mujer. Ella, indefensa, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje.

Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer no pudo más y chillando se corrió sin hacer falta que la tocase. Ver a su cuerpo cediendo al deseo de un modo tan brutal, fue el aliciente que necesitaba para sentirme su dueño y terminando de desnudarme, me uní a ella en la cama. La cuarentona creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola un instante, le dije:

-Te debo algo-

Incapaz de sobreponerse a la calentura que le envolvía, la mujer gritó al comprobar que le separaba las rodillas y me entretenía mirando su entrepierna. Su sexo brillaba encharcado de flujo, expandiendo el aroma a hembra en celo por la habitación. Pausadamente, cogí una de sus piernas y con la lengua fui recorriendo centímetro a centímetro la distancia que me separaba de su pubis. Fue una delicia advertir que Ángela se retorcía sobre las sábanas ante mi avance, de manera que todavía no había llegado a apoderarme de los labios de su sexo cuando ésta empezó a bramar como descosida por el placer que le estaba obsequiando.

-¡Fóllame!- imploró con el sudor recorriendo su piel.

Haciendo caso omiso a sus ruegos, prolongué su hambruna bordeando con la lengua los bordes de su clítoris. La necesidad de la mujer se hizo todavía más patente cuando tomé entre los dientes su ardiente botón y a base de ligeros mordiscos afiancé mi dominio. Moviendo sus caderas, buscó apaciguar el fuego que la consumía. Sin darle ni un segundo de tregua, introduje una de mis yemas en su cueva y dotándole de un suave giro, conseguí sacar de su cuerpo otro orgasmo pero esta vez, de su sexo empezó a manar una ingente cantidad de flujo que me confirmó lo que ya sabía, que no era otra cosa más que la dulce azafata era multi-orgásmica.

La tremenda erección de mi pene me impelía a penetrarla y por eso dándole la vuelta, la puse a cuatro patas y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató la verdadera Ángela y comportándose como una perturbada me pidió que la tomara sin compasión. No tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y cayendo sobre la almohada me pidió que la dejase descansar.

No la hice caso e incrementando el compás de mis incursiones, asolé todas sus defensas mientras a ella le costaba hasta respirar. Sometida a mis deseos, cogí su melena rubia y azuzándola con ella le obligué a seguir moviéndose. Para el aquel entonces, sus muslos estaban empapados del líquido que salía de su sexo y su cara empezaba a notar los efectos del cansancio. Afortunadamente para ella, no pude soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, agitó su trasero en busca de mi liberación. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras la mujer no dejaba de gritar por el placer que había sentido.

Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ella, le pregunté que le había parecido:

-Ha sido maravilloso- me contestó con una sonrisa en los labios, -nadie nunca me había dado tanto placer-

Encantado por su respuesta, le di un beso en los labios y dándole un azote a ese trasero que me traía loco, solté una carcajada:

-Todavía me falta probar este culito- le solté.

Poniendo cara de pena, me rogó que la dejara descansar pero me prometió que a la mañana siguiente me lo daría y acurrucándose en mi pecho se quedó dormida. Desgraciadamente, cuando amanecimos se nos hizo tarde y solo pudimos ducharnos juntos porque tenía prisa. Después de vestirnos me pidió que la acompañara a la recepción y mientras bajábamos por el ascensor me pidió mi teléfono, al decirle que todavía no tenía, le di mi email y ella encantada, puso un sobre en mis manos mientras se despedía.

-¿Y esto?- le pregunté.

-Tu pago por la noche más increíble de toda mi vida-.

La llegada de sus compañeros de tripulación impidió que le aclarara que no era un prostituto y por eso, me despedí de ella pidiéndole que me escribiera.

-Lo haré- contestó con ilusión por poder volverme a ver.

Desde la puerta del hotel, observé su marcha y solo cuando el taxi donde se habían montado había desaparecido por la octava avenida, abrí el sobre para comprobar que esa mujer me había dejado dos mil dólares. Sin poderme creer la suerte de haber poseído a esa mujer y que encima me hubiese regalado tanta pasta, entré sonriendo en el hall.

Estaba todavía analizando lo ocurrido cuando desde la boutique de la noche anterior, la dependienta que nos había atendido me llamó con señas. Intrigado me acerqué a ver que quería. La muchacha llevándome a la trastienda, me dijo:

-He visto que te has quedado libre, anoche una de mis clientas se quedó prendada de ti. ¿Tienes algo que hacer hoy?-

Asustado de la franqueza de la mujer, le contesté que estaba cansado pero ella insistiendo, me soltó:

-Te ofrece tres mil porque la acompañes a una cena-

“Joder”, exclamé mentalmente y todavía indeciso, le pregunté a bocajarro:

-Y tú, ¿Qué ganas?-

-Me llevo el veinte por ciento y quizás si hacemos más negocio, exigiré probar la mercancía-

Solté una carcajada y dándole la mano, cerré el trato.

Todo esto ocurrió hace dos años. Hoy en día sigo viviendo en Nueva york pero ahora tengo un apartamento en la quinta avenida con vistas al Central Park. Gracias a Johana, he conseguido una clientela habitual formada por doce mujeres que mensualmente me hacen una visita. Conduzco un porche y como se ha corrido la voz, he tenido que subir mi tarifa, pero eso sí:

“Ángela sigue pagando lo mismo. Cada quince días voy a recogerla al avión y para sus compañeros soy su novio. Solo ella sabe que soy su chico de alquiler”

El Regalo de Mamá

$
0
0

Siendo sincero he de admitir que ya intuía con antelación que aquel no sería un día como los demás. Al ser mi cumpleaños -alcanzaba los dieciocho- podría pensarse que tal dato no tiene nada de asombroso. Pero aunque tuve la convicción de que mi madre, que siempre se encarga de estos temas, prepararía algo especial, nunca habría ni soñado con lo que dispondría en esa ocasión para mí. Todavía aún, pensándolo, me resulta tan increíble que no puedo evitar preguntarme si no fue sólo una mera fantasía, fruto de mi calenturienta mente…Pero siempre me complazco recordando que se trató de una excitante y morbosa realidad.

A mi madre le gustaban las sorpresas y las escapadas. Hacía mucho tiempo que no se llevaba demasiado bien con mi padre y que su matrimonio estaba tan vacío como una lata después de ser bebida. Estoy seguro de que era por eso por lo que nunca se encontraba cómoda en casa y siempre que podía me llevaba fuera, a cualquier sitio. Ella siempre quiso tenerme a su lado y yo desde luego estaba complacido de tener toda su atención para mí. Lo cierto es que no tenía mucho más. Mi padre nunca me prestó mucha atención y, siendo bastante tímido, apenas tenía uno o dos amigos en la escuela y luego en el instituto. Nuestra relación era de total confianza y no había casi nada que le ocultara sobre mí ni sobre mi vida. Y lo cierto es que descubriría que ella me comprendía incluso mejor de lo que yo mismo pensaba conocerme.

Aquella mañana me desperté temprano. El reloj de mi mesilla de noche señala que apenas eran las seis de la mañana. Muy temprano para mí, especialmente un domingo, pero mis nervios me hicieron saber que no podría volverme a dormir. Mi madre llegaría, no sabía exactamente cuándo, a despertarme, y decidí esperarla allí mismo. No habíamos hablado ni una sola palabra de la fecha especial que finalmente había llegado, pero es que nunca lo hacíamos. Desde la última vez que intenté averiguar algo de lo que estaba preparado, a los doce años, nunca más le había hablado sobre ello y ella tampoco me contó jamás nada. A los dieciocho eso no fue una excepción.

Me acomodé en la cama, bajo las sábanas, y me centré un momento en los sonidos de la casa. Mi madre era silenciosa como una gata pero ciertos sordos y leves ruidos me hicieron saber que estaba en la cocina, posiblemente desayunando y empezando a hacer los preparativos para luego hacer la comida. Mi padre tardaría, como solía, varias horas en levantarse…Tras un rato deduje que pasarían varias horas aún antes de que viniera a por mí, por lo que podía entretenerme…

Deslice mi mano entre las sábanas y palpe sobre el pantalón del pijama mi miembro, duro, erecto. Aquella misma noche, para mi satisfacción, había vuelto a tener un sueño con Pablo. Él era mi mejor y casi mi único amigo desde la infancia. Un joven sublime, de mechones rubios, ojos azules y un apolíneo cuerpo de ensueño…Ya no podía recordar cuándo fue la primera vez que me fije en el así, la primera vez que soñé con su cuerpo desnudo, que había podido contemplar varias veces en el gimnasio, la primera vez que le vi en sueños conmigo, en mi cama, haciéndome el amor…Al principio me había sentido incluso asqueado por esas ideas que no podía reprimir, pero con el tiempo había acabado aceptando, no sin cierto pesar, mi homosexualidad. Lo que si había hecho era guardarme de compartir tal dato con nadie. Ni siquiera me había atrevido a decirle nada a mi madre. Era probablemente el único secreto que nunca tendría fuerza ni ganas de revelare.

Y estaba pensando precisamente en ese último sueño que había tenido con Pablo, viéndolo en mi imaginación tomándome en la ducha, ya rodeaban mis dedos mi miembro, cuando me tuve que detener. Repentinamente escuché pasos que se acercaban. Sólo podían ser de mi madre, aunque lo cierto es que no esperaba que me viniera a despertar tan temprano. En cualquier caso opté por la prudencia: me recompuse la ropa y me acomodé, fingiendo estar dormido.

Hice bien en hacerlo pues a los pocos segundos la puerta se abrió y un gran halo de luz penetró de inmediato, iluminando por completo la cama. Tenía los ojos cerrados, pero no necesitaba mirar para sentir a mi madre entrar en mi cuarto y acercarse hasta mi lado. Como hacía a veces se sentó a mi lado y pude notar su mirada en mi rostro. Con un leve gesto acarició mi mejilla, deslizando su dedo hasta la comisura de los labios, que recorrió suavemente por encima mientras yo fingía despertarme…Aunque ella seguramente sabía que no dormía. Me sonrió dulcemente antes de posarse sobre mí y besar mi frente.

-Hora de levantarse, cariño-me saludó con su cálida voz-Hoy tenemos que hacer un corto viaje y debemos partir pronto.

-¿Un viaje?-repetí-¿A dónde?

-Ya lo verás-se encogió de hombros-Pero he estado preparando algo especial para ti, por este importante día. Y es que ya eres un hombrecito-añadió, contemplándome-Aunque para mí siempre serás mi bebe… ¡Levanta!-insistió, con voz más animada-Tienes el desayuno en la cocina, después lávate y vístete. Te aseguro que lo de hoy te parece más que memorable.

-Sí, mamá-dije finalmente, obedeciendo.

***

Lo cierto es que, todavía una hora después, apenas había amanecido cuando mi madre puso finalmente en marcha el coche. Personalmente yo estaba un tanto intranquilo. Desde siempre había sido mucho más hogareño que mi madre y, aunque nunca me negaba a ir donde ella me llevaba, nunca podía evitar por completo la inquietud. Ella me miró al ajustar la palanca de cambio y, poniendo su mano sobre mi rodilla izquierda, me pregunto, como solía:

-¿Te encuentras bien, bebe?

-Sí-respondí secamente.

-Bien-asintió ella, volviéndose hacia delante y haciendo que el coche saliera lentamente del aparcamiento-Ya verás el regalo especial que mamá te ha preparado. Te aseguro que no habrás visto a ninguna madre hacer algo así por su hijo…Es muy especial, casi arriesgado, pero por lo mucho que te amo creo que merece la pena.

-¿Arriesgado?-mi voz no ocultó mi suspicacia.

-No seas temeroso-replicó sonriente, como maliciosa, con el tono que solía mostrar cuando ocultaba una gran sorpresa-Te aseguro que te espera algo muy delicioso…Lo vas a disfrutar.

Yo no intuí para nada aquello de lo que podía estar hablando, pero me pareció muy llamativo el vocabulario que empleó: “delicioso”, “disfrutar”. No sé, pero algo me sonaba extraño en esos términos. Estuve pensando en ello unos minutos mientras mi madre, totalmente absorta –o eso parecía-, llevaba el coche a buen ritmo a través de una de las avenidas centrales de la ciudad. Yo no conocía mucho la ciudad y el callejero, pero sí lo suficiente como para saber que nos alejábamos del centro y no al revés. No sabía por qué, pero habría imaginado lo contrario si lo hubiera pensando antes de verlo.

-¿A dónde vamos?-volví a preguntarle.

-¿No querrás que te desvele realmente la sorpresa, verdad?-me miró un momento, aprovechando que tuvo que frenar ante un semáforo en rojo, y viendo mi gesto insistente reaccionó:-No voy a decirte mucho, además de que lo vas a ver en breve-siguió hablando mientras retomaba la conducción-Pero supongo que algo puedo decirte.

Yo me acomodé más en el asiento, atento a lo que me fuera a revelar por fin, tras casi una hora sin querer soltar palabra alguna.

-Digamos que mamá conoce a alguien-cuando medía sus palabras para no revelar más de lo que quería tendía a hablarme como si siguiera siendo un niño pequeño…De hecho y por lo visto para ella seguiría siendo un niño para siempre-Ese alguien es un amigo con que ayuda a mamá con…ciertas cosas. Y ahora está de acuerdo en ayudarte a ti-concluyó.

-¿Un amigo?-pregunté en voz alta, aunque más como reflexión propia que a ella, pues sabía que no obtendría más de lo que había dicho hasta ahora. Algunas ideas me rondaron por la cabeza pero con esfuerzo deseché cualquier especulación. No merecía la pena perder el tiempo en fantasías extrañas.

-Ya le conocerás…-se limitó ella a decir y, tras unos segundos de silencio, cambio de tema-Bueno. Creo que tendremos ocupada toda la mañana…Pero tú no tendrías ningún plan, ¿eh? ¿No habrías preparado algo con alguna chica que tengas por ahí escondida?

-Mamá. No tengo ni tendría a ninguna chica escondida y lo sabes.

-Cierto-asintió ella-Lo cual me agrada por un lado, por la confianza, aunque me disgusta por otro… ¿No hay nadie de verdad que te guste?

-No, mamá-le respondí con el tono más normal que pude, intentando no pensar en Pablo en ese momento, aunque no pude evitarlo completamente.

-Bueno…Quizá deberías empezar a buscar entonces, ¿eh? Si no has tenido necesidad pronto la tendrás, aunque me extrañaría que no la conocieras todavía.

-¿Necesidad de qué?

-Una necesidad que yo tenía pero de la que también me libré hace unos pocos años-se limitó a sonreír-Tú tendrás que buscarte un apaño también…Quizá pueda ayudarte un poco, pero no estaré aquí para hacerlo siempre-rió.

-No sé de qué hablas-le dije sinceramente y no quería ni imaginarlo…Quizá fuera por el calentamiento que no había podido sofocar al levantarme pero por un segundo me pareció que se refería a…

-Por suerte está cerca-dijo de repente, cortando mis reflexiones y, dada su naturaleza, se lo agradecí-Es una de las ventajas de mi amigo. Pronto lo comprobarás.

Mientras hablábamos nos habíamos introducido por diversas calles, cada vez menores, y por callejones estrechos. Finalmente llegamos a una plazoleta rodeada de altos bloques de pisos y cuyas aceras aparecieran prácticamente atestadas de coches aparcadas. Por suerte mi madre encontró un oportuno hueco en el que pudo aparcar.

-Hemos llegado-comunicó finalmente mientras maniobraba para dejar el vehículo-Estoy deseosa de presentártelo y ver que te parece-añadió y por un momento me pareció que se había relamido los labios.

-La verdad es que no sé…-empecé a decir no sabía qué exactamente…Me había dejado llevar hasta allí sin pensar realmente en qué me estaba diciendo mi madre, pero ahora, cuando llegaba el momento de la verdad, dudaba y me sentía cada vez más nervioso ante lo que hubiera preparado y ante su amigo.

-No digas tonterías, cariño-me cortó en seco-Haz lo que digo y no te arrepentirás. Te lo aseguro.

-Sí, mamá-asentí sencillamente.

-Así me gusta-abrió la puerta-Y ahora baja. Le avisé con un toque cuando salíamos, así que debe de estar preparado.

Hice como me decía y salimos ambos del coche, que ella cerro con llave. Luego me limité a seguirle cuando cruzo la pequeña plaza y la calle, mirando por si venían coches, hasta un pequeño bloque de pisos de un pálido color azul, de tres o cuatro plantas. Entramos en el rellano. Una estancia reducida y aún más estrecha por la presencia de unos grandes buzones y de una desvencijada silla y una mesa que parecían reposar bajo un cartel colgante en el que ponía “Portería”. Pensé que era un poco cutre.

No había ascensor, cosa que no me sorprendió, y emprendimos la subida por unas empinadas escaleras amarillentas. Mi madre sonreía de una forma extraña y se veía inquieta. Realmente, pensé, debía ser algo bastante increíble lo que hubiera preparado. No quise volver a preguntar pero en este caso, poco antes de llegar al primer rellano, fue ella la que me reveló algunos datos más:

-Te voy a confiar, en este momento, un secreto-me dijo susurrando, aprovechando lo cerca que andábamos, codo con codo, y para que ninguna oreja cercana curioseará-Lo cierto es que no siempre he sido tan sincera contigo.

No me sorprendí. Pensando que yo mismo le había ocultado nada más y nada menos que mi homosexualidad no me parecía raro ni mal que se hubiera reservado para sí un recoveco de intimidad. Pero lo cierto es que lo que me dijo me dejo de piedra un momento:

-Tengo un amante.

-¿Un amante?-repetí, como un loro…Lo primero que pensé es que no lo habría imaginado jamás…Sabía que mi padre y ella estaban distanciados, pero eso…Tampoco es que lo condenara, más bien lo comprendía…Pero…Y por otro lado, ¿por qué me lo contaba?, y, sobre todo, ¿por qué ahora? ¿Qué relación tenía con el amigo al que íbamos a visitar y con el regalo especial que me había prometido?

-Sí-dijo con tono serio poco antes de detenerse frente a una puerta señalado como 3º B-Y ahora lo vas a conocer. Está es su casa-me explicó-Vive con su hija.

-Ah-no sabía que decir.

-Ahora te preguntarás qué tiene que ver todo esto contigo, ¿no?

-Sí.

-Pronto lo verás-volvió a dejarme con la intriga mientras llamaba al timbre.

Sin embargo en los minutos que estuvimos ahí plantados no pude dejar de pensar, más que en lo que a mí me concernía y a lo que habíamos ido allí, en la revelación de mi madre y en cómo sería su amante, al que estaba a punto de conocer. Miré a mi madre de pies a cabeza…Es verdad que pese a la edad se conservaba bastante bien. No era delgada, pero estaba lejos de ser gorda y aunque no lucía las curvas de una modelo aún tenía una figura suficiente para despertar, suponía, la lujuria de un hombre…Entre que no me gustaban las mujeres y que con todo no me veía ni quería verme capaz de verla así, nunca había pensado en ello, pero lo cierto es que era guapa, con sus ojos verdes y sus rizos morenos, casi todavía juveniles, y un rostro de apariencia aún fresca… Al pensarlo bien no me extrañaría que, con un poco de iniciativa, hubiera tenido a quien hubiera querido.

A su lado yo me parecía más a mi padre…Era más bajo y con tendencia a ser un tanto menos delgado, aunque tampoco y ni mucho menos gordo, pero se me veía menos espigado por la menor altura. Mis ojos eran marrones y mis rasgos un poco menos delicados…Lo único que tenía de ellas era el pelo. El mío era corto, pero igualmente negro y rizado, difícilmente sometido por el peine.

Estaba pensando en eso, imaginando al tiempo cómo sería el amigo de mi madre, cuando éste –supuse que era él- abrió la puerta. Y lo cierto es que me impresionó… Él ni siquiera llevaba camiseta y lo primero que me encontré fue su desnudo torso, musculoso, como forjado por un genio escultórico y del color del dulce chocolate con leche…A pesar de que mi instinto quería mirar en la otra dirección me obligué a subir los ojos y vi su rostro. Era agradable y apuesto, con el cabello negro tremendamente rizado en grandes bucles sobre su cabello y cayendo sobre sus hombros, con unos claros ojos azul-verdosos que destacaban en su moreno rostro y unos labios rojos que hacía lo mismo…Nadie, salvo Pablo, me habían gustado tanto a simple vista…El pensar que se acostaba con mi madre, pesé a que supuse que debería hacerme rechazarlo, sólo me provocaba más morbo en mí…

-¡Buenos días, Serena!-saludó a mi madre, alegre-Veo que no has tardado tanto como esperaba. Y este chico debe ser tu hijo, del que tanto me has hablado, el pequeño Federico.

Movió su mano hacia mí, pellizcándome la mejilla derecha. Yo me debatí entre el morbo y el rechazo a lo desconocido, pero lo primero se impuso, aunque fuera sólo porque moverme también me daba un tanto de vergüenza, aún para esquivarlo.

-¿Está todo listo, Armando?-le preguntó mi madre.

-¡Claro, pasad! Id al salón, creo que será el mejor lugar-dijo.

-Bien-asintió mi madre.

Éste entró y yo, un tanto turbado, le seguí. Era un pequeño pasillo y, saliendo por la tercera puerta, nos hallamos ante una agradable sala de estar. Dos sillones se extendían, en ángulo, pegados a la entrada y a los muros que de ella salían. El centro de la estancia estaba despejado y por eso parecía más grande. Un estante con libros y un televisor cubría la pared frente a la puerta y la de la izquierda era en realidad un gran ventanal que daba paso a raudales de luz que iluminaban por completo la estancia. Por fortuna frente al edificio por ese lado había un pequeño parque y no otro edificio. Mi madre y yo nos sentamos en uno de los sofás. Yo estaba pensando en qué se suponía que el amigo de mi madre iba a ayudarme y en qué consistiría mi regalo…Mi imaginación me decía algo, pero no me atrevía a creerme que eso fuera posible, a pesar de las apariencias. Hasta que mi madre me preguntó:

-¿Qué te ha parecido Armando? ¿Guapo, eh?-me miró y noté un brillo extraño en los ojos.

-No sabría decirlo… ¿Por qué estamos aquí?-le pregunté a su vez.

-¿No imaginas nada? Pensaba que ya lo habría tenido que confesar todo, pero te muestras o más obtuso o más tímido de lo que podría haber imaginado. Ni una ni otra cosa te convienen ya, al menos conmigo.

-No entiendo…

-Sí que lo entiendes-me miró-Está claro que es la timidez y la impresión. Yo misma he admitido que esto no es algo que muchas madres hagan por sus hijos, pero nuestra relación siempre ha sido excepcional.

-Sigo sin…

-¿Te ha gustado Armando o no?

-Parece majo, supongo.

-Ya, majo-rió-Pero no te pregunto por ello, si no por si te…-hizo una pausa y se acercó a mí, para susurrarme con un tono que me pareció sensual al oído y que me provocó un escalofrío-…si te la pone dura.

-¡Mamá!-protesté.

-¿Qué? Es más que atractivo, ¿no?…Y potente, te lo aseguro-y en está ocasión si la vi con claridad relamerse.

-Me estás asustando-confesé.

-No digas tonterías. Te dije que Armando te ayudaría igual que a mí y ya deberías saber a qué clase de ayuda me refiero. Yo he estado muchos años sin satisfacción por culpa de tu padre y tú, mientras no te lances con Pablo, también le necesitarás.

-¿Con Pablo?

-¿No creerás que de verdad ignoraba tu condición y que te gustaba los tíos, no?-me miró con aires satisfechos, como alegres de echarme a la cara que había sido siempre consciente de mi secreto mientras yo jamás intuí el suyo-Al principio me extraño…Pero luego pensé que tenía un hijo con mi mismo gusto…-sonrió, pícara-Y eso no lo veo mal e incluso lo entiendo muy bien…

-…-lo cierto es que me sentía un tanto mal por lo que estaba pasando y por lo que me decía mi madre…De verdad nunca lo habría imaginado ni en mis más extraños sueños.

-Tú no te preocupes. Soy tu madre y te comprendo-se inclinó sobre mí para besarme en la mejilla-Y siempre cuidaré y velaré por ti. Y por eso te he traído aquí para que conozcas a Armando…

-¿Qué tiene que ver tu amante con lo mío?-no pude evitar preguntare después de que se quedará unos minutos en silencio, sin decir nada.

-¿Eres virgen, verdad?-me espetó sin más.

-Sí.

-Pronto ya no…A menos que Armando no te haya gustado…Todavía no me has dicho si te parece guapo o no.

-¿Con Armando?-le vi nuevamente en mi mente y le imaginé en lugar de Pablo en mis fantasías…Lo cierto es que era guapo y, sino hubiera sido por las extrañas circunstancias en las que había llegado a su puerta, habría soñado con él sin más problemas…

-Claro…A él le gustan los chicos tanto como las mujeres. Ya verás…Él es mi especial regalo, pues desde ahora tendrás a alguien, como yo, a quien acudir…Compartiremos amante-rió-Lo cierto es que en parte lo hago por mí…Sería muy morboso estar con él pensando que satisface también a mi bebe.

-Yo lo veo un poco raro-comenté, aunque también lo veía morboso.

-Ya…

Pero no pudo mi madre decir nada más, pues finalmente Armando apareció en el salón, trayendo en una bandeja tres largos vasos de cristal con una extraña bebida anaranjada. En un primer momento pensé que sería fanta, pero cuando me pasó una de las copas y olí su interior, el olor a alcohol fue inconfundible. Mi madre, por el contrario, mientras yo dudada, vació medio vaso de un trago.

-¿No pruebas mi cóctel especial?-me preguntó Armando con amable voz por la que no parecía ni llegar a la treintena.

Yo observe con suspicacia el licor pero mi madre, tomando la iniciativa, me arrebató el vaso y llevándolo a mi boca me obligó a vaciarlo, tomándomelo todo de un trago…No me gustó demasiado y me calentó la garganta, pero me resigné antes de intentar resistirme a mi madre.

-Así-sentenció ella-Todo-e igualmente ella vacío su vaso y dejó ambos junto a una pequeña mesilla de cristal que había junto al sofá…-Cada vez que lo tomo me gusta más-comentó.

-Me alegro, Serena-asintió Armando, tomándose la suya a su vez, para ir a dejarla con las demás…Pude observar su cuerpo…Supuse que era latino en parte por el deje de su voz y, aunque nunca había fantaseado con ellos, pensé que hacerlo con él podría tener un morbo especial…Estaba vez no evité la tentación de mirar más abajo: llevaba un pantalón corto que le permitía lucir sus piernas, igual de bien formadas y esculturales que su torso y sus brazos…Pero mis ojos buscaron por instinto su entrepierna y el bulto, bastante marcado, que había allí…Hubiera querido ser discreto, pero mi madre se dio cuenta de lo que me llamaba la atención.

-¡Vaya, vaya!-saltó-Creí que haría algo de tiempo y buena mano para despertar a mi niño, pero veo que él sólo sabe ya lo que quiere sin que tengamos que trabajar demasiado para ello.

-Ya veo, ya veo-asintió Armando mientras yo no podía evitar ruborizarme.

-Pero mira si es lo que te gusta-mi madre se pegó a mí y, rodeándome con sus brazos y con sus manos en mis mejillas me hizo fijarme de nuevo en los bajos de Armando, que por su parte su puso ante mí, teniendo ante mi mirada ese mercado miembro a través del fino pantalón…-Parece grande, ¿eh?-me habló al oído mi madre-Pero te aseguro que lo que te parece ahora no es nada-una de sus manos se separó de mi cara y se fue a posar, sin más, sobre aquel bulto-A mí me vuelve totalmente loca…

-Ya lo creo, mami-afirmó Armando-Pero creí que hoy sería para tu nene.

-Es verdad-asintió ella, retirando la mano-Hoy es para ti, mi bebe-me dijo y, tomando mi mano la dirigió hacia dónde estaba la suya…Por un momento pensé en resistir, pero mi natural pasivo y, sinceramente, el morbo y el deseo que cada vez crecían con mayor fuerza en mí, me impidieron cualquier resistencia o atisbo de ella.

Lo primero que sentí fue calor. Algo caliente bajo aquella tela…Y cada vez más grande y más duro. Aunque no pude hacerme una idea del tamaño cuando mi madre dirigió mis dedos como para que la cogieran a través de la tela si pude notar con claridad que era bastante gorda…Note como un surco que cruzaba aquel mástil por el centro…Por primera vez estaba tocando la polla de otro hombre, aunque fuera a través de un bañador,…, de un hombre atractivo y que era además amante de mi madre…Mi propio pene empezó, sin que pudiera ya contenerlo, a asomar…

-¿Qué, que te parece el regalito especial de mamá?-me preguntó mi madre. Sentía sus labios, húmedos, en el lóbulo…-Espero haber acertado.

-Creo que sí-fue la única respuesta que pude murmurar mientras empezaba a tantear por mi cuenta ese falo…Empezaba a hacérseme la boca agua…Hacía mucho tiempo que fantaseaba que un hombre me cogiera la boca e intuía, feliz, que pronto conocería esa sensación tan ansiada. Por un momento temí que todo fuera un extraño sueño dado lo increíble que era, pero al tiempo era demasiado real para sospechar…Por imposible que me hubiera parecido nunca de haberlo pensado.

A pesar de todo no sabía que hacer y aunque pensé en intentar bajarle el pantalón no me atreví a hacerlo. Por suerte no tuve que tomar la iniciativa. Al poco, mientras aún palpaba deseoso, las manos de Armando sustituyeron a las de mi madre en mis mejillas. Se notaban suaves y cálidas y él comenzó a acariciarme suavemente y me obligó a elevar la vista para mirarle a la cara…Entonces se fue agachando y aproximando hasta que casi le tenía justo sobre mí.

-Me gusta-le dijo a mi madre-Es más guapo de lo que me dijiste…Claro que ha salido a ti.

Mi madre no respondió aunque pude casi sentir como sonrió al escucharlo. Él se volvió nuevamente hacia mí. Su rostro ya estaba casi sobre el mío y podía catar su aliento sin esfuerzo. Poco a poco posó sus labios sobre los míos…Había llegado el momento y me quedé paralizado…Lo cierto es que no estaba preparado, pero él se hizo cargo de mi apuro y en ese momento sólo beso tiernamente mi boca. Sus labios eran cálidos y tenían algo como…tropical…No sabía qué, pero me gustó la sensación.

-No temas nada-me susurró mi madre al oído-Abre la boca, cariño. Déjale entrar.

Obedecí sin dudar y entonces los labios abiertos de Armando se acoplaron a los míos y su lengua entró en mi boca. Era una sensación nueva y desconocida para mí. Cálida y húmeda jugó con ella, saboreando la mía…Me sentí un poco invadido y me gustó sentirme progresivamente más entregado, según él se atrevía a ir más dentro y más rápido. No tenía pies ni base para corresponder a su juego pero cuando me acostumbre intenté devolverle las juguetonas caricias y por un momento nuestras lenguas se juntaron, bailando en mi boca, envueltas en nuestras salivas. No sé cuánto estuvimos así, fundidos en aquel delicioso beso, el primero de mi vida, pero cuándo finalmente se separó se me hizo demasiado breve…No habría imaginado nunca que alto tan simple podría ser tan placentero…Y mi mástil ya estaba totalmente erguido bajo mi ropa. Él se volvió a colocar sobre mí, nuestras miradas se cruzaron. La suya era tierna, pero firme y segura, y sentí una declaración de qué me iba a poseer…La mía, si transmitió, como creo, lo que sentía, debió indicarle lo deseoso que estaba de sentirme suyo…En ese momento, sin que lo hubiera imaginado, abrió la boca y un hilillo cada vez más espeso de saliva se le deslizo, cayendo lentamente…No supe reaccionar pero una mano de mi madre en mi mentón me hizo abrir la mía y la saliva que fue soltando Armando entró en mi boca…Excitante era lo que sentía al tomar lo que me iba dando…

-Saboréala y trágatela-mi madre seguía ahí, susurrándome cosas…No pude evitar preguntarme cuándo nos dejaría solos…Aunque Armando no parecía molesto por su presencia. De todas formas la obedecí y saboree ese jugo mientras Armando, tras terminar, me observo sonriente-Eso es sólo un primer aperitivo por lo que está por llegar-añadió mi madre.

Entonces Armando hizo algo que no me esperaba. Deseaba que me mostrara ya su lista herramienta y que reclamara mi boca para ese menester, pero en realidad se agachó, poniéndose de cuclillas ante mí para ir desatándome los cordones de los zapatos. Le ayudé levantando los pies sucesivamente para que les pudiera quitar y al poco les siguieron los calcetines…Por suerte había una suave alfombra y no el frío suelo. Y para mi sorpresa, mi madre, que esperaba que se iría al poco para dejarnos con más intimidad, lejos de eso y sin dudar agarró los bordes de mi suéter y tiró hacia arriba, a la vez que la camiseta interior que llevaba, para sacar ambas. La idea de quedar desnudo ya sólo con Armando me hubiera dado, de caer en ello, bastante vergüenza, y con mi madre delante era mayor. Ella no tuvo, sin embargo, reparo ninguno en acariciar mi torso desnudo y, yendo a más, a desabrocharme el pantalón.

En eso Armando le tomó el relevo y con suaves gestos fue cogiendo mi pantalón y bajándolo poco a poco. Ya casi estaba totalmente desnudo. Una vez que me los quitó me acarició lentamente las piernas desde los tobillos y repitió el proceso con mis calzoncillos. Así mi miembro erecto quedó a la vista los dos. Estaba rojo como un tomate al sentir como ambos la miraban…Aquello me parecía raro pero no tenía voz para hablar. Mi madre por fin pareció notarlo:

-¿Qué pasa, mi niño, te da cosa que Armando te veo o quizá soy yo la que te incomoda?

-…-no tuve valor para contestarle que ella me incomodaba más…No era un asunto de confianza, pero era…raro.

-Tranquilo, que no soy tan diferente de las demás madres-rió-Sólo quiero observar la primera vez de mi niño porque es un momento especial. Además, ya te he visto desnudo otras veces, así que no me seas tonto.

Ni corta ni perezosa tendió su mano y me la agarró sin más miramientos, retirando la piel y dejando la rosada cabeza a la vista, aprovechando para acariciarlo con el dedo gordo… ¡Oh! Armando contemplaba la escena y estaba claramente excitado al ver lo que hacía mi madre…Él se arrodillo delante del sofá y se acomodó entre mis piernas mientras mi madre masajeaba suavemente mi miembro. A pesar de mis dudas la excitación lo mantenía firmemente en pie. Él lo observo un momento, mirándolo con detalle, cada vez más cerca, hasta que mi madre le llamó:

-Deja de mirarlo, amigo, y devóralo-le incitó sin más.

Él empezó besando la rosada cabeza del glande y sentí así sus labios posarse suavemente sobre ella. Estos se abrieron y la punta de su lengua se posó igualmente sobre la punta de mi pene. Estuvo quieto en esa posición unos segundos mientras mi madre seguía sosteniendo mi polla y dirigiéndola hacia su boca. Poco después la mano de Armando la sustituyó mientras colocaba sus labios ciñendo el glande y fui viendo como mi miembro desaparecía lentamente hasta estar completamente dentro de su boca. Nunca había sentido nada semejante. Un placer inimaginable que casi podría haberme hecho retorcerme… Sentir su lengua juguetear, como bailando alrededor de mi mástil, lamiéndolo, recorriéndolo…Era una sensación cálida y deliciosa el sentir mi polla en su boquita… ¡Oh!

-¡Sí, disfruta!-me susurró mi madre al verme cerrar los ojos para centrarme en el placer que estaba recibiendo, eso mientras ella acariciaba mi desnudo vientre, lo que, sumergido ya en el sexo, sólo me parecía lentamente morboso, habiendo superado, no sabía cómo, mis anteriores reticencias.

Después de estar un momento en esa posición, Armando se acomodó mejor entre mis piernas y se retiró levemente para centrarse en lamer mi cabecita mientras me masturbaba ahora lentamente, acariciando casi la piel. Su lengua giraba en torno a mi cabecita las agujas de un reloj, lentamente, como si le deleitara lamer y relamer cada centímetro…Por mi parte si disfrutaba al máximo cada segundo. Su otra mano se apropió de mis testículos y los masajeo, agarrándolos, mientras no dejo las demás tareas… ¡Ah!… Temblé de placer al sentir nuevamente su garganta con el glande cuando volvió a comérsela por completa, mientras masajeaba y apretaba mis huevos como si pretendiera servirse mi leche directamente en su boca.

Yo pretendía aguantar lo más posible aunque tal era el placer que pensé que duraría poco. Él, sin embargo, fue acelerando cada vez más en sus movimientos, chupando con fruición y recorriendo sin pausa mi verga con su lengua, subiendo y bajando entre la cabeza y los huevos, a los que no olvidaba y que relamía por encima, aunque sin llegar a más. Pero no le hizo falta. Pese a mi voluntad sentí llegar pronto la llegada de mi orgasmo. Intenté contenerlo, pero la excitación, el morbo y el placer eran demasiado intensos… Sentí mi corrida y a duras penas la detuve… Mi madre se dio cuenta y me regañó:

-No te aguantes, bebe, suéltalo todo-me instó-¡Córrete, venga!

Le obedecí y al instante sentí los deliciosos y electrizantes movimientos de la eyaculación y, al compás de un insondable placer, me vine en la boca de Armando. Él no se apartó y mi leche inundó su garganta y su boca. Pude prácticamente oírle tragar mientras su lengua, empapada por mi semen, lamía y relamía, golosa…Cuando la sacó de su boca no había casi rastro de mi corrida más allá de unas dos gotas que aún se liberaban de mi interior y por la evidencia de mi pene, que se quedaba flácido por segundos.

Me quedé quieto por un segundo, limitándome a respirar, satisfecho tras aquel primer profundo orgasmo al que Armando me había llevado. Mi madre sonreía de una forma un tanto misteriosa mientras seguía acariciando mi pecho y mi vientre, agitados por mi rápida respiración y algo humedecidos por el sudor…Armando, mientras, se había vuelto a poner en pie.

-Bueno, Armando-le dijo mi madre-Creo que es tu turno y no debemos dejar que tu amigo tenga ninguna envidia…

-Así es-asintió él, y al punto comenzó a bajarse los pantalones, mostrando que no llevaba nada debajo…Y así finalmente pude contemplar lo que ya había palpado por encima de la ropa…Era aún más grande de lo que la había imaginado…Y muy gruesa… Finalmente iba a cumplir mi fantasía de chupar una polla y lo iba a lograr con una de primera categoría. Sólo con pensarlo se me hacía la boca agua.

La sujetó para enfocarla hacia mi cara y la fue acercando poco a poco. Mi madre, por su lado, acarició otra vez mis mejillas y me impulsó lentamente hacia ella. Le deje porque, aunque no lo consideré necesario, me parecía muy morboso. Lo cierto es que no estaba completamente seguro pero finalmente mis labios se posaron sobre su glande. Lo noté suave y firme…Y delicioso. Yo hubiera preferido ir poco a poco, pero mi madre tenía otra idea y siguió presionando mi cabeza…Tuve que abrir la boca y dejar que ese grueso mástil se fuera abriendo paso en mi boca todo lo que pude…Sentí la gruesa punta de su polla en mi garganta, sin dejar ningún hueco entre ésta y mis labios…Y aún así no logré que entrara completamente…Aún quedaba un poco fuera…Apenas podía mover la lengua con ese gran trozo de carne dentro, hasta la campanilla. Una gozada.

Pero no estuvimos así mucho tiempo. A los pocos segundos Armando la fue sacando nuevamente y pude contemplar cada centímetro de su gran lanza mientras la iba extrayendo de mi boca. Brillaba un poco por el manto de saliva que iba dejando…Sólo esperaba poder disfrutar más de ella, pues apenas me habían dejado empezar…Él, sin embargo, terminó de quitarse los pantalones, que se había dejado por los tobillos, y se dirigió al sofá, dónde se sentó con las piernas abiertas en un gesto de invitación.

-Ve-me indicó mi madre.

Yo me levanté y fui hacia Armando, arrodillándome y entrando entre sus piernas como había hecho él antes. Él me observó pausadamente mientras me acomodaba y me dirigía a su erecta espada. Apoyé mis antebrazos en sus muslos y acaricié su duro miembro, que agarré con mis manos…Se sentía duro y palpitante. No tenía ganas ni necesidad de esperar, por lo que lo enfoqué hacia mí…

Sin más comencé lamerlo. Al principio me centré en la cabecita como lo había visto hacer a él, gustando de su delicioso glande, mientras mis manos le masturbaban. Por un momento me había preguntado qué haría si realmente no me gustara chupara una polla, pero lo cierto es que descubrí que no había hecho nada más excitante y delicioso en mi vida. Empecé a descender, recorriendo el ancho tronco que no era totalmente liso sino que lo cruzaba una gruesa y mercada vena por su superficie, y después subí otra vez sin despegarme ni un milímetro de mi caramelo. Finalmente y sin dejar de masturbarle me centré en sus huevos que chupe primero por encima y que después intenté introducirme en la boca, aunque eran demasiado gordos…Él gimió levemente y me acarició el cabello mientras seguía con lo mío…Podía sentir los ojos de mi madre fijos en mi boca, contemplando como introducía uno de sus testículos en ella y lo bañaba en saliva.

Sus manos me agarraron poco después y el asumió el control, haciendo bajar y subir mi cabeza a su antojo, cogiéndome así la boca mientras su polla se hundía y salía con cada vez mayor rapidez. Me deje hacer por completo lo que quiso mientras me llevó cada vez más rápido. Apenas podía recorrer su miembro con mi lengua al ritmo de sus embestidas, pero fue suficiente para hacerle gemir levemente de placer.

-Sí, sí…-musitó más para sí que para mí-No te está saliendo mal para ser tu primera vez.

Estuvo un rato más follándome la boca mientras yo me limité a saborear su dura verga todo lo que podía. No me cansaba para nada y pensé que podría seguir así incluso horas…Pero también me dije a mí mismo que, más tarde o más temprano, tendría que correrse…El morbo de imaginar por anticipado qué sentiría cuando eyaculara sobre mi lengua, cómo sabría su leche…Cada vez estuve más impaciente para experimentar ese sensación. Él, sin embargo, aunque gemía suavemente, no parecía pronto a terminar.

Y yo hubiera querido seguir y seguir hasta que él terminará…Sentí mi polla reaccionando ante esta deliciosa fantasía. Pero por más que su cada vez más húmeda verga entraba y salía a placer de mi boca no parecía tener prisas por complacerme. Yo lo hacía lo mejor que podía, jugando con mi lengua sobre su carnoso y sabroso mástil según me horadaba la garganta, pero no obtenía nada. Y no había terminado cuando, dejándome de momento sediento de su semen, me hizo alzar la cabeza del todo… Sonreía de forma viciosa cuando nuestras miradas se cruzaron.

-Bien, Federico-me dijo-Vas a probar algo todavía mejor.

Era evidente a lo que se refería y, aunque imaginaba que la entrada de su grueso mástil no sería indolora, el morbo me empujaba a ello. Armando me acarició las mejillas y sus manos descendieron por mi cuello, mis hombros, hasta mis brazos. Me hizo alzarme y tiró de mí sobre él, que seguía sentado. Quede así sobre él, de rodillas, mis piernas rodeando las suyas y notando ya la punta húmeda de su verga cerca de mis nalgas… Sus manos sujetaron las mías y las colocaron sobre sus hombros antes de dirigirse a mi culito. Mientras su mirada se hundía en la mía se chupó un dedo que luego sentí buscando la entrada al final de mi espalda…

Y entonces lo metió. Su dedo encontró lo que buscaba y al segundo estaba hurgando en mi interior…Al principio entró de forma tímida, muy lentamente y muy poco, pero en seguida se envalentonó y se introdujo en toda su extensión…Alguna vez yo había tanteado de una forma similar pero nunca había hecho nada parecido a lo que él paso a hacer a continuación: comenzó a sacarlo y a volver a meterlo muy rápido al tiempo que lo hacía girar, como dando vueltas, buscando ampliar la oscura puerta. Y al poco lo logró para meter dos y tres dedos. Estuvo un rato así, jugando con sus tres “emisarios” en mi culito…Lo cierto es que había ido tan lenta y pausadamente que en ningún momento había sentido molestia alguna.

No tardó en querer ir a más y lo cierto es que yo lo deseaba. Sus dedos desaparecieron y en su lugar apareció, rozándome desde debajo, su dura verga. Su mano la sujetaba y apuntaba hacia mí. “Adelante”, noté que me instaba con su mirada y yo, igualmente sin pronunciar palabra, accedí. Apoyándome en sus hombros me moví para ir bajando poco a poco. Su polla fue quedando entre mis nalgas y “chocó” contra mi agujerito. Éste estaba abierto, pero no lo suficiente para su mástil.

“Llegó el momento”, pensé. Y seguí el descenso. Sentí el primer punto de dolor intenso cuando su glande logró abrirse paso y tener acceso a mí. ¡Dios! Lo cierto es que no había imaginado que pudiera doler tanto aunque lo había leído en muchos relatos, pero en ese momento ninguna palabra ni descripción parecía hacerle justicia y la idea del placer quedó de pronto muy lejana…Como un taladro al rojo vivo sentí su pene introducirse en mí, que seguía descendiendo y siendo empalado…El placer estaba lejos pero el morbo me hizo continuar mientras sentía como me desvirgaba y me llenaba… ¡Oh! Cerré los ojos para concentrarme en esa sensación…A pesar del dolor sentí como volvía a tener una erección para cuando, tras un lento tormento, me encontré sentado sobre Armando con toda su polla dentro de mi culito.

Me quedé quieto un momento con aquel falo introduciéndose hasta lo más hondo de mis entrañas. Quería quedarme con cada una de las múltiples sensaciones que me llenaban. Según mi culito se acostumbraba el dolor cedía y sí, ese placer tan inimaginable hacía unos dos segundos empezaba a llegar. Me relamí los labios. Era tremendamente morboso. Él me sodomizaba y sentía su cuerpo calido y sudoroso debajo de mí…Yo también tenía calor y el sudor me cubría la frente. Armando había pasado sus manos en mis costados, que acariciaba lentamente. Me había dejado ir a mi paso, sin apresurarme ni llevarme y había contemplado en su rostro el placer que le daba el metérmela. Una de sus manos subió a mi boca y uno de sus dedos apareció en mi boca. Si hubiera pensado fríamente no lo habría hecho, pensando de dónde vendría ese dedo, pero en el calor de la acción no dude en lamerlo y chuparlo como un caramelo…No lo tuve mucho, en seguida su mano fue a mi nuca y me empujó hacía sí para volver a unirnos en un profundo y húmedo beso.

-Que culito más tierno-comentó cuando nos separamos-¿Sigo así, suave, o le tomó con pasión?

Por un momento iba a pensar que responder a esa pregunta cuando me di cuenta de que no me hablaba a mí, si no a mi madre, que seguía con interés creciente la escena. Antes de que pudiera imaginar que diría escuché su voz:

-Dale duro, que sepa lo que vales.

-Muy bien-asintió él.

No tuve tiempo ni de imaginar qué significaría eso. Él me sujeto de las piernas y, sin esfuerzo, se levantó del sofá. Tuve que agarrarme fuertemente a los hombros para no caerme. Me pregunté qué iba a hacer. Armando avanzó un par de pasos sobre la alfombra y descendió lentamente. Me había alzado un tanto en el proceso, pero aún tenía la mitad de su verga dentro de mí cuando finalmente me dejo sobre el suelo.

De repente me encontré tumbado en la alfombra boca arriba. Él cogió mis piernas y las colocó sobre sus hombros mientras colocaba bajo mi culito un cojín que le tendió mi madre. El propósito era evidente. Había decidido no dejarme seguir con mi pausado y lentísimo movimiento e iba a asumir el control total…Como le había dicho mi madre.

De un rápido empujón volvió a introducirme su polla entera en mi culo. El dolor fue mínimo en este momento pero sólo era el primer asalto. Se acomodó sobre mí, su cuerpo sobre el mío y mis piernas rodeándole por la espalda, como si me aferrara a él por no caer. Y en ese instante comenzó las embestidas.

No pude contenerme y gemí de placer. Me la metía hasta las más estrechas profundidades con directas embestidas que me reventaban para luego salir muy lentamente, con su miembro firme embotando mi culito. Al principio fue lento, dejando su polla enterrada su tiempo en mi interior para mi delicia, pero fue acelerando y golpeando con mayor contundencia en sus embestidas… ¡Oh! Tanto como me había dolido los primeros segundos ahora lo estaba disfrutando… El morbo fue a más cuando mi mano derecha tanteo mi propia polla para masturbarme y Armando me detuvo:

-Tu madre tiene las manos libres-comentó, pícaro-Tú dedícate a gozar como yo con tu estrecho caminito.

Y mi madre no hizo oídos sordos y mientras él siguió follándome con fuerza se sentó a nuestro lado y su mano enseguida alcanzó mi miembro, que estaba erecto…No pude dejar de pensar que eso era ir, quizá, demasiado lejos, pero tampoco podía parar en ese momento. Era tarde para cualquier pudor.

Así mi madre me masturbó con rapidez, su mano me la agarraba con dureza aunque no sin delicadeza, mientras Armando me poseía como un semental, cada empuje más fuerte y, de no ser imposible, diría que más profundo, como si quisiera atravesarme, partirme en dos. Estaba llegando a un culmen nuevo de excitación y temí volver a acabar demasiado pronto.

Pero fue Armando quien, apenas unos momentos después, anunció que estaba a punto de terminar. Mi madre rápidamente dispuso, antes de que yo pudiera hablar, que debía correrse sobre mi cara, aunque yo lo hubiera querido directamente en mi boquita. Él se soltó de mis piernas y salió de mí, dejando un triste vacío en mi culito y no tardó en colocarse sobre mi pecho, sus piernas flanqueando mis brazos y la punta de su polla pronto estuvo a unos pocos centímetros por encima de mi boca. Yo me prepare y tuve un último momento de duda, pero no dije nada ni me moví. Apenas podía hacer otra cosa que jadear suavemente, pues mi madre seguía masturbándome mientras no perdía ojo de lo que ocurría.

Y Armando finalmente terminó y eyaculó y vi su semen salir con fuerza de su polla y noté como regaba mi cara. Al poco cerré los ojos, por si acaso, pero no hubo “peligro”: La mayor parte cayó, derramado más que lanzado, sobre mis labios y sobre mi comisura. Cuando abrí los ojos ya estaba quedándose flácido su pene y apenas un gordo pero corto hilillo sobresalía de su glande.

-Ahora tienes que tomártelo todo-me dijo mi madre y, con la mano libre, enfocó la goteante polla de Armando a mi boca. Lo que le restaba de su corrida en ella fue el primer semen que probé. Era muy líquido y blanco…No dulce, pero no supo mal y con el morbo lo tomé como si fuera una deliciosa bebida… Lamí su polla hasta dejarla limpia y luego la leche que los dedos de mi madre arrastraron a mi boca… Fue suficiente morbo como para que yo mismo no aguantara más y llegué a mi segundo orgasmo de la noche…Me corrí con gran placer mientras saboreaba el semen de Armando aún en mi boca y mi nueva venida cubrió la mano de mi madre, que no dudo en lamer mi leche… Si me hubieran gustado las mujeres creo que a partir de ese momento habría tenido una figura más para mis fantasías nocturnas.

Armando se levantó y se acarició el pene flácido mientras yo me arrastraba lo poco que quedaba de su leche a mi boca y mi madre hacía lo propio con el mío…Lo cierto es que había sido el día más morboso de mi vida hasta ese momento y el mejor regalo que recibí jamás (y posiblemente que recibiré). Reposé un momento más, desnudo, con el sabor del semen de Armando en la boca y la mano de mi madre acariciando mi vientre…Me sentía más que bien.

-La verdad, Serena-habló Armando a mi madre-Ojalá lo hubieras traído antes.

Viewing all 69 articles
Browse latest View live